1992-08-30-APERTURA UNILATERAL

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APERTURA UNILATERAL


La Nación, 30 de agosto de 1992. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 189-190.

A causa de la política de la Comunidad Económica Europea de fijar cuotas a nuestra exportación de banano, resurgió el argumento de que nuestra apertura comercial no debería basarse en abrir fronteras, en tanto otros restrinjan exportaciones.

Esta creencia puede mostrar un desconocimiento de aspectos básicos del intercambio comercial, más no debe descartarse que provenga del consejo de algunos social-estatistas y sobre lo cual el vocero político no medita adecuadamente.

La pregunta esencial que se debe plantear es si el conjunto de barreras proteccionistas que tiene –o ha tenido– el país provoca un costo mayor para la colectividad que lo que se presenta al abrirse unilateralmente. Un costo que el proteccionismo impone a los nacionales es restringir la gama de bienes y servicios dedicados a la satisfacción de los deseos y necesidades humanas y lo cual es el objetivo primordial de cualquier economía. Es más, esa producción protegida suele tener mayor precio y menor calidad que la opción libremente importada. Con lo cual, el consumidor se beneficia al darse una incorporación unilateral al comercio mundial, pues aumentan sus posibilidades de consumo.

Un segundo costo que el proteccionismo impone a la sociedad es que origina una mala asignación de los recursos productivos escasos que posee. Esto es vital para un país relativamente pobre como el nuestro (es decir, que no posee “abundantes” recursos productivos), pues una mala asignación significa usar recursos caros para producir bienes en los cuales el país no es comparativamente eficiente. En otras palabras, con el proteccionismo se produce menos, en comparación con lo que se podría lograr si hubiera una mayor eficiencia.

Un tercer costo que el proteccionismo nos impone es que promueve el monopolio. Este surge porque, al restringirse el mercado interno por la protección, es más factible que una sola empresa monopolice la producción pues, de haber otras firmas competitivas, cada una tendría una escala de producción muy ineficiente, dado ese tamaño reducido del mercado. El monopolio impone un costo a la sociedad al restringir la producción y así lograr elevar los precios al consumidor nacional.

Ante la opción de cerrarnos con esquemas proteccionistas, en contraste con el proceso gradual de incorporación plena al comercio internacional que hemos venido llevando a cabo, lo conveniente es, además de continuar por ese rumbo, luchar, como lo estamos haciendo en el caso del banano, para que otras naciones también abran sus barreras a nuestra exportación. Con ello nos beneficiaríamos aún más de lo que por sí obtenemos con una conveniente apertura unilateral.