Página 3 de 4 PrimerPrimer 1234 ÚltimoÚltimo
Resultados 21 al 30 de 31

Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 2000-2003

  1. #21
    2002-07-29-ÁFRICA, EL SIDA Y OTROS MALES

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    ÁFRICA, EL SIDA Y OTROS MALES: PARA QUE LAS OBRAS SEAN AMORES


    La Nación, 29 de julio del 2002.

    Tiene bastante razón don Carlos Cortés al quejarse en “La peste del olvido” (La Nación, 9 de julio del 2002), por la "dejazón" en que el mundo rico tiene al África pobre, con su problema de la diseminación de la peste del sida.

    Se estima que hoy 25 millones de africanos portan el virus. No hay duda de la desgracia: puede significar la desaparición de una mano de obra joven, que es la que en definitiva podría ayudar al continente a salir de la miseria. Y más miseria y más pobreza significan, a la vez, más desgracias sanitarias. No tenemos que convertirnos en cínicos para pensar que no será sino hasta que la pandemia llegue masivamente a las naciones ricas cuando surgirá el interés necesario para resolver esta calamidad sanitaria de África.

    La solución al problema africano por supuesto que no está en la vivencia irresponsable de quienes lanzaron chiflidos y gritos para impedir hablar a participantes de la Cumbre Mundial sobre el Sida, como sucedió recientemente en Barcelona. Tal vez la angustia de ver el avance de esa enfermedad haya confundido a algunos pues tontamente asociaron una presunta eliminación del mal con una lucha contra una globalización que no comprenden. Lamentablemente es la falta de globalización de África, que continúa alejada de ese proceso y del progreso que traería, lo que contribuye a profundizar sus males. El problema sanitario de África no radica sólo en las variantes africanas de la enfermedad del sida. Esta y otras enfermedades tropicales, como la malaria y la tuberculosis, matan cada año a 5 millones de africanos.

    Los laboratorios de investigación farmacéutica ubicados en naciones desarrolladas producen medicinas que sirven contra las enfermedades que existen en sus países ricos. No van a producir medicinas que tienen un costo muy elevado de investigación y desarrollo, para venderlas luego al continente de los pobres más pobres del mundo, quienes no tienen los ingresos suficientes para pagarlas.

    Incluso es frecuente observar cómo, en ocasiones, gente bien intencionada espera que esos laboratorios las vendan "regaladas", pero no van a poder hacerlo dados los enormes costos que tiene su desarrollo.

    Ante tal problema, vale la pena tener presente una idea expuesta por Michael Kremer, de la Universidad de Harvard, según narra Xavier Sala en su libro Economía Liberal para No Economistas y No Liberales, por la cual "se trataría de que los gobiernos de los países ricos se comprometieran a comprar un determinado número de vacunas a precio de mercado para luego regalarlas a los países pobres". Con ella habría los incentivos adecuados para que los laboratorios invirtieran en los enormes gastos de investigación y desarrollo que se requieren para obtener esas vacunas (o medicinas). Además, en vez de acudir al viejo sistema fracasado de pedir y obtener ayuda monetaria de Occidente que aviesamente se canalizaría por medio de las cleptocracias que gobiernan algunas naciones africanas, con ella, de manera efectiva, los recursos no serían robados y llegarían a quienes verdaderamente los necesitan.

    Esta forma de ayuda de las naciones ricas probablemente daría mejores resultados que los que suelen dar las transferencias financieras de organizaciones como el Banco Mundial o Naciones Unidas, las cuales han sido harto cuestionadas. Por ejemplo, ¿qué tal si esos organismos crean un fondo con el que se pagaría una patente por las vacunas que desarrollen modernos laboratorios internacionales, los que, competitivamente, participarían gustosos con ofertas que les permitan lograr el premio? El incentivo es muy claro: una jugosa remuneración al laboratorio (posiblemente de países ricos) que desarrolle una cura para las enfermedades tropicales que están diezmando a los pobres de África. Las vacunas luego les serían obsequiadas. Con esto obras son amores, no buenas razones.

  2. #22
    2002-09-13-SOBRE LA LOTERÍA FISCAL

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    SOBRE LA LOTERÍA FISCAL


    La Nación, 13 de setiembre del 2002.

    Cada vez que se habla de reforma tributaria, bien se trate de una reforma a la estructura tributaria o bien de un simple aumento en los impuestos, salta al tapete la famosa lotería fiscal, algo similar a la que el país puso en práctica hace algunos años.

    Esa lotería se creó imitando un esquema que existía en Chile, que fue una forma muy popular para controlar que los gravámenes fueran efectivamente pagados, recaudados y enterados al fisco. Tengo entendido de que la experiencia fue muy exitosa en ese país, pero de la nuestra he tenido versiones contradictorias.

    Tengo la impresión de que la lotería fiscal que Costa Rica tuvo hace algunos años poseía un problema de diseño que le impedía generar el potencial de control que se deseaba.

