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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1990-1999

  1. #111
    1992-03-11-EL DÉFICIT SÍ IMPORTA

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    EL DÉFICIT SÍ IMPORTA


    La Nación, 11 de marzo de 1992. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 123-124.

    En un seminario que se celebró hace pocos días, un economista señaló que el énfasis en reducir el déficit del sector público era resultado de “una concepción ideológica de un Estado mínimo”, que “no está demostrado que la estabilidad es prerrequisito para que aumente el Producto Nacional Bruto”, que “Costa Rica, a pesar de un permanente problema fiscal, ha ido creciendo” y que muchos países tenían un mayor déficit como porcentaje de su producto, por lo que rechazaba ese propósito de reducir el déficit como “un objetivo primario”.

    En realidad llama la atención este aire de despreocupación frente al control que se debe tener del déficit fiscal, pues es muy clara la experiencia triste de países que han perdido esa disciplina, y uno podría esperar que sirviera de lección, en vivo y a todo color, a las expansiones. En todo caso, trataré de brindar alguna evidencia fáctica y lógica, que tal vez le haga reconsiderar su posición.

    Bala Balassa, en un trabajo titulado Public Finance and Economic Development, “obtiene estimaciones estadísticas significativas en cuanto al efecto negativo que tiene el déficit gubernamental sobre la inversión privada, expresado como cociente del PIB, en el caso de los países en desarrollo (Op. Cit., Banco Mundial, Staff Papers, 31, 1988, p. 7); además ese economista, en un análisis para 90 países, encontró “una relación negativa entre la participación del gobierno en el consumo y la tasa de crecimiento de la economía”, hallazgo que también encontró en una sub-muestra para América Latina (Ibídem, p. 12).

    Asimismo, trabajos de Knoester, Eltis, Peterson, Mardsden, Ram y Landau, tienden a mostrar relaciones negativas entre gastos presupuestarios o impuestos sobre el crecimiento de las economías. Finalmente, por si es de interés, Balassa también encontró “una correlación negativa entre la inversión pública, por un lado, y la inversión privada, la inversión total y el crecimiento de la economía, por el otro lado” (Ibídem, p. p. 16-18).

    Con estos elementos, ese economista podría pensar en la relación que podría haber entre políticas macroeconómicas expansivas, la inestabilidad (inflacionaria, cambiaria) a que dan lugar y el descenso en la producción nacional.

    Los efectos de una política fiscal expansionaria –deficitaria– quedan expresados claramente en un trabajo de Demetrios Papageorgiou et. al., titulado Liberalizing Foreign Trade in Developing Countries (Banco Mundial, 1990), al señalar que “causarían un deterioro en la balanza comercial. También aumentará los precios en el sector no comercializado con respecto a aquellos del sector comercializado, promoviendo así la producción de los primeros a expensas de los segundos. Por ambas razones, sus efectos serían similares a los de una apreciación de la moneda –agregando presión para una reversión de las reformas comerciales”– (p. 21). Tan sólo por ello, el control del déficit se convierte en algo importante.

  2. #112
    1992-03-21-MPORTA A MI

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    “MPORTA A MÍ”


    La Nación, 21 de marzo de 1992.

    Conforme pasa el tiempo y arrecia el viento politiquero, se empieza a observar cierta conducta en la Asamblea Legislativa que debe preocupar a los interesados en el bienestar del país.

    La situación fiscal de Costa Rica no deja de estar plagada de serios problemas. Su desborde podría dar lugar a una reversión de las políticas adecuadas tomadas en los últimos años. Datos recientes sobre el crecimiento de gasto corriente en el gobierno central indican que un firme amarre del gasto dispendioso está lejos de ser una realidad. El viejo expediente de poner más y más impuestos, cada vez que el Estado tiene algún chance, se sabe que sólo conduce a mayor gasto público y deja incólume al vicio.

    A su vez, algunos, quienes mostraban ejemplar profesión de fe en sus creencias sobre la justicia social, a la hora buena mantienen un silencio harto sospechoso, cuando se trata de eliminar privilegios creados por politiqueros al amparo de la legislación.

    ¡Cuánto no nos hablaron de justicia social algunos que ahora disponen de “ínfimas” pensiones de más de medio millón de colones al mes! Va siendo hora de, palabrería aparte, eliminar tanto privilegio pagado por una colectividad relativamente pobre.

