2003-04-26-AMA-GI

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AMA-GI


La Nación, 26 de abril del 2003.

En la región sumeria de Lagash (también conocida como Shirpurla), en la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, en unos cilindros de arcilla de más de 2.500 años de edad, por primera vez en la historia del hombre, hasta donde hoy se sabe, se halló escrita la palabra ‘libertad’. Ama-Gi significa libertad en el idioma sumerio y su pictograma, que evolucionó hacia la escritura cuneiforme, aparece adjunto (en el artículo original en el periódico). Se considera que esa escritura tiene más de 2.300 años, época en que florecía Lagash, cultura que algunos consideran que se remonta a 4.000 años antes de Cristo. Lo interesante es que la ciudad de Lagash estaba ubicada cerca de lo que hoy es Telloh, en la región sureste de Iraq.

Después de sufrir una dictadura fascista por más de dos décadas, la liberalización de Iraq abre una oportunidad para que renazca en esa nación una sociedad abierta, pluralista, democrática y el mundo occidental bien puede contribuir a que eso se logre. Es indispensable que se forjen instituciones apropiadas que permitan tal resurgimiento, con base en el estado de derecho, con cortes que penalicen a quienes transgredan leyes imparciales, predecibles y capaces de ser aplicadas con criterios de generalidad y no de especificidad.

Un gran atributo de los pueblos de Iraq es que poseen una venerable y antigua tradición favorable al comercio. Restaurar la posibilidad de intercambiar libremente, sin un Estado que ahogue la acción libre de las personas, es necesario para lograr progreso económico más allá del que pueda derivarse de una buena utilización de sus riquezas petroleras. La libertad de comercio, cuya aplicación concreta en mucho contribuyó al resurgimiento de la Alemania Occidental y del Japón de la posguerra, deberá restablecerse.

Una buena guía para la formación del nuevo Gobierno iraquí se puede encontrar en una propuesta que una vez formuló el profeta Mahoma, quien era comerciante y apreciaba el libre intercambio voluntario entre las partes, como medio para aumentar el bienestar de las personas. Mahoma propuso un ideal impuesto bajo y uniforme del 10 por ciento –casualmente tan parecido al diezmo cristiano– que podría servir para evitar que una vez más surja un poderoso gobierno fascista como el de Sadam Husein, a la vez que se
garantice la existencia de un Estado limitado y al servicio de su pueblo, no de los gobernantes.

Para crear un nuevo gobierno los iraquíes necesitarán una nueva constitución, que les permita lograr una sociedad próspera, en la que se incorporen el predominio de la regla de la ley, la existencia de un gobierno limitado y la libertad de las personas para escoger e intercambiar. No harían mal en observar en Occidente cuáles han sido los mejores ejemplos de naciones que han progresado, no las que han seguido un estalinismo como el que tanto admiraba Husein, sino las caracterizadas por órdenes sociales, políticos y económicos abiertos y libres. De las cenizas, con una destrucción física mucho mayor, Alemania Occidental y Japón lograron mediante instituciones liberales democráticas que el progreso y el bienestar llegaran a abundar comparativamente en sus pueblos. Occidente debe brindar al pueblo iraquí todo el apoyo para que se den estas condiciones que permitan que el éxito florezca.

Soy optimista en que el pueblo iraquí, en cuya tierra por primera vez en la historia del hombre se escribió la palabra ‘libertad’, podrá erguirse en esta ocasión para lograr, por sí mismo, que esa libertad escrita corresponda a una realidad.