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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #71
    1984-10-24-LA IMPORTANCIA DE LOS PRINCIPIOS

    LA IMPORTANCIA DE LOS PRINCIPIOS

    La Nación, 28 de octubre de 1984.

    Recientemente, por medio de este periódico, el licenciado Germán Serrano Pinto, cuya labor en el Instituto Nacional de Seguros le brindó enorme experiencia en el ramo, nos señaló que era conveniente que el monopolio de los seguros en el país, que actualmente detenta el Estado, fuera disuelto en aras del beneficio para toda la colectividad.
    Hasta aquí todo iba muy bien, me parecía, pues ya era hora de que ciertos gigantes con pies de barro, fueran sometidos a la refrescante brisa de la libertad; sin embargo, ¡qué desilusión!, porque de inmediato don Germán calificó su afirmación anterior, al agregar que la competencia a Instituto Nacional de Seguros sólo debería de provenir de los entes cooperativos, pues en ellos no primaba el espíritu de lucro.

    Esta borrada con el codo de lo escrito por la mano, nos viene en ración doble. Por una parte, el Lic. Serrano presupone, no ya la competencia virtuosa en sí, sino más bien que sea restringida o limitada a ciertos componentes de nuestra economía. Es algo así como aseverar que el Saprissa jugaría contra el Alajuela, siempre y cuando se excluya a Luis Raquel Ledezma. La competencia a medias casi siempre ha servido más para garantizar, en una especie de “sin querer, queriendo”, la vigencia de algún privilegio estatal concedido a una persona o a un ente, puesto que la concurrencia libre es sólo libre a medias. Es decir, no es verdadera competencia sino más bien una distribución de las tajadas de un mercado cautivo.

    Pero más grave es la razón en que se fundamenta don Germán para proponer la posibilidad de vender el servicio de seguros a los ciudadanos por parte de las cooperativas. Esto es porque ellas, nos aseveró, no persiguen fines de lucro, en tanto que otras formas de organización económica, agrego yo, sí tienen dicho objetivo en mente.
    No sólo no parece ser cierta la afirmación de que las cooperativas no persigan fines de lucro ̶ terminología aparte ̶ sino que también no veo que de malo hay en la búsqueda del lucro, tal que impida el acceso a un mercado de seguros a quienes actúan de acuerdo con él. Después de todo, la prosecución de ganancias o el lucro, es un elemento perfectamente aceptable en la conducta económica y la actividad de los seguros es, ni más ni menos, una posible empresa económica más.

    De los señalado por don Germán, no puedo deducir, con tan poco elemento, que abrigue una hostilidad previamente no expresada hacia la búsqueda de utilidades y al espíritu del capitalismo, aunque sí una ligereza en la apreciación de las motivaciones en una economía de mercado. Pero, más que todo, la expresión de don Germán es un sobrecogedor ejemplo de la importancia de tener fundamentos ideológicos consistentes en el quehacer político cotidiano.

  2. #72
    1984-11-12-LOS ENORMES AFECTOS POLÍTICOS

    LOS ENORMES AFECTOS POLÍTICOS


    La Nación, 12 de noviembre de 1984.

    Por supuesto que me ha alegrado enormemente la victoria del Presidente Ronald Reagan en las recientes elecciones de los Estados Unidos. No sólo me encuentro muy cercano a las ideas propuestas por el Sr. Reagan, sino que, también, un artículo escrito hace varios meses en esta página, por el cual solicitaba el apoyo del costarricense para la reelección del Presidente Reagan, me valió mi primer y muy honroso premio por mis trabajos periodísticos. Ni más ni menos, que el imparcial periódico Universidad me otorgó el “Zapallo de Lata”, por el afecto que manifesté por el señor Reagan.

    Creo que las dos razones anteriores para expresar mi satisfacción por la barrida de los republicanos, son una base sólida y firme de aprecio político. No en vano, sino todo lo contrario, he manifestado que el Presidente Reagan ha comprendido, en un amplio grado, la amenaza que para las instituciones costarricenses significan las posiciones ideológicas que mantienen los sandino-comunistas en nuestra vecindad. Es por ello que, espero, por cuatro años más tendremos un Presidente de los Estados Unidos firme en sus convicciones de aprecio del individuo, de la libre empresa, de los ideales democrático-liberales que caracterizan a nuestra nación y, muy especialmente, conocedor de cómo el social-estatismo puede, lentamente, corroer la fibra social de las sociedades libres.