    Actualmente en la Asamblea Legislativa se tramita una Ley para regular las exoneraciones disfrutadas por una fauna muy variada de beneficiarios. El gobierno parece empeñado en poner cierto freno a las gollerías y en esto, no lo dudo, está respaldado por un pueblo.

    La aprobación de esta ley que elimina privilegios es fundamental para ordenar las finanzas públicas y poder llegar, a corto plazo, a un arreglo satisfactorio con el Fondo Monetario. De no lograrse, como un dominó, provocaría problemas en acuerdos con el Club de París, el Banco Mundial, posiblemente el BID y otros organismos.

    Diputados de Liberación Nacional se han encargado de impedir que el proyecto avance y han presentado más de sesenta mociones para restaurar privilegios, como ejemplo los de “botellas” quienes, por laborar en organismos internacionales, se juzga han de ser privilegiados. A su vez, dos diputados de ese mismo partido están prestos a enviar a la Sala Cuarta un alegato que pospondría la aprobación de esa nueva ley, dando al traste con la eliminación de privilegios y con un ordenamiento indispensable de las finanzas públicas.

    Estas conductas me recuerdan al pachuco personaje de la Patada, quien con su lema “MPORTA A MÍ”, resume el interés de algunos por llegar al poder, aunque sea a costa de la miseria de un país, que tanto sacrificio ha hecho para poner algún orden en sus cosas.

  3. #113
    1992-03-25-FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK

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    FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK


    La Nación, 25 de marzo de 1992.

    A los 93 años, llegó a su fin la fructífera vida del ilustre pensador austriaco Friedrich A. von Hayek. En un medio radial sólo se anunció que era “el padre del neoliberalismo”, con total desconocimiento de su obra y mostrando la mediocridad con que el vulgo puede encasillar al pensador liberal por excelencia.

    La carrera de Hayek no se limitó al pensamiento puro de la economía. Es cierto que sus obras, como Precios y Producción, La Teoría Pura del Capital, Ganancias, Intereses e Inversión o Planeación Económica Colectivista: Estudios críticos acerca de las posibilidades del socialismo y sus debates sobre los problemas del Cálculo en las Sociedades Socialistas, en donde anticipa su fracaso, lo fueron en la mejor tradición de la llamada escuela austriaca, lo que le habría valido que se le reconociera como uno de los más destacados profesionales en dicho campo durante este siglo.

    Pero Hayek fue mucho más allá. Sus libros sobre metodología dan una idea de esa cultura universal que rodeó al pensador y de la cual decidió ser un activo participante, pero fue en el campo del pensamiento político (¿o filosófico o económico?; no sé cómo clasificarlo) en que aportó mucho al conocimiento de la humanidad. Enraizado en Adam Smith, pasando por David Hume, sin dejar de lado a sus asociados Menger, Böhm-Bawerk y Mises de Austria, y, por supuesto, en Karl Popper, su amigo entrañable, con quien por más de 50 años tuvo un intercambio epistolar sobre metodología y filosofía y a quien le dedicó su libro Estudios en Filosofía, Política y Economía, Hayek se convirtió en el más destacado pensador liberal de mediados de este siglo.

    Así, el pensador nos legó sus clásicos libros del ideario liberal: Los Fundamentos de la Libertad, Ley, Legislación y Libertad, Individualismo y Orden Económico, Un Tigre por la Cola, El Camino a la Servidumbre (editado en Costa Rica por la UACA) y su última obra ̶ escrita a los 89 años ̶ El Engaño Fatal: Los errores del socialismo.

    Aquel hombre de cultura clásica, quien, en su momento, rescató la idea de la libertad del socialismo avasallador, hoy se yergue imponente en el mundo del intelecto. Se dedicó a “describir un ideal, demostrar cómo puede alcanzarse y explicar lo que su realización significaría en la práctica”. Lo que nos dijo en el prefacio de los Fundamentos de la Libertad siempre será recordado y apreciado por los hombres libres de la Tierra.

  4. #114
    1992-04-03-CAMBIO EN LAS REGLAS

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    CAMBIO EN LAS REGLAS


    La Nación, 03 de abril de 1992. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 22-23.