    Esto porque los documentos que el ciudadano enviaba como prueba de que había pagado sus impuestos para participar en el concurso –la factura– deberían tener una serie de requisitos formales, tales que satisficieran los lineamientos burocráticos que debería reunir una factura perfecta. Por ejemplo, el papel que se enviaba para concursar –"la factura"– debería ser timbrado, con los nombres claros del vendedor, la descripción del producto, el desglose del monto del impuesto, entre otras cosas. En síntesis, que todo estuviera perfecto y claro. Supongo que la razón para exigir todos estos requisitos era que el ciudadano, al comprar y exigir su factura, también reclamara que la información consignada en dicho documento era veraz y no un engaño del vendedor. En otras palabras, se pretendía que el incentivo de ganar un premio en el concurso se tradujera en uno para que el ciudadano le exigiera corrección al vendedor en el documento que le entregaba como factura.

    Pero empezó a observarse cómo, en muchas ocasiones, al momento de valorar un jurado, principalmente integrado por conocedores de estos asuntos, si una supuesta factura escogida al azar era aceptable como ganadora, se descalificaba porque el papel no reunía todos los requisitos básicos exigidos. Y allí moría la cosa: había que sacar al azar una nueva factura hasta que apareciera una que fuera perfecta (o, tal vez, casi perfecta) e imagino que ese tribunal trasladaría luego a la administración la factura elegida como premio para verificar su corrección –y que los fondos se habían entregado al fisco– aunque en realidad es posible que eso no fuera necesario, porque lo importante era el estímulo que se generaba para que el ciudadano exigiera las facturas en regla.

    Siempre me he preguntado si no habría dado un mejor resultado, en cuanto al control de la evasión del gravamen de ventas, el que, en vez de rechazar aquellas "facturas" incompletas o incorrectas, más bien sirvieran para que la autoridad investigara por qué se estaban entregando tales facturas. No estoy suponiendo que los consumidores fueran tontos y que los estaban engañando en sus derechos para participar en la lotería fiscal con la entrega de esas facturas malas; lo que me parece es que muchas personas no se daban cuenta de que el papel ("factura") que les entregaban no servía para participar en el concurso.

    Por lo tanto, mi sugerencia es que, si se reinstala la lotería tributaria, se redefina el tipo de documento que se acepta para ganar el premio, el cual debería contener como requisito tan sólo el nombre del negocio que la entregó. Así la administración podría verificar por qué se entregó tal tipo de facturas indebidas, lo cual posiblemente permitiría confirmar por qué la empresa retuvo dinero que los consumidores pagaron, por su medio, como impuestos para el fisco.

  3. #23
    2002-10-11-LAS ELASTICIDADES

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    LAS ELASTICIDADES


    La Nación, 11 de octubre del 2002.

    Espero que el título no desanime su lectura, pero este concepto lo usan mucho los economistas en sus apreciaciones. Para explicarme, voy a usar un ejemplo –con la comprensión de los ingenieros– tomado de su campo profesional. Imagínense que se da un temblor de por ahí 7 grados, suficiente para derribar un edificio. Es muy posible que esto suceda si las columnas de la edificación son muy rígidas; esto es, que no son flexibles o elásticas. Si son muy rígidas no resisten la fuerza a la que son sometidas y se quiebran. Al contrario, si son elásticas absorben –por así decirlo– las fuerzas del temblor y se acomodan sin quebrarse. Este el concepto de elasticidad. Veámoslo de otra manera más simple: si usted le aplica presión a un fideo crudo, observará que este inflexible cuerpo pronto se quebrará; en cambio, si la aplica a un tallo de zacate es posible que vea su flexibilidad ante la fuerza aplicada; se dobla pero no se quiebra. El fideo es muy inelástico; el zacate es muy elástico.

    Este concepto es muy útil en economía; por ejemplo, ¿aumentarán o disminuirán los ingresos totales por las ventas cuando reduzco el precio del producto en, digamos, un 10 por ciento? Algo similar sucede cuando se ponen o aumentan los impuestos. Al elevarse el costo para el consumidor, quien ahora debe pagar más por el alza o imposición de un nuevo gravamen, reduce la cantidad que demanda del producto gravado, pero ¿porcentualmente se reducirá en mucho más (o mucho menos) la cantidad demandada que en lo que porcentualmente aumentó el impuesto? Resulta importante saber que si se aumenta un impuesto dará lugar a una reducción tal del consumo del bien, que terminará por recaudar menos que antes o si, por el contrario, aún ante el mayor costo el consumidor seguirá consumiendo “casi lo mismo que antes”, de manera que el Estado disfrutará de un aumento en la recaudación.

    Aplicado a gravámenes. Como siento que a veces no se quiere entender la importancia del concepto de elasticidad aplicado a los impuestos, me permito poner dos ejemplos.

    Supóngase que una alternativa sea aumentar o poner un impuesto a los periódicos, en tanto que otra es poner un gravamen similar a los bananos. ¿Qué podemos decir los economistas al respecto, especialmente en cuanto a la aplicación del concepto de elasticidad? Vean lo importante que puede ser que algún diputado pregunte acerca de las elasticidades.

