1991-03-26-GORDURA E HINCHAZÓN
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GORDURA E HINCHAZÓN
La Nación, 26 de junio de 1991.
Siempre es interesante polemizar con don Samuel Yankelewitz, pues sin duda alguna bien defiende sus intereses particulares, tal como yo lo hago con los míos. Posiblemente los suyos sean el mantenimiento de una excesiva protección, la conservación de las rentas otorgadas por el Estado y asegurarse el privilegio de un subsidio que, bajo muchos puntos de vista, puede ser inconveniente, cual es el caso del CAT. Yo, por mi lado, defiendo mis intereses como consumidor, como deseoso de que haya competencia, en que yo no tenga que pagar, de alguna forma u otra, el subsidio que perciben ciertos gremios y como profesor universitario, para que no se alteren conceptos básicos y fundamentales con el fin de allegarse más masa para su pan, la cual es pagada por toda la colectividad.
Así entendidos, procedo a analizar un par de puntos de su comentario, “No confunda la gordura con la hinchazón”, publicado en este periódico el 21 de marzo de este año. Don Samuel, ante mi crítica de que tomar la simple diferencia entre la protección nominal al producto (un 20%) con la nominal al insumo (un 10%) como la protección nominal real, era a todas luces incorrecta, pues no probaba nada, dice que el suscrito hizo algo semejante en un libro que escribió conjuntamente con don Ricardo Monge, Políticas de Protección e Incentivos a la Manufactura, Agroindustria y Algunos Sectores Agrícolas en Costa Rica, pues expresa don Samuel, en él se reconoce “que en 1986 la protección nominal (promedio) otorgada a productos finales era de 48 por ciento y la de insumos era de 9 por ciento (pág. 228). Esta observación empírica lleva a los investigadores a señalar que ‘la protección nominal neta’ de los bienes industriales es positiva para el mercado doméstico (37 por ciento). Este resultado se obtiene de la misma forma en que la Cámara de Industrias hizo el cálculo en cuestión 46-9-37 (pág. 232).”
De nuevo se comete un grave error, cual es no leer con cuidado lo que está escrito. El primer párrafo mío está correcto, así como el segundo, pero no hay ninguna conexión entre ellos. El primero se refiere a las tasas nominales de protección a bienes finales y a insumos, en tanto que en el segundo sólo se incorpora el efecto que tiene la sobrevaluación del colón en 1986, sobre las tasas nominales de protección. Pero esto último no tiene que ver absolutamente nada con la restita que inventan en su genial artículo original.
En resumen, del aire sacan un concepto que no nos dice absolutamente nada significativo, excepto que sirve para algo que “impacta”, al alegar que representa una medida de la protección; esa actitud es una simple gordura, pues se induce al engaño. Al mismo tiempo, se pretende endilgarme que yo realizo un análisis similar en un trabajo respetable profesionalmente; esta actitud es simple hinchazón, pues suena a la chichota producto de un porrazo recibido.
Por último, dice en el artículo de marras que yo desearía estar presente en el entierro de la industria costarricense (el viejo truco de hacerse el mártir) y que, a mi pesar y sin ayuda, la industria luchará por salir adelante. Estoy totalmente seguro de que, en vez del entierro que profetiza don Samuel, la industria costarricense crecerá en un proceso de apertura de nuestra economía, tal como lo ha mostrado con el fuerte crecimiento tenido en las exportaciones manufactureras del sector en los últimos años. Yo tengo una gran confianza en la capacidad de reacción del empresario nacional ante las señales que constituyen el sistema de precios; es por ello que, sin mi ayuda, sin la de don Samuel y sin la de ambos, la actividad industrial crecerá, con todo y sin subsidios y sin privilegios.
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