    Recientemente un empresario, ante la decisión del gobierno de acelerar la desgravación arancelaria, me manifestó que lo que le preocupaba era el cambio en las reglas del juego, pues se había negociado una reducción más lenta y que ahora, ante problemas monetarios, simplemente se acentuó el proceso. Este ejemplo de un “cambio en las reglas” indicó los problemas del empresario para planear sus negocios en el tiempo y señaló que tal vez lo conveniente fuera proceder como hizo Corea del Sur, en donde por 25 años el gobierno les aseguró reglas que se mantendrían a rajatabla, lo que se tradujo en un enorme crecimiento económico.

    No creo que las políticas del gobierno de Corea fueran inmutables durante 25 años y, más bien, hubo diversos y muy significativos ajustes en ese camino que el empresario aconsejó proseguir, pero se puede pensar como correcta la preocupación del empresario, ante los cambios en las reglas, pero, antes de aceptarla, se debe entender a qué tipo de reglas de juego se refiere.

    En primer lugar, nunca el futuro es enteramente predecible. Siempre estará sujeto al riesgo y a la incertidumbre; no se les puede eliminar totalmente y por eso es que el empresario tiene utilidades. Lo que puede ser importante determinar es qué tipo de decisiones de naturaleza constitucional, por así llamarlo, de un orden (y, concretamente, del económico), deben mantenerse casi inmutables, en cuanto son resultado de la convivencia y desarrollo de valores surgidos en la evolución de esa sociedad.

    En segundo término, si en ese diseño espontáneo del orden económico hay una autoridad gubernamental que la sociedad considera debe llevar a cabo cierta función, por ejemplo, mantener una adecuada provisión de dinero sin generar inflación, entonces, si un evento fortuito conduce a una expansión inmoderada del dinero en la economía, bien puede tomar medidas adecuadas para moderar su conducción monetaria.

    En tercer lugar, lo que mucha veces pasa es que la idea de que “no se deben variar las reglas de juego” se aduce para mantener cierto estado de cosas, en mucho resultado de la acción distorsionadora del Estado, de manera que su cambio más bien podría conducir a un orden más impersonal.

    En una obra de Friedrich A. Hayek, que recientemente editó Libro Libre y que aconsejo leer, Sobre la Libertad, hay una idea acerca del tipo de reglas de juego convenientes de mantener: aquellas regularidades en la conducta de los elementos de un orden no diseñado, donde “las características específicas serán determinadas por los hechos y por las finalidades que guían la acción de los elementos individuales, aunque estén limitadas por reglas generales a un cierto alcance permitido… Debemos renunciar al poder de determinar sus manifestaciones específicas de acuerdo con nuestros deseos…”, así, aunque tal orden sirve a los intereses humanos, “no le dará a nadie el poder de determinar a quién va a favorecer más y a quién menos” (Op. Cit., 1992, p. p. 350-351).

  5. #115
    1992-04-09-CAMBIO EN LOS VIENTOS

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    CAMBIO EN LOS VIENTOS


    La Nación, 09 de abril de 1992.

    Un artículo reciente de don German Serrano “Vientos de cambio” contiene afirmaciones que deben analizarse con cuidado, pues pueden inducir a la confusión del lector, en especial por un uso descuidado de términos y una adscripción indebida de hechos concretos a cierta filosofía política.

    Don Germán señala que “La economía neoliberal excluyente también se encuentra en crisis”, pero no define qué es eso de “economía neoliberal”, ni tampoco sobre el calificativo de “excluyente” que le aplica. El uso de los términos me interesa, pues, como expresé en otra oportunidad, los neosocialistas, los neomarxistas y los neoconservadores tratan despectivamente al pensamiento liberal acudiendo al artificio de precalificarlo con el uso de “neo”, para rebajar el pensamiento serio que abriga la palabra liberal, a un estereotipo de vilezas al gusto del actor.

