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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1990-1999

  1. #151
    1993-04-16-TERRORISMO PERIODÍSTICO

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    TERRORISMO PERIODÍSTICO


    La Nación, 16 de abril de 1993.

    Cuando la melancólica izquierda marxista, así como algunos social-demócratas, testigos del derrumbe de sus prédicas estatistas, empezaron a referirse despectivamente al pensamiento liberal, adhiriéndole el prefijo “neo” ̶ sin explicar por qué, pero, eso sí, les servía para cultivar un mítico ogro come-niños ̶ escribí un artículo que pasó casi inadvertido, el cual reclamaba mayor seriedad intelectual a quienes soslayaban la discusión de ideas para ampararse en efectos impresionistas.

    Al acalorarse nuestra campaña política, el empleo de la palabra neoliberal me recuerda años atrás, cuando para descalificar a alguna persona simplemente se le llamaba comunista, lo cual bastaba para ahorrarse el esfuerzo de pensar acerca de lo que el otro decía. Ahora se aplica la misma estrategia: “No usemos el cerebro; tan sólo acusémoslo de neoliberal”, esperando con ello descalificar ipso facto a quien ose divergir del pensamiento social-estatista (o neosocial-estatista o neocomunista, si es que le gustan los “neos”).

    Me atrevo a señalar si es que por neoliberalismo entienden a un conjunto de ideas por el cual se busca, entre otras cosas, que prime mayor libertad económica, en donde el mercado juegue un papel más destacado que el que solía tener en regímenes intervencionistas, en que, por ejemplo, el presidente Monge en lo económico fue neoliberal al iniciar con el PAE I el desmantelamiento de estructuras socializantes; en que también don Oscar Arias ̶ de quien recuerdo que una vez me comentó don Adolfo Chadid que era más liberal que este articulista ̶ amparado al PAE II impulsó fuertemente el proceso de apertura comercial, de privatización y de desocialización de una economía que hoy algunos añoran. Y qué decir de don Rolando Araya, quien parece tener muy clarito por dónde es que evolucionan las ideas y, aunque no les guste a ciertos caracteres, don José María Figueres ha expuesto algunas ideas de corte “neoliberal”, que incluso provocaron que un colega precandidato quisiera echarlo de Liberación Nacional por renegar, ¡oh hereje!, de un ideario conservador.

    Si no están convencidos del uso peyorativo que se hace de la palabra neoliberal ̶ usada, como lo evidencia el párrafo anterior, con claro fin electorero más que de un llamado a pensar ̶ basta leer un artículo de Carlos Cortés en La Nación del 24 de marzo, en donde señala a Urbina Lara como un “guerrillero yuppie, el terrorista neoliberal…”, insultando a quienes se nos podría encasillar como neoliberales, como este servidor o don Eduardo Ulibarri, entre muchos costarricenses, a que quien uno debe respetar por ser personas que, como tales, merecen recibirlo y que, de ninguna manera, son terroristas intelectuales.

  2. #152
    1993-04-26-LA LUCHA CONTRA LA INFLACIÓN

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    LA LUCHA CONTRA LA INFLACIÓN


    La Nación, 26 de abril de 1993. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 37-38.

    Como enemigo público número uno se ha calificado a la inflación y no podía ser de otra manera, pues es uno de los impuestos más regresivos que hay, dado que son los grupos relativamente más pobres quienes mantienen mucha de su riqueza en dinero, el cual pierde valor con la inflación.

    En la lucha contra la inflación, los “neoliberales” han sido muy claros. En esta administración se ha hecho un gran esfuerzo por reducirla de cerca de un 25 por ciento a más o menos un 10 por ciento en este año. Igualmente, en el gobierno neoliberal de don Oscar Arias, más que todo por su principal actor en el campo económico, don Eduardo Lizano, se sentaron muchas de las bases del orden monetario indispensable para tener éxito en esa batalla.

    También me acuerdo cómo en la administración neoliberal de don José Joaquín Trejos, la lucha contra la inflación fue impulsada por los neoliberales de entonces –jóvenes ministros que le dieron honra, fama y habilidad para hacer bien las cosas a ese gobierno.

