1984-09-03-EL DISCURSO DEL PRESIDENTE Y LA ASAMBLEA LEGISLATIVA

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EL DISCURSO DEL PRESIDENTE Y LA ASAMBLEA LEGISLATIVA


Comentario en Radio Monumental, 03 de setiembre de 1984.

En la batahola y el burumbún del cambio de ministros, una de las víctimas ha sido la propuesta del Presidente Monge para que se introduzcan cambios radicales en nuestra Asamblea Legislativa. No comparto la totalidad de sus sugerencias, pero creo que es necesario que este tema asuma el lugar preponderante que le corresponde.

Los problemas que actualmente aquejan a nuestra Asamblea Legislativa van mucho más allá del nivel de educación de los diputados, de si los ex presidentes deben o no ser legisladores vitalicios o de si el sistema de elección por dos listas separadas, las nacionales y las locales, nos garantizarán una “mejor” Asamblea.

Creo que el asunto fundamental radica en que se han trastocado las funciones esenciales que una Asamblea Legislativa posee en una democracia. A nuestros actuales diputados no se les considera como tales y menos como “buenos”, si por su inspiración no se crea alguna ley que regule algo o a algunos. Se considera que la función esencial de la Asamblea es producir leyes a fuer de que, de no hacerlo, pase a ser considerada únicamente como un asilo para unos chupópteros del presupuesto nacional.

El problema con esta concepción de cuál es la conducta óptima de una Asamblea Legislativa, es que provoca una especie de constructivismo social; esto es, la idea de que se debe legislar acerca de todo, incluso en cosas en las cuales las personas están deseosas de proseguir una conducta ancestral, probada claramente a través de los tiempos, la cual les ha permitido vivir exitosamente en paz, justicia y libertad. No puede pensarse en que los diputados deban considerar que la totalidad de la conducta humana ha de quedar sujeta a leyes de toda índole. Es decir, que los diputados sólo actúen regulando, cada vez que puedan, el orden espontáneo de la conducta humana. Esto es, haciéndolo mediante códigos escritos que, al fin de cuentas, es imposible que puedan cubrir la total diversidad, profundidad y privacidad de aquél accionar humano. Por ello, más que una indigestión de leyes, que terminan por reflejar las preferencias subjetivas de algún diputado en concreto, que nos mantienen al borde de una trombosis coronaria provocada por la saturación de regulaciones, lo que se necesita es dejar la mayor amplitud posible para el libre accionar de los individuos en sociedad, sin que se tenga que regular y controlar todo.

Estoy seguro, en tanto no haya conciencia en nuestra nación de que la función principal de la Asamblea Legislativa es la de limitar el poder efectivo del Estado ante el individuo, que muy poco se logrará en términos de un orden social justo, pacifico y libre. Al tener el Estado el monopolio de la coerción y de la violencia, se constituye en la mayor amenaza a la persona y a su familia. Limitar ese poder es la función principal del cuerpo legislativo. Si de nuestros diputados no se espera que crean en este principio, tal vez lo mejor es que resulten ser bien burritos y no muy inteligentes, lo cual podría hacer que se minimice el daño que pueden ocasionarnos.