    Pero don German agrega más: “Pensar que sólo la oferta y la demanda sustituyen las responsabilidades de justicia social y reconocimiento efectivo de la condición y mejoramiento humano, es una utopía que también se rompe en pedazos”. No sé quién ha pensado sustituir esas características que le adscribe a la naturaleza humana, sólo por la oferta y la demanda, si lo que se puede aseverar es que el instrumental de la oferta y la demanda es útil para explicar mucho de esa naturaleza humana. Ahí está “La Teoría de los Sentimientos Naturales”, de Adam Smith, para entender la relación que hay entre la acción humana y la posibilidad de explicar su comportamiento económico por la oferta y la demanda. O, como dice James Buchanan, el mercado es “la incorporación institucional de los procesos voluntarios de intercambio que son aportados por los individuos en sus diversas capacidades… Al conjunto de relaciones que surge o evoluciona de este proceso de intercambio, el marco institucional, se le llama el mercado”. (What Should Economists Do?, p. 31)

    Don Germán no define su frase “justicia social”, la que, según he observado, se emplea generalmente como instrumento de ciertos políticos para alentar la acción coactiva del Estado en vez de la libre acción humana, lo que me hace temer que ese pueda ser el lema detrás de su “utopía” particular, en vez de una explicación sobre reglas abstractas que no sirven algún interés particular.

    Donde se las trae don Germán es cuando señala que “Venezuela es el mejor ejemplo” de lo anterior, donde “el empobrecimiento de las clases medias, el crecimiento de las tasas de desempleo, la corrupción generalizada y, en su origen, la aplicación de una política de ajuste estructural sin una contrapartida…” derribarán su democracia. Bueno, uno puede oponerse al pensamiento liberal, pero atribuirle a éste y al ajuste estructural sin su parte social el empobrecimiento, desempleo y corrupción, exige más que una aseveración de paso por un periódico. Más fructífero es explicar cómo el pensamiento liberal y el ajuste estructural causan dos hechos perniciosos y cuál es la alternativa. Así se sustituiría la prédica fugaz y vacua por un pensamiento más interesante.

  6. #116
    1992-05-09-VIVA LA DIFERENCIA

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    VIVA LA DIFERENCIA


    La Nación, 09 de mayo de 1992.

    Me complace que mis comentarios en La Nación sirvan para darle tema a don Alberto Cañas para su columna Chisporroteos. Ahora defiende a un monopolio, el de RECOPE, alegando que en uno de mis artículos efectúo cantos de sirena, pues, contra lo que yo creo, él considera que en ese campo nunca podrá existir competencia en Costa Rica y, deduce, por lo tanto, que RECOPE debe permanecer como monopolio estatal.

    Para escribir lo que escribí no tuve que leer ningún catecismo vonmisiano o friedmaniano (por suerte puedo escoger) pues al pedir la abolición del monopolio lo que hago es defender las ventajas de la competencia, ideas más antiguas que las de esos dos pensadores contemporáneos. Pero, allá él, don Alberto nos antepone el catecismo albertiano al de ellos.

    A mí lo que me interesa es promover la competencia para beneficiar al consumidor. Don Alberto cree que el monopolio le protege de la rapiña transnacional y aquí es donde proclamo: ¡viva la diferencia! Cuando hay un monopolio estatal, como lo estipula el catecismo social-estatista, simplemente no hay la amenaza de que ingrese al mercado un productor alternativo potencial, que obligue al Estado a reducir sus ganancias derivadas de la explotación monopólica.

    Sí, como lo he propuesto, RECOPE se vende a quien la quiera y se permite que cualquier otro pueda poner una empresa competidora o que simplemente se tenga libertad para importar combustibles, si se parte del supuesto de don Alberto de que la privatización origina un monopolio privado que termina por elevar los precios al consumidor, tal política hace rentable la entrada del competidor, lo que fuerza al monopolio a moderar sus precios. He aquí la diferencia entre la conducta de un monopolio estatal protegido de la competencia y la de un monopolio privado en donde hay libre entrada al mercado.

    Pero como don Alberto supone que hay una conspiración entre las transnacionales para apropiarse del mercado costarricense, habría conciliábulos entre las nueve (¿?) transnacionales que menciona para impedir que cualquier extraño participe en nuestro mercado. Pero éste si es un dogma albertiano, porque no sólo parece algo difícil poner a nueve de acuerdo, sino que también es posible que PEMEX o PETROVEN o cualquier otra empresa estatal pueda entrar al mercado, si el precio de explotación del monopolio es lo suficientemente alto. Prefiero la teoría de la conspiración para la novela, que para explicar el comportamiento de los mercados modernos, en donde cualquiera ̶ como con mi sugerencia ̶ puede importar con toda libertad para satisfacer las necesidades de combustible.

