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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #211
    1989-09-25-PENSIONES JUVENILES

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    PENSIONES JUVENILES


    La Nación, 25 de setiembre de 1989.

    Tras años de fructífera e intensa labor intelectual, se le concedió el Premio Nobel de Economía de 1988 a Maurice Allais. El pensador francés dijo que, con sus casi setenta años, que utilizaría los más de $200.000 para luchar contra la obligación del gobierno francés de pensionarse a los 65 años, pues él era prueba de cómo se es plenamente productivo a edades mayores que ese límite impuesto por el Estado.

    Semanas atrás, en este periódico se reseñó con orgullo que un funcionario de la Universidad de Costa Rica, con menos de 50 años de edad, se acogía a su siempre “merecida” pensión, para laborar como asesor internacional en su campo, con lo que la humanidad continuaría beneficiándose de su conocimiento. Pero impacta más la petición del ex Ministro de Hacienda, don Fernando Naranjo, para pensionarse (aparentemente con más de ¢200.000 mensuales) basado en su ininterrumpida labor académica. Asombra pues don Fernando está bien “jovencillo”, como para privar, con su pensión, de su ampulosa “sapiencia” y “sabiduría” a las futuras generaciones de estudiantes de la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica.

    Es don Fernando uno de quienes con mayor énfasis ha señalado los vicios y problemas de las pensiones que pululan en nuestro país, en que casi todos hacen cargar los privilegios de los pocos que se han retirado sobre las espaldas de la mayoría. ¡Viva la democratización social-estatista!
    Talo vez la decisión del “matutino” retiro de tan joven muchacho se deba que don Fernando conoce requetebién cómo están nuestros regímenes de pensiones y, antes de que el barco haga aguas por todos sus costados, conviene acogerse ahora a la pensión para así agarrar algo, antes de que sean solamente los restos de un naufragio.

    Aunque no les guste el régimen chileno, nuestros conservadores intervencionistas deberían reconocer que allá se han hecho cosas buenas y vale la pena que quienes ahora están decididos a meterle el diente a nuestras pensiones, estudien lo hecho en ese país para salvaguardar los ahorros de las personas, sin que se estafe a las grandes mayoría por la erosión de su capital ahorrado o que se frustren las aspiraciones de los avivatos, de vivir por la gracia del Estado a costas de todos los demás.

  2. #212
    1989-10-09-APRENDER DE OTROS

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    APRENDER DE OTROS


    La Nación, 09 de octubre de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 160-161.

    Llegó a mis manos un libro del cual los costarricenses podríamos derivar algunas lecciones útiles y así evitar cometer los mismos errores garrafales del gobierno de los Estados Unidos, en lo que trata de su política agrícola de los últimos 50 años. Se trata de The High Cost of Farm Welfare, escrito por el especialista en economía agrícola Clifton B. Luttrell.

    Muy diversas y conflictivas son las políticas que aplica el gobierno de los Estados Unidos, con el fin de ayudar a su relativamente más pobre sector agrícola. Entre otras están, control del área de siembra, préstamos de intereses subsidiados, compra, para su reducción, del hato lechero por el gobierno federal, aranceles y cuotas a la importación de productos agrícolas, precios de sustentación, pago directo a los agricultores, programas gubernamentales de alquiler de terrenos, todo lo cual expresa, además de otras cosas, los mecanismos inherentes al crecimiento de los esquemas destinados a mantener a unos a costas de todos los demás.

    En Costa Rica, en campaña electoral, nuestros políticos tratan de sobornar a los agricultores, ofreciéndoles la más diversa gama de programas, para, se dice, ayudar a los “pobrecitos”, sin decirnos la verdad acerca de los efectos que tarde o temprano se presentarán en la economía: aumento del gasto público, aumento en los subsidios, mantenimiento de operaciones ineficientes en el agro, utilización excesiva en recursos productivos en ese sector en detrimento del resto de la economía, disminución del crédito real total, precios más altos para los consumidores, posible emisión monetaria y acrecentamiento del proceso inflacionario. Pero, además, si nos basamos en la experiencia de los Estados Unidos, observaremos una transferencia neta de riqueza desde los más pobres hacia los más ricos de nuestra sociedad.