    Semejante afecto político-ideológico manifestó el partido Liberación Nacional, en una página pagada en el periódico La Nación el domingo 4 de noviembre. Allí se señaló, sin ambages, sin rodeos, sin circunloquios, el enorme afecto político que el Partido Liberación Nacional mantiene por el ex canciller alemán Willy Brandt. La defensa que el Partido Liberación Nacional efectúa del mismo Willy Brandt, quien alabó las elecciones “amplias y puras” del sandinismo en Nicaragua, del mismo quien criticó las elecciones en El Salvador, es una muestra clara y concreta del apego que Liberación Nacional tiene por el Presidente de la Internacional Socialista. Me imagino que les mortificó la crítica de don Enrique Benavides o la de don Julio Rodríguez o la de este servidor. Después de todo, a su dios olímpico, a su Júpiter tonante, al supremo sacerdote de la Internacional Socialista, no le llega la veleidad humana, aunque a este mísero humano, don Willy más bien le parece un piricuacófilo al servicio del estatismo, que un estadista “nobelizado”.

    Pero, bueno, así son los apegos y los afectos políticos y entiendo bien el aprecio que Liberación mantiene por el Sr. Brandt, al igual que concibo el cariño que postulan por la Internacional Socialista. Y también comprendo el entrañable apasionamiento que Liberación Nacional ha mantenido, durante muchos años, por sus compañeros y solidarios copartidarios del Partido Demócrata de los Estados Unidos. Siempre Liberación fue amigo de los Demócratas y contrario al partido de los “reaccionarios” y de los “ricos ultra-conservadores” de los Estados Unidos: el Partido Republicano.

    Lo que no entiendo, lo que no acabo de comprender, lo que me confunde, es ver cómo prominentes miembros de ese mismo Partido Liberación Nacional, empezando por los tres notables precandidatos de turno y no olvidando al Presidente Monge, se encuentran ahora sonrientes, orondos, por la victoria del enemigo ideológico de su propio partido Liberación Nacional. Jano tiene muchas caras.

  3. #73
    1984-11-15-DIOS MÍO HAZME DIPUTADO

    DIOS MÍO: ¡HAZME DIPUTADO!


    La Nación, 15 de noviembre de 1984.

    No puede pasar inadvertido el trámite que tiene en la Asamblea Legislativa el actual presupuesto ordinario y primer extraordinario de gastos del Gobierno Central de la República para 1985.

    Lamentablemente, veremos cómo aquello de “pa’eso tenemos la mayoría” se reflejará en nuestra vida cotidiana. Los diputados oficialistas han presentado un presupuesto de gastos que, entre otras cosas, se caracteriza por un elevado volumen, un insuficiente monto ̶ irreal ̶ de lo que se gastará el año entrante y una prosecución de la política de este Gobierno de subsanar la gastadera con más y más impuestos. La disciplina fiscal está perdida y sólo nos queda clamar porque el médico que está tratando de corregir la drogadicción a la inflación que caracteriza a nuestro Estado, el Fondo Monetario Internacional, llegue a tiempo para impedir la pérdida de la “paz social”, que es el cuento de moda para detener cualquier refreno a los apetitos de gasto de este Gobierno.

    A pesar de que el relajo de estos presupuestos del gobierno central, a lo cual debemos sumar lo que el resto del Estado pretende gastar y que se estima ascienda a más de cien mil millones de colones, es la mejor indicación de que nuestros actuales gobernantes, así como aquellos precandidatos del partido oficial, en realidad no dicen verdad cuando afirman que es necesario detener el crecimiento del Estado, pues, más bien, prosiguen en su política social-estatista, no es esta la razón por la cual hago mi petición a Tatica Dios para que me haga diputado.

    Mi sueño dorado de pensionarme antes de que las canas ya cubran toda mi cabeza, antes de que las piernas no flaqueen por mis años transcurridos en duro y arduo trabajo, está a punto de ser una realidad. Aún bastante pichoncito, cualquier ciudadano costarricense que llegue a ser diputado, amén de otros cuantos añitos sacrificados al servicio del pueblo en un puesto estatal, podrá tener el mérito suficiente para que este pobre pueblo le pase su cheque mensual como diputado pensionado.

    Esa oportunidad histórica ̶ e histriónica ̶ se la tenemos que agradecer al diputado liberacionista don Gerardo Mora, actual presidente de la comisión legislativa en la que se cocinó el manjar celestial, pues ahora se creará una nueva clase de mantenidos, jóvenes y rozagantes: el premio de pensionados por la sacrificada labor diputadil. Por favor, Diosito, no me dejes por fuera: cuénteme entre los nuevos elegidos al disfrute de la cornucopia pública, eterna y degradante.

