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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #41
    1984-02-13-UN VOTO PARA EL PRESIDENTE REAGAN

    UN VOTO PARA EL PRESIDENTE REAGAN


    La Nación, 13 de febrero de 1984.

    Las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos tienen una trascendencia especial para el futuro político de Costa Rica, para que pueda ermanecer como una nación libre, independiente y democrática.

    Recientemente el Presidente Reagan anunció que se postulaba para su reelección como dirigente político de su nación. Si bien desde hace buen rato se descontaba que Reagan aceptaría la candidatura del Partido Republicano para las próximas elecciones, no fue sino hasta hace pocos días que decidió emprender tal tarea. Aún, en el campo contrario, el Partido Demócrata no ha definido quién ha de enfrentarse al actual mandatario y se encuentra enfrascado en una lucha sumamente violenta, que haría palidecer a las del Partido Liberación Nacional.

    Es muy importante, considerando las alternativas que se han presentado por parte del Partido Demócrata, que el Presidente Reagan sea reelecto como mandatario de su nación. Por ello, discrepo de la opinión del Presidente Monge, quien recientemente, el día primero de este mes, dijo que con o sin Reagan en el poder “no habrá cambio en la política norteamericana hacia el nuestro”.

    La anterior discrepancia se debe a que, si bien el Partido Demócrata de los Estados Unidos ha sido “amigo” tradicional del Partido Liberación Nacional, en contraste con el Partido Republicano de Reagan, que es visto por los liberacionistas (algunos, no todos) como el de los retrógrados conservadores, de los ricos y poderosos, entre otros calificativos, el gobierno de Reagan con sus actos se ha convertido en un verdadero defensor de la seguridad de Costa Rica, lo cual se traduce en la posibilidad de la trascendencia de la vida y manera de ser del costarricense en Centro América.

    Muchos de los candidatos demócratas han manifestado una actitud tibia hacia el régimen embrio-totalitario de Nicaragua, así como antes los grupos guerrilleros de la extrema izquierda en El Salvador. La posibilidad de que un presidente nuevo en los Estados Unidos provenga del grupo político demócrata, en vez de Reagan, lanza una gran duda sobre la seguridad futura del país, ante naciones izquierdistas entonces ya fuertemente enquistadas en Centro América. La posición de equilibrio del Presidente Reagan de fortalecer la democracia en Centro América, con vigencia de los derechos humanos, es la mejor garantía para el país. Esto es, no se cambia de caballo en medio del río.

    Sabiendo que el costarricense promedio tiene aprecio por el Presidente Reagan y que ve como vital su reelección como Presidente de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, conociendo que todos nosotros tenemos amigos en ese país ̶ cuyo color político no siempre es el del Partido Republicano ̶ me permito hacer una sugerencia a todos los connacionales: escribámosles a cada uno de esos amigos acerca de cómo nuestro futuro y el de Costa Rica como nación libre, dependen en gran medida de la permanencia del señor Reagan como presidente de su país, por lo que el voto de ellos en pro de Reagan, será un voto de apoyo a Costa Rica.

  2. #42
    1984-02-18-LA DOCTRINA DE LOS DOCUMENTOS CON RESPALDO REAL

    LA DOCTRINA DE LOS DOCUMENTOS CON RESPALDO REAL


    La Nación, 18 de febrero de 1984. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 56-57.

    La doctrina de los documentos con respaldo real es una de las falacias que más ha durado en la historia del pensamiento económico. La primera vez que se expuso data de más de 250 años, y, a pesar de que el error ha sido evidenciado en innumerables ocasiones, como el ave fénix que se rehusa morir, aparece de nuevo bajo distintos nombres, tales como el principio del reflujo en otros países y, en otros, como en Costa Rica, bajo el lema de “emisión con respaldo” o “dinero para aceitar la economía”.

    Como aún en nuestro medio hay personas que basan su razonamiento a favor de una política monetaria activa, con sustento en la doctrina de los documentos con respaldo real, es necesario explicar en qué consiste. En esencia trata de relacionar la cantidad de dinero en una economía con su producción, por medio de la documentación comercial de corto plazo a que da lugar esa misma producción. Así, se asegura que se va a generar los medios de pago que permitan la adquisición de esa producción y que la cantidad de dinero se ajusta, pasiva y automáticamente, a las necesidades legítimas y propias de la producción y del comercio.

