2008-04-22-MARCHA POR LA PAZ Y CONTRA EL CRIMEN

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MARCHA POR LA PAZ Y CONTRA EL CRIMEN


La Extra, 22 de abril del 2008. Reproducido en el libro de Carlos Federico Smith, “Políticamente Incorrecto”, 2009, p. p. 47-48.

Deseo que este comentario sirva para honrar la memoria del joven Josué Rojas, cuyo sacrificio no será en vano, pues se ha convertido en conciencia de la patria. Asimismo, espero que también le pueda brindar algo de consuelo, si fuera posible, a su valiente madre.
El sábado 26 de abril los costarricenses marcharán por las calles de San José para enviar diferentes y cruciales mensajes a nuestra sociedad -y particularmente a nuestros gobernantes- ante el indisputable aumento reciente de la criminalidad en el país. Yo, dadas mi salud y mi edad, físicamente no podré acompañarlos, pero sí lo harán mi corazón y mi razón.
El gobierno -el Estado- nos ha fallado en cumplir con lo que es tal vez el motivo principal de su existencia: brindar seguridad a los ciudadanos ante actos de otros que sean contrarios a la justicia o resulten en opresión. Por el contrario, los gobernantes se han dedicado a crear un Estado más preocupado por hacer otras cosas -muchas intrascendentes, innecesarias y hasta dañinas- que en cumplir con aquel deber esencial. Por ello el primer mensaje ciudadano será para que los funcionarios públicos cumplan con su deber de brindar seguridad y justicia.
El segundo mensaje, en mi opinión, es que uno esperaría que esos mismos gobernantes, en el presente y en el pasado reciente, no participen de dicha marcha, pues si lo hacen no parecería surgir de una oportuna reflexión y de una decisión de hacer ahora lo que ya deberían haber hecho, sino como otra expresión de jueguitos políticos de los que ya nos tienen hastiados. Uno observa a ciertas personas –no dudo que bien intencionadas, pero que en el pasado y hasta hace poco han abogado por hacer del castigo al crimen algo banal y hasta “desgraciadamente” necesario- correr ahora para aparentar ser “duros” ante la delincuencia, cuando en verdad han ignorado -y hasta despreciado- los justos y legítimos reclamos de legos y conocedores para endurecer nuestras leyes ante la amenaza casi imparable de la criminalidad.
El tercer mensaje es que algunas de las actuales autoridades han actuado de manera impropia ante esta expresión ciudadana. Como reacción a una campaña reciente, veraz y profunda, contra la violencia, acudieron a “pedir mesura”, forma velada de imposición ante el ejercicio ciudadano de su libertad de expresión. Son los mismos que interpretan como “falta de respeto” cuando un buen ciudadano no está de acuerdo con la forma en que se conduce la cosa pública y así lo expresa públicamente. Mejor aprendan su lección, que transita por la humildad y por dejar de lado ambiciones politiqueras; más bien deberían aprovechar la oportunidad para escuchar a un pueblo que clama por justicia.

Finalmente, creo que ya el ciudadano no se traga el cuento esgrimido de que la criminalidad es causada por la pobreza. Tal vez será porque, a diferencia de ciertos gobernantes, esos ciudadanos comunes y corrientes sí conocen a muchos pobres que son honrados. E incluso hasta más que algunos ricos. Lo cierto es que la pobreza es el enemigo y no los pobres. Argüir de tal forma para justificar el incremento de la criminalidad que hoy sufrimos, es un engaño vil usado como argumento para encubrir la incapacidad e irresponsabilidad de nuestros gobernantes. ¡Que ahora Dios los ilumine, pues si no el pueblo les cobrará su displicencia!