    El catecismo albertiano es conservador (o neoconservador): prefiere dejarnos un monopolio estatal e impedir que cualquiera pueda entrar a competir (la situación actual) frente a la posibilidad de que cualquier pueda hacerlo sin impedimento alguno. He aquí la gran diferencia.

  7. #117
    1992-05-15-ECONOMICISMO

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    ECONOMICISMO


    La Nación, 15 de mayo de 1992.

    El 1º de mayo el secretario de Liberación Nacional, don Walter Coto, se refirió a las declaraciones de un funcionario como “miopes, pues el Banco Central ha sido el responsable de muchas medidas que han afectado positiva o negativamente la realidad social”, en tanto que, en esa misma tarde, el nuevo jefe de fracción de ese partido, don Hugo Alfonso Muñoz, enfatizó, al comentar el discurso presidencial de ese día, que el Gobierno ha abandonado lo social, pues únicamente se ha interesado en los asuntos económicos y por ello enfatizó los éxitos en dicho campo.

    Esta contradicción de ser o no ser ̶ ¿hay o no hay ligamen entre lo económico y lo social? ̶ surge más por el deseo de obtener dividendos electorales que de entender cuál sería la política económica más apropiada y, ante sus efectos, por demostrar cómo se debería conducir la parte social. Si tan sólo pensamos en lo onerosa que ha resultado para Perú ̶ y sigue siéndolo ̶ la política populista del aprista Alan García, se podría pensar si poner orden en una economía mal encaminada no resulta ser la mejor forma de evitar los graves problemas sociales de inflación y desempleo, generados por una mala política económica.

    El uso de palabrejas de poca claridad analítica debería preocupar a las personas serias. Recientemente se ha empezado a adherir el adjetivo “economicista” a alguna decisión que frene o retraiga los privilegios disfrutados por algún gremio. En la reciente huelga de maestros escuché, más de una vez, a alguno de sus líderes quejarse de que las propuestas gubernamentales para enderezar el desfinanciamiento de su régimen de pensión, eran “economicistas”, pues dejaban de lado lo social, si bien la colectividad como un todo es quien paga su privilegio y lo económico del asunto radica en que un régimen de pensión sano debería pagarse por los usufructuarios y no por todos nosotros.

    Cuando se desea poner algún orden lógico en el gasto público ̶ como aquél que favorece a grupos de privilegio ̶ a la sugerencia se le califica de “economicista” en la creencia de que hay un objeto social independiente del costo de las cosas. Bajo este criterio si, por ejemplo, se diseña un programa de asistencia social que logra igual resultado que algún otro pero a la vez es más barato, se le debe descartar por “economicista” y por no tener criterio social. Lo bueno es que, al emplear la palabreja, nos es útil para mostrar la poca capacidad explicativa que posee.

    Tanto don Walter Coto como don Hugo Alfonso Muñoz deberían ponerse de acuerdo en dos cosas básicas: (a) si es que la política económica tiene un efecto social y, luego de comprobarlo, (b) cuáles serían las políticas económicas alternativas a las practicadas que permitan lograr un mayor bienestar social, lo cual les exigiría que nos expliquen en qué consiste lo “social” y cómo se contrasta con el beneficio de unos pocos, pagados por todos los demás. En este camino se encontrarán menudas sorpresas, pero lo bueno es que se avanzaría más allá de la simple politiquería de siempre.

  8. #118
    1992-05-23-PIRATAS NECESARIOS

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    PIRATAS NECESARIOS


    La Nación, 23 de mayo de 1992.

    ¿Por qué será que para ciertos problemas hay soluciones de sentido común, pero lamentablemente a veces las autoridades gubernamentales no desean meterles el diente? Los enemigos del mercado (y algunos ingenuos) no cesan de endosarle cuantos problemas hay en la humanidad. Así por ejemplo, he oído decir que en Chile hay 5 millones de pobres –y aducen– causados por los programas de ajuste estructural. Pero nunca le dicen al lector cuántos había (como porcentaje de la población total) antes de la puesta en práctica de la reforma y si aquella red social que añoran era sustentable. No tienen cifras, pero sí prejuicios contra todo lo que les suene a mercado, el cual para lo que nos sirve es para obtener la mayor producción posible.

