2011-11-15-COMENTARIO ACERCA DE IMPUESTOS Y GASTOS GUBERNAMENTALES

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COMENTARIO ACERCA DE IMPUESTOS Y GASTOS GUBERNAMENTALES


Publicado en el sitio de ASOJOD el 15 de noviembre del 2011.

Es cierto que un impuesto al valor agregado, comparado con un impuesto sobre las ventas sólo gravado sobre el consumidor final, como, por ejemplo, es el caso actual de Costa Rica, posee algunas ventajas. Tal vez la más importante tiene que ver con que un impuesto al valor agregado exhibe como característica principal que “se facilita el control cruzado entre las diversas empresas y, por lo tanto, es más fácil detectar la subestimación de los tributos”, como nos lo señala quien tal vez sigue siendo el mayor experto tributario en el campo de los impuestos sobre las ventas, el profesor John Due (ver John Due, Sales Taxation, Urbana: University of Illinois Press, 1959, p. 366). Pero él también nos advierte que “la regresividad general del impuesto no es tanto un argumento en contra del uso del impuesto a las ventas (como, por ejemplo, en su versión de valor agregado), sino en que se descanse excesivamente en él como un elemento de la estructura tributaria general” (Op. Cit., p. 37. El paréntesis es mío).

Me parece que por aquí pasa gran parte de la discusión conceptual sobre este impuesto en el momento actual. Es cierto que para paliar su regresividad lo que muchos países hacen es excluir una serie de bienes, tal vez lo que algunos llaman “canasta básica”, pero esto tiende a complicar aquel control automático que se pretendía lograr y que era su característica más meritoria y más aún si se introducen diversas tasas del impuesto al valor agregado, para diferentes actividades económicas, en vez de ser una tasa uniforme.

A pesar de todo esto, en mi opinión la introducción de un impuesto al valor agregado, que alguien podría contemplar como deseable, no significa que se deba hacer con tasas impositivas superiores a la previamente existente con el impuesto sobre las ventas a nivel de consumidor como el actual. De hecho hoy el impuesto a las ventas tiene dos tasas: una de 0% a ciertos pocos bienes exentos y de un 13% a la mayoría de los bienes. Con la propuesta a la fecha, habría varias tasas: una de 0% a los que siguen siendo pocos bienes exentos, 2% a ciertos insumos, 4% a ciertos bienes de construcción y agrícolas, 10% a algunos servicios y 13% a la generalidad de bienes. Esta multiplicidad de tasas posiblemente enrede las posibilidades administrativas de control cruzado, que era el gran mérito del IVA, en comparación con el actual impuesto a las ventas.

El zapato en que se ha ido metiendo el gobierno tiene su origen en que se ha planteado mal el problema tributario del país, como lo hace cierto periodista columnista de cierto periódico, y que se mete a experto en el campo de los impuestos. Es tal la angurria gubernamental por obtener más ingresos tributarios, que ha provocado que pierda el norte de su sistema tributario. En primer lugar, porque en este paquete, el 70% de las nuevas recaudaciones provendrán de la reforma al impuesto a las ventas, con lo cual crece su importancia como “elemento de la estructura tributaria general”, de la cual nos advertía Due, problema de especial importancia por la naturaleza regresiva que generalmente se acepta que posee dicho gravamen.

En segundo lugar, porque el gobierno podría haber optado por una reforma tributaria del impuesto de ventas hacia un mejor impuesto sobre el valor agregado, mediante la cual, por una ampliación de la base, redujera a cambio la tasa impositiva, de manera que la recaudación neta fuera similar a la actual. Es muy posible que tal propuesta políticamente habría sido más viable en cuanto su recepción y aprobación, pero el problema está en que el gobierno, a como haya lugar, lo único que parece interesarle es ver cómo logra agarrar más plata. Si la simple transformación, sin tener que variar la tasa anterior, ya de por sí le hubiera generado mayores ingresos por el mejor control que hubiera logrado, pero, como para echar sal sobre la herida, se aprovecha de la oportunidad para aumentar la tasa del impuesto actual sobre las ventas (además da ampliar radicalmente su base imponible).

Finalmente, debo terminar con una advertencia para los creyentes en el Estado: éste no va reducir sustancialmente su gasto. Digo esto porque ya algunos en cierto medio nos han salido diciendo que es necesario poner los actuales impuestos contenidos en el paquetazo, como lo es cierta reducción en los gastos gubernamentales programados. La verdad es que ya el gobierno ha tenido varias oportunidades de seguir este segundo camino deseable. El presupuesto que se presentó para este año es más apropiado para una economía de vacas gordas, que de vacas flacas, como la que cada día nos indican las noticias acerca del retraimiento gradual del crecimiento en la actividad económica nacional. Es más, a todas luces el presupuesto que presentó este gobierno para el año entrante es ilegal, pues viola principios básicos de financiamiento del gasto gubernamental, garantizados por nuestra Constitución. Así lo indicó en la pasada liquidación del presupuesto de la República, la institución indicada para dictaminarlo, como lo es la Contraloría General de la República.

Pero más notoria fue la burla cuando, ante la inquietud del diputado Fishman por recortar los gastos contenidos en el presupuesto del gobierno para este año, que ascienden 5.9 millones de millones, sugirió que se redujeran en 54.000 millones; esto es, no siquiera en un 1% del monto presupuestado (exactamente, un 0.92%). ¿Se imaginan cuál fue la contraoferta de este gobierno dispendioso y que sólo quiere ponernos impuestos y no rebajar su gasto?, pues reducirlos en el risible monto de 4.900 millones. Esto es, ni siquiera en una décima parte del 1% del gasto total (específicamente 0.08%). Estamos claros acerca de reducir el gasto… ¿verdad que las cosas serias algunos las toman en broma?