1975-05-14-EL PROBLEMA DE LA LECHE EN COSTA RICA

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EL PROBLEMA DE LA LECHE EN COSTA RICA


La República, 14 de mayo de 1975.

El Estado costarricense no aprende las lecciones que da la Historia. En el año 301, el emperador romano Diocleciano emitió un edicto fijando precios. Lactancio en el año 314 escribió sobre los resultados de ese edicto: “Hubo mucha sangre derramada por cuentas pequeñas y menudas; y el pueblo no compró provisiones para llevarlas al mercado puesto que no podían encontrar un precio razonable por ellas; y esto incrementó tanto el hambre que, después de que muchos habían muerto por ella, la ley fue dejada de lado”. El emperador Julián de Antioquía cometió el mismo error, con las mismas consecuencias. Igualmente, en Alemania, después de la 2ª. Guerra Mundial, el pueblo no podía conseguir ningún tipo de artículos por sus marcos debido a la fijación de precios.

Pero, pobre Costa Rica, ya vamos por el mismo camino. La llamada ley de protección al consumidor significa, ni más ni menos, los mismos problemas de escasez que han surgido a través de la historia cuando los precios han sido fijados por el Estado. Ya se imaginan, entonces, por qué no hay leche en Costa Rica.

Durante muchos años, el precio de la leche se mantuvo congelado, aún durante períodos en que la inflación agotó el bolsillo de los costarricenses. El Estado creyó, y aún lo cree, que fijando los precios se beneficiaba al consumidor. E, inevitablemente, lo que tenía que suceder, sucedió: la industria de la leche declinó; muchos potreros se dedicaron al engorde de ganado de carne pues dicha actividad daba más ganancias. Cuando el Estado se dio cuenta de la ruina en que estaba la industria lechera, dejó que el precio subiera, pero, claro, no fue un alza pequeña la que se dio, pues con las medidas del Estrado de fijación de precios no hubo un estímulo para aumentar la producción lechera, por lo que, entonces, ocasionó un aumento grande en los precios debido al largo tiempo en que se mantuvieron fijados.

Pero, como siempre, en el Estado primó la mentalidad burocrática y a algún genio se le ocurrió que el comerciante era un agente de caridad y que tendría que vender su producto a los consumidores sin obtener utilidades. Mente simple y sencilla la del burócrata: los comerciantes fueron dejados de lado al fijar el precio de la leche; según el burócrata, estos no prestan un servicio a la comunidad, por lo cual deben recibir la remuneración que el burócrata determine.

Claro, entonces, una vez más, no habrá leche en el mercado, pues se espera que el pulpero opere con pérdidas. Y nadie es tan tonto como para vender un artículo con el cual ni siquiera cubre los costos. Como resultado de todo esto, el pobre consumidor va a sufrir las consecuencias de la mal nombrada ley de protección al consumidor. Aquí se aplica muy claramente el dicho “no me defiendas, compadre”.

Por supuesto, el afán dictatorial de algunos no se hizo esperar, puesto que ya se ha amenazado con prisión inconmutable a los distribuidores de leche, quienes, al no querer perder, se han negado a distribuir este producto. Este es el resultado de la creencia que mantienen ciertos burócratas, quienes creen arrogarse el derecho de exigir que algunos ciudadanos tengan que liquidar su negocio. Si lo que el Estado quiere, es que el individuo tenga leche a precios bajos, pues existen mecanismos para dicho fin. Uno de ellos es la rebaja de impuestos que hoy día gravan a dicha industria. Pero, el Estado ha desechado esta propuesta alegando que los impuestos influyen muy poco en el precio final y que, además, eso implicaría sacrificar al fisco.

¡Estamos muy bien! No se atreve nuestro Estado gastón a dejar de ganarse unos pesos, pero sí exige que nuestro comerciante opere con pérdidas y que, por ende, el consumidor no reciba el producto.

Lo único que le interesa al gobierno es más y más plata para gastar, aunque esto signifique que no vaya a existir producción, aún cuando esto ocasione hambre para el pueblo. ¿Será que piensa llenar los estómagos de nuestro pueblo con demagogia? Eso sí abunda, pero no alimenta.