    Pero el libre mercado, en vez del esquema mercantilista social estatista vigente, podría sernos útil para mejorar el servicio de taxis. Hace pocos días le oí decir al Viceministro de Transportes que, en la calle, por una placa (o permiso) para operar un taxi se llegó a pagar 2.5 millones de colones, lo que me hizo recordar aquel jugoso regalo de despedida que un “desprendido de lo que no es propio” presidente consiguió para algunos subalternos: una plaquita para un taxi.

    Tanto el regalazo, como la bicoca de los 2.5 millones, son indicadores de un problema evidente: ante la demanda existente hay escasez de taxis, por tanto, un permiso legal para operarlos “vale” mucho. No es necesario que un Ministerio de Transportes interesado en defender el bien común, nos salga con que no puede entregar más placas, porque antes debe realizar un estudio de mercado, extraña majadería para no actuar bien: el hecho de que haya taxis piratas es más que suficiente para mostrar que el mercado no está satisfecho con el número de taxis legales. Si esto no fuera cierto, entonces, no existirían los taxis piratas.

    Me parece que la conducta del Ministerio de Transportes se debe a algo, va más allá de su incapacidad para hacer un estudio de mercado. Sus funcionarios no son tonticos; saben que quienes tienen el privilegio (placas o concesiones) no votarían por ellos si se las quitan y posiblemente hasta haya algún poderoso de la política dueño de varias de esas plaquitas y, ante la amenaza, todos harán lo indecible para mantener sus rentas de privilegio.

    Lo que el funcionario anhela es dar permiso a todos los taxis posibles (con sólo que los pinten de rojo y exhiban un carné para beneficio del usuario), pero sin perder el apoyo político de quienes hoy viven bien de la restricción de la oferta. Pero, ¡menuda ilusión! Para que el funcionario actúe en esa línea, los consumidores –que siempre son más ̶ deberían amenazar con no votar por el gobierno si no entrega más placas. El problema está en la débil capacidad de organización de los usuarios de taxis, por el poco beneficio que marginalmente recibirían si hubiera competencia, lo que no se compara con la mayor renta que perciben los protegidos por la restricción. Lo que hay que hacer es dar placas de taxi (sin privilegio) a quien lo pida. Lo demás son cálculos y temores electorales.

  9. #119
    1992-05-25-RECOPE CUENTO ESTRATÉGICO

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    RECOPE: CUENTO ESTRATÉGICO


    La Nación, 23 de abril de 1992. Por error del periódico aparece repetido el 25 de mayo de 1992.

    Los políticos de ahora y de siempre nos salen con el cuento de que RECOPE no puede privatizarse, porque su existencia estatal es estratégica para el país. En verdad una afirmación de este calibre no es más un jarabe de pico, usado para justificar el deseo intervencionista que subyace en algunas mentes.

    Costa Rica no tiene petróleo (que se sepa a esta fecha). Su oferta de combustibles es totalmente importada. Si surgiera una situación catastrófica en el suministro mundial de petróleo, lo lógico es que el costo incrementado se traslade al usuario, para que sustituya (ahorre) su consumo por otras fuentes de energía. Es ilógico que, ante una catástrofe como la supuesta, el país consuma combustible igual que antes. Aquí, la conducta no depende de que RECOPE sea privada o estatal.

    Se ha alegado que, si se privatiza RECOPE y llega a ser propiedad de “transnacionales”, quedamos sujetos a una política de precios donde, una vez privatizada la firma, se les aumenta para explotar al consumidor costarricense y, para evitarlo, se hace necesario el monopolio estatal. Tal política de precios sería posible siempre y cuando el Estado permitiera la existencia de RECOPE como monopolio; esto es, si se elimina la posibilidad de que cualquiera pueda poner “su RECOPE”, lo cual crearía fuerzas competitivas que frenen las ambiciones monopólicas de elevar los precios de explotación a las magnitudes pensadas. Entonces, lo que se requiere es permitir la libre entrada al mercado y no crear un monopolio privado, al igual que el estatal vigente.