    Según un trabajo clásico de H. S. Houthakker y L. D. Taylor, La Demanda del Consumidor en los Estados Unidos, 1929-1970, la elasticidad de la demanda de periódicos (y revistas) era de 0,1. Esto quiere decir que, si se aumenta en un 10 por ciento el precio del periódico debido al impuesto, la cantidad demandada de periódicos casi no se va a reducir (solo en un 1 por ciento), con lo que la recaudación sería muy fructífera para el Estado. Por ejemplo, si el periódico valía inicialmente, digamos, ¢100, suponga que se vendían 100.000 ejemplares, lo que generaba ingresos totales por ¢10 millones. Con el gravamen del 10 por ciento, el precio aumenta a ¢110, pero la circulación cae a tan solo 99.000 ejemplares, con lo que la venta total es ahora de ¢10.890.000, donde el Estado se queda con ¢990.000 de recaudación.

    Bueno para el fisco. El anterior resulta un “buen gravamen” para el fisco (no tanto para el consumidor o el productor), que se da por una razón, cual es que, según los economistas, la demanda de un bien suele ser inelástica si la proporción de gasto en él dentro del gasto total del consumidor es “muy pequeña”.

    Piense ahora en un impuesto al banano. ¿Se imaginan lo que harán los consumidores si se dan cuenta de que ahora tienen que pagar un 10 por ciento más por el banano, no así en otras frutas? Pues dejarán de comprar bananos y adquirirán otros sustitutos bastante cercanos, como naranjas, mangos, manzanas, entre muchos otros. Esto lo olvidaron varias décadas atrás tanto don José Figueres como el general Torrijos, cuando, para compensar el alza en el precio del petróleo, le pusieron un impuesto a la salida del banano costarricense. El consumidor internacional dejó de comprarlo, y ya sabemos el efecto que eso tuvo sobre nuestra producción.
    ¿Ven como preguntar por las elasticidades de los bienes a los que se les ponen impuestos resulta ser una buena regla?

  4. #24
    2002-12-09-SI LOS PAÍSES NO EXISTEN-EN MEMORIA DE ALBERTO DI MARE

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    SI LOS PAÍSES NO EXISTEN: EN MEMORIA DE ALBERTO DI MARE


    La Nación, 09 de diciembre del 2002.

    El prestigioso Institute for International Economics acaba de publicar el libro Imagine There’s No Country: Poverty, Inequality and Growth in the Era of Gobalization, del economista de la India Surjit Bhalla, quien cuestiona la metodología que emplea el Banco Mundial para medir los efectos de la globalización sobre la distribución del ingreso y brinda resultados que muchos antiglobalizadores deberían de conocer antes de lanzar su andanada usual e infundada en contra del progreso de los seres humanos.

    El Banco Mundial basa sus estudios en la comparación de quintiles de la población de los distintos países a través del tiempo (es decir, el porcentaje del ingreso que percibe el 20% más pobre, el que recibe el siguiente 20%, y así sucesivamente), mientras que Bhalla, en vez de comparar naciones, lo hace entre los individuos de todos los países a través del tiempo, de forma que a cada percentil de la población mundial le adscribe un porcentaje del ingreso (así, el porcentaje de ingresos que recibió el 1% de la población; el porcentaje que percibió el siguiente 1% y así hasta llegar al 100 por ciento).

    Con base en el criterio usual de línea de pobreza (ingreso de $1 al día), Bhalla determinó que el porcentaje de pobres en el mundo desarrollado declinó de un 37% en 1985 a un 13% en el 2000 y, en vez de los 1.150 millones de pobres, que según el Banco Mundial había en 1999, su cálculo es de 650 millones en el 2000, pobreza que, definitivamente, el ser humano debe continuar resolviendo. Sí evidencia una declinación sin precedentes en la pobreza extrema en el mundo en los últimos 20 años.

    En cuanto a la desigualdad en la distribución de los ingresos en el mundo, Bhalla muestra datos que expresan que, desde 1910, nunca había sido tan igualitaria. Según el índice de Gini, que se usa para medir dicha desigualdad, en 1950 el índice era 65,1, llegó a un pico de 69,3 en 1973 y, luego de un período que se asocia con la globalización, se redujo a un 65,1 en el 2000. Esto es, de acuerdo con el estudio de Bhalla se ha dado una disminución en la concentración de los ingresos.

    También ha habido una notoria convergencia en los ingresos. Por ejemplo, si se compara a personas que están en el mismo percentil de la distribución de ingresos de los Estados Unidos con el de los países subdesarrollados, mientras en 1960 el ingreso de una persona de ese percentil en EE. UU era 19,1 veces el de un individuo del mismo percentil en las naciones subdesarrolladas, ya en el 2000 se había reducido a 11,7 veces.

    Además, el crecimiento promedio real anual en los países en desarrollo durante el actual período de globalización fue casi el doble del obtenido en el mundo desarrollado (3,1% frente a 1,6%). Lo interesante es que Bhalla obtiene que dicho crecimiento básicamente ha favorecido más a los pobres: si se compara el crecimiento de su consumo con el de los no pobres, en los países en desarrollo ha sido mayor, pues por cada 10 por ciento de crecimiento del consumo de los no pobres, el de los pobres ha sido del 18 por ciento.