    Ahora al PAE III se le rechaza en círculos más que políticos, electoreros, por ser “neoliberal” y mencionan una hipotética renegociación con el Banco Mundial cuando asuman su soñado gobierno. Ese afán cortoplacista de ver los árboles lamentablemente les impide ver el bosque. En estos momentos los gobiernos de las naciones ricas de la comunidad internacional –las que dan la ayuda externa– así como los organismos financieros multilaterales, como el Fondo Monetario y el Banco Mundial, han decidido trasladar casi todos sus fondos disponibles para sacar de la postración a las economías de la antigua Unión Soviética. Esto, para nosotros los ticos, quiere decir que cuando el hipotético nuevo gobierno renegocie otro anunciado PAE III –lo cual tomaría entre un año y medio y dos años– tal vez les den el sí, pero ya no habría plata para darles soporte. Esto es, terminarían con algo parecido al actual PAE III, pero ya el país no obtendría recursos que le permitirían amortiguar posibles efectos inconvenientes que en el corto plazo tiene el ajuste, así como tampoco se podrían resolver problemas que limitan al crecimiento económico del país.

    Una parte sustancial de los fondos del PAE III se usarían para sufragar las pérdidas cambiarias del Banco Central, con lo cual disminuiría la emisión monetaria y con ello se reduciría aún más la inflación. Así se pondrá en práctica esa “justicia social” que muchos proclaman, pero que, en verdad, les importa un bledo. La lucha contra la inflación no es un asunto estrictamente neoliberal; es de todos los costarricenses con sentido común, quienes juzgan que para ese fin bien servirían los recursos del PAE III, cuando aún existen y para que no tengamos después que lamentar todos la miopía de ciertos políticos.

  3. #153
    1993-05-06-BACANAL NEOLIBERAL

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    BACANAL NEOLIBERAL


    La Nación, 06 de mayo de 1993. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 77-78.

    Cuando hace tres años nos reunimos unos economistas para pensar acerca de las polìticas económicas que convendrían a nuestro país, un colega, buscando poder, se quejó públicamente, para ayudar a su imagen, de que se trataba de una “orgía neoliberal”. La palabrita había traspasado del ambiente neo-marxista universitario a la neo-social-democracia de los subsidios y privilegios. Si vio y escuchó por televisión el programa “Hacia una Nueva Iberoamérica: La Modernización del Estado”, para que ese intervencionista fuera consistente tendría que decirnos que ahora se presentó una “bacanal neoliberal”.

    Los participantes en tal programa tienen suficientes credenciales para afirmar lo que dijeron y provienen del riñón de partidos políticos muy ligados (¿aún?) a la neo-social-democracia criolla, por lo que sus consejos le pueden ser útiles.

    El moderador, don Enrique Iglesias, Presidente del BID, expresó, entre cosas muy interesantes, algo que sin duda lo hacen un “neoliberal”: “Nos va muy bien en América Latina con el libre comercio”. Don Enrique, ex Secretario de la CEPAL y destacado intelectual, fue Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay en un gobierno reconocido como social-demócrata (o neo-social-demócrata como deberían decir los conservadores del terruño).

    También participó don Pedro Aspe, Ministro de Hacienda de México, quien dijo, entre cosas que lo ponen a uno a pensar, que en su país se tenía un Estado rico y un pueblo pobre; que en la reforma del Estado exigió orden financiero, contener la inflación, quitar el proteccionismo y dar justicia en cuanto a igualdad de oportunidades y calificó la experiencia mexicana de “liberalismo social”. Me imagino que esto convierte al PRI en un partido “neoliberal”.

    El socialismo Europeo lo representó el Ministro de Economía español don Carlos Solchaga, quien expuso la herejía “neoliberal” de que “hemos roto tabúes que identificaban a los Estados Social demócratas con la nacionalización” y que “el mercado tiene un gran papel que jugar en donde el Estado les define un marco regulatorio”. Con razón el líder de la Izquierda Unida española, Julio Anguita, dijo que el Partido Socialista y el Partido Popular (la oposición) ambos eran neoliberales.

    A don Alejandro Foxley, del gobierno que sustituyó a Pinochet, se le debe haber hecho más difícil decir en ese programa que era posible la democracia en una economía abierta y con mercados, en donde hubiera una política social progresista en que se derrotara la inflación, me imagino por el temor de que se le adosara el término “neoliberal”, pues en tal cosa creemos muchos. El nuevo gobierno ha tenido la sabiduría, sin sacrificar la libertad política, de proseguir esencialmente la misma conducta económica del ogro Pinochet.

