1977-07-08-CÓMO LA PROPUESTA DE DON ALBERTO MARTÉN PUEDE ACABAR CON LA PROPIEDA PRIVADA

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CÓMO LA PROPUESTA DE DON ALBERTO MARTÉN PUEDE ACABAR CON LA PROPIEDA PRIVADA-III


La República, 08 de julio de 1977 y básicamente fue publicado como parte de Jorge Corrales Q., Análisis del Plan Martén de Garantías Económicas, San José, Costa Rica: ANFE, Ediciones de ANFE No. 42, 1977.

Una preocupación intensa que se deduce de la propuesta de garantías económicas a nivel constitucional de don Alberto Martén, es la búsqueda de una distribución del ingreso “justa”.

La forma como el proyecto de don Alberto lograría una distribución del ingreso es por medio de un mecanismo llamado cuota de capitalización laboral, la que, según el autor, no va a afectar los costos de producción. En el artículo 3º de su proyecto se lee “la cuota de capitalización laboral… procede de una redistribución equitativa del superávit nacional compuesto por todas las rentas patrimoniales en cuanto sobrepasan los niveles vitales y desarrollistas de sus beneficiados”. Esta afirmación es sumamente interesante, puesto que se muestra, en un expresión clara, el concepto de superávit que tiene el autor.

Según los conceptos estandarizados de contabilidad nacional, el ingreso nacional es el total de ingresos que se adscriben a los factores productivos empleados en la producción en un país en un momento dado. Está formado por salarios, rentas, intereses y utilidades.

Por otra parte, el Sr. Martén define al superávit nacional como las rentas, los intereses, las utilidades y la cuota de participación laboral. Es decir, el superávit nacional viene a ser el pago de todos los factores productivos (ingreso nacional) menos los salarios.

De ahí que, según se lee en el artículo 3º arriba citado, todos los ingresos del país, excepto los salarios, forman el superávit nacional, que será distribuido equitativamente, según el Sr. Martén, por medio de la cuota de capitalización laboral.

Ahora bien, ¿qué fija esa cuota de capitalización laboral? Tal como dice el autor, esa cuota se fija una vez que estén satisfechos “los niveles vitales y desarrollistas de los beneficiarios” de las rentas patrimoniales.

Pero, ¿quién va a fijar o a determinar cuál es el límite vital o desarrollista de las personas? ¿Acaso el Sr. Martén, quien está creando la dictadura? Tal vez sí, aunque recordamos lamentablemente lo que muchos dictadores han ordenado: “la posesión de rentas patrimoniales no exime la obligación de trabajar.” (Artículo 5º del proyecto).
Esta es la trama: “todo el mundo” (¡cuánto costó que desapareciera la esclavitud!) tiene que trabajar y los salarios; o sea, los ingresos por el trabajo, pueden perfectamente, según el Sr. Martén o un dictador de turno o un apasionado de la teoría del valor trabajo, constituir un ingreso suficiente para satisfacer esos “niveles vitales y desarrollistas” de que nos habla el autor.

En resumen, al obligar a “todo el mundo” a trabajar, según lo propuesto por el Sr. Martén, todos se convierten en asalariados y, por otra parte, si a alguien se le ocurre definir que él salario es suficiente para “vivir”, entonces, siguiendo el esquema del Sr. Martén, todos los demás ingresos podrían ser distribuidos como parte del superávit nacional, por medio de la cuota de capitalización laboral.

A través de este mecanismo, entonces, se puede ser capaz de destruir la propiedad privada, pues, en esencia, su disfrute; o sea, el rendimiento que da pasará a formar parte de un fondo común para ser distribuido entre todos. Esta especie de socialismo utópico quedó descartada desde hace mucho tiempo, no sólo desde el punto de vista ético, sino especialmente porque los pueblos aún desean mantener el disfrute de la propiedad privada, tal vez en gran parte debido a que ven en ella un excelente mecanismo para el logro de la eficiencia económica y, por ende, para aumentar el bienestar de los pueblos.

En un próximo artículo intentaré molestar al ya paciente lector, introduciendo en la discusión un añejo concepto que don Alberto aún utiliza (y muy frecuentemente): la teoría del valor trabajo.