  4. #74
    1984-12-12-FUE HACE UNOS CINCUENTA AÑOS

    FUE HACE UNOS CINCUENTA AÑOS


    (Primero de una serie de artículos sobre el economista John Maynard Keynes)

    La Nación, 12 de diciembre de 1984. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 3-4.

    Fue hace más o menos cincuenta años; específicamente, en 1936, cuando surgió a la luz pública el libro de John Maynard Keynes, La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. A Keynes se le conoce más por esta obra que por otras, y según algunos mejores, publicadas previamente, tales como Un Tratado sobre Reforma Monetaria (1923), Las Consecuencias Económicas de la Paz (1919) y Un Tratado acerca del Dinero (1930).

    La importancia de la obra más destacada de Keynes –La Teoría General ̶ radica en que permitió presentar una explicación congruente del fenómeno que caracterizaba, en ese entonces, a la economía mundial, Esto es, la severa depresión y su consiguiente desempleo, que aquejaba a las economías industriales de Occidente.

    Sin que signifique consumirse en honduras técnicas, se presenta un muy breve repaso del paradigma o modelo o análisis que efectuaban los llamados economistas “clásicos” acerca del sistema económico de mercado. Según ellos, el sistema de precios o de mercado era capaz de lograr, por sí mismo, un nivel de equilibrio en el cual hay simultáneamente pleno empleo de los recursos productivos. Esto es, mantenían que la oferta; o sea, la producción, siempre tendría una demanda tal que en las economías no se presentarían excedentes de esa producción sin vender (o sea, no habrá una acumulación indeseada de inventarios). El pleno empleo siempre se lograba en tanto existiera flexibilidad, tanto al alza como a la baja, de los salarios.

    En forma más sencilla, los clásicos consideraban que si, por ejemplo, había más gente buscando empleo que disponibilidad de estos, entonces, por un movimiento natural los salarios descenderían, lo cual eliminaría el exceso de oferentes en el mercado de trabajo. La situación inversa surgía cuando se presentaba mayor disponibilidad de empleos que personas deseosas de ocuparlos: el consiguiente aumento de salarios provocaba la solución al problema.

    En este paradigma, la persistencia del desempleo puede tan sólo ser atribuible a la existencia de fuerzas que obstaculizan el funcionamiento del mercado, tales como leyes acerca de salarios mínimos u otras políticas de protección sindical.

    La impresionante figura intelectual de Keynes surge en momentos en que, en las denominadas economías de mercado, se presentaba la llamada “Depresión de los Años Treinta” y él ofrece un marco conceptual de análisis que permite explicar el fenómeno observado de una elevada y persistente desocupación.

    En resumen, la propuesta keynesiana explicaba el severo problema de desempleo como debido a la insuficiente demanda sobre la producción de las naciones. Esto es, al contrario del análisis clásico, postuló que el serio problema del desempleo que se observaba, tenía su origen en que no existía un nivel suficiente de ingresos de las familias, tal que permitiera adquirir la producción de la economía. Él señaló que, bajo ciertas condiciones, debido a que los ahorrantes eran personas distintas de los inversionistas y, por tanto, sujetos a influencias diferentes, la demanda total de los consumidores y de los inversionistas era insuficiente para comprar toda la producción de esa economía, dando lugar a la posibilidad de un nivel permanente de desocupación, lo cual era inconcebible bajo el análisis clásico.

  5. #75
    1984-12-19-LOS FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO KEYNESIANO

    LOS FUNDAMENTOS DEL PENSAMIENTO KEYNESIANO


    (Segundo de una serie de artículos sobre el economista John Maynard Keynes)
    La Nación, 19 de diciembre de 1984.

    Si alguien considera que fue fácil que el pensamiento y credo keynesiano fuera abrazado por el Presidente Franklin Delano Roosevelt, pues está equivocado. No sólo el candidato presidencial por el Partido Demócrata atacó las políticas de gasto público excesivo del entonces Presidente republicano Herbert Hoover, allá por 1932, sino que ,también, el ya Presidente Roosevelt, al conocer a Keynes, le dijo a la amiga en común y su Ministra de Trabajo, Frances Perkins, que “había visto a su amigo Keynes. Él me dejó una jerigonza completa de datos. Debe ser un matemático en vez de un economista político”.

    La impresión que a Roosevelt le causó Keynes fue igualmente decepcionante. Le dijo a la misma Perkins que él había “supuesto que el Presidente era más literato, económicamente hablando”.

