2008-12-09-SECUESTRO DE UNA DEMOCRACIA

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SECUESTRO DE UNA DEMOCRACIA


La Extra, 09 de diciembre del 2008. Reproducido en el libro de Carlos Federico Smith, “Políticamente Incorrecto”, 2009, p. p. 103-104.

Las recientes acciones tomadas por Daniel Ortega en torno a las elecciones en su país, hacen ver a Hugo Chávez como un connotado demócrata. Mientras que el primero acude a todo tipo de argucias, a fin de darle vuelta a su favor a unas elecciones que, en el mejor de los casos, sólo parecen estar poco claras y, más bien, parecen han sido fraudulentas, Chávez, aunque con toda desfachatez usó al máximo el poder del estado para su beneficio electoral, al menos permitió que las últimas elecciones se realizaran con claridad y sin dejar de reconocer la derrota, cuando así lo determinaron los electores.

Es lamentable lo sucedido con las recientes elecciones municipales de Nicaragua y principalmente las de Managua. Para entender su importancia, en Nicaragua (al igual que en El Salvador o en Guatemala) el ganador de las elecciones capitalinas es la segunda persona políticamente más poderosa e influyente, después del Presidente de la República. Un triunfo de Eduardo Montealegre en las elecciones de Managua habría sido un duro golpe no sólo al poder de Ortega, sino también a su prestigio y el anticipo de una posible derrota en las próximas elecciones nacionales.

Ya Nicaragua venía dando tumbos desde el punto de vista democrático, pues “legalmente”, prohijado por serviles acólitos Orteguianos acunados en los intersticios del poder (Contraloría, Poder Judicial, Poder Electoral, etcétera), se había impedido participar libremente en las elecciones a todos excepto a los sandinistas. Incluso causó el enojo de muchos de los ilusos benefactores de la Comunidad Económica Europea, quienes por largo tiempo habían sido los más destacados proveedores de fondos del gobierno nicaragüense, con el bienintencionado propósito de fortalecer la democracia de ese país. Amenazaron con irse de Nicaragua asqueados con el sainete electoral que montó el gobierno y que en realidad no es sino un capítulo en el secuestro de la democracia.

Alegando fraude en las elecciones municipales, la oposición apeló los resultados, solicitando un recuento de los votos ante los organismos electorales -incluso ante jueces dudosamente imparciales- pero el gobierno resolvió el asunto de una manera muy simple e intolerante: Por decreto del propio gobernante, Ortega determinó su victoria en las elecciones.

Esto reviste una enorme importancia entre los costarricenses quienes debemos apreciar esta lección y, ante todo, preservar del mal a la solución electoral democrática libre y sin manipulación, pero también es un indicador de un posible deterioro a plazo de la situación de ese país, que probablemente concluirá con una nueva emigración masiva de su gente hacia lugares vecinos como Costa Rica. Sólo que en esta ocasión, en las actuales circunstancias económicas, dicho influjo difícilmente se asimilará con el éxito logrado desde principios de los años ochentas, cuando nuestra población se incrementó casi un 15% por la inmigración fundamentalmente nicaragüense, recibida durante un poco más de una década. Con toda y ella, el país logró durante ese período mantener los salarios reales de la población y sin que hubiera un incremento de su desempleo: algo creo que nunca visto en otros países que han experimentado circunstancias similares. ¡Que otra vez Dios nos ayude!