2008-01-08-LA SEGURIDAD CIUDADANA

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LA SEGURIDAD CIUDADANA


La Extra, 08 de enero del 2008. Reproducido en el libro de Carlos Federico Smith, “Políticamente Incorrecto”, 2009, p. p. 19-20.

Hace más de doscientos años Adam Smith escribió una de las obras más importantes del pensamiento occidental, La Riqueza de las Naciones. Este libro no sólo sentó las bases del pensamiento económico moderno –algunos la consideran el primer libro de Economía- sino que también, basado en la observación de la vida ordinaria del pueblo inglés, describe cómo una nación puede desarrollar su economía. La clave el éxito radica no en la acción interventora por doquier del Estado, sino todo lo contrario: éste debe limitarse a realizar ciertas funciones esenciales para que la acción libre de los individuos, al buscar su propio beneficio, redunde en el máximo beneficio para todos nosotros.
Para Smith, el Estado debe llevar a cabo tres funciones básicas dictadas por el sentido común. Primero, proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes; esto es, la defensa externa. Segundo, proteger en lo posible a cada miembro de la sociedad de la injusticia y la opresión por parte de cualquier otro miembro de esa sociedad; es decir, establecer la administración de la justicia. Y tercero, erigir y mantener ciertas obras públicas e instituciones que a los individuos no les interesa llevar a cabo.

Aprovecho estas reflexiones esenciales de Adam Smith para referirme a lo que considero es el abandono más notorio que el Estado costarricense ha hecho de sus funciones esenciales: la de proteger a la ciudadanía de la violencia que otros ciudadanos puedan ejercer contra todos nosotros. En sencillo, el ciudadano está desprotegido ante el crimen y la delincuencia que azotan al país. Lo más preocupante es que la lucha contra la delincuencia en nuestro país parece ir en declive, mientras uno observa que el Estado costarricense se nos aparece hasta en la sopa, pretendiendo realizar más y más tareas, muchas nuevas y diferentes, en donde diversos grupos de interés se movilizan para que ese Estado realice funciones que les beneficien particularmente, pero que sean costeadas por toda la ciudadanía.

No hace mucho tiempo escuché a una prominente diputada señalar que la onda de criminalidad en el país era una invención de los medios de comunicación, pero lo cierto es que los hechos han demostrado todo lo contrario (y creo que esa misma diputada ha ido cambiando su equivocación original): somos muchísimos los ticos que hemos sido golpeados por la delincuencia, ya sea directamente o nuestros familiares, de las maneras y formas más diversas. Pero el Estado costarricense, en vez de destinar más recursos para darnos seguridad, y no destinarlos a cosas menos importantes, simplemente parece que se queda mirando para el ciprés, al tiempo que crece la delincuencia y no actúa para frenarla con la urgencia requerida.

Es posible que la seguridad sea un asunto de todos, pero cuando se carece de una buena administración de la justicia, es poco lo que puede progresar un pueblo. Al observar cómo otras naciones sufren aún más en este sentido y cómo sus ciudadanos emigran o no invierten en nuevas actividades económicas debido al auge de la delincuencia, no queda sino llamar la atención a los gobernantes para que cumplan con esa función esencial que debe llevar a cabo el Estado, la de protegernos ante el crimen, en vez de meterse en cuanta otra cosa se le vaya ocurriendo.