    Antes que alguien diga que estas cifras están manipuladas, nada más piense que si los pobres de China e India (que históricamente han constituido la mayoría de los pobres del mundo) han ganado con el crecimiento, el que pobres de otros países (por ejemplo, Haití) no lo hayan hecho, es más que compensado por los primeros, por lo que se puede pensar que el crecimiento ha sido pro pobres. El punto está en que, como lo hace Bhalla, se trata de comparar a personas y no a países, como se solía hacer.

    Don Alberto Di Mare nos enseñó cómo el ser humano sólo podía progresar en un ambiente de libertad, pero que tampoco consistía una garantía para el éxito. La globalización es resultado de esa búsqueda de los seres humanos por vivir mejor y, como también lo expuso don Alberto, son los mercados libres los que mejor permiten, como pocas otras instituciones humanas, que los pobres se enriquezcan, pero que también los ricos puedan empobrecerse si es que no satisfacen bien los deseos de sus semejantes.

  5. #25
    2002-12-27-QUITAR LAS AMARRAS

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    QUITAR LAS AMARRAS


    La Nación, 27 de diciembre del 2002.

    Con frecuencia se pide que a los entes públicos se les “quiten amarras” que supuestamente impiden su buen funcionamiento. Estas amarras suelen ser de dos tipos: las que limitan su presupuesto de gastos y las que impiden realizar compras como en el sector privado.

    ¿Por qué hay amarras para el sector público? James Madison lo expresó nítidamente en El Federalista No. 51, al decir: “Pero ¿qué es el gobierno en sí, sino el mayor reflejo de la naturaleza humana? Si los hombres fueran ángeles, no se necesitaría ningún gobierno. Si los ángeles fueran el gobierno, no se necesitaría un control externo ni interno. Al formar un gobierno que será administrado por hombres sobre hombres, la gran dificultad yace en esto: primero se debe permitir al gobierno que controle a los gobernados; y en segundo lugar obligarlo a controlarse a sí mismo”.

    Hay que distinguir entre utilizar recursos privados y usar fondos públicos. En los primeros, se supone que la persona puede hacer lo que desee con ellos (siempre que no se dañe a terceros), en tanto que, en los segundos, quien los usa es normalmente un depositario llamado administración o gobierno, que sólo puede usarlos de conformidad con la autorización recibida.

    Las entidades públicas reguladas, usualmente con atributos monopolísticos, suelen buscar la eliminación de las amarras. No es propio de los usuarios de los bienes o servicios que esos entes producen, solicitar que se quiten tales amarras. ¿A quién favorece su eliminación? Entre otros, a los altos administradores (muchos de ellos políticos), a grupos internos organizados (que conservarían privilegios o tratamientos especiales), a proveedores, quienes así asegurarían sus ventas y hasta podrían disfrutar de una menor competencia en las ofertas, así como a asesores externos, quienes tendrían mayor acceso al presupuesto y una posible liberación de regulaciones estorbosas.

    ¿Quiénes serían los posibles afectados con esa eliminación de amarras? Los usuarios del ente público “desamarrado”, el cual así podría trasladar, por medio de precios o tarifas más altas, el mayor costo en que incurre a la sociedad por una utilización menos eficiente de los recursos públicos. También lo sería el ciudadano común y corriente, quien sufriría alzas en impuestos para sufragar el mayor gasto de la entidad pública previamente regulada.

    ¿Son buenas las amarras existentes? No necesariamente. En primer lugar, se habla de quitar restricciones presupuestarias que el Gobierno Central impone sobre el gasto total que realiza el ente público limitado. En una economía es indispensable que haya estabilidad monetaria y fiscal. En lo fiscal se supone que el Gobierno Central determina el impacto que sobre la estabilidad de la economía tiene un gasto público mayor o menor. Si es de esperar que el déficit del gasto público (sobre los impuestos) no debe exceder a un cierto porcentaje (digamos que un 4 por ciento del PIB), si se le quitan las amarras presupuestarias al ente público específico para satisfacer la meta fijada, necesariamente el gobierno central tendrá que limitar el gasto del sector público. De algún lado tendrán que venir los recursos para compensar lo que de más gastó el ente “desamarrado”.

    La segunda gran amarra que se sugiere eliminar recae sobre la discreción del ente público para adquirir bienes y servicios. Se alega que tal liberación es necesaria para hacerlo más competitivo o más rápido en su actuar. Si se sugiere que el actual sistema de apelaciones es inadecuado, pues estoy de acuerdo. Pero la solución no yace en eliminar al órgano de control de los fondos públicos como garante de la procedencia y el gasto de los recursos del pueblo, sino en mitigar ese incentivo indeseable. En este periódico propuse desalentar la cantidad de apelaciones, al poner un costo a quien apele y pierda. Se trataba de hacer más eficientes las amarras.

    Hay que tener mucho cuidado al proponer “quitar amarras” en el sector público pues así los incentivos se dirigirían hacia una mayor corrupción. Así lo he comprobado en estos años. Don Pablo Cob, presidente ejecutivo del ICE, recientemente dijo: “...ahora con la participación de la Contraloría General de la República todavía el asunto da muchísima más tranquilidad”. De eso se trata, de que estemos tranquilos, para lo cual son necesarios tanto los incentivos apropiados como las amarras requeridas.

