2001-12-27-DETENGAN AL MUNDO

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DETENGAN AL MUNDO


La Nación, 27 de diciembre del 2001.

Al leer o escuchar a ciertos proteccionistas, que ahora pululan anticipadamente como abejones de mayo, me acuerdo de la petición que en el pasado otros hicieron para destruir las nuevas máquinas, con el prurito de que venían a sustituir al trabajo humano. Pues sí, hay luditas de nuevo cuño, pero, dado que se dice que en nuestro país se ha avanzado en la educación de sus ciudadanos, espero que quienes presumen de preclaros no pongan oídos sordos a lo que actualmente sucede en la humanidad, pues los muertos que pretenden matar, tal vez por un simple oportunismo, siguen más campantes que Johnny Walker.

Quien esto lee, estoy casi seguro, también ha escuchado la prédica de que la apertura y la globalización han causado enorme daño a nuestros pueblos y que, como consecuencia, hasta el Banco Mundial está retrocediendo en su propuesta para que nuestras naciones se integren a plenitud al comercio internacional.

A inicios de diciembre, el Banco Mundial dio a conocer su libro Globalization, Growth, and Poverty, en donde exhibe varios hallazgos sumamente significativos: primero, que en los países en desarrollo que se integraron con mayor plenitud al comercio global, el ingreso per cápita medio creció de un 1% en los años sesentas a un 5% en la década del 90, mientras que aquellas naciones que no "entraron" en la globalización, experimentaron tasas negativas de crecimiento (-2,4%) en esta última década.

En segundo lugar, se expresa que "la esperanza de vida y los niveles de escolaridad también están creciendo en los nuevos países que han participado en la globalización –a niveles cercanos a los prevalecientes en los países ricos en los años sesentas" (pág. 7), mas no ha sido así en aquellos que se quedaron al margen de la globalización. Tercero, señala que "desde 1980 el número global de pobres (gente que vive con menos de $1 al día) al fin se ha detenido en su crecimiento, y de hecho se ha reducido en aproximadamente 200 millones. Está bajando rápidamente en los países que se han integrado a la globalización y está aumentando en el resto de los países subdesarrollados" (pág. 7).

El Banco Mundial enfatiza, contrario a los augures de que está abandonando a la globalización, que lo importante ahora es ver cómo este poderoso factor de crecimiento de las naciones puede beneficiar también a aquellos países y personas que no se han integrado a la economía mundial. Está claro que esta marginalización debe ser eliminada y para ello se requiere, entre otras cosas, que los reticentes –por diversas razones– se integren a plenitud, en mucho con la liberalización de sus políticas comerciales.

El economista jefe del Banco Mundial, Nicholas Stern, formula, más que una advertencia, un consejo para quienes en nuestros países se encargan (o quieren llegar a hacerlo) de definir nuestras políticas económicas: "En ciertos aspectos, la globalización provoca justificada ansiedad, pero dar marcha atrás en este proceso tendría costos inadmisibles, ya que se eliminarían las perspectivas de prosperidad para muchos millones de personas pobres. No estamos de acuerdo con quienes quisieran retraerse a un mundo de nacionalismo y proteccionismo, que conduciría a la profundización de la pobreza y mermaría en aspectos fundamentales el bienestar de la población de los países en desarrollo. Por el contrario, debemos lograr que la globalización favorezca a los pobres del mundo".

Debe rechazarse la posición absurda por la cual se pretende detener al progreso de la humanidad.

No se trata de que si los "hechos" no comprueban sus prejuicios, pues "lástima por los hechos"; lo que pasa es que una vez que ponen en práctica sus propuestas no son capaces de aceptar sus consecuencias y buscarán achacar la responsabilidad de los fracasos en otros; ¿acaso no vivimos esto a finales de los setentas como para correr ahora el riesgo de empobrecernos una vez más? La humanidad debe seguir progresando, a pesar de los que quieren detener al mundo.