    En aquella nación, en donde las cosas se estudian con detalle y se habla menos a humo de pajas, lo cual es alimento para el caldo de cultivo en que reina la demagogia, se ha estimado que, en 1985, los programas para reducir la pobreza en el agro cuestan, en términos netos, unos 30.000 millones de dólares. Si el gobierno les enviara directamente a los agricultores pobres (y hasta a los ricos), cheques en efectivo para que puedan salir del nivel que ellos definen como de pobreza, lo podrían hacer con más o menos 4.000 millones de dólares, claro, eso sí a cambio de desmantelar toda la telaraña que es su política agrícola. ¿Cuándo se evaluarán los costos de estos programas en nuestra economía?

  3. #213
    1989-10-17-EXPORTAR A PESAR DE QUE NOS LO QUIERAN IMPEDIR

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    EXPORTAR A PESAR DE QUE NOS LO QUIERAN IMPEDIR


    La Nación, 17 de octubre de 1989.

    En un artículo que publiqué en este periódico el día 21 de julio de 1989, expuse un ejemplo de cómo el país se especializa en la producción de aquel bien en el cual tiene ventaja comparativa y cómo, al proceder bajo esta base al comercio internacional, le permite ampliar sus posibilidades de consumo, lo que jamás obtendría bajo cánones de autosuficiencia.

    En esta oportunidad utilizo el mismo ejemplo para mostrar cómo a nuestro país le conviene participar en el comercio internacional, aún cuando la otra nación, al cual dirige sus exportaciones, decide hacerse proteccionista (estúpidamente, creo) y para ello pone un gravamen a sus importaciones de café desde Costa Rica.

    En el ejemplo simplificado de dos países ̶ Costa Rica y El Otro ̶ y de dos bienes ̶ café y trigo ̶ Costa Rica, si dedica todos sus recursos únicamente a la producción de café, obtiene 10 toneladas de él y, si los aplica sólo a la producción de trigo, el máximo que logra es de 5 toneladas del grano. Por su parte, El Otro puede obtener un máximo de 10 toneladas de trigo y, si los dirige sólo a café, logra un máximo de 15 toneladas. En el ejemplo, la ventaja absoluta en la producción de ambos bienes la posee El Otro, pues obtiene 15 toneladas de café, que es mayor que el máximo de 10 que puede producir Costa Rica y, también, El Otro logra 10 toneladas de trigo, que excede a la posibilidad máxima de su producción en Costa Rica, que es de 5 toneladas.

    Sin embargo, si medimos para cada país lo que le cuenta producir una unidad de cada bien, en términos del otro bien, logramos determinar lo que se conoce como ventaja comparativa, tal como se presenta en el siguiente cuadro:

  4. #214
    1989-10-19-ANTES DE ENTRAR AL GATT

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    ANTES DE ENTRAR AL GATT


    La Nación, 19 de octubre de 1989.

    En apariencia, Costa Rica pronto se incorporará al Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio, mejor conocido por sus siglas en inglés como el GATT. Este convenio cubre a la mayoría de las economías occidentales de mercado, aunque también desean pertenecer a él otras naciones, incluso con sistemas de planificación central o lo que va quedando de ello.
    Sin embargo, aún no se conocen a plenitud las condiciones en que participaríamos en esa entidad Debe recordarse que el deseo de nuestras autoridades de pertenecer se originó en los aranceles compensatorios que puso los Estados Unidos, ante subsidios otorgados a nuestras exportaciones de flores y de cemento. Según cierta información que he obtenido, allá se les gravó con un arancel compensatorio del 17%, que equivale al supuesto subsidio que se da a nuestra exportación.

    Dadas las reglas de juego vigentes para el comercio entre los dos países, Estados Unidos podía imponer dicha tarifa ante la queja de alguno de sus productores domésticos, de que nuestras exportaciones les dañaban sin que efectivamente tuviera que probar que ese era el caso. Si Costa Rica hubiera sido signatario del GATT, el importador quejoso tendría que probar que el problema era real (en eso consiste la llamada prueba del daño). Costa Rica, para poder protegerse ante una simple petición proteccionista en los Estados Unidos, buscó su incorporación al GATT.

