2011-12-06-TÁCTICAS DEL MIEDO

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TÁCTICAS DEL MIEDO


Publicado en el sitio de ASOJOD el 06 de diciembre del 2011.

Con motivo de la aprobación legislativa del nuevo paquete de impuestos, que sin duda ha generado bastante malestar entre los ciudadanos, el gobierno ha promovido el temor entre las personas, particularmente potenciales contribuyentes, de que si aquél no se aprueba, casi que nos lloverán lenguas de fuego desde los cielos.

Primeramente algunos funcionarios de gobierno aseveraron que, de no aprobarse, surgiría una grave crisis social por falta de gasto público, mostrando con ello sus buenos antecedentes intelectuales de índole Keynesiana, y que dicha ausencia originaría problemas para que nuestra economía pueda crecer, aún cuando el propio Ministro de Hacienda, al preguntársele acerca de ese efecto esperado de los nuevos tributos, dijo que el propósito del paquete era una propuesta para aumentar la recaudación de los gravámenes y no para que creciera la economía.

Habló con la verdad de las cosas, el señor Ministro, porque lo que en esencia está detrás de la propuesta gubernamental es tan sólo recoger todo el dinero posible, para entonces proceder a gastarlo, a como hay lugar.

La mejor prueba de la actitud de este gobierno, en cuanto a que la reducción supuesta de su déficit, la logrará tan sólo por la vía de más y mayores impuestos y no mediante la reducción del gasto, fue demostrar con su decisión, y con la ayuda del encubrimiento legislativo del PAC, que aceptaba tan sólo una disminución de su presupuesto del 2012, ya de por sí ilegal, de un 0.004%; es decir, de algo menos de la mitad de un uno por ciento de dicho presupuesto. Tan misérrima reducción lo que hace es desnudar al gobierno en cuanto a sus intenciones encubiertas acerca de cómo “reducir el déficit”. Si hubiera optado por la firmeza y la honestidad, debió haber agregado, para nuestra ilustración cívica, que eso “de reducir el déficit era sólo si se aumentaban los impuestos, pero nunca rebajando el gasto público”.

El menor crecimiento económico esperado de este año que ya lo tenemos encima, al fin ya fue aceptado hace pocos días por el Banco Central. Es un menor crecimiento que en mucho será producto del aumento esperado de impuestos que disminuirá el rendimiento de cualquier inversión que pretendan realizar las personas del sector privado. Estas anticipan una reducción del consumo de las familias y, por ende, de sus ventas reales, lo cual les motivará para no crecer tanto, no aumentar más los inventarios y generar menos empleo. Todo esto se traducirá en ingresos y ahorros a la baja.

Ese aumento de impuestos sí va a afectar la economía, al generar mayor inseguridad e incertidumbre, las que afectan negativamente los prospectos de buenos rendimientos de sus riesgosas inversiones. ¿Quién va a querer invertir más, si, al final del camino, el Estado está esperándolo para atuzarlo con mayores gravámenes, a la vez que con sus acciones el gobierno lo que hace es aumentar el riesgo, cuando se incurre en nuevas inversiones?

Quien sí se verá afectado en el jolgorio que espera tener con los nuevos impuestos, es el Gobierno, pues en caso de que no se apruebe el paquete de tributos que nos pretende imponer, se verá casi obligado a reducir los gastos, pero esta vez en serio y no sólo de habladas, como ha sido siempre que ha jurado que con el paquete del momento al fin se acabará con el déficit. La ilusión es que sin esos mayores tributos se verá obligado a bajar la gastadera: si no se le da más plata, entonces, sí se vería obligado a rebajar el gasto. Pero ya sabemos que, aún así, tratará, de zafarse de la camisa de fuerza, que significa no tener esos mayores ingresos tributarios que anhela lograr con su paquetazo. Ya nos amenazó con que, si no le damos esos tributos de más, podría emplear otras medidas con tal de no rebajar el gasto gubernamental. Esta amenaza no es broma, y ya algunos funcionarios gubernamentales la han mencionado públicamente. De nuevo, no es una amenaza a nuestras vidas que surge por una maldad nuestra, al no querer aprobarle al fisco mayores impuestos o tan sólo porque queramos llevar salarios reales mayores a nuestros hogares, que nos hemos ganado honradamente.