    Como corolario de lo anterior, tal doctrina mantiene que, en tanto los bancos comerciales lleven a cabo préstamos garantizados con documentos comerciales sólidos y de corto plazo (o, como lo propuso John Law hace más de 250 años, ligando documentos al valor de la tierra), la emisión de dinero será exactamente apropiada, en el sentido de que su oferta variará de acuerdo con la producción real, de manera tal que siempre habrá el dinero suficiente para adquirir esa producción a los precios vigentes. Esto significa que la emisión de dinero con sustento en préstamos para financiar las transacciones o producción real, no será causal de inflación.

    Hasta aquí todo suena muy bien; sin embargo, la teoría anterior es errónea, puesto que trata a los precios como datos, en vez de reconocerse que estos varían directamente, según lo haga la oferta de dinero. Ello significa que la demanda de préstamos de los productores y comerciantes no depende tan sólo de la cantidad de transacciones reales de bienes y servicios que llevan a cabo, tal como lo postula la falaz teoría que aquí se analiza, sino que también depende de su valor nominal; esto es, está en función de los niveles de precios a que son llevadas a cabo. Por ejemplo, la demanda de préstamos no depende de la cantidad de, digamos naranjas, sino del valor (precio por cantidad) de éstas. Si aumentan de precio (aumenta el valor), sin que varíe la cantidad, provocará un aumento de la demanda de préstamos, tan sólo para llevar a cabo las mismas transacciones reales (cantidad de naranjas).

    Por supuesto, si los precios empiezan a aumentar, con el fin de financiar un mismo nivel real de transacciones, se requiere de un financiamiento creciente que, bajo el criterio de la errónea doctrina que se analiza, conduce a un aumento de la masa monetaria y, consecuentemente, a un incremento del proceso inflacionario. De paso, este fue el fundamento de la política monetaria proseguida por el Banco Central de Alemania a principios de los años veinte, la cual culminó en una de las hiperinflaciones más astronómicas de la historia moderna.

    El tema tiene cierta relevancia para Costa Rica, pues, aún cuando la doctrina de los documentos con respaldo real forma parte del esqueleto ideológico de la obra de don José Figueres, La Pobreza de las Naciones, este libro ha causado poco impacto en el pensamiento de los economistas costarricenses; sin embargo, con cierta frecuencia se escuchan opiniones embriónicas acerca de que el Banco Central debería de emitir la cantidad de dinero que fuera necesaria, para mantener un tipo de interés bajo. Esto es, ni más ni menos, equivalente a la doctrina de los documentos con respaldo real en cuanto a sus efectos finales; más inflación derivada del error de utilizar una variable no controlada (el diferencial entre la tasa de interés buscada o deseada y aquella del mercado) que sirva como guía para regular la cantidad de dinero existente en una economía.

  3. #43
    1984-02-23-EL NUEVO SECRETARIO DEL PLN

    EL NUEVO SECRETARIO DEL PLN



    La Nación, 23 de febrero de 1984.

    Después de una “reñidísima” disputa interna en el Partido Liberación Nacional, el nuevo ungido resultó ser el Ingeniero Rolando Araya Monge, quien así se perfila como el candidato liberacionista de 1990 para Presidente de la República de Costa Rica.

    Es interesante, después del aburrido despliegue de tarjetas en los principales periódicos del país, en que ciertas municipalidades agradecen al joven ministro su “buena” labor de gasto de los dineros de los pueblos, observar cómo no fue sino hasta en el último momento cuando el delfín decidió deslizarse de su trono ministerial. Si algún favor puedo hacer, es citar un pensamiento del filósofo inglés Edmund Burke, contenido en su libro Reflexiones acerca de la Revolución en Francia, publicado en 1789, la cual reza así: “la adulación corrompe tanto al que la recibe, como al que la da, y la lisonja no es más útil al pueblo que a los reyes”.

    Más debe servir a los interesados en el futuro desarrollo de este país, conocer cómo piensa el nuevo secretario del partido Liberación Nacional, pues, para bien o para mal, desde esa posición, además del trampolín político a que da lugar, ejercerá una influencia importante no sólo sobre los miembros de ese partido político, sino también, se quiera o no, sobre el destino de todos los costarricenses.