    Sin embargo, la participación de nuestro país en el GATT aparentemente sólo busca obtener los derechos que él da, sin asumir ciertas obligaciones como las que se tendrían con la suscripción de los códigos “antidumping”, de subsidios, de compras gubernamentales, de licencias de importaciones, de regulaciones a la aviación civil, de patrones del comercio y de valoración aduanera. En especial, los cinco primeros códigos del GATT imponen a los países signatarios una serie de regulaciones que protegen a los consumidores, del abuso de políticas proteccionistas, muchas veces impuestas por el gobierno contra sus ciudadanos, para proteger de la competencia internacional a ciertos privilegiados en su propio mercado.

    Es indispensable, por lo tanto, saber si es que queremos entrar al GATT sólo para que nuestro exportador disfrute de su amparo en el comercio internacional y no para que nuestro consumidor sea librado de los abusos de ciertos monopolistas domésticos, quienes siempre buscarán las más diversas formas de protección ante la competencia.

  5. #215
    1989-10-24-EL CASCABEL AL CAT

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    EL CASCABEL AL CAT



    La Nación, 24 de octubre de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 209-210.

    Debido al alto sesgo antiexportador en la economía, el Certificado de Abono Tributario debe ser visto como una compensación. Por sesgo antiexportador se entiende al conjunto de políticas comerciales que estimulan la producción para el mercado doméstico, cuando la protección brindada a la producción para éste es superior a la otorgada al vender en los mercados internacionales.

    Si el sesgo antiexportador en la economía es elevado, entonces, el subsidio que se da a las exportaciones (que se suele aplicar sólo a las no tradicionales) compensa en algo las distorsiones que estimulan esa producción para el mercado interno.
    Pero, el CAT tiene serias limitaciones. En primer lugar, es claramente un subsidio contrario a las reglas de juego del comercio internacional, que hace que nuestras exportaciones, puedan ser objeto de aranceles compensatorios en otras naciones. Cuando el gobierno de los Estados Unidos gravó nuestras exportaciones de flores y cemento con un arancel compensatorio del 17%, se sustentó, entre otras razones, en que les dábamos un subsidio.

    En segundo lugar, el gran crecimiento de las exportaciones no tradicionales que reciben el CAT se ha convertido en un serio problema para las finanzas públicas. Estimaciones preliminares fijan un monto de ¢6.000 millones en CATs en 1990. Ante el grave déficit actual del gobierno central, el enorme gasto en CATs posiblemente está en la mira de quienes deben evitar que se desmorone el relativo equilibrio de los últimos años.
    En tercer lugar, tal como está actualmente diseñado, el CAT estimula más a las actividades que tienen un valor agregado nacional relativamente menor, pues el 15% se otorga igualmente a quien posea un valor agregado del 35%, que a quien tenga uno del 50%. En este sentido, constituye un estímulo al contenido importado.

    Para que el gobierno no tenga déficits financiados con emisión monetaria que provoca inflación, así como para evitar posibles represalias internacionales, el CAT debe irse disminuyendo, pero sólo si se reduce el sesgo antiexportador y esto se logra si los aranceles se rebajan aún más, si se quita la dispersión en sus tasas y si se eliminan las distorsiones en los bienes no comercializados. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

  6. #216
    1989-10-24-EL CASCABEL AL CAT
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    EL CASCABEL AL CAT


    La Nación, 24 de octubre de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 209-210.

    Debido al alto sesgo antiexportador en la economía, el Certificado de Abono Tributario debe ser visto como una compensación. Por sesgo antiexportador se entiende al conjunto de políticas comerciales que estimulan la producción para el mercado doméstico, cuando la protección brindada a la producción para éste es superior a la otorgada al vender en los mercados internacionales.

