2000-11-16-DE SUEÑO A PESADILLA

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DE SUEÑO A PESADILLA


La Nación, 16 de noviembre del 2000.

Don Manuel Formoso invitó, en un artículo reciente (La Nación, 4 de octubre del 2001), a soñar la posibilidad de tener una nueva utopía. Una petición tan gentil y bien intencionada me motivó a pensar en el tema, el cual creí que me conduciría por buena senda, pero, para mi sorpresa, más bien se ha convertido en una verdadera pesadilla.

Tantas veces el hombre ha intentado asegurar la felicidad para sus congéneres bajo órdenes utópicos, que juzgué valía la pena preguntarme, entonces, ¿por qué las dos más importantes ideologías del siglo que expira, el nazismo y el socialismo, han fracasado tan estruendosamente? He aprendido que ambas tienen mucho en común, pues su origen primario se analiza en el libro de Karl Popper La Sociedad Abierta y sus Enemigos: se encuentra en la utopía originaria, la del poder público ejercido por los "filósofos" de Platón; el ideal del poder centralizado en sabios que sabían más que todos nosotros –simples hombres de carne y hueso. Se supone que los sabios de Platón eran legítimamente capaces de sustituir la acción del hombre común por el raciocinio constructivista del estado centralizador. Se puede pensar que hoy serían ellos quienes transmutaran, lo que se ha dicho es un "gigantesco caos, de dimensiones mundiales, que ha generado el dominio del libre mercado..." por una "perspectiva planetaria, única viable si queremos paz y armonía en la Tierra". Recuerdo a Hayek cuando nos escribe acerca de la arrogancia presuntuosa de quienes creen que poseen el suficiente conocimiento para lograr imponer el orden que –según sus apetencias– se requiere en la humanidad, lo cual es todo lo contrario de quienes nos atrevemos a creer en el mercado, visto simplemente como un instrumento útil para la acción del hombre.

El nazismo es claro resultado en este siglo de un sueño utópico que inevitablemente se convirtió en pesadilla. El hombre nuevo, el de los genes puros, el ario, tenía el destino y el bienestar de la humanidad en sus manos. Nada más se trataba de que razas superiores se impusieran sobre otras razas inferiores, como nos lo dijo Gobineau. El capitalismo resultaba ser el enemigo natural del nazismo (lo cual me parece ser verdad). Así, no fue de extrañar que el término empleado en la Alemania nazi para una de las razas "inferiores", los judíos (juden), también se usara para nombrar al capitalista y al burgués.

La otra gran utopía del siglo XX, el socialismo marxista, nos predicaba que la solución a casi todos los problemas del hombre radicaba en la eliminación de las clases, de donde emergía un hombre nuevo –tal como se dijo habría de surgir en la Nicaragua sandinista–, el hombre socialista, inmaculado, quien no podría ni tendría razón para explotar a sus congéneres: el problema económico quedaba resuelto con un "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". El trabajador stajanovista –el obrero de 25 horas al día– era el nuevo hombre socialista. Esa utopía concluyó en un vasto campo de trabajo, donde muchos laboraron incansablemente para el beneficio de algunos, como se deduce de las lecturas de Djilas y de Solzhenitsyn.

El peligro de la ilusión utópica no sólo está en que es aquella que su proponente considera inevitable y capaz de otorgar felicidad eterna. Me imagino que muy posiblemente nos justificará una en donde el hombre nuevo contenga sus genes, sus valores, o lo que él quiera. Pero el mayor peligro está en que ese utopista querrá imponer su propia utopía sobre todos nosotros, los demás: ¿acaso no lo fue así con los totalitarismos nazi y socialista?

Estas dos utopías han resultado demasiado caras para la Humanidad. Del nazismo se han dado estimaciones de que provocó 25 millones de muertos y del socialismo, me permito indicar el dato que presentan Stéphane Courtois, et. al., editores del libro The Black Book of Communism. Según Courtois: "El total de muertes se aproxima a los 100 millones".

¿Por qué va a pagar el ser humano ese experimento utópico que algunos propondrían? Si son ángeles en lo que se nos pretende convertir, prefiero ser demonio, tan sólo para poder contrastar lo que significa ser un ángel. La vida está hecha de "ángeles y demonios" y entre muchos demonios hay quienes en el tiempo han querido sobornar nuestras conciencias con la quimera de que todos podemos ser ángeles. No deja de irritar esa vana pretensión de querer el estado perfecto de la humanidad, arrogándose para ello facultades propias del Creador, al considerar que se puede, como si fuera de barro, moldear un utópico hombre nuevo y diferente de quien los utopistas consideran un mal o imperfecto ser humano, que debe ser corregido.

Tal vez resulte mejor si se nos deja ser, tan sólo, humanos. Quédense lejos quienes nos quieran imponer utopías, pues por la experiencia esos sueños parecen conducirnos a peores pesadillas que las de Freddie. Tan sólo en este siglo el recuerdo de las 125 millones de muertes en sus aras me hace preguntar: ¿Y si el utopista, una vez más, se equivoca en cuanto a la nueva utopía?