    A mediados de los años setenta, el diputado de ese entonces, Rolando Araya Monge, dijo lo siguiente en la Asamblea Legislativa: “No nos presentemos al pueblo de Costa Rica ofreciendo las cosas, para luego venir aquí a hacer otras. Le decimos claramente lo que somos, le ofrecemos la ideología del socialismo democrático como bandera de lucha para resolver los problema de las clases marginadas del país.” Y agregó, después de esa declaración de sinceridad de que lo que él ofrece, lo cumple y haciendo suyas las palabras de la ideología de la juventud de su partido: “Sostenemos que la propiedad debe fundamentarse en elevados valores éticos y no en aquellos que como el lucro envilecen al hombre. Por eso, rechazamos el individualismo y el capitalismo como base de la organización económica y social. Estimamos que no puede existir democracia sin socialismo, ni socialismo sin democracia. Es por eso que aspiramos al socialismo como sistema de organización económica y social.” Y añadió, lo cual yo subrayo, “Entendemos por socialismo aquel sistema donde exista la propiedad colectiva de los medios de producción; la propiedad también colectiva del excedente que resta después de que la sociedad satisfaga sus necesidades de consumo, entre tanto perseguimos un sistema socializado…” suavizándolo con lo siguiente, “en que las principales fuentes y medios de producción estén en manos de la sociedad y en el que dentro de una planificación socialista, la empresa privada colabora en la producción con un punto de vista social. Sostenemos que el socialismo se debe aplicar dentro del sistema de relaciones políticas, en que se expresa la democracia bien entendida y a través de la ley democráticamente establecida”. Hasta aquí lo interesante de lo que Rolando Araya Monge manifiesta y que debe hace pensar a los costarricenses, especialmente a los liberacionistas, quienes se encuentran “entusiasmados” por tanta joya intelectual, como la dicha por Rolando Araya Monge.

  4. #44
    1984-03-13-INFELICES OCURRENCIAS

    INFELICES OCURRENCIAS


    La Nación, 13 de marzo de 1984.

    En un pasado sumamente reciente, un ex columnista de este periódico se refirió a las políticas económicas –o el remedio de éstas– del gobierno anterior, como “felices ocurrencias”. Es muy posible que tan distinguido escritor tuviera razón en darles ese calificativo; sin embargo, como yo creo que es de esperar que, al menos, los funcionarios aprendan de los errores de otros, no se habrían de repetir tales desaguisados.

    Como estos gobernantes enfatizaron que se eliminarían, aunque paulatinamente, los subsidios, me ha llamado mucho la atención la noticia reciente de que las pérdidas del Consejo Nacional de Producción en este año pueden ascender a más de mil millones de colones ( en números, para que se vea bien; ¢1.000.000.000.00), Debe recordarse que estas pérdidas se originan esencialmente en los subsidios a los granos básicos, en lo que a su producción se refiere, y, en algunos pocos casos, al consumidor, quien se supone paga menos de lo que cuesta el producto. Debe tenerse presente que del dicho al hecho, hay mucho trecho, pero, más que todo, que esos mil milloncitos de colones tendrán que ser pagados por todos los costarricenses, aunque nuestros politicazos toquen bombos y platillos acerca del éxito del regreso a la tierra.

    Yo creo que hay de ocurrencias a ocurrencias. Una sumamente infeliz fue la que surgió de la mente del Ministerio de Economía y Comercio, quien señaló públicamente que, para pagar el déficit (ven: había que pagarlo) derivado de los subsidios que el Estado otorga por medio del Consejo Nacional de la Producción, una buena alternativa era gravar con un impuesto las colocaciones de bonos y certificados del gobierno en el público. Creo que, para que lo vayan sabiendo, el impuesto será de un 10%.

    A mí siempre me ha parecido sumamente sorprendente que nuestro sistema tributario permita dejar de pagar por los intereses obtenidos por los fondos que la gente presta al gobierno, en tanto que se grava a otras fuentes de ingresos; pero tengo entendido que esa exención surgía por obra y gracia del propio Estado, el cual así obtenía recursos de los ciudadanos, quienes de otra manera, a menos que se aumentaran los intereses, no canalizarían los fondos para la gastadera oficial.

    Al menos, en parte, en eso consiste la infeliz ocurrencia. Para pagar la torta del Consejo se pone el impuesto antes dicho, pero, el Estado, para que la gente le siga prestando, tendrá que aumentar el pago de los intereses. Y así todo queda igual. Mi temor es que, si los genios financieros creen que pueden poner en práctica aquello de “chocolate sin cacao”, lo que se va a provocar es una estampida de horror, de fondos ahora depositados en los Bancos Comerciales o en bonos del Estado hacia el exterior, o bien hacia actividades privadas que le den un rendimiento neto después de impuestos, mucho mayor que el pagado por el Estado.