    ¿Y cuál fue el eco del partido político símbolo del social-estatismo de los cuarentas y cincuentas: el peronismo? Don Domingo Cavallo, Ministro de Economía de Argentina, expuso que la modernización económica era compatible con la justicia social y que había que ordenar las economías, principalmente luchando contra la inflación, que era el mayor enemigo de los pobres. Al leer ciertas revistas de Argentina, veo que allá, al igual que por aquí, la caverna del intelecto le critica… por ser “neoliberal”.

    ¿Es que acaso mucho de lo allí expuesto no es compartido por casi todos nuestros precandidatos, como para que, si son intelectualmente honorables, dejen de referirse peyorativamente a quien presenta ideas, por ser “neoliberal”… o es que, tal vez, ni siquiera notan que lo son o es que la ambición por el poder les hace ciegos y sordos, pero no mudos?

  4. #154
    1993-05-20-DELINCUENCIA NEOLIBERAL

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    DELINCUENCIA NEOLIBERAL


    La Nación, 20 de mayo de 1993.

    No era de extrañar que el casi reciclado compañero de viaje, don Rodrigo Gutiérrez, dijera a la prensa que los actos de delincuencia que acaba de vivir el país de debían a las políticas “neoliberales”. Sí sorprende que un precandidato de Liberación Nacional, quien sostiene muchas ideas “neoliberales”, nos dijera en un debate por televisión que esas políticas habían producido pobreza y que esto provocaba la conocida racha de delitos, secuestros y cosas parecidas.

    Siempre he pensado que los políticos –cualquiera su signo– son personas intelectualmente honorables y que no son capaces de decir idioteces, pero la verdad se va imponiendo: con contadísimas excepciones son capaces de eso y de más; no hay duda de que el fin que persiguen justifica los medios que emplean.

    Primero: esos señores tendrían que explicarnos, y no sólo decírnoslo, cómo las políticas “neoliberales” son causa de delito. Deberían señalar específicamente cuáles de ellas o si todas provocan la delincuencia, además de mostrar con cifras, con datos, con números y no con creencias o especulaciones sin sustento, que lo que llaman “políticas neoliberales” originan pobreza, como si ésta no ha estado presente en la humanidad desde su mismo origen, de paso ofendiendo con ello al pobre pero honrado, como conocemos a muchas humildes personas que no son delincuentes.

    Segundo: si las “políticas neoliberales” provocan delincuencia, deberían de mostrarnos cómo es que surge el crimen en países en donde no hay esas políticas –como en la URSS añorada, en donde se nos juraba que no había delitos, para descubrir luego que era todo lo contrario, o como en el Brasil de un “anti-neoliberalismo” campante, cuyos crímenes son harto conocidos.

    En tercer lugar, esos señores deberían de explicarnos el papel que jugaron las políticas “neoliberales” en Costa Rica, en febrero de 1973, con los papaluchos y asociados, en todas esas cosas muy sabias, así como en los secuestros de Aizenman, de Cuco Arrieta y de la niña Yorleny Castro o en el asesinato de Kosuga o en el crimen de Alajuelita o en las muertes extrañas, que no por ello se olvidan. ¿Verdad que no había “políticas neoliberales”, en ese entonces?

    Ha surgido una extraña obsesión en cierto medio –propia de épocas de oscurantismo, de piedras filosofales y dioses multimorfos, de la alquimia, brujería y astrología ̶ de adscribir todo lo que se considere inconveniente o malo a las “políticas neoliberales”, pero ni siquiera definen, quienes así lo dicen, qué son ellas ni cómo operan ni de que tratan, pues todo vale con el fin de obtener poder: en vez del dolor de razonar prefieren ampararse en la ignorancia. Seguro es que si esos señores sufrieran un aborto intelectual, le adscribirían la paternidad del mal engendro a las ideas “neoliberales”. Así es como, gracias a la politiquería, avanza el conocimiento en algunas personas.

  5. #155
    1993-05-27-UN DEBATE SOBRE IMPORTACIÓN DE GANADO

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    UN DEBATE SOBRE IMPORTACIÓN DE GANADO


    La Nación, 27 de mayo de 1993.