    Sin embargo, las ideas de Keynes posteriormente ejercieron una enorme influencia en el gabinete del Presidente Roosevelt y se le acreditó con haber logrado con sus recetas “levantar a los países occidentales de la depresión de los años treinta, que había sido provocada por un colapso casi completo de la demanda, tanto en los Estados Unidos, como en Europa”. Las ideas de Keynes estuvieron en boga durante cuarenta años más, hasta que nuevas concepciones han colocado en una esquina a sus fundamentos.
    ¿Cuáles fueron las principales ideas propuestas por Keynes a las economías occidentales para salir de la depresión? La concepción fundamental del Keynes del “Tratado General” es que es factible que una economía llegue a un nivel de equilibrio, pero inferior al de ingreso de pleno empleo. Esto es, que la demanda agregada sea insuficiente para adquirir toda la producción.

    Sin embargo, por medio de la aplicación de política fiscal ̶ específicamente, aumento del gasto público o bien disminución de los impuestos ̶ era viable manipular un aumento de la demanda agregada en la economía, de manera tal que esa demanda fuera compatible con la oferta y, por lo tanto, con la plena ocupación de los factores productivos, especialmente el trabajo.

    Sí, al contrario de lo que postulaban los economistas clásicos, el mercado no conducía automáticamente a un equilibrio del sistema económico con pleno empleo, entonces, era necesaria una participación activa del Estado; específicamente, por medio del gasto apropiado, para que éste fuera consistente con el pleno empleo. Si bien conceptualmente era posible lograr el mismo resultado de incremento de la demanda agregada, por medio de una reducción de los impuestos, con el consiguiente aumento en el ingreso disponible privado y el consecuente aumento en el gasto de los particulares, Keynes no creía en la posibilidad práctica de esta segunda opción, pues, en ese entonces, en los Estados Unidos las tasas sobre el impuesto de la renta eran más bien “bajas”, por lo que su reducción no era muy “viable”. Esto le conducía a la prosecución de una política fiscal expansiva por medio, principalmente, del incremento del gasto público.

    El presupuesto de la administración Roosevelt de 1937 contenía una reducción en el gasto público, lo cual coincidió con una seria recesión, lo que vino a dar una mayor aceptación a la propuesta keynesiana, que aconsejaba la política económica contraria. Fue así como la existencia de un déficit del gobierno (exceso de gasto público sobre la recaudación de impuestos) llegó a ser vista como deseable, lo cual, hasta ese entonces, se consideraba como nocivo para la economía.

    El epítome de la recomendación keynesiana en los Estados Unidos se plasmó en su ley sobre el desempleo, en la cual se santificó la obligación del Estado de proseguir políticas económicas que crearan empleo. Un connotado keynesiano, el profesor Alvin Hansen señaló, en 1955, que “si en la prosecución de la estabilidad de los precios, permitimos y aún promovemos, una cantidad considerable de desocupación, fracasaremos entonces en lograr el crecimiento de que somos capaces.”

  6. #76
    1984-12-24-UNO MAS UNO, NO SUMAN DOS


    UNO MAS UNO, NO SUMAN DOS

    La Nación, 24 de diciembre de 1984.

    Con el viejo dicho político que encabeza este articulo, se refirió el ex presidente Oduber al pacto entre los precandidatos liberacionistas Alberto Fait y Oscar Arias.
    En otras palabras, la expectativa del licenciado Oduber es que, como hay amores que matan, el apoyo que Fait le brindó a Arias más bien puede significar un descenso en el respaldo político de Liberación Nacional a la candidatura de don Oscar.

    Es muy posible que la sagaz observación del ex presidente Oduber tenga algo de cierto. Por una parte, muchos de los elementos que apoyaban la candidatura de Fait forman parte de la denominada “minifalda”, por lo que el apoyo e integración de estos a las filas del arismo crea muchos anticuerpos en ese grupo, pues no debe olvidarse que, en un principio, el señor Arias enfatizó una posición aparentemente definida en contra de todo lo que oliera a sandino-comunismo. El apoyo de las “sandías” a la candidatura de Arias evidentemente ha dado lugar a cierta inclinación de sectores liberacionistas hacia las filas del Candidato Calderón Fournier, quien sí ha definido una actitud concreta en contra de la elevación a rango constitucional de la denominada proclama de la neutralidad, además de oponerse al proceso de Contadora y, muy especialmente, es inmune a la lepra ideológica de la Internacional Socialista, en lo que se refiere a la posición que ésta ha asumido en el conflicto centroamericano.