  6. #26
    2003-02-02-VERDADERA COOPERACIÓN EXTERNA

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    VERDADERA COOPERACIÓN EXTERNA


    La Nación, 02 de febrero del 2003.

    Ha hecho bien el ministro de Comercio Exterior, don Alberto Trejos, en insistir ante la Unión Europea acerca del enorme daño que al país le podría causar el aumento de los aranceles que esa fortaleza económica intenta imponer sobre la exportación de algunos bienes agrícolas nacionales, como flores, helechos y plantas ornamentales, entre otros.
    Esta infausta pretensión me hizo recordar un estudio sobre la exportación nacional que realicé hace unos años con el economista Ricardo Monge, para el cual entrevisté a muchas mujeres que entonces laboraban en empresas exportadoras de helechos y flores, surgidas gracias a la exención arancelaria que nos brindaba Europa. Fue maravilloso observar cómo, gracias a esto, habían encontrado una alternativa mejor que la de permanecer ancladas en sus hogares, donde la posibilidad de progresar era casi nula. Gracias al comercio internacional podían hacer un uso mejor de sus destrezas y habilidades, lo que les permitía aumentar significativamente sus ingresos y aliviar en algo la miseria de sus hogares. Este resultado virtuoso, surgido como algo imprevisto de la acción humana, está a punto de caer por la borda si Europa aprueba quitar el acceso libre de aranceles a esas exportaciones.

    Es cierto, esa fue una concesión gratuita que Europa nos dio, como a otras naciones, bajo el impactante nombre de Sistema Generalizado de Preferencias. Pero, si no les importa nuestro dicho de que “el que da y quita, se vuelve cuita”, tal vez sirva a su conciencia el que les recalque, una vez más, que más que ayudas y donaciones y empujes para una integración forzosa, como la que recientemente hizo en México el funcionario europeo Nigel Evans, lo que en verdad anhelamos es acceso libre de nuestras exportaciones al mercado de la Unión Europea.

    Narra Xavier Sala –un europeo, catalán por más señas, pero ciudadano del mundo en Nueva York– en un artículo publicado en el diario español La Vanguardia el 17 de febrero del 2000, cómo el presidente de Senegal, Wade, clamó en una reunión de Davos: “No queremos más limosnas... queremos que nos dejen trabajar y competir en condiciones justas”. Y agrega Sala: “En Davos me dio la sensación de que los líderes del Tercer Mundo están cambiando para bien. Que cambien los europeos va a ser mucho más difícil, pero mantengo la esperanza”. Debemos conservar la esperanza.

    Una de las virtudes de un tratado de libre comercio (TLC), como el que se proponen realizar las naciones centroamericanas y los EE. UU., es que acaba con esa incertidumbre propia de arreglos concesionales, como el Sistema Generalizado de Preferencias y la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. Mediante un TLC los acuerdos son esencialmente permanentes y permiten a un empresario, dispuesto a arriesgar en una actividad comercial internacional, tener alto grado de certeza de que, si tiene éxito, como ha sucedido con nuestros exportadores de flores y helechos a Europa, no se les va a dejar guindando en sus proyectos una vez consolidados, como será el resultado si Europa aprueba imponer aranceles a esas exportaciones.

    Pero ¿es que a la Unión Europea le preocupa un posible daño a casi 40.000 costarricenses, quienes directa e indirectamente están ligados a la actividad exportadora hacia Europa de flores, helechos y similares? Posiblemente le interesa más ceder a las pretensiones del proteccionismo interno, pero, a nosotros, nos muestra, una vez más, cómo el comercio internacional, libre y sin ataduras, puede beneficiar a los nacionales, incluso a muchos de los más desvalidos.

  7. #27
    2003-02-17-EL ALZA DEL PETRÓLEO

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    EL ALZA DEL PETRÓLEO


    La Nación, 17 de febrero de 2003.

    Ante una casi inevitable guerra en Iraq y la realidad de la megalomanía en Venezuela, es muy posible que los precios internacionales del petróleo experimenten un alza sustancial. Se ha dicho que el precio del barril podría llegar a $40. Ante esta alza, más o menos inminente, se han escuchado propuestas acerca de medidas que el país debería tomar (supuestamente por las autoridades) para enfrentar esa escasez, por lo que considero que es obligación de los mayores, quienes ya vivimos circunstancias similares y la puesta en práctica de medidas semejantes, advertir de algunas posibles consecuencias muy dañinas para todos, que podrían presentarse como resultado de esas acciones públicas.

    La primera lección importante de aquella época es que, si no se siguen unas políticas monetaria y fiscal prudentes, el país pagará enormes consecuencias negativas en términos de elevada inflación, nivel alto de desempleo y mayor caída de la producción; en general, un enorme descenso en el bienestar de las personas. No debe olvidarse lo que experimentamos a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980. El contrapunto nos lo brinda la mesura en la conducción macroeconómica que prosiguieron países como Taiwán y Japón, los que, igual que nosotros, tampoco tienen petróleo. Al final de aquella época triste esas dos naciones emergieron muchísimo menos dañadas que la nuestra, en mucho porque no financiaron con recursos públicos, por la vía de la emisión monetaria o del gasto público desbordado, el mayor precio internacional del petróleo.

