2001-09-02-TIEMPO PARA COSECHAR

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TIEMPO PARA COSECHAR


La Nación, 02 de setiembre del 2001.

La presentación de resultados del último censo debería de servir para que las personas mediten acerca de los logros tenidos en aspectos vitales de nuestras vidas. Estoy seguro de que una pausa así inducida permitirá apreciar mejor nuestros éxitos, pudiendo valorar lo que hemos logrado y quejarnos menos de lo que no tenemos, pero, sobre todo, para estimular nuestros esfuerzos en seguir progresando. No faltará quien diga que hago mal con identificar al progreso con el hecho de que, entre muchos otros datos, en el 80,8 por ciento de las casas ahora hay lavadora y que en el 84,3 por ciento se tiene refrigerador (hace varias décadas se trató de impedir que los costarricenses pudiéramos tener televisión a colores), pero lo cierto es que esa mayor disponibilidad de bienes en las casas puede haber hecho más por liberar a la mujer de las arduas tareas hogareñas que miles de prédicas públicas.

Es posible que hechos trascendentales en nuestra historia reciente, como el empuje a la educación y la salud masiva de los años cuarentas o la abolición del ejército, a fines de esa década, hayan incidido para que el costarricense haya experimentado, a fines del siglo XX, condiciones de vida tal vez inimaginables hace un tiempo. Estas contrastan notoriamente y desmienten la actitud derrotista, negativa y pesimista que se observa con frecuencia en nuestro medio.

Pensemos cómo una pequeñísima nación del orbe ha sido capaz, en un lapso de 15 años, de aumentar sus habitantes en casi un 10 por ciento por inmigración, adicionado a su propio crecimiento interno, sin que se haya incrementado el desempleo, sin que los salarios reales hayan disminuido, sin que se disminuyera la jornada laboral para poder absorber ese aumento en la oferta de trabajo. Cuando por ahí se quejan de que, lamentablemente, "el 1,6 por ciento de los pobres viven en precario igual que en 1984", se ignora paladinamente este hecho singular y que, posiblemente, alguien en el futuro documentará como uno de los mayores éxitos en nuestra historia moderna. Esos inmigrantes que engrosaron nuestra población venían buscando qué hacer y qué comer en nuestro país y llegaron a vivir en precarios, de donde aún esperan salir algún día. No se trata de buscar pelos en la sopa; hay explicaciones que nos deben llenar de alegría y satisfacción. Si algo aprende uno en la vida es que siempre habrá problemas: nos lo resume el pensador Karl Popper cuando dice que "toda discusión científica comienza con un problema, al que ofrecemos algún tipo de solución tentativa –una teoría tentativa–...; la teoría y su revisión crítica dan lugar a nuevos problemas”.

El progreso de la humanidad se ha transferido a nuestra nación, pero claro que falta mucho por lograr: piense el ciudadano cuán mal nos habría ido de tener una economía cerrada al comercio. Precisamente ha sido el progreso del capitalismo lo que ha permitido que las masas dispersas en el orbe vivan mejor, en países unos más dispuestos que otros a recibir estos beneficios. Los profetas del chauvinismo prefieren ignorar estos hechos pedestres. No pueden admitir que, como ciudadano consumidor, usted vive mejor cuando alguna persona en, digamos, China, buscando su beneficio propio, le faculta disponer de más y mejores bienes y servicios.

Lo cierto es que la humanidad ha visto cómo en los últimos 50 años han mejorado sus condiciones de vida y ello se ha dado, en gran parte, por el notable crecimiento del capitalismo y del comercio internacional, esas maravillosas máquinas de progreso que hasta Marx alabó.