    En realidad, no sé de dónde surgen tantas infelices ocurrencias; tal vez sea porque ciertas personas bastante inteligentes se han dado cuenta de que el gigante estatal, que tanto ayudaron a crear, teñía pies de barro y, al observar su derrumbe, creen que con Resistol pueden evitarlo.

  5. #45
    1984-03-19-EN TORNO A LA ETERNA REFORMA EDUCATIVA

    EN TORNO A LA ETERNA REFORMA EDUCATIVA

    La Nación, 19 de marzo de 1984.

    Con suma frecuencia se escuchan opiniones sumamente críticas del Estado de nuestra educación; al menos de la primaria y la secundaria.

    En realidad, esas opiniones sólo han venido a reforzar una creencia que había forjado durante mis años de profesor universitario, al darme cuenta del estado catastrófico – intelectualmente hablando– que demostraban ciertos estudiantes, por todos los poros y en todo momento. Nada más permítaseme brindar un ejemplo de la “realidad real”, como aseveraba un profesional, quien también, hace mucho, pasó por nuestras escuelas. Un alumno, hace varios meses, en un examen, escribió lo siguiente: …de vía a ver…, cuando lo que el “pobrecito” –eufemismo que se usa para excusar al ignorante– lo que quería decir era: …debía haber… Sobran las palabras para expresar mi desaliento y preocupación acerca de los frutos de nuestro sistema educativo. Y, antes de alguien me diga, que ese analfabeto, disfrazado de universitario, era la excepción, lamento tener que señalar que, más que excepción, parece la regla.

    Me complació mucho que recientemente se celebró una reunión pública en el cual diversas personas y, en especial, maestros, se dedicaron al análisis del estado de nuestra educación, pues, aunque algún escéptico puede afirmar que no hay que tener mucha fe, la decisión de que permanentemente se mantuviera la vigilancia pública de nuestra educación, constituye un gran avance en lo que a una reforma posible de ella se refiere.

    Como maestro y profesor universitario, deseoso de tener cada vez más y mejores estudiantes, quisiera con toda buena intención formular una propuesta que creo puede contribuir notablemente a mejorar la educación de nuestro pueblo. Tal vez, por ser radicalmente sencilla, más que recibirla con interés, será rechazada en ese marasmo mediocre que consume a nuestra nación, pero, mantengo la esperanza de que al menos algún maestro decida estudiarla.

    En esencia, lo que propongo es que nuestro sistema educativo descanse sobre una base eminentemente popular. Esto es, que las comunidades definan el tipo de educación que desea que los estudiantes reciban. Evidentemente, de lo que aquí se está hablando es que cada una de las escuelas pase a depender, casi en su totalidad, de las comunidades. Así, los padres de familia se organizarían para contratar a los profesores que ellos desean, que se estudie bajo los textos que ellos consideren convenientes; eso es, que toda la organización de nuestra educación sea de la responsabilidad de las comunidades, libres de escoger, en vez de tener que proseguir los dictados de las autoridades estatales en esta materia.

    Los recursos que el país canaliza para la educación pública –y los cuales pagamos todos los costarricenses– se distribuirán según cada escuela y de acuerdo con el número de alumnos. La comunidad se organizaría bajo criterios no remunerados, pues debe ser muy honroso contribuir a la educación de los hijos. E imagínense el enorme ahorro de recursos que tendría el país, pues el presupuesto del Ministerio de Educación, de la parte que actualmente se gasta en maestros y funcionarios que no enseñan pues trabajan como empleados en ese Ministerio, podría dedicarse o darlo a esas comunidades para invertirlos en educación o bien para reducir los impuestos al sufrido costarricense o, al menos, para disminuir el gasto público.

    Mucho podría elaborarse a partir de esta antigua sugerencia, pero si he puesto el dedo en la llaga, que el llamado del maestro para la participación ciudadana en este espinoso asunto me sirva como excusa.

  6. #46
    1984-03-23-EL BARREAL LLEGÓ AL CEREBRO

    EL BARREAL LLEGÓ AL CEREBRO


    La Nación, 23 de marzo de 1984.

    En verdad que hay personas, a las cuales no se les puede culpar en la totalidad, que en muchas ocasiones dan opiniones sobre cosas acerca de las cuales no conocen ni jota.
    Un ejemplo de lo anterior lo constituye la aseveración del diputado liberacionista Rodrigo Mora, quien dijo que se debía gravar los intereses de los depósitos a plazo fijo, porque “este sector que tiene los depósitos de las instituciones financieras, son gentes que han obtenido ganancias de dineros ociosos y es importante en este momento aplicarles un impuesto directo”.