    La segunda lección es que hay propuestas muy bien intencionadas que tienen consecuencias no previstas y que pueden terminar por dañar más al país que si no se tomaran.

    Una es el control de los precios. Se cree que la solución al problema del alza internacional del petróleo está en que el país controle su precio, generalmente con la buena intención de proteger al consumidor de menos recursos. Lo que siempre pasa –y lo vivimos a plenitud en la década de los setentas– es que surgen efectos no previstos. Así, aparecen enormes y costosas colas en las bombas y se sustituye a vehículos de gasolina por otros muy caros que utilizan diesel (que supuestamente no se aumenta para no perjudicar la producción); además, procesos productivos más eficientes que utilizan gasolina se distorsionan para que empleen diesel, todo lo cual hace que aumente enormemente la demanda y hasta la cuenta total de combustibles que importa el país.

    Se dan muchos otros efectos que resultan ser hasta pintorescos, pero lo cierto es que, si se deja que aumenten los precios de la gasolina; es decir, que no haya fijación, los propietarios de vehículos escogerán entre usar carros más económicos en el empleo de la gasolina o pagar más y viajar más cómodos en sus “tragagases”. Pero ni usted ni yo tendremos que pasar largas horas desperdiciadas en colas que se forman en las bombas cuando el precio fijado es inferior al de mercado.

    Otro ejemplo de una propuesta que podría originar más mal que bien es la de que vehículos con placas impares circulen ciertos días de la semana y los de placas pares, en otros. Este experimento se llevó a cabo en la ciudad de México con el fin de reducir el consumo de combustible y con ello bajar la contaminación. Al tiempo de estar vigente la práctica se abandonó del todo por las consecuencias no previstas a que dio lugar. Resultó que familias de ingresos medios, principalmente, y algunas de ingresos altos, que tenían un solo carro (las últimas ya tenían varios), así como también muchas empresas, decidieron comprar otro vehículo con una placa diferente a la “paris o nonis” que ya tenían, para poder continuar conduciendo su vehículo propio toda la semana. El resultado fue que la medida aumentó la cantidad de vehículos en circulación y, como ese segundo carro de la familia era posiblemente más viejo, por esta causa también aumentó la contaminación.

    En resumen: se trata de tomar medidas lógicas que no provoquen más daño que el que se ha pretendido amortiguar. Las experiencias acumuladas y el análisis del posible efecto económico de esas medidas deberían estar presentes en la toma de decisiones de los funcionarios públicos encargados de definir las políticas, en caso de un alza en el precio internacional del petróleo.

  8. #28
    2003-04-05-EL GRAN AUSENTE

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    EL GRAN AUSENTE

    La Nación, 05 de abril del 2003.

    Los casi 4 millones de ciudadanos, igual que los casi 2,3 millones de votantes costarricenses, tenemos una característica común: somos consumidores.

    Los economistas siempre hemos estado familiarizados con la naturaleza vital que los consumidores poseen en cualquier orden económico. Uno de los aportes más grandes de Adam Smith fue el señalamiento de que el fin último de una economía es satisfacer los deseos y necesidades de los consumidores. Es decir, producir por producir no tiene sentido, sino tan sólo en cuanto sirva a los consumidores. E insisto en su preeminencia porque el sistema de mercado es algo que va mucho más allá de la capacidad para producir el máximo de bienes y servicios (aunque algunos todavía rehúsan reconocerlo).

    Tal como escribió el economista austriaco Carl Menger, el sistema de mercado es “un esquema de gobernabilidad económica ejercido por las preferencias de los consumidores”, aquello que W.H. Hutt bautizó luego como “la soberanía del consumidor”. Para que vean que en la disciplina hay pensadores de diversas visiones, quienes concurren en la idea de la primacía del consumidor, les narro lo que un destacado socialista, Abba Lerner, escribió acerca de esta soberanía: “Una de las cicatrices más profundas de mi temprana juventud la sufrí cuando una maestra me dijo: ‘Usted no quiere eso’, después de que le había dicho que sí lo quería. No me hubiera desilusionado tanto de haberme dicho que no lo podía tener, cualquier cosa que fuera, o que había algo malo en mi persona por quererlo. Lo que más me dolió fue la negación de mi personalidad –una especie de violación a mi integridad–”.

    Estoy por la soberanía de los consumidores y eso pasa por la posibilidad de que se pueda escoger. Si uno se ve forzado a consumir una sola cosa, cualquiera que sea, no es libre para escoger porque no tiene opción. Por eso, el consumidor tiene el derecho inalienable de escoger y, por tanto, en una sociedad abierta, como se presume que es la nuestra, resulta esencial la presencia de los consumidores cuando por una u otra razón está en juego su libertad para escoger. Piensen en algo similar: ¿estarían ustedes de acuerdo en votar tan sólo por una única persona para presidente o para diputado, sin que pudieran escoger entre varios?