Para amedrentarnos a que aprobemos las mayores alcabalas, nos han conminado hacerlo con la amenaza de que, si no logran aquello, entonces aumentarán los intereses, pues para financiar sus pretensiones de gasto público acudirán a los mercados de crédito para pedir prestado; esto es, con sus actos, el gobierno aumentará el endeudamiento de todos los ciudadanos. Como en Costa Rica el ahorro es muy bajo relativamente (un 17% del PIB) y con el paquetazo más bien este gobierno lo que va a lograr es que aún se ahorre menos, posiblemente sí tendrá lugar dicho aumento en las tasas.

Pero, si el mercado de fondos prestables no le da al gobierno lo que quiere (al precio que quiere), nos lanzó la otra más fuerte amenaza contra todos los ciudadanos, sobre todo a los reticentes a que le den carta blanca como pretende con el paquetazo: acudir a la emisión monetaria del Banco Central (me imagino que con sus Letras del Tesoro, para guardar las apariencias formales), a fin de obtener los fondos necesarios y con ellos financiar el gasto público. El proceso inflacionario que tendrá lugar y que afectará más a los más pobres, será posible si el Banco Central se despoja de su independencia y se rehúsa a emitir ese exceso de dinero. Tal vez la última esperanza de que eso no se dé radica en el credo antiinflacionario que hasta hoy ha esgrimido don Rodrigo Bolaños, pero sólo el tiempo podrá mostrarnos la realidad de las cosas. Y todo con tal de no reducir el gasto público...

La segunda gran táctica empleada por los políticos del gobierno es la tragicomedia griega: ahora resulta que, según este gobierno, si no le aprobamos los impuestos el país quedará indefenso ante el efecto de la caída de la economía europea, contagiada por la declinación griega tan conocida. Algunos funcionarios estatales nos han dicho que, así como el país pudo salir bien librado de la crisis anterior (llamémosla la de Estados Unidos) (¿bien librado nuestro país con un aumento del desempleo de menos de un 6% hasta un 7.7%; con una caída del crecimiento del PIB de casi un 6% anual a prácticamente 1% en el 2010?), se hace necesario blindar nuestra economía ante una posible caída de Europa.

Lo cierto es que tal debacle es tan sólo una posibilidad, pero en verdad parece tener poco que ver con el arreglo de nuestro desorden fiscal y más bien con que el Banco Central pueda tener acceso a líneas de crédito en caso de que haya un congelamiento de los préstamos internacionales entre bancos. Eso sucedió en la crisis reciente de los Estados Unidos y los mismos banqueros han alabado la eficiencia con que reaccionaron los principales órganos de crédito en el mundo (el FMI, la FED, el Fondo Latinoamericano de Reservas, el BID entre muchos otros), que permitieron que nuestro país no se viera envuelto en ese estrangulamiento del crédito, que en sus inicios caracterizó a la crisis estadounidenses.

Es decir, la no aprobación del paquete tributario no impide que el Banco Central, tal como lo hizo en ocasión de lo más duro de la crisis del 2009-1010, logre acuerdos de soporte de liquidez internacional, en caso de que una caída de la economía europea la provoque.

Lo que se podría aprender de la crisis griega es que los déficit gubernamentales pueden echar por la borda cualquier esfuerzo de crecimiento económico sostenido y que no es posible que todo mundo, al mismo tiempo y por medio del Estado, pueda seguir viviendo a costas de todos los demás. Los griegos lo primero que ahora tienen que hacer, y los países más serios de Europa se encargarán de que así sea, es reducir su gasto estatal en todo lo posible, generar recursos con la venta de una serie de empresas estatales que bien podría estar en manos privadas y, en lo posible, recoger mejor sus tributos por medio de un control de la evasión impositiva. Sólo así podrán fluir hacia Grecia los aportes de recursos que le permitan salir del casi abismo en que se encuentra.

Esa lección si la podrían aprender las autoridades gubernamentales, en vez de pretender asustarnos en cuanto a que, si no les aprobamos su paquetazo, la tragedia griega se convertiría en una tragedia criolla. Lo que hace falta aquí, así como en Grecia, es orden, certeza y seriedad en la conducción de la cosa pública.