2011-05-10-DE VOTOS Y DOS COSAS MENORES

----------------------------------------------------------------------------------------------

DE VOTOS Y DOS COSAS MENORES



La Extra, 10 de mayo del 2011.

La reciente elección del directorio de la Asamblea Legislativa ha tenido cosas buenas. La más importante es haberme motivado a pensar acerca del voto. Sí, porque el tema de si esa votación debería haber sido secreta o pública estuvo rondando todas las discusiones que allí se dieron. Y no quiero dejar pasar la oportunidad de brindar mi opinión.

Como ciudadano libre y con derechos he ejercido el del voto en muchas ocasiones. Carácter especial tienen las elecciones para presidente, diputados y munícipes. En ellas tengo la oportunidad de escoger a quien me dé la gana, de acuerdo con mi conciencia y mis convicciones, a sabiendas de que, quien salga electo, posiblemente tomará decisiones que afectarán a toda la ciudadanía, al igual que a mí. Mi voto en dicha elección debe ser totalmente privado y nadie debe intervenir en él; es mi derecho y no el de otros conocer cuál es mi escogencia. Sólo yo tengo por qué saber de mi decisión en ese momento. La privacidad, el secreto, es lo que asegura mi libertad para escoger. El tirano no se entera así de cuál es mi elección y, por tanto, no están en juego mi salud, familia, vida o haberes. Se requiere que mi voto sea secreto para poder escoger en libertad y sin tener que dar cuentas a nadie de mi decisión.

Los diputados los elijo yo. Los escojo para que me representen en sus decisiones, Representantes se les llama. Yo necesito conocer cuáles son las decisiones que toman, ya sea para aceptar lo hecho o para rechazarlo. Ese es el juego de dar cuentas. Si vota de forma que, por lo general, me satisface, entonces, lo apruebo. Caso contrario, lo repudio. Siempre deben explicarme el porqué votan en la forma en que lo hacen. Así los puedo valorar, juzgar y aprobar o rechazar. Es su obligación hacia mi persona, el ciudadano que los eligió para votar en mi nombre, representándome, cuando fuere el caso en la Asamblea. No hay razón para que su voto no sea público, única manera por la cual me informo de cómo fue que escogieron votar. La oscuridad del voto secreto se presta no sólo para evadir sus responsabilidades hacia mí, sino también para que se den cosas impropias e indebidas y deshonestas en la conformación de su decisión y que las rechazo por promover conductas corruptas que deben eliminarse de una vez por todas.

Todo voto legislativo debe ser público (aceptaría que sea secreto sólo cuando tengan que votar por la destitución de un compañero y ello porque tengo sentimientos hacia la amistad, aunque a veces sólo sea tan falsa como la que a veces se ve entre diputados).

Por ello hago dos sugerencias, que tal vez puedan aprovechar los diputados del bloque opositor ganador del directorio legislativo. Primera, que el voto legislativo sólo sea público y no secreto y, segunda, que en las elecciones nacionales de diputados yo no tenga que votar por una papeleta que impide al pueblo escoger por quién es que vota y que oculta adscribir responsabilidades a quienes se elije. ¡Quiero saber quién me representa! Eso sí es democracia y no la alcachofa política que hoy tenemos.