    Los lectores posiblemente han visto una agitada polémica entre quienes desean prohibir la importación de ganado desde Nicaragua y quienes consideran que éstas más bien son convenientes para el interés nacional. Siempre me he preocupado cuando alguien quiere impedir que los costarricenses importemos algún bien, pues lo que posiblemente se busca es elevar los precios para su beneficio en contra del de los consumidores o, como me parece que en mucho puede ser lo que sucede, porque se actúa de manera impensada.
    La realidad de un comercio libre en la economía mundial continúa imponiéndose y no se puede tapar el sol con el dedo creyendo que nuestro país es capaz de sustraerse de ella, realidad que se impone más aún en la difícil situación en que al momento se encuentra la actividad ganadera, pues, si se acepta la sugerencia de impedir la importación de ganado en pie, en lugar de mejorar se va a dar un empeoramiento notable de ese importante sector de la economía nacional.
    La gran virtud que tiene el mercado mundial, específicamente el de los Estados Unidos, para nuestro ganadero eficiente es que de hecho es un mercado infinito. No me puedo imaginar que si Costa Rica decide exportar todo su ganado, sea capaz de bajar significativamente el precio internacional o el del mercado norteamericano. Esa característica tan especial de ese mercado es lo que me mueve a pensar que, tal vez, ciertos ganaderos nacionales, opuestos a la importación de ganado nica, en realidad no han meditado bien lo que significa la vigencia de sus propuestas, en el contexto del mercado actual de la carne.
    Acerca de estas consideraciones es necesario plantear con toda claridad algunas reflexiones. En primer lugar, con el proceso de liberalización gradual que se ha venido dando en nuestra economía, en efecto el precio de la carne en el país es igual a su precio internacional. A diferencia de décadas pasadas, cuando al ganadero doméstico se le imponían precios internos altamente subsidiados para el consumo local o bien se le cargaban gravámenes de distinto tipo cuando exportaba, la realidad actual es que el precio está libre y la distancia parece ser casi la única diferencia que surge entre el precio de la carne puesta aquí y el de aquélla en el mercado mundial. Impedir la libre importación de ganado desde Nicaragua significa para el ganadero que, por una equivalencia de trato semejante, en cualquier momento alguien les va a fijar el precio interno o les cargará de impuestos onerosos, como algunos parecen añorar un pasado que ojalá no vuelva.
    En segundo lugar, el acceso al mercado de los Estados Unidos opera en función de un registro histórico de nuestras exportaciones, Si, como ha sucedido, entre 1991 y 1992 se redujo la matanza de ganado nacional para la exportación en casi un 49 por ciento, además de que el hato nacional se ha reducido en un 20 por ciento, difícilmente el país podrá seguir cubriendo la cuota de acceso al mercado norteamericano que actualmente posee y, si no la llena, el país va a perderla en el futuro, reduciéndose aún más las posibilidades de acceso que hoy tiene a ese mercado. Esto es, no cubrir la cuota actual es casi un suicidio a plazo para nuestra industria ganadera. Precisamente lo que la importación de ganado de Nicaragua permite es que nuestra exportación a los Estados Unidos no caiga tanto. Según algunas estimaciones, de no ser por el ganado nica la pérdida en la exportación ha sido sólo de un 39 por ciento entre 1991 y 1992, con lo cual ese ganado lo que ha hecho es salvar un 10 por ciento de nuestra cuota actual.
    En tercer lugar, es falso que la importación de ganado de Nicaragua a Costa Rica provoque un descenso en el precio interno de la carne. Eso sería cierto si Costa Rica no tuviera adónde exportar su ganado, como de hecho puede hacerlo ilimitadamente. Si existiera un mercado cautivo, en donde el único lugar en que el ganadero nacional puede vender es Costa Rica, entonces obviamente una importación de ganado bajaría el precio doméstico. No creo que la intención de cierto gremio ganadero sea la creación de un mercado cautivo que va en contra de la historia y del progreso. La realidad es que, en este caso concreto, lo que figuradamente hace el ganado nica es darse una paseadita por Costs Rica en su camino hacia los Estados Unidos, asegurando con ello, a futuro, que la actividad ganadera nuestra pueda tener acceso a tan rico mercado.
    Antes de terminar, conviene recordar que, si bien es cierto que nuestro sistema de financiamiento para la crianza es aún muy ineficiente (por ejemplo, nuestros bancos no aceptan el ganado propio como garantía, lo cual parece ser un absurdo, pues cualquiera acepta el inventario de una firma como garante de un préstamo ), más absurdo sería volver al pasado, cuando en Costa Rica se tenía un precio interno de la carne que era casi la mitad del precio internacional, cuando la verdad es que hoy día lo que nos conviene hacer es usar toda nuestra capacidad productiva de plantas, de fincas y de empresarios, para exportar lo más que podamos. Lo que nos conviene es traer desde afuera todo el ganado que podamos ̶ que tenga permiso de acceso a los Estados Unidos y venga en buenas condiciones de salud ̶ y procesarlo aquí, agregándole valor, ampliando nuestra cuota de acceso a ese mercado y, con ello, asegurar la supervivencia de la actividad ganadera nacional, que hoy día está en problemas para suplir una oferta que nos asegure una cuota sustancial en el mercado norteamericano.
    La escuela de la competencia es muy clara: se tiene que pensar cómo hacer para que la actividad sea más eficiente, luchar para eliminar distorsiones que el Estado impone de diversas maneras y que afectan negativamente esa tarea. El mundo ha cambiado notablemente y no es recurriendo al proteccionismo ni impidiendo la competencia como se van a enriquecer ̶ tarea ennoblecedora en la creación económica ̶ sino compitiendo con base en el ingenio en los mercado globales. La importancia del ganado nica, al contrario de lo que dicen algunos, es que más bien permitiría a nuestros ganaderos insertarse a largo plazo y de manera eficiente en las corrientes del competido comercio mundial: si nos dormimos, otros competidores tomarán nuestros lugares; tomarán la cuota de acceso al mercado norteamericano, dejándonos por fuera. ¿Acaso es eso lo que se quiere?