    Normalmente, en los cursos que doy en la Universidad de Costa Rica, suelo pedir a mis alumnos en los exámenes que analicen algunas tonterías que expresan, sobre temas económicos, algunos políticos, quienes creen que todo es gratuito. De esta forma, mis alumnos aprenden dos cosas básicas: en primer lugar, que la Economía es aplicable a hechos cotidianos, ordinarios, corrientes de la vida diaria y, en segundo lugar, que la mejor actitud que pueden asumir ante el político es la del escepticismo sano. Debo agregar que, como un corolario, espero que mis estudiantes se diviertan analizando la estulticia que contienen ciertas afirmaciones. De esta manera se logra algo de humor en este arroz amargo en que estamos sumidos.

    Veamos algunas de las “ideas “del diputado Mora. Afirma que los depositantes son “gentes que han obtenido ganancias de dinero ociosos”. Pues bien, es muy posible que mi alumno del curso más elemental de Economía deba explicar qué es el ahorro; esto es, de la parte del ingreso que recibe la persona aquélla que no es consumida o gastada. Este ahorro normalmente es depositado en instituciones financieras especializadas, las cuales se encargan de retribuir ̶ pagar un interés– por el ahorro de la persona, de manera tal que el interés puede ser visto como un pago por la abstención del consumo. Lo anterior quiere decir, en lenguaje sencillo, que como todo ser humano puede tener las cosas hoy (gastar todo su ingreso hoy: consumirlo) debe existir un estímulo para no hacerlo ahora sino después. Hay que retribuirle para que no prefiera tener “pájaro en mano, que cien volando”.

    Ahora bien, ese banco presta esos recursos a personas que así lo requieran, ya sea para consumir más o bien para invertir esos fondos en actividades reproductivas. Así se logra mucho del ciclo ahorro-inversión que es característico de cualquier sistema económico, en el cual los entes que efectúan el ahorro son formalmente distintos de los que llevan a cabo la inversión.

    En todo caso, lo importante es que el diputado Mora tiene la visión de que el ahorro (traducido en depósitos en las instituciones financieras) es resultado de ganancias de dineros ociosos. Esto no lo entiende nadie: si un productor de café de Palmares obtiene ¢100.000 de su parcela y, sí en producir eso gastó ¢70.000, ese “dinero ocioso” que menciona el diputado Rodrigo Mora es lo que se traduce en ahorro, el cual surge por la diferencia entre ingresos y gastos. Por supuesto, de ocioso no tiene nada; al contrario, es resultado de un esfuerzo, de un riesgo, hasta del azar, y de la abstención de consumir todo el ingreso recibido.

    No sólo se desconoce el papel del ahorro en la colectividad, sino que el diputado Mora, al igual que sus copartidarios de Liberación Nacional, consideran oportuno aplicar un impuesto directo a los depósitos antes mencionados. Entiendo que el partido Liberación Nacional, bajo el sabio liderazgo del nuevo ungido, al igual que el diputado Mora, ya pensaron que, sí se pone ese nuevo impuesto a los intereses de los certificados, lo cual reduce el rendimiento neto del ahorrante, no tendrá el Estado que compensar esta baja. O sea, que si no se retribuye al ahorrante un rendimiento neto semejante, sacará sus ahorros prestados al Estado para dedicarlos a otra cosa o bien para que sirvan como una inversión en el extranjero. No estoy muy seguro de que los “cuadros pensantes” de los “hombres que todo lo tienen para gobernar” hayan logrado la piedra filosofal.

  7. #47
    1984-03-27-LIBERTAD Y TOLERANCIA

    LIBERTAD Y TOLERANCIA


    La Nación, 27 de marzo de 1984. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 227-228.

    Apunta Irving Kristol en su libro Two Cheers for Capitalism (Dos aplausos para el capitalismo), que “el verdadero enemigo del capitalismo liberal hoy día no lo es tanto el socialismo, como lo es el nihilismo”. La interesante tesis del liberal –en el correcto y buen sentido de la palabra– Kristol se basa en que, después de todo, para el liberal capitalista el nihilismo se traduce simplemente en otra nueva oportunidad para hacer negocios.

    Estos comentarios interesantes de Kristol, que le permiten realizar una interesante crítica a la tradición liberal del capitalismo así como a las virtudes burguesas, nos pueden servir más bien para explicar un fenómeno frecuentemente analizado en Costa Rica, en especial con un gran coraje intelectual por pensadores como don Thelmo Vargas, quien recientemente, en esta misma página, señaló que aquí hay empresarios que hacen “antesala en los ministerios y otras oficinas de gobierno para obtener privilegios para sus empresas o para su gremio”, en vez de dedicarse a ser más eficientes empresarios.