    También a muchos partidarios del arismo les ha molestado la fusión con el señor Fait, por el hecho de que el precandidato Arias en todo momento ha enfatizado su lucha contra prácticas viciadas en el partido Liberación Nacional, las cuales, hasta hace pocos días, se señaló en esos mismos círculos aristas, estaban presentes, tanto en la fracción castillista, como, y muy importante, en la entonces tendencia de Fait. Súbitamente, al obtener el apoyo de Fait, el precandidato Arias dio un giro de 90 grados y encontró todo tipo de virtudes políticas en su ex contendor. Este viraje no ha sido aceptado por muchos de los partidarios iniciales del arismo, quienes ahora se encuentran sumamente frustrados por el arreglo.
    Igualmente, el mismo concepto de fusión o componenda o arreglo o martingala, a lo cual incluso algunos castillistas se refirieron como práctica “paquista”, olvidando que muchos de los tamales de don Paco Calderón fueron arreglados con el liberacionismo, ha causado cierto estupor en la filas del liberacionismo arista, pues estos seguidores, en muchos casos, estaban con don Oscar Arias, pensando en que él era contrario a esas mismas prácticas. En todo caso, el acuerdo ha tenido la virtud de colocar en el primer lugar del “Hit Parade” de la política, a la vieja canción de la Billos´s Caracas Boys: “Ni se compra, ni se vende”.

    No deja de ser un hecho que, al igual que el arismo, el grupo de don Carlos Manuel Castillo trató de lograr un acuerdo con el ya desaparecido movimiento de Fait (R.I.P., aunque sea tan sólo por un rato). De aquí que, tal como lo apuntó atinadamente una persona amiga, a un irritado compañero castillista: “ustedes están bravos porque Arias se les adelantó: porque les comió el mandado”.

    En conclusión, las aguas están turbias. El barreal es enorme. Las idas y venidas proliferan. Y tardará mucho rato para que todo vuelva a su nivel; para que el agua se aclare de nuevo; para que el barro se asiente. Sin embargo, si se puede concluir una cosa: si por la víspera se saca el día, podemos imaginarnos qué clase de gobierno sería el de don Carlos Manuel Arias Fait.

  7. #77
    1985-01-07-ALGUNOS ERRORES DEL PENSAMIENTO KEYNESIANO

    ALGUNOS ERRORES DEL PENSAMIENTO KEYNESIANO


    (Tercero de una serie de artículos sobre el economista John Maynard Keynes)
    La Nación, 07de enero de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 7-8.

    A la muerte física de John Maynard Keynes en 1946, su pensamiento reinaba en las aulas, la academia y la política. Pocos, considerados los anatemas de entonces, enclaustrados en la Universidad de Chicago y en la persona del Premio Nobel de Economía, Friedrich von Hayek, se atrevían a disputar el pensamiento del economista inglés. Sin embargo, con el paso del tiempo, los desacreditados de esa época recuperaron la reputación intelectual.

    Hayek dijo una vez que “como el único consistente anti-keynesiano de los últimos treinta años, mi reputación se ha recuperado considerablemente. Cuando era muy joven, tan sólo los muy ancianos creían aún en la economía clásica del mercado. Ahora que estoy viejo (tiene 85 años de edad) súbitamente los jóvenes la descubren de nuevo”.

    Toca ahora explicar ¿cuál o cuáles han sido los errores de Keynes y de sus seguidores, que ha provocado ese redescubrimiento de las virtudes del análisis clásico de la economía?

    Una vez se le preguntó al profesor Hayek cuál había sido el error básico de Keynes, Él respondió: “Hemos descubierto que no es posible, con cualquier cantidad sustancial de inflación, mantener el pleno empleo”.

    A partir del trabajo del profesor A. W. Phillips, a finales de la década de los cincuenta, se creyó por los economistas keynesianos y, por supuesto, también por los políticos estatistas, que, por medio de las herramientas de la política fiscal, herencia de la ideas de Keynes, era factible optar entre una inflación baja pero con un desempleo alto y una inflación elevada pero asociada con una desocupación baja.

    La receta era que, si se deseaba tener un desempleo bajo, ello era posible a cambio de una elevada inflación y, si se prefería una baja inflación, sería a costa de un alto desempleo. Los políticos, pensando en que los desocupados muy posiblemente votarían contra el partido gobernante, prefirieron o eligieron el bajo desempleo pero con elevada inflación, como su piedra económica fundamental.

    El problema surgió cuando simultáneamente se presentaron altas tasas de inflación y elevadas tasas de desocupación. El pensamiento de Hayek ̶ que no era posible disminuir la inflación sin provocar desempleo ̶ se presentó con dolorosa evidencia. Nos recordó Hayek que “… en el largo plazo, tal inflación hace inevitable mucho más desempleo que aquel que originalmente se diseñó prever”.