    En la actualidad política nacional, en distintas instancias, con el propósito de forjar un criterio sobre algún tema como, por ejemplo, de si el país debe integrarse a un acuerdo de libre comercio con EE. UU., si los costarricenses tendrán que pagar más impuestos o si el ICE puede ser constituido de forma que podrá ejercer con mayor displicencia su carácter monopolístico y, por la ausencia de competencia, subir las tarifas a los usuarios de sus servicios, se le pide a distintos grupos organizados que participen en el proceso decisorio. Los invitados suelen ser los mismos: las cámaras, los sindicatos, asociaciones eclesiásticas y ecológicas, entre otros. Pero en esas actividades hay un gran ausente y, paradójicamente, es quien siempre resulta ser el que paga las cuentas: ¡claro, el consumidor! Si el tratado de libre comercio es menos o más cerrado, el consumidor disfrutará de más o menos bienes a mejores o peores precios y calidades. Si se ponen más impuestos, no les extrañe que en última instancia signifique una disminución en los ingresos de las familias y, por tanto, una baja de su consumo. Si el ICE fortalece su posición de monopolio, el consumidor pagará mayores precios (eso es lo que hace un monopolista) y hasta posiblemente recibirá peores servicios.

    En todas estas negociaciones o conversaciones los consumidores están ausentes. No tienen voz para expresar allá, donde “se cocinan” las cosas, sus preferencias. ¿Por qué no invitar públicamente a los consumidores en general y, en particular, a sus asociaciones, como la Federación Nacional de Asociaciones de Consumidores (Fenasco) o a la Asociación de Consumidores Libres, entre otras, para que acudan a expresar sus deseos y participen de lleno en esas actividades? Realmente, lo que algunos decidan en su momento tendrá un impacto enorme sobre las vidas de 4 millones de consumidores nacionales.

  9. #29
    2003-04-26-AMA-GI

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    AMA-GI


    La Nación, 26 de abril del 2003.

    En la región sumeria de Lagash (también conocida como Shirpurla), en la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, en unos cilindros de arcilla de más de 2.500 años de edad, por primera vez en la historia del hombre, hasta donde hoy se sabe, se halló escrita la palabra ‘libertad’. Ama-Gi significa libertad en el idioma sumerio y su pictograma, que evolucionó hacia la escritura cuneiforme, aparece adjunto (en el artículo original en el periódico). Se considera que esa escritura tiene más de 2.300 años, época en que florecía Lagash, cultura que algunos consideran que se remonta a 4.000 años antes de Cristo. Lo interesante es que la ciudad de Lagash estaba ubicada cerca de lo que hoy es Telloh, en la región sureste de Iraq.

    Después de sufrir una dictadura fascista por más de dos décadas, la liberalización de Iraq abre una oportunidad para que renazca en esa nación una sociedad abierta, pluralista, democrática y el mundo occidental bien puede contribuir a que eso se logre. Es indispensable que se forjen instituciones apropiadas que permitan tal resurgimiento, con base en el estado de derecho, con cortes que penalicen a quienes transgredan leyes imparciales, predecibles y capaces de ser aplicadas con criterios de generalidad y no de especificidad.

    Un gran atributo de los pueblos de Iraq es que poseen una venerable y antigua tradición favorable al comercio. Restaurar la posibilidad de intercambiar libremente, sin un Estado que ahogue la acción libre de las personas, es necesario para lograr progreso económico más allá del que pueda derivarse de una buena utilización de sus riquezas petroleras. La libertad de comercio, cuya aplicación concreta en mucho contribuyó al resurgimiento de la Alemania Occidental y del Japón de la posguerra, deberá restablecerse.

    Una buena guía para la formación del nuevo Gobierno iraquí se puede encontrar en una propuesta que una vez formuló el profeta Mahoma, quien era comerciante y apreciaba el libre intercambio voluntario entre las partes, como medio para aumentar el bienestar de las personas. Mahoma propuso un ideal impuesto bajo y uniforme del 10 por ciento –casualmente tan parecido al diezmo cristiano– que podría servir para evitar que una vez más surja un poderoso gobierno fascista como el de Sadam Husein, a la vez que se
    garantice la existencia de un Estado limitado y al servicio de su pueblo, no de los gobernantes.

    Para crear un nuevo gobierno los iraquíes necesitarán una nueva constitución, que les permita lograr una sociedad próspera, en la que se incorporen el predominio de la regla de la ley, la existencia de un gobierno limitado y la libertad de las personas para escoger e intercambiar. No harían mal en observar en Occidente cuáles han sido los mejores ejemplos de naciones que han progresado, no las que han seguido un estalinismo como el que tanto admiraba Husein, sino las caracterizadas por órdenes sociales, políticos y económicos abiertos y libres. De las cenizas, con una destrucción física mucho mayor, Alemania Occidental y Japón lograron mediante instituciones liberales democráticas que el progreso y el bienestar llegaran a abundar comparativamente en sus pueblos. Occidente debe brindar al pueblo iraquí todo el apoyo para que se den estas condiciones que permitan que el éxito florezca.

    Soy optimista en que el pueblo iraquí, en cuya tierra por primera vez en la historia del hombre se escribió la palabra ‘libertad’, podrá erguirse en esta ocasión para lograr, por sí mismo, que esa libertad escrita corresponda a una realidad.

  10. #30
    2003-09-09-MOLINOS DE VIENTO Y DESARROLLO

    ----------------------------------------------------------------------------------------------

    MOLINOS DE VIENTO Y DESARROLLO

    La Nación, 09 de setiembre del 2003.