  6. #156
    1993-06-06-DON EDUARDO MORA Y EL NEOLIBERALISMO

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    DON EDUARDO MORA Y EL NEOLIBERALISMO


    La Nación, 06 de junio de 1993.

    Dice la verdad don Eduardo Mora en su artículo “El neoliberalismo” publicado en La Nación del 24 de mayo, cuando señala que quien esto escribe “ha recurrido a las páginas de La Nación para solicitar que alguien le explique el significado de ‘neoliberalismo’”. Me ilusionó el título del ensayo publicado por el señor Mora, pues esperaba claridad, pero, al contario, continúa el vacío: él no explica al lector qué es “neoliberalismo”. No nos dice si esa gente come chiquitos crudos o cocinados; si son ateos o comunistas; si santifican el monopolio o la libre competencia; si estimulan la criminalidad o son creyentes en la pena de muerte; si creen en la democracia o en Pinochet o en Stalin; algo… Si bien don Eduardo tuvo el coraje de titular su artículo con esa palabrita, me deja incapaz de explicar a mis alumnos en la Universidad qué es el “neoliberalismo”, por si lo deben temer u odiar o anatematizar o, como hago yo, para que se rían de tanta tontera que se pronuncia sin costo aparente para quien las profiere. (Como sucede cuando una señora metida en la política dijo en una entrevista en la televisión que el sexismo y la discriminación contra la mujer eran resultado de las políticas neoliberales).

  7. #157
    1993-06-12-EL ODIO AL EXTRANJERO

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    EL ODIO AL EXTRANJERO


    La Nación, 12 de junio de 1993.

    Las campañas políticas tienen la virtud de mostrar las grandes contradicciones en que incurren ciertas agrupaciones en su ansia de capturar votos. El 1º de junio escuché decir en una estación de radio a un economista ligado a la tendencia de Figueres que la inversión externa le provoca un gran daño al país, pues al comprar propiedad de costarricenses nos convertía en una nación de siervos en lugar de una de hombres libres. Suponía con desprecio que los ticos no saben qué hacer con el dinero proveniente de esas ventas, excepto dilapidarlo y no invertirlo en otros proyectos.

    No se entiende cómo tal absurdo es compartido por otras personas que uno bien conoce y que se han declarado seguidores de esa tendencia, personas que, como el propio señor Figueres, han dado muestras de apreciar ampliamente la inversión externa y hasta participado en conjunto con ella, con lo cual difieren sustancialmente de lo dicho por ese economista metido a político. Así parece ser la politiquería de campanario, pero no deja de sorprender ver a connotadas personas aceptar ese ideario propio de socialistas de fines del siglo pasado o de los cuarenta en naciones fascistas, más que de un mundo moderno abierto y sin prejuicios en contra de los ahorros externos.