    La más contundente demostración del fracaso de las ideas de los keynesianos, quienes políticamente se caracterizaron por abogar por un crecimiento del Estado, de los impuestos y de una multifacética e intrincada variedad de intervencionismos estatales, surge de la cándida opinión del social-demócrata o laborista inglés, el ex Primer Ministro James Callaghan, quien dijo lo siguiente: “Creíamos que se podía pagar la salida de una depresión e incrementar el empleo, reduciendo los impuestos y aumentando el gasto público. Les digo con todo el candor que esa opción ya no existe y que, si existió alguna vez, sólo trabajó inyectando una dosis mayor de inflación en la economía, seguida por un nivel más alto de desempleo. Esa es la historia de los últimos veinte años”.

    Un artículo de Thomas M. Humphrey titulado “Keynes acerca de la Inflación”, sostiene la tesis de que el profesor de Cambridge se opuso fuerte y continuamente a la inflación y que, aún después de publicada La Teoría General, la cual contiene los gérmenes del espíritu inflacionista de los últimos cincuenta años, Keynes escribió en el Times de Londres, en 1937, que la elevada tasa de desempleo de ese entonces, la cual era un 12.5 por ciento de la fuerza de trabajo, aún con lo alta que era, le hacía creer que “estamos llegando o hemos llegado al punto donde no hay mucha ventaja en un estimulo ulterior…” a la economía.

    No en vano, dado lo anterior, el profesor Hayek nos señaló que, si Keynes aún viviera, “… sería uno de los luchadores determinados contra la inflación”.

  8. #78
    1985-01-18-EXPECTATIVAS RACIONALES Y PENSAMIENTO KEYNESIANO

    EXPECTATIVAS RACIONALES Y PENSAMIENTO KEYNESIANO

    (Cuarto de una serie de artículos sobre el economista John Maynard Keynes)
    La Nación, 18 de enero de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 9-11.

    Debido al sesgo inflacionario que las políticas keynesianas de pleno empleo a toda costa dieron lugar, se creó una excesiva tendencia a la virtud del gasto, en contraste con el estímulo a la frugalidad y al ahorro. La filosofía keynesiana, basada en que la insuficiencia del gasto impide el logro del pleno empleo, tiene su contraparte en que, si se quiere el logro del pleno empleo, se hace necesario estimular el gasto o, lo que es lo mismo, desanimar el ahorro. Pero el efecto que ello ocasiona sobre los bajos niveles de ahorro, se ha traducido en una escasa formación de capital y, por ende, en poca inversión privada de las empresas. Los trabajos de Martin Feldstein, ex consejero económico del Presidente Ronald Reagan, han mostrado, por ejemplo y para los Estados Unidos, el efecto negativo sobre el ahorro privado de los sistemas de seguridad social, que ha ocasionado que las existencias de capital del país sean menores que las que surgirían si tales esquemas no existieran.

    Las ideas de Keynes acerca de cómo era factible mover una economía de una situación de equilibrio, pero a menos de los ingresos consistentes con el pleno empleo, hacia una que gozara de la plena ocupación de los factores productivos, dieron lugar a una serie de posibilidades de “ajuste refinado” en los cambios necesarios de las diversas variables macroeconómicas, de manera tal que se pudiera lograr las magnitudes económicas deseadas. Era algo así como la posibilidad de ajuste que se da al sonido de una estación de radio, por medio de la manipulación del “dial”. Este afinamiento de las políticas, en calidad y magnitud, para lograr un objetivo deseado, ha sido sumamente criticado en tiempos recientes.

    Así, no sólo es difícil que las autoridades gubernamentales logren conocer la naturaleza de una coyuntura económica (por ejemplo, si hay recesión o inflación o ambas), sino que, también, el grado y la aplicación de la política fiscal toma tiempo (por ejemplo, que los diputados se decidan a actuar), además de que, posiblemente, al causar efecto la política económica escogida, puede que las circunstancias económicas hayan variado, pudiendo requerirse, tal vez, hasta la aplicación de una política económica totalmente contraria. Todo esto conduce a muchos estudiosos de la economía a sugerir que la aplicación de la política económica se fundamente en reglas pre-establecidas, en vez de estar sujeta a la decisión de las autoridades gubernamentales. En todo caso, para estos efectos, ésta es una seria objeción a la aplicación de la política keynesiana de “refinamiento” en el uso y grado de variables económicas.

