1976-10-06-DEBEMOS MANTENER LA INDUSTRIA NACIONAL

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DEBEMOS MANTENER LA INDUSTRIA NACIONAL


La República, 06 de octubre de 1976.

Otro de los argumentos utilizados frecuentemente en favor de la imposición de gravámenes a la importación, es la protección de la industria nacional nueva, frente a las ya poderosos empresas del extranjero. Se dice que el país nunca podrá desarrollarse si dejamos que las industrias nacionales compitan frente a las extranjeras, pues estas últimas terminarán por “comerse” a las empresas nacionales. De esta manera, si aumentamos el costo de los artículos producidos en el exterior vía impuestos aduaneros, entonces, nuestra novicia industria nacional, presumiblemente más ineficiente al principio, podrá competir eventualmente con la producción proveniente del exterior. El argumento se conoce en el análisis económico como la “protección de la industria naciente”.

Esta excusa en favor del proteccionismo ha sido promovida fundamentalmente por grupos empresariales e industriales, aún cuando en Costa Rica también ha recibido el favor gubernamental, especialmente en la reciente campaña de que “lo nuestro es mejor y es nuestro”. A fin de efectuar un análisis del argumento, voy a utilizar, como ejemplo, una supuesta industria naciente en Costa Rica, digamos la de producción de bolígrafos.

Se supone que la lógica en favor de proteger temporalmente la industria nacional de bolígrafos es que, al ponerse los impuestos a los bolígrafos importados, estos suben su precio y nuestro bolígrafo nacional puede, entonces, competir, aunque a un precio más elevado que el anterior a cualquier impuesto. Así, la protección significa un costo para la comunidad. Sin embargo, se supone que con el tiempo la industria nacional de bolígrafos será eficiente y podrá competir con la industria extranjera a los precios iniciales, por lo cual se eliminaría la protección aduanera y se supone, también, que, al venderse ahora los bolígrafos nacionales a un precio más barato, toda la comunidad se beneficia. Por lo tanto, mientras a corto plazo hay costos, a largo plazo hay beneficios que, supuestamente, compensan esos costos. Luego, la decisión de proteger temporalmente a la industria nacional nueva de bolígrafos aparece como racional.

El argumento anterior es válido sólo si el aumento del beneficio social es mayor que el aumento del beneficio privado como resultado del proteccionismo temporal y sólo sí, además, que la actividad protegida (la industria de bolígrafos) dé un rendimiento mayor que el de otras actividades económicas.
Definamos términos:
Aumento del beneficio social: el incremento en el beneficio para todos los miembros de la sociedad como resultado del aumento de la producción de un producto.

Aumento del beneficio privado: el incremento en el beneficio del productor, como resultado de producir y vender el aumento de la producción.

De lo anterior se deduce que, si un caso como el expuesto produce a la comunidad costarricense un aumento de beneficios por la producción de bolígrafos nacionales, por ser este beneficio mayor que las utilidades que recibe el empresario privado productor, entonces, se reúne una condición necesaria para el argumento a favor del proteccionismo. Esto podría suceder, por ejemplo, si los trabajadores, por medio del aprendizaje en hacer bolígrafos nacionales, aumentan sus beneficios, los cuales exceden y no son percibidos por el productor empresario; entonces, el beneficio social es mayor que el beneficio privado.

Supongamos que lo anterior sucede en el caso de esa imaginaria industria naciente de bolígrafos nacionales. Pero, además, debe darse otra condición que justifique el proteccionismo: que esta actividad de producir bolígrafos nacionales dé un rendimiento mayor que el de otras actividades o empresas. Esto es obvio; si producir cualquier otro bien o producto diera un rendimiento mayor que la industria nacional protegida de bolígrafos, entonces, la eficiencia en la asignación de recursos (que son escasos) dictaría que se produjeran los otros artículos en vez de bolígrafos.

Pero, de nuevo, supongamos que aún este argumento es aplicable a la industria nacional de bolígrafos, cuya protección se busca. Aún así, cabe preguntarse si, llenando esas condiciones de mayor rentabilidad relativa y de beneficio social mayor que el privado, ¿es esto suficiente para justificar la protección o debe el argumento satisfacer otros requisitos?
La respuesta es afirmativa; sí existen otras condiciones necesarias, además de las señaladas, para dar validez al argumento de protección de la industria naciente.
En primer lugar, los beneficios sociales (los de toda la comunidad, no sólo del productor), deben exceder al costo total de los recursos utilizados en la economía para la producción de bolígrafos durante el período de protección temporal. Si no fuese el caso, no convendría brindar protección a la industria de bolígrafos, pues equivaldría a no utilizar eficientemente los recursos.

En segundo lugar, los beneficios privados (los del productor) deben brindar un rendimiento menor que el costo de la inversión de esos recursos. De no ser así, el empresario, como tal, invertiría en la producción de bolígrafos sin necesidad de protección aduanera.

Estas dos restricciones al argumento de la industria naciente son sumamente poderosas, por lo cual, cada vez más, hay serias dudas de si es conveniente o no, económicamente, proteger las llamadas industrias nuevas.
Pero, ¿se puede, además, alegar que el beneficio social es mayor que el privado como justificante de la protección a la industria naciente?

Habíamos dicho que el beneficio social era mayor que el privado si el beneficio a toda la comunidad era mayor que el beneficio que se apropiaba el productor privado. Así, en nuestro ejemplo de la industria nacional protegida de bolígrafos, la protección temporal permite el entrenamiento de trabajadores, los que luego pueden trasladarse a otras industrias y el productor de bolígrafos no podrá, entonces, apropiarse del conocimiento adquirido por sus trabajadores, que han sido beneficiados.

Este problema aparente ha sido resuelto por los profesores Coase, Becker, Cheung y otros, quienes demuestran que, en algunos casos, no es el patrono quien paga el costo correspondiente, sino el trabajador y que, en todo caso, la política apropiada sería subsidiar las actividades de entrenamiento en el trabajo y no la protección de la producción.

Por lo anterior, el argumento de la protección de la industria naciente, tan solicitada en nuestro país por los empresarios y tan aceptada por los políticos, quienes así amplían su esfera de poder, tiene severas limitaciones, no sólo técnicas sino prácticas, por lo cual es necesario plantearse definitivamente la pregunta de si es conveniente insistir en la política de patrocinar industrias ineficientes, que perjudican a los consumidores, quienes tienen que pagar precios más elevados por los productos y seguir observando cómo el gran dispensador de privilegios, el Estado, continúa coaccionando la libertad de empresa, en beneficio de unos pocos, quienes a la larga serán también víctimas del Leviatán.