    Yo creo que esos “antesalistas”, devoradores de privilegios son consistentes con criterios de maximización de utilidades, aunque si bien en el corto plazo. Esto es, lo que esos “empresarios” hacen es ver cómo, por medio de la sanción estatal que permite ese privilegio, logran una posición de monopolio o cuasi-monopolio en nuestro medio. Por ejemplo, si partimos de que el empresario no es tonto; o sea, que prefiere las ganancias a las pérdidas y si el Estado, después de cierto ritual, le otorga un privilegio por el cual aumenta sus utilidades, al mismo tiempo que se impone un costo que paga el resto de la colectividad, lo racional es que para lograrlo se dedique a hacer antesala en los ministerios y otras oficinas de gobierno. De no hacerlo así, dejarían de tener, o disminuirían, sus utilidades. Es la decisión del Estado de otorgar el privilegio lo que debe enardecer al ciudadano liberal, especialmente por las connotaciones morales de esas concesiones, las que normalmente van en contra de las mayorías pobres y a favor de las minorías menos pobres.

    Si al empresario se le han fijado reglas por las cuales, después de satisfacer ciertos criterios, se les otorga una renta especial, está en su derecho a solicitar ese privilegio que da el Estado. Es por ello que, como enemigo del privilegio al igual que lo es don Thelmo, me opongo a que el Estado los conceda. Por ello creo que lo que en verdad lastima los buenos principios de las virtudes liberales, es ver a esos mismos empresarios, advertidos de que la concesión de los privilegios en que holgazanean, será causa de la destrucción del sistema de libertades, buscan el mantenimiento y la ampliación de esos tratos preferenciales que en definitiva conspiran contra el bien común.

    En síntesis, lo odioso es, por una parte, la existencia del Estado que otorga bienes para unos pocos, en contraposición de males (costos), para las mayorías; en tanto que, por otra parte, los empresarios del privilegio, advertidos de su conducta impropia, continúan pensando que el Estado no es sino una oportunidad adicional de hacer otro negocio espléndido.

    Es por esto último que uno bien sabe por qué ciertas instituciones, verdadera y honestamente dedicadas al mantenimiento y fortalecimiento de la libertad en todos los campos, como lo es, por ejemplo, la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE), no gozan siempre del aprecio de ciertos gremios, si bien estos mismos consideran que dicha institución debe existir, casi vegetar apenas, para que en esta última instancia muestre con inteligencia como los empresarios son el pilar sobre el cual descansa el progreso económico. La existencia de, por ejemplo, la ANFE, según esos “empresarios” de referencia, sirve para que los estudiosos en cierto momento puedan brindarles ayuda intelectual, dado que honestamente reconocen sus limitaciones en ese campo (o, lo que es lo mismo, creen en la división del trabajo).

    Sin embargo, ínclito en sus ideas, don Thelmo debe mantener la esperanza de que, algún día, esos empresarios reconozcan su miopía, puesto que, como se evidencia recientemente en nuestro país, hasta los social-estatistas de antaño flirtean con el mercado y las ideas de libertad asociadas con éste, aunque, conociendo las poses de algunos tal vez convenga mantener un escepticismo vigilante de sus conductas públicas.

  8. #48
    1984-04-07-LA COMUNIDAD Y LA EDUCACIÓN
    LA COMUNIDAD Y LA EDUCACIÓN


    La Nación, 07 de abril de 1984.

    En su excelente libro El Crepúsculo de la Autoridad (Twilight of Authority), el pensador liberal Robert Nisbet, nos dice lo siguiente: “Pienso es enteramente posible en los años venideros, si la soberanía nacional continúa debilitándose, si los tipos más universales de organizaciones económicas y sociales continúan aumentando en la escena mundial, que florezca la comunidad local en todo lado. En ese entonces tendremos la oportunidad de ver qué tan constrictivo, qué tan sofocante, ha sido el Estado nacional moderno en su impacto sobre la diversidad local y regional.”

    No hace mucho en este periódico propuse una idea que se me ocurrió que, tal vez, podría ser de utilidad para tanto “reformador” interesado en nuestro proceso educativo. En esa mediocridad típica naufragó la ocurrencia, pues ni siquiera el maestro, quien tal vez es el interesado más directo, se refirió a ella, para bien o para mal. Esencialmente, la propuesta –embriónicamente sencilla– consistía en eliminar casi en su totalidad el centralismo educativo, representado por el Ministerio de Educación, para que la responsabilidad y la tarea de educar revirtieran a las comunidades.

    Hay tres hechos recientes que refuerzan mi creencia en la capacidad de las comunidades de dirigir la educación, de manera tal que ésta se adapte a las necesidades de los estudiantes y de sus padres. El primero de ellos es la insólita manifestación de niños de cinco y seis años, junto con sus padres, para que las autoridades centrales y centralizadoras tuvieran a bien admitirlos en los cursos educativos de lógica secuencia. Por supuesto, en ese deterioro o decadencia de la autoridad nacional que actualmente estamos viviendo, primó la fuerza de las voces de padres e hijos en protesta callejera y desesperada. Si la educación dependiera de las decisiones de una comunidad local, estoy casi seguro de que ese problema no habría surgido, pues serían los propios padres de familia quienes determinarían las normas de admisión de los estudiantes, bajo reglas previas y definidas.

    Más divertido –pero no para padres y alumnos– fue lo sucedido también recientemente en la escuela Buenaventura Corrales. Padres, alumnos y maestros comprendieron que ciertas puertas cerradas ponían en serio peligro a los niños. El órgano central decidió que las puertas fueran cerradas y, de nuevo, en ese caldo de cultivo de anarquía que esas medidas centralistas provocan, no fue sino hasta que los padres, niños y maestros tomaron la escuela y paralizaron las clases, que los burócratas del Ministerio corrieron a ver de qué se trataba el problema (alegaron inocente desconocimiento del asunto). Por supuesto, si la educación fuera controlada por la comunidad local, esta sangre no hubiera llegado al río.

    Finalmente, el oráculo de los planificadores del centrípeto Ministerio, nos ha dicho que habrá excesos de oferta y de demanda de maestros en diversas escuelas. Si existiera la libre contratación de los educadores por parte de las comunidades, es muy factible –con la información apropiada– que tales situaciones no se presenten, pues ellas son resultado de la política de centralización de la educación.

    Podría seguir analizando muchos casos, pero tal vez el efecto más importante de mi propuesta sea el rescate por parte de las familias de la educación de sus hijos y, de paso, que muchos maestros se dediquen a enseñar y no a calentar escritorios de Ministerios.

  9. #49
    1984-04-13-UN CONSEJO A TIEMPO

    UN CONSEJO A TIEMPO


    La Nación 13 de abril de 1984.

    Con una tozudez que impresiona, el Poder Ejecutivo ha decidido enviar, de nuevo, el proyecto denominado SEL a la Asamblea Legislativa.

    Pero más que esa porfía, sorprende que este Gobierno, que tanto ha dicho estar contra del paternalismo, el estatismo, el dirigismo y, en general, a favor de todo lo que signifique disminuir el papel del Estado en nuestro país, ahora haga válida esa fibra ideológica que siempre ha caracterizado al Partido Liberación Nacional: que el social-estatismo es la única forma en que conciben puede vivir el costarricense. Muchos ingenuos en Costa Rica identificaron al nuevo amanecer mongista con un destierro de las ideas socializantes, aunque lo que se ha observado es un uso sutil de “decir una cosa, para hacer otra”. Es por ello que, actualmente, empieza a permear una creciente desilusión ante los actos de los actuales gobernantes.

    Un ejemplo de esta lenta, pero segura, inserción del socialismo en Costa Rica, lo constituye la creación del SEL, en la cual los social-estatistas gobernantes se aprovechan de la debilidad en los principios –y de las finanzas– de algunas personas y grupos privados, quienes están dispuestos a negociar cualquier cosa que, en el corto plazo, se traduzca en más ganancias o menos pérdidas.

    Casi se puede construir un paradigma de lo sucedido con el proceso político de negociaciones para la creación del SEL. Es muy posible que a dichos sectores se les haya ofrecido que todas, o casi todas, las reformas que proponen se hagan al proyecto original del SEL, serán incorporadas en la ley de su creación definitiva. Posiblemente la mayoría parlamentaria respetará el acuerdo, aún cuando nunca hay plena seguridad de que así sea, conociendo las dotes de volubilidad de algunos de esos caracteres. Sin embargo, aquí no está el meollo del asunto.

    La importancia vital de la creación del SEL para algunos políticos de turno radica en que éste constituye una base sumamente poderosa para el ejercicio del poder político. Un ejemplo de lo que va a suceder con el SEL, nos lo da lo que actualmente está pasando con las Asignaciones Familiares: pregunten ustedes a los diputados de don Oscar Arias si están satisfechos con la forma en que se están distribuyendo las prebendas de las Asignaciones Familiares, con la graciosa inspiración paternalista de otro precandidato –el oficial– de ese partido. Esto es, si bien por el momento la nueva ley del SEL puede incorporar muchos caramelos para endulzar la furia bien intencionada de algunos grupos, nada asegura que después el “monstrito” no sacará las uñas. Y esto se logra con simples reformas de procedimientos o de leyes, si ulteriormente así se deseara.

    Yo espero que los grupos que actualmente han manifestado su oposición a la creación del SEL se mantengan firmes en ésta. Deben pensar, por un momento, en los principios y no en las conveniencias pasajeras, que a la larga resultan ser sumamente onerosas para el hombre libre. Tienen la obligación moral e histórica de mostrar a los gobernantes, que ellos detentan el poder por deseo del pueblo, y que, todo lo contrario, si lo que pretenden es ampliar su poder político personal, ese pueblo perfectamente puede exigirles cuentas.

  10. #50
    1984-04-26-LA LEY DE LA JUNGLA

    LA LEY DE LA JUNGLA


    La Nación, 26 de abril de 1984. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 153-154.

    Recientemente asistí a una mesa redonda organizada por la Cámara de Comercio e Industria de Desamparados, que trató sobre el control de precios.

    Un distinguido abogado participante señaló algo más o menos así: que el sistema de mercado o capitalista conduce a una ley de la jungla, en que el fuerte se come al débil y que, para evitar esa “injusticia”, se hace necesario que el Estado intervenga y participe activamente para eliminar esta situación inconveniente.
    En realidad, lo expresado, o algo semejante, es producto, por una parte, de la incomprensión de lo que es el sistema de mercado o capitalista y, por otra, de un deseo de que la acción estatal corrija el error, cuando en realidad muchas veces, y casi las más, ella más bien produce una serie de situaciones no deseables.

    Con suma claridad nos señala el pensador Friedrich A. Hayek que el mecanismo de mercado se trata de un juego “tanto de certeza como de suerte, y que sirve para obtener de cada participe la máxima contribución a un fondo común del que cada cual obtendrá una parte incierta.” El error del abogado participante en dicha reunión, estuvo, por una parte, en presuponer que el resultado de ese juego que es el mecanismo de mercado, necesariamente se trata de una ley de la jungla, en que el pequeño desaparece devorado por el grande. Sin embargo, no existe, a priori, ninguna razón para que ello sea así y, es más, en innumerables ocasiones es el pequeño el que ahora satisface lo que desea el mercado, el que desplaza a un grande en ese mercado competitivo, quien ya no cumple con los deseos de ese mercado.

    Muy relacionada con la concepción anterior está la idea de que el mercado es anárquico, lo cual conduce a que el Estado debe ordenar tal situación. Pero, una vez más, lo que el intervencionista no comprende es que el sistema de mercado, a través de los precios, conduce a una coordinación asombrosa de las partes participantes en él. Tal como no indica Wilhelm Röpke, “la anarquía política conduce invariablemente al caos. Pero la anarquía en economía, extrañamente, produce un resultado opuesto: un cosmos ordenado”.

    El segundo punto de vista erróneo del abogado antes citado está en creer que la intervención del Estado conduce a la eliminación de lo que él juzga inconveniente en un orden económico. Si presuponemos que lo indeseable es el monopolio o la coacción contra los consumidores, mi impresión es que, generalmente, esto surge cuando el Estado interviene para impedir la competencia, la que daría al traste con las ganancias monopólicas. Esto se da porque el Estado santifica legalmente la creación de privilegios contra el consumidor. Por ejemplo, el proteccionismo brinda ganancias monopólicas a muchos participantes en la economía, quienes no están sujetos a la competencia de supuestamente más eficientes productores internacionales. Otros, ejemplos, de gran importancia en Costa Rica, lo son RECOPE, el Instituto Nacional de Seguros, el ICE, entre otros, cuya existencia pública, que les permite cobrar un precio por su producto mayor que el que surgiría bajo la competencia, está en la propia virtud monopólica del Estado.
    En síntesis, lo expresado por el respetable abogado falla tanto al desconocer qué es un sistema de mercado, como por la ingenuidad desplegada al creer que el mayor distorsionador, el Estado, es una especie de enviado celestial, que está por encima de lo justo y de lo injusto.

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