    Se pueden señalar numerosas críticas a la teoría general de Keynes en lo que se refiere a la validez empírica de sus modelos, tales como, por ejemplo, la inexistencia del fenómeno conocido como “la trampa de liquidez” keynesiana o, también, a la seria limitación predictiva de la función consumo que definió Keynes en su libro clásico. Sin embargo, ello conduce a rumbos teóricos algo complejos para estas exposiciones. A pesar de lo anterior, vale la pena mostrar las más recientes objeciones a los esquemas keynesianos, provenientes de la denominada escuela de las expectativas racionales.
    Tal vez la forma más sencilla para explicar este concepto sea por medio de un ejemplo: si, tal como sucede en estos lares y en estos días, los políticos de turno prometen reducir la inflación y, al mismo tiempo, prosiguen cursos que, más bien, van a acelerarla, tal como lo sería un crecimiento del gasto público financiado por una también incrementada emisión de dinero, la gente va a entender rápidamente qué es lo que está sucediendo: que la inflación irá en aumento. Puesto que con una inflación se penaliza a quien ahorra, esto provocará que el público gaste su dinero más rápidamente, apenas al recibirlo. Tal como dice el profesor Gary Lucas, de la Universidad de Chicago: “La cantidad real de bienes y servicios disponibles no puede ser manipulada efectivamente por interferencias de corto plazo en los mercados. Tales políticas se basan en la premisa de que nosotros, el Gobierno, podemos hacer que la gente trabaje más duro, invierta más o realice algún objetivo deseado. Pero las personas son escépticas, de manera tal que dichas políticas ya no sirven más. El público también ha perdido la confianza en los prospectos de una política estable en el futuro, debido a que a las políticas monetarias han oscilado en todos los lugares”.

    Como consejo lógico, los proponentes del análisis económico basado en la teoría de las expectativas racionales, sugieren que el gobierno adopte políticas firmes y estables en el largo plazo, de manera tal que las personas actúen en función de esas políticas económicas consistentes.

  9. #79
    1985-01-28-EL KEYNESIANISMO EN COSTA RICA

    EL KEYNESIANISMO EN COSTA RICA


    (Quinto y último de una serie de artículos sobre el economista John Maynard Keynes)

    La Nación, 28 de enero de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 12-13.

    Una frase que el profesor Milton Friedman le atribuye a Abraham Lincoln, muestra la esencia del concepto que subyace a la teoría de las expectativas racionales: “Usted puede engañar a toda la gente durante algún tiempo; usted puede engañar a parte de la gente durante todo el tiempo; pero usted no puede engañar a toda la gente durante todo el tiempo”.

    El esquema de la expectativas racionales acaba de tirar por la borda a todo el activismo de la política económica de gasto público basada en Keynes y, al contrario, insiste en la necesidad de que, por ejemplo, el Banco Central anuncie y mantenga una política de crecimiento de la oferta de dinero consistente con el incremento de la producción nacional, pero que se apegue a lo anunciado. Las personas, tarde o temprano, reaccionan a dicha política, lo cual permitirá que la inflación sea vencida con un pequeño riesgo de tener que incurrir en una seria recesión.

    Los economistas profesionales hemos visto en los últimos años el derrumbe del estatismo y del dirigismo a que dio lugar el pensamiento de Keynes y, especialmente, el de algunos de sus discípulos y seguidores.

    El rescate intelectual de las ideas del profesor Friedrich von Hayek, así como el monetarismo de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, en especial, gracias a la labor titánica del profesor Friedman, han permitido que sean ahora el fundamento del moderno análisis macroeconómico.

    Lo lamentable es que, aún hoy día, ciertos políticos y ciertos desactualizados economistas, continúan en su afán por defender el crecimiento del Leviatán en contraposición con la libre acción humana. Sin embargo, en lo que se refiere a Costa Rica, se debe ser optimista, por supuesto, en el campo académico, acerca de una revisión de concepciones económicas obsoletas. Debe recordarse cuando en la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica se empezaron a divulgar ciertas ideas acerca de las virtudes del libre mercado, en contraste con las ideas social-estatistas del “establishment” Keynesiano, que reinaba allí en ese entonces, principalmente por la herencia intelectual del licenciado Rodrigo Facio, quien se había convertido en un promotor de las ideas de Keynes.

    Después de todo, don Rodrigo Facio casi sólo tuvo la oportunidad de estudiar lo que era la moda de entonces, en los más reconocidos claustros académicos del mundo: el pensamiento del preclaro economista de Cambridge.