    Para que no hable tanta tontera acerca de la inversión externa en nuestro país, voy a dar algunos datos, para cuya comprensión debo explicar que el Producto Nacional Bruto (PNB) es el valor de la producción de todos los bienes y servicios finales producidos por nacionales en la economía en un año dado, en tanto que el Producto Interno Bruto (PIB) es el valor de la producción de esos mismos bienes producidos en el territorio nacional.

    Resulta que el PIB real creció en un 7.3% en 1992, que es casi tres veces el crecimiento real de 1991, que ascendió a un 2.3% y casi el doble que el promedio de crecimiento real del 4% durante el lapso 1982-1991. Lo interesante es que en la década 1982-1992, la contribución de los extranjeros a la producción dentro del país (lo que se mide por la diferencia entre el PIB y el PNB) ha ido declinando de un 12% del PIB en 1982, a un 8% en 1986-87, a un 3.3% en 1991 y similar en 1992. De esta manera, la producción que corresponde a los costarricenses ha ido aumentando en el lapso analizado. Esto quiere decir que cada vez es más importante el aporte de producción que hacen los nacionales en la producción total del país, lo que no parece indicar que nos estemos convirtiendo en una nación de siervos gracias a la inversión extranjera, sino que parece suceder todo lo contrario.

  8. #158
    1993-06-22-IMPORTANTES PERO AUSENTES

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    IMPORTANTES PERO AUSENTES


    La Nación, 22 de junio de 1993.

    La opinión de ciertos gremios privados acerca de la aprobación del PAE III sin duda que reviste una importancia crucial para ayudar a que los políticos definan con claridad su posición con respecto a tan importante planteamiento económico. Esta conversación ha estado, no obstante, ausente del ambiente político.

    Por ejemplo, me consta la insistencia con que la Cámara de Industrias pidió en un pasado muy reciente y en forma pública, al discutirse la conveniencia de integrarnos al comercio mundial, que el ajuste no sólo se hiciera con medidas que “afectaban” al sector que representa, sino que también éste llegara al sector público, para así eliminar distorsiones que eran un obstáculo para poder competir eficientemente. A esta política se le llamó, en diverso escritos de esa Cámara, de la “simultaneidad” con que debía llevarse a cabo el ajuste. El PAE III posee muchas condiciones que eliminan esas distorsiones (no todas las que pueda tenerse, pero contiene una muy significativa reforma estatal).

    Lamentablemente, en momentos en que el país se puede ver beneficiado con una posición pública de la Cámara de Industrias a favor de esa “simultaneidad”, su opinión está ausente. ¿Qué podría estar pasando? ¿Se estarán imponiendo los intereses gremiales de corto plazo ante los nacionales que van más allá o se trata de un simple olvido?
    Algo similar sucede con algunos otros gremios empresariales. Por ejemplo, ¿por qué las asociaciones que agrupan al sector financiero no dicen nada acerca de la necesidad de aprobar las recomendaciones contenidas en el PAE III y en otros préstamos del BID para realizar importantes reformas al sector? ¿Será que no les interesan las propuestas? ¿Será que no las consideran convenientes para el país? En estos momentos el silencio público no es deseable, pues, ante su indefinición explícita, bien puede algún político pensar que hay una ganancia electoral, al sugerir echar para atrás reformas convenientes tomadas en los últimos siete años.

    Hay otra asociaciones que tampoco dicen nada sobre este asunto de la aprobación urgente del PAE III: cada una debe meditar al respecto y no esperar que alguien les pregunte públicamente: ¿Por qué guardan silencio? ¿Por qué no opinan? ¿Qué es lo que está pasando con sus dirigencias que nada le dicen al país, aunque tal vez lo hagan en conciliábulos?

  9. #159
    1993-07-15-JOSÉ MARÍA FIGUERES ES UN NEOLIBERAL

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    JOSÉ MARÍA FIGUERES ES UN NEOLIBERAL


    La Nación, 15 de julio de 1993. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 81-82.

    Si bien no se me consideraría jamás como el Papa del neoliberalismo en Costa Rica, honor que por alguien ya le fue adjudicado a otro colega, cierta gente me podría ver como miembro del Sacro Colegio Cardenalicio del neoliberalismo criollo, de manera que, les guste o no, en cierta manera me veo habilitado para dar la ordenación a la vista, a quien puedo considerar como sacerdote de la secta neoliberal. Es por ello que me atrevo a afirmar que José María Figueres es neoliberal, a pesar del ataque que al neoliberalismo hacen algunos de sus más cercanos colaboradores, ante el disgusto privadamente patente de otros que desearían ser cercanos ayudantes, pero que ahora se les tiene en la llanura, tal vez porque políticamente tienen la marca del fierro de neoliberales.

