1992-06-30-FALTAN CASI DOS AÑOS

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FALTAN CASI DOS AÑOS


La Nación, 30 de junio de 1992.

Persisten obstáculos que los empresarios nacionales enfrentan en los mercados internacionales, a causa de políticas gubernamentales que de manera artificial elevan sus costos. Una vez ya definida la reducción arancelaria, es indispensable que el Gobierno reduzca o elimine tales distorsiones.

Entre ellas se requiere llevar a la práctica reformas impostergables al aparato estatal, cuya ineficiencia eleva nuestros costos.

Uno de los problemas más infortunados en nuestro proceso de integración al comercio mundial, causa de que, en el istmo, Costa Rica en cierto momento perdiera su liderazgo aperturista fue el impasse de casi dos años entre la desgravación arancelaria de un 40% y la decisión de profundizarlo a un 20%, a pesar de los esfuerzos ingentes que para lograrlo realizó el Ministerio de Comercio Exterior. En mucho se debió a que el desorden fiscal heredado requirió de un esfuerzo ordenador de los nuevos administradores, quienes así no pudieron dedicar mayor tiempo a mejorar nuestra apertura comercial.

Ahora no podemos darnos el lujo de esperar que sea un nuevo gobierno, el cual actuaría hasta dentro de dos años, el que lleve a cabo aquellas reformas impostergables que aseguren a nuestro empresario un grado adecuado de competitividad. Las reformas al Estado y a sus políticas económicas no pueden posponerse por dos años; la reforma aduanera y portuaria no puede postergare por dos años; la revisión de las cargas sobre el factor trabajo –supuestamente abundante en el país y artificialmente encarecido por numerosos tributos– no puede diferirse por dos años; la liberalización en sectores agrícolas claves, como lácteo, azucarero, ciertos granos básicos y otros sujetos a restricciones no arancelarias, no puede diferirse por dos años; reformar leyes bancarias y monetarias anticuadas no puede aletargarse por dos años; eliminar un obsoleto control de precios no puede hacerse arrastrando los pies por dos años más: se podrían enumerar muchas distorsiones que rigen en la economía y que entraban nuestra total incorporación al comercio mundial y con ello impiden disfrutar en mayor grado de los frutos plenos del libre comercio.

Para impulsar estas reformas es fundamental que haya un sector empresarial que tenga muy claro que, más que la inmediatez político-electoral, es indispensable que el país tenga un régimen comercial diáfano, que no le impida competir eficientemente con los empresarios del resto del mundo. No debe guardarse silencio ante la inacción del Gobierno y ante esa oposición de “porque sí” que realizan ciertos sectores de un partido político que se sabe cuál es.

Aún faltan casi dos años de gobierno para aletargarse en la acción, creyendo que ya se debe disfrutar de la miel de un triunfo que aún está lejano y, como toda aventura humana, hasta incierto.