    Si hay preocupación por la importancia estratégica de RECOPE, sea pública o privada, lo que hay que hacer, ante una posible crisis en el suministro mundial de petróleo, es mantener inventarios como reservas, lo que, si bien tiene un costo al menos durante la crisis y si es que es temporal, permite un suministro “adecuado” de combustibles y, si la crisis fuera permanente, lo obvio sería ajustar de inmediato los precios internos a su valor en el mercado mundial. Así la cacareada importancia estratégica de RECOPE se limita a que nos aseguremos de reservas y no a que el Estado siga siendo su dueño. Una RECOPE privada puede conservar inventarios al igual que lo puede hacer una RECOPE estatal.
    ¿Cuál es la verdad verdadera de lo que nos dicen los políticos? Que RECOPE satisface algunas de sus aspiraciones, como servir de fuente de poder, un lugar en donde colocar a sus “amigos, favorecedores y partidarios desocupados”, además de ser fuente fácil de recursos fiscales, pues la RECOPE actual nunca objeta la imposición de gravámenes que fácil traslada al consumidor, y, de ser privada, habría una mayor oposición a su uso como caja chica estatal.

    ¿Hay alguna otra razón para alegar que RECOPE debe ser estatal? Tal vez nos lo expliquen la alta dirigencia de Liberación, que con su posición refleja un socialismo latente, y un gobierno flojo que fácilmente les accede a conservarles su odioso monopolio.

  10. #120
    1992-05-30-LO ECONÓMICO Y LO SOCIAL

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    LO ECONÓMICO Y LO SOCIAL


    La Nación, 30 de mayo de 1992. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 91-92.

    Con frecuencia uno halla la opinión de que hay una contraposición entre lo que denominan “lo económico” de lo que llaman “social”. Ejemplo reciente es cierta interpretación que se ha hecho de una posición expresada al asumir Lewis Preston la presidencia del Banco Mundial, en donde se ha aseverado que el Banco dará prioridad a las propuestas de ajuste estructural de países que tengan un componente de lucha contra la pobreza y de ello concluyen sus intérpretes que ahora se dará énfasis, no en las políticas económicas, sino en las sociales.

    Este enfoque de los interpretadores llama mi atención, pues asume que las políticas económicas no tienen un impacto social o bien que su efecto “social” es en sí mismo altamente negativo, como si una situación sin políticas económicas no tuviera a su vez un impacto sobre la sociedad. Diferentes políticas económicas tienen distintos efectos sociales (esto es, sobre las personas que integran esa sociedad), como también lo tiene la misma ausencia de políticas.

    Algunos implícitamente están asumiendo que, cuando se aplican políticas económicas que consideran tienen un efecto social nocivo, quien las pone en práctica es un sádico, lo que no me parece consustancial con la naturaleza humana (hasta en la de los políticos), pues si se les ofreciera un cierto resultado con una política económica de menor impacto negativo sobre la sociedad, en contraposición con otra que logra igual producto, pero con menor efecto pernicioso, me parece que sería enfermizo que escogiera esta última opción.

    El Banco Mundial desde hace buen rato viene tratando el problema de la pobreza y precisamente tituló su Informe Sobre el Desarrollo Económico Mundial de 1990 La Pobreza y quienes somos lectores de sus informes sabemos el esfuerzo académico –muchos recientes– de sus economistas para ayudar a nuestras naciones en su lucha contra la miseria. De manera que no es por la gracia o presión de algún buen samaritano que el Banco descubrió tan solo ayer que las políticas económicas tenían efectos sociales.

    Hay personas que inducen a creer, como don Alberto Cañas en la columna del 16 de mayo, que algunos queremos lograr la pobreza; como si el esfuerzo intelectual no haya sido, precisamente, para tratar de encontrar formas de reducir esa desgracia. De lo que se trata es cómo lograrlo de la mejor manera. Algunos consideramos que el mercado de mayores posibilidades (más no la garantía) para que el ser humano logre más bienes y servicios para satisfacer sus necesidades; otros creen que ello se logra con una decidida acción estatal, pero creo que lo que ambos quieren es lograr reducir la miseria. El punto es que lo económico no resulte ser más que un medio para lograr el bienestar del ser humano. Acerca de cómo lograrlo es donde se difiere.

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