    El neoliberal sostiene que el Estado no debe meterse a producir bienes y servicios cuando lo pueden hacer mejor las personas. El neoliberal cree en la estabilidad de la economía, en la provisión de una infraestructura básica que permita el desarrollo de la economía, en especial de capital humano –educación y salud– que permita a los pueblos salir de su pobreza (tal como lo hicieron los liberales en nuestro siglo pasado). El neoliberal cree en la privatización de las empresas estatales productoras de bienes y servicios, en la cual deberán participar, en las más variadas formas, todos los diferentes grupos que integran nuestra sociedad (nada de exclusividades a nadie: sí libre participación para todos). El neoliberal considera que el Estado debe asegurar una red básica de educación y salud que permita el logro de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. El neoliberal juzga que el Estado no debe tener más personal que el necesario –el cual es pagado por todos nosotros– y que el Estado debe de estar sujeto a reglas claras que permitan lograr eficiencia en la prestación de sus funciones básicas.
    Cuando el individuo puede desempeñar mejor una labor que ahora la realiza el Estado, no debe impedírsele que lo pueda hacer.

    El neoliberal estima que deben existir reglas de juego claras y permanentes para la inversión privada y, en general, para la libre actuación de las personas. El neoliberalismo considera que la inversión extranjera constituye un punto de apoyo complementario importante para la inversión nacional, supliendo el ahorro externo indispensable para acoplarse al nuestro, por lo cual no debe impedirse su participación en nuestra economía. El neoliberal opina que el presupuesto general del Estado debe tender hacia su equilibrio, donde no gaste más de lo que ingresa. El neoliberal juzga que la inflación no es la solución a nuestros problemas económicos y la considera el principal flagelo de la economía, en especial contra los grupos de menores ingresos y por ello debe mantenerse la moderación en la emisión monetaria. El neoliberal estima que los intereses no deben ser objeto de subsidios y que no se puede fomentar el ahorro cuando los que perciben las personas son inferiores a la inflación. El neoliberal profesa que el Estado no debe controlar precios, lo cual sólo da origen escaseces y mercados negros y, en el caso de prácticas monopólicas –ese odiado actor en las economías– cree que el Estado debe garantizar el mejor ambiente para que surja la competencia, que es el aliado verdadero y máximo de los consumidores.

    El neoliberal piensa que el fin último en la economía es la satisfacción de los deseos y necesidades humanas y que no conviene producir porque sí, sino en función de ese consumidor. El neoliberal profesa que no deben ser burócratas estatales quienes definan qué sectores deben ser los protegidos, los subsidiados, los controlados, los regulados, a quienes se les fijarían sus precios, cuáles los favorecidos con descriminación preferencial, sino que sean reglas generales del mercado las que determinen el marco competitivo en que participen dichos actores: debe lucharse porque haya la mayor competencia posible en los mercados y, si aún así se presentan monopolios, que sean regulados adecuadamente por el Estado. El neoliberal no estima que el mejor interés del consumidor y el bienestar del costarricense residen en la erección de barreras arancelarias que otorgan una protección indebida a ciertos sectores de privilegio, sino que la universalidad de las reglas y una apertura mayor hacia la competencia son precisamente las que permiten lograr un mercado más amplio y una mayor satisfacción para el consumidor. El neoliberal sostiene que los gobiernos deben ser fiscalmente responsables y que no se deben acudir a la emisión monetaria del Banco Central para pagar tales aventuras financieras.