    Las ideas liberales fueron recibidas con amabilidad en la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica, pero, humanamente, hubo cierta resistencia intelectual al nuevo pensamiento. Sin embargo, hoy día gozan de enorme respecto académico, aún cuando esas nuevas ideas son, mucha veces, utilizadas por ciertos políticos quienes, ahora, suenan muy liberales, aunque más parece que no por convencimiento, sino por oportunismo electoral. Ahora casi todos estos políticos hablan mal del enorme crecimiento del Estado costarricense, el cual se agigantó al amparo de las ideas Keynesianas y que, ellos mismos, impulsaron con todo el rigor. Si bien se puede esperar que esos políticos traduzcan en hechos sus actuales palabras, se debe mantener el escepticismo acerca de las promesas electoreras, que no son producto de una verdadera y educada reflexión, sino más bien de un deseo de proseguir con el engaño estatista, al cual han querido someter al costarricense durante los últimos treinta años.

  10. #80
    1985-02-13-LA UNIDAD DEL SER LIBERAL

    LA UNIDAD DEL SER LIBERAL


    La Nación, 13 de febrero de 1985.

    Don Guido Fernández nos dijo una vez lo siguiente: “Una de las características del filósofo liberal es que él se sienta autorizado, quién sabe por qué prerrogativa especialísima, para contradecirse; para decir una cosa una vez y pocos días después estar en desacuerdo consigo mismo. Es una forma de diversidad y disparidad que se ejemplifica, en primer término, consigo mismo. El liberal ve el mundo en conflicto y en competencia y, por lo tanto, reclama el derecho de entrar en competencia y en conflicto consigo mismo.” Liberalismo: 20 años de ANFE, 1984, p. 76.

    Es evidente que la tolerancia de nosotros, quienes nos consideramos liberales, hacia otros que no lo son, sea el dilema ideológico más interesante que uno enfrenta, en especial cuando ese otro busca la disolución y eliminación del sistema de libertad. Por supuesto, la decisión política del licenciado Guido Fernández de abandonar sus tiendas políticas de casi siempre, para acogerse al abrigo de aquellas que tanto criticó y en las que tanto se le odió por su penetrante liberalismo, en contraste con el social-estatismo, tiene que ser vista con suma tolerancia. Después de todo, y como eternos liberales que somos, debemos peguntarnos ¿y si estamos equivocados y don Guido está en lo correcto?
    Sin embargo, y en especial en ciertos momentos de la vida de las personas y de los pueblos, cuando surgen vientos procelosos que intentan arrastrarnos a los hombres hacia llanuras sin fin u honduras sin límites, esas mismas personas y pueblos buscan que ciertas personas les sirvan cómo un poste, como un árbol, que les facilite el asirse en tiempos tormentosos. Así, muchos pueden haber visto en Guido Fernández un baluarte del pensamiento liberal de buena cepa, de encarnación de nuestros valores y tradiciones y no en los de oportunidad electorera y de diletantismo pseudo-intelectual.

    De aquí que lo que a uno le puede doler es el giro dado por el señor Fernández, de acogerse notoriamente al abrigo del converso en una nueva fe, que otrora cuestionó, con razón y no con pasión. Si el poste, si el árbol, al cual nos asimos es arrastrado por el viento, se nos cuestiona la fe en las verdaderas actitudes y fundamentos del actuar de aquellas columnas erguidas y señeras. Lo obliga a uno a meditar acerca de cosas tan pueriles como si habremos de poder mirar a los ojos, con el cariño y el aprecio de otrora, a quien en el pasado uno le depositó la confianza, hasta otras menos ordinarias como el “¡ Et tu quoque, fili !” del César asesinado.

    En una columna ̶ supongo que “escrita a la carrera” pues aún no salíamos del asombro que nos provocó la decisión política de don Guido ̶ del día jueves 7 de enero de 1985, don Enrique Benavides escribió lo siguiente, al referirse al liberal Guido Fernández: “Pero un liberal más en lo filosófico que en lo económico”. Lo que don Enrique muestra es, en verdad, desconocer que don Guido Fernández es, simplemente, un liberal, y que no existe un liberal en fútbol, pero no en damas o un liberal en sociología, pero no en política. Don Guido Fernández desde la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE), desde La Nación, en lo personal, en innumerables ocasiones, durante treinta años enfatizó siempre que la libertad es una; que no existen “mucha libertades”. Si el liberalismo es aquel “sistema de principios” de que nos hablaba Benjamín Constant, no podría decirse que don Guido Fernández fue liberal en filosofía, pero no en economía o en tauromaquia. Él ha sido consistente creyente en ese sistema de principios.

    Dado lo anterior no creo que don Enrique Benavides justifique la buena o mala ̶ vaya usted a juzgar ̶ decisión política del licenciado Guido Fernández. En lo que a mi atañe: Paris no bien vale una misa; una diputación no requiere de una genuflexión y el que no se nos dé una vicepresidencia, que cambiemos nuestra conciencia.

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