    Si el sesgo antiexportador en la economía es elevado, entonces, el subsidio que se da a las exportaciones (que se suele aplicar sólo a las no tradicionales) compensa en algo las distorsiones que estimulan esa producción para el mercado interno.
    Pero, el CAT tiene serias limitaciones. En primer lugar, es claramente un subsidio contrario a las reglas de juego del comercio internacional, que hace que nuestras exportaciones, puedan ser objeto de aranceles compensatorios en otras naciones. Cuando el gobierno de los Estados Unidos gravó nuestras exportaciones de flores y cemento con un arancel compensatorio del 17%, se sustentó, entre otras razones, en que les dábamos un subsidio.

    En segundo lugar, el gran crecimiento de las exportaciones no tradicionales que reciben el CAT se ha convertido en un serio problema para las finanzas públicas. Estimaciones preliminares fijan un monto de ¢6.000 millones en CATs en 1990. Ante el grave déficit actual del gobierno central, el enorme gasto en CATs posiblemente está en la mira de quienes deben evitar que se desmorone el relativo equilibrio de los últimos años.

    En tercer lugar, tal como está actualmente diseñado, el CAT estimula más a las actividades que tienen un valor agregado nacional relativamente menor, pues el 15% se otorga igualmente a quien posea un valor agregado del 35%, que a quien tenga uno del 50%. En este sentido, constituye un estímulo al contenido importado.

    Para que el gobierno no tenga déficits financiados con emisión monetaria que provoca inflación, así como para evitar posibles represalias internacionales, el CAT debe irse disminuyendo, pero sólo si se reduce el sesgo antiexportador y esto se logra si los aranceles se rebajan aún más, si se quita la dispersión en sus tasas y si se eliminan las distorsiones en los bienes no comercializados. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

  7. #217
    1989-11-03-DEMOCRACIA ECONÓMICA

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    DEMOCRACIA ECONÓMICA


    La Nación, 03 de noviembre de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 227-228.

    Con frecuencia, a veces por falta de imaginación, se acude a calificar vocablos que gozan de aprecio por quienes los leen o los escuchan, para disfrazar los verdaderos nombres que se les debería dar a lo que verdaderamente propone o desea quien los expresa. Así, por ejemplo, es conocida la expresión de Franklin Roosevelt, quien dijo que había que tener libertad del temor o libertad de las necesidades (“freedom from fear” y “freedom from necessities”) los cuales no tienen nada que ver con el concepto de libertad, que trata de aquella condición en la que a todos les es permitido usar su conocimiento para su propósitos, restringidos tan sólo por reglas de justa conducta de aplicación universal. (Friedrich A. Hayek, Law Legislation and Liberty, Vol. I, p. 55).

    En otras ocasiones una palabra que significa algo deseable es usada para dar connotaciones distintas de las que originalmente poseía. Los “liberales” en los Estados Unidos son intervencionistas o estatistas con un espíritu muy alejado del origen del término liberal. La palabra “democracia” caracteriza, según los comunistas en proceso de extinción, a su orden político (así, hablan de la República Democrática Alemana).
    En nuestro medio ya se escucha –por supuesto, ni siquiera con ingenio, pues son simples fotocopias de lo expresado con otros lares– la expresión democracia económica. Con ella lo que sus proponentes quieren definir es una redistribución de los medios de producción en un orden económico cualquiera, presuntamente garantizando una mayor igualdad material en el acceso a la propiedad.

    Es importante tener presente, como lo señaló Confucio, que “cuando las palabras pierden su significado, la gente pierde su libertad”. La expresión democracia de lo que trata es acerca de un método o procedimiento por el cual se determinan las decisiones gubernamentales, lo que permite el cambio pacífico de quienes en cierto momento detentan el poder. Evidentemente este significado de democracia no tiene absolutamente nada que ver con igualdad material, que es lo que en realidad pretenden lograr quienes nos hablan de democracia económica.
    De manera que, cuando escuchemos la expresión democracia económica, ya sabemos que lo que se quiere es disfrazar el verdadero objetivo de sus exponentes, cual es justificar una concepción personal de cómo debería distribuirse la propiedad material en un orden específico, lo cual pone la discusión de la virtud