    El neoliberal piensa en la conveniencia de una plena autonomía del Banco Central, en donde sus autoridades no sean simples “yes men” de la administración de turno, pues las directrices políticas muchas veces obnubilan al buen sentido económico de sus personeros: una mayor autonomía es garantía para los costarricenses de una conducción económica menos proclive a la emisión y a la inflación. El neoliberal opina que los procedimientos estatales deben ser flexibilizados al máximo, de manera que la tramitología y el permiso requerido para todo sean sustituidos por reglas generales, uniformes y de fácil cumplimiento para los ciudadanos. El neoliberal no cree que el Estado deba otorgar favores especiales, privilegios, prebendas, concesiones exclusivas, contratos especiales ni monopolios particularizados que favorecen a sectores definidos, todo en contra del bien común. El neoliberal no confía en sistemas tributarios engorrosos, plenos de huecos tributarios para favorecer a algunos y crear distorsiones, ni tampoco en impuestos que desincentivan el esfuerzo, el ahorro y la asunción de riesgos. El neoliberal opina que las políticas anticuadas del social-estatismo de otrora fueron particularmente más dañinas para los sectores más pobres de nuestro país (por ejemplo, la inflación) y que los programas de ajuste son ahora indispensables ante el descalabro del antiguo modelo de sustitución de importaciones. El neoliberal considera que es mejor que los programas de ayuda social se dirijan directamente hacia quienes lo necesitan –para el pobre del cual algunos hacen negocio político con su miseria– en vez de dar subsidios generalizados que más bien terminan por beneficiar en mucho a los sectores más ricos del país (como sucedía con los intereses subsidiados que se fueron en el “embancamiento”). El neoliberal piensa que es mejor que muchas decisiones que el Estado toma hoy por todos nosotros, más bien sean efectuadas por las familias y las personas; más que algún burócrata estirado en su escritorio –víctima a su vez de un sistema que no estimula el desarrollo personal– es el padre y la madre de familia quienes saben qué es lo que conviene a ellos y a sus hijos.

    Estas son algunas de las cosas en que me parece creen estos tipos llamados neoliberales. Ahora bien, considero que don José María Figueres también cree en mucho de esto que lo convierte en un neoliberal. Y pregunto: ¿acaso ustedes también no creen en estas mismas cosas?

  10. #160
    1993-08-04-IRRESPONSABILIDAD ANTE EL PAÍS

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    IRRESPONSABILIDAD ANTE EL PAÍS


    La Nación, 04 de agosto de 1993.

    Cuando don Eduardo Doryan señala en La Nación del 24 de junio, que “ la primera y más sensata ( de las opciones es) prescindir del PAE III y (que) …se obtendrían recursos externos, pero para proyectos específicos y sectoriales, se avanzaría en la agenda de cambio estructural, pero desde una perspectiva costarricense, y se mantendría una vinculación provechosa con el exterior”, no sólo nos cree tonticos a los demás sino que, también, es uno de los economistas ligados al candidato Figueres (triste es decirlo: de los más cercanos) que no están haciendo bien su tarea en torno al PAE III.

    Es conveniente que tales señores den una revisadita a las proyecciones sobre las necesidades futuras de recursos que tendría un hipotético gobierno suyo, para echar por la borda, así porque así, los $350 millones que ofrecen el Banco Mundial y el BID y que el candidato Figueres ̶ mal aconsejado ̶ rechaza. Actualmente hay reservas sustanciales como para que, con toda tranquilidad, se concluya este año y mediados del otro sin requerir fondos externos (ya se acabo la bondad de la AID para con los dos gobiernos anteriores: ahora la realidad mundial se impone en las cuentas fiscales y de balanza de pagos). Pero el alto volumen de importaciones financiado con inversión privada externa y turismo no es inagotable; por ello, además del ajuste a largo plazo del tipo de cambio, determinado por el mercado, debe darse un acoplamiento con fondos externos, como los del PAE III, para mitigar el costo del ajuste a corto plazo. Bien se lo sintetizo su compañero Eduardo Lizano: “Es mejor hacer el ajuste con recursos, que sin ellos.“ (Hotel Fiesta, 9/7/93).

    Tal vez esos desinformados consejeros harían bien en preguntar cómo le fue a un economista, compañero de partido y quien dicen anda detrás del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde le dijeron que el PAE III no era negociable, que Costa Rica o lo rechazaba (en su totalidad) o lo aceptaba. La realidad mundial se impone: los fondos a futuro van para las economías ex socialistas. Figueres, mal aconsejado, priva al país de fondos externos vitales y que en gran parte van dirigidos a programas sociales.

    Esos asesores no han presentado formas alternativas, verosímiles y serias de financiamiento externo, por lo que el daño que se podría causar al país por la no aprobación del PAE III es enorme. Lo importante es que Costa Rica ̶ en especial la que no acepta esa conducta basada en el beneficio politiquero de corto plazo ̶ queda bien informada de que está frente a unos irresponsables, y desde ahora es necesario así señalárselo.

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