    Los autores del Informe de Desarrollo Humano de Centroamérica plantean su posición contraria a un editorial de La Nación en el artículo “Déficit en desarrollo humano”. Tercio en el asunto porque el enfoque de esos autores induce al error en distintos aspectos.

    (Don Quijote: “…porque ves allí, amigo Sancho Panza, dónde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes).

    Al “Consenso de Washington” usualmente se le expresa como sinónimo de “neoliberalismo” y “globalización”. Los autores del Informe inteligentemente evitan esa pobre sinonimia y sólo dicen estar en contra de las políticas del Consenso por no haber logrado “altas y sostenidas tasas de crecimiento económico que sirvieran de base para una nueva era de progreso social”.

    Pero ven desaforados gigantes donde hay molinos de viento porque (a) no prueban una causalidad entre seguir las políticas del Consenso y tasas de crecimiento bajas y oscilantes; (b) no analizan lo que hubiera sucedido de seguir tales políticas con la recesión y, sin ella, durante los años noventa, en que asoló la economía mundial; (c) no diferencian entre el crecimiento económico de quienes siguieron las reglas del Consenso y las que no; y (d) a sabiendas de que en Latinoamérica los procesos se han realizado a medias, ¿por qué no comparan con lo sucedido en otras partes de Asia? ¡Menuda sorpresa se llevarían en su crítica!

    ¡Que digan cómo lograrlo!

    Para los autores el problema está en que el Consenso fue una promesa incumplida y, como tal, debe ser llamado a cuentas. No he encontrado adónde Williamson, a quien se le adscribe el Consenso de Washington, nos dice que seguir tales reglas es suficiente para lograr la Arcadia. Por el contrario, como dice en una nueva obra, “no hay alegato alguno en este libro de que hayamos descubierto un nuevo modelo… nuestra visión es que quienes formulan las políticas deberían aplicar el conocimiento existente en vez de trabajar arduamente suponiendo que hay alguna medida mágica que resolverá todos los problemas.”

    (“¿Qué gigantes?, dijo Sancho Panza”).
    Deseo que los autores del Informe digan cuáles propuestas del llamado Consenso deberían de descartarse e indiquen las propias. En su artículo proponen en torno al papel del Estado y la empresa privada algo “mucho más mixto de lo usualmente aceptado, más atemperado y menos ambicioso que los imaginados desde un escritorio” Deberían decir, sin rodeos, qué cambiarían del Consenso, no señalando trivialidades como “más inversión humana”, lo cual es obvio, pero no dicen qué hacer si se debe optar entre más educación y más salud, entre más carreteras, más centros de desarrollo familiar, etcétera, y que nos digan, por favor, cómo hacerlo. O, si piden más “democratización”, señalen a qué se refieren. Cuando promueven lo que llaman “mercado e intervencionismo público” nada dicen de su alcance. O, al alegar que nuestros mercados son “oligopolísticos, poco profundos, con poca seguridad jurídica y sin derechos del consumidor”, sólo hacen una propuesta digna de la ínsula Barataria: que exista “otro tipo de mercados, cuya conformación y dinámica no se generan automáticamente”, ¡que digan cómo logarlo!

    (Sancho: “¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento…?)

    En 1990 Williamson usó la expresión “Consenso de Washington” para referirse al acuerdo que en ese entonces había acerca de políticas que, como mínimo, serían convenientes aconsejar seguirlas en América Latina, según criterio de las instituciones multilaterales en Washington. Básicamente eran: (1) disciplina fiscal; (2) reorientar prioridades de gasto público hacia áreas con alto rendimiento y mejora potencial en la distribución del ingreso, como salud y educación primaria e infraestructura; (3) reforma tributaria; (4) tasa de cambio competitiva; (5) liberalización comercial de tasas de interés y de influjos de inversión extranjera directa; (6) privatizar y desregular; y (7) asegurar los derechos de propiedad.

    Es obvio y hasta necesario que se adicionen otras políticas, pues no sólo se trataba de un consenso mínimo en aquel entonces, sino que tampoco se les consideraba como creación típica del doctor Pangloss.

    (“Calla, amigo Sancho, respondió don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras, está sujetas a continua mudanza…”)
    Si como dicen los autores “no hay varitas mágicas ni recetas milagrosas para el desarrollo de Centroamérica, tampoco las hay para muchísimas otras cosas, pero queda en sus manos proponer alternativas mejores y más efectivas (que estoy seguro las habrá) a las propuestas del llamado Consenso de Washington. Quedo, como siempre, en espera de ellas.

Información de Tema

Usuarios Viendo este Tema

Actualmente hay 4 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 4 visitantes)

Temas Similares

  1. Artículos publicados en Diario La Nación 1990-1999
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 166
    Último Mensaje: 20/03/2012, 12:18
  2. Respuestas: 0
    Último Mensaje: 20/03/2012, 11:06
  3. Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 223
    Último Mensaje: 14/03/2012, 17:15
  4. Artículos publicados en Diario La Nación 1970-1979
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 85
    Último Mensaje: 13/03/2012, 14:32

Marcadores

Permisos de Publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •