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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #221
    1989-11-24-ASEGUREMOS NUESTRA DEMOCRACIA

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    ASEGUREMOS NUESTRA DEMOCRACIA


    La Nación, 24 de noviembre de 1989.

    Lo que la democracia permite es, por medios pacíficos, cambiar los gobernantes que, en su momento, poseen el poder político, en esencia por un procedimiento de voto mayoritario. De aquí que resulte muy importante que, de diversas formas, quienes apreciamos ese método facilitemos la situación o conservación de los gobernantes.
    Nuestra realidad política determina la existencia de dos partidos políticos de tamaño similar, únicos con alternativa real de llegar al gobierno por el voto directo de los electores. En un sistema democrático eficiente, es posible que, en cierto momento, un grupo de ciudadanos se coaligue, forme un partido y tenga la opción de convertirse en mayoría; esto es, el fin de un partido político es poder llegar a asumir el gobierno.

    Suponga el lector que, por cualquier razón, nuestros dos principales partidos políticos son copados por la mafia del narcotráfico o, si no se desea pensar en esa posibilidad, llegan a graves extremos de incapacidad en la conducción de la cosa pública. Evidentemente, en nuestro sistema democrático se podría pensar que lo conveniente sería la formación de otro grupo político, que tendría, supuestamente, una opción real de llegar al poder y evitar los dos presuntos males descritos.
    Sin embargo, en Costa Rica, la posibilidad de forjar –continúo con mi ejemplo– un partido político, liberado de la mafia del narcotráfico o de la incapacidad de dar soluciones que resuelvan los problemas que le interesan solucionar al ciudadano, se ve seriamente limitada por una práctica que de hecho constituye un freno a nuestra libre elección política. La deuda política adelantada es un freno de gran importancia a nuestro proceso democrático. Cualquier grupo de ciudadanos que desea formar un partido, antes de ingresar a la lid, compite con dos agrupaciones que de antemano se distribuyen casi mil millones de colones para su beneficio. Hay, en nuestro país, un muy alto costo de ingreso al proceso democrático.

    La reciente querella presentada por la Lic. Estela Quesada ante nuestras Cortes, acerca de la inconstitucionalidad de la deuda política adelantada, debe tener éxito, si es que se desea que nuestra nación prosiga por un cauce verdaderamente democrático y no que éste se restrinja a quienes tienen el ingreso garantizado al proceso político electoral. Para asegurar nuestra democracia se requiere la eliminación de la deuda política adelantada: lo demás son escarceos del momento.

  2. #222
    1989-12-02-PROMESAS DESENFRENADAS

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    PROMESAS DESENFRENADAS


    La Nación, 02 de diciembre de 1989.

    En la obscuridad, todos los gatos parecen pardos. Eso es precisamente lo que está sucediendo con la política nacional: el panorama es tan, pero tan obscuro, que los dos felinos más importantes apenas se traslucen en lo negro y tratan, para diferenciarse entre sí, de ofrecernos a cual más.

    En la vida no existe nada gratuito: no hay un almuerzo gratis, reza el dictum. Y bien haríamos todos con tenerlo presente, en momentos en que se desbocan los ofrecimientos de los principales candidatos presidenciales.

    Me imagino que uno aprendió la lección de la campaña pasada, cuando recibió un golpe por la oferta arista de las 80.000 viviendas y su “pecado” del momento fue “lerdearse” en no prometer 100.000. Ahora, aunque no se hayan sumado las viviendas públicas construidas en esta administración, si un candidato irresponsablemente ofrece 160.000 viviendas (¿para ser construidas por las entidades estatales?, el otro, para no quedarse atrás y después del aprendizaje, promete construir aún más casas.
    Si un candidato, sin decirnos de dónde van a salir los recursos, ofrece un nuevo aguinaldo para entregarlo en febrero, el otro prometerá ese de febrero y uno adicional para el día de la madre. Si un pretendiente propone regalar los bonos de la vivienda, sin medir su efecto sobre el financiamiento de futuros programas, el otro candidato promete hacer un puente, aunque no haya río y, si se insiste, pues también les hace el río.

    Lo que la sensatez exige a estos candidatos, quienes andan ofreciendo el oro y el moro, en tanto que simultáneamente mantienen los actuales programas de gasto estatal, al tiempo que se quejan del enorme déficit en el gasto público, es que nos expliquen de dónde van a obtener los recursos para financiar sus ofrecimientos de campaña.
    Sí se estima cuánto nos van a costar las nuevas promesas, se requerirá reducir las erogaciones estatales, a no ser que se quiera aumentar los impuestos o emitir dinero –léase, provocar inflación– porque prometen no aumentar el endeudamiento y, más bien, reducirlo, a no ser que ya estén pensando como a menudo ocurre, que un hada madrina de la buena entidad financiera internacional, por nuestro bello rostro, nos regalará la plata, aunque después quedemos embejucados en irreversibles programas, cuyo único sustento estuvo en la promesa desbocada de cierto momento: así se engaña al pobre necesitado.

  3. #223
    1989-12-22-MÁS SOBRE LOS CAT

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    MÁS SOBRE LOS CAT


    La Nación, 22 de diciembre de 1989.

    En ocasiones anteriores me he referido al papel apropiado de los Certificados de Abono Tributario (CATs) en nuestra actual economía. Aprovecho el reciente editorial de La Nación del 12 de diciembre sobre el tema, para ampliar algunos conceptos que me parecen no están del todo claros.

    En primer lugar, para bien, se ha ido aceptando el criterio de que el papel de los CATs sea compensar el sesgo antiexportador en la economía, el cual surge tanto por la existencia del proteccionismo, como por una serie de distorsiones derivadas de erróneas políticas públicas.

    En segundo lugar, se hace necesario reformar los actuales CATs como resultado del acuerdo del país con el Banco Mundial, debido al elevado monto que significan dentro de un excesivo gasto gubernamental.
    El editorial, sin embargo, no explica claramente cómo y en cuánto debería reducirse el incentivo del CAT, a la vez que señala que debe permanecer como un subsidio compensatorio, lo cual resulta lógico en tanto se prosiga bajo los lineamientos del SAL II, puesto que éste no elimina el sesgo antiexportador. Lo conveniente es determinar, mediante criterios económicos, cuánto pesan sobre las exportaciones las diversas distorsiones existentes en nuestra economía, puesto que, en tanto ellas no se eliminen, debería de garantizarse un incentivo compensatorio (un “CAT”), tal que nuestros exportadores estén en igualdad de condiciones que sus competidores en el mercado internacional.

    Finalmente, deseo hacer breve referencia a otro tema al que se refiere el editorial de La Nación, cual es su velada sugerencia de provocar una devaluación real, tal que compense la desgravación arancelaria. Precisamente eso es lo que parece constituir la actual política cambiaria en nuestro país. Con las políticas de don Eduardo Lizano no sólo se ha llegado a compensar el diferencial de inflaciones, sino que las exportaciones no tradicionales parecen haberse impulsado, más que por alguna otra razón precisamente porque el tipo de cambio no las ha obstaculizado. Una devaluación mayor, como la que implícitamente sugiere el editorial, podría conducir a un proceso inflacionario, además de que constituiría una fuente de exportación de pobreza, tal como aparece ser el caso actual con la economía mexicana.

  4. #224
    1989-12-28-LIBERACIÓN DEL SOCIALISMO

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    LIBERACIÓN DEL SOCIALISMO


    La Nación, 28 de diciembre de 1989.

    Puede ser que el acontecimiento más importante de la segunda mitad de este siglo, es la desintegración de los regímenes comunistas o socialistas.
    Hemos sido testigos de cómo otrora inexpugnables fortalezas de la ortodoxia marxista o atalayas del dirigismo estatista, han ido evolucionando hacia regímenes políticos más cercanos a las tradiciones liberales, en unos casos, en tanto que, en otros, se han ido alejando de la creencia en la virtud infalible e inmaculada de la mano visible del Estado.
    Recientemente escuché a un periodista decir que le parecía que los regímenes comunistas de Europa, los que se están desmoronando, no era precisamente por un abandono de las ideas de una economía socialista, sino por un acercamiento a regímenes políticos democráticos.

    Me parece que esa creencia representa una satisfacción a la fe de los primeros social-demócratas de los años veinte: veían como posible una sociedad liberal en lo político, pero socialista en lo económico. Esto les facilita acomodar lo sucedido en Europa Oriental, como un proceso hacia regímenes políticamente liberales, pero que no han abandonado las prédicas básicas de la economía socialista, como son la propiedad socializada, la planificación central, entre otras.
    Pero, no sólo gran parte de la liberalización política en Europa Oriental, surge precisamente por el descontento con la pobre “perfomance” de sus economías, las cuales son comparadas con las relativamente exitosas de mercado al otro lado de sus fronteras, sino también porque ya muchas decisiones de tipo económico se están empezando a dar a nivel individual –esto es, privado– en vez del centralismo de otrora, pues se considera que el progreso de sus naciones podrá surgir más por la iniciativa individual que por la decisión de algún burócrata planificador.

    El desmantelamiento del socialismo no sólo se está dando en los regímenes marxistas: vale la pena conocer las políticas económicas de socialistas caseros, como Felipe González, como François Mitterrand, como Carlos Salinas de Gortari, entre muchos otros más, quienes, para bien, han ido dejando al socialismo dirigista, evolucionando hacia economías de mercado y, ¿por qué no decirlo?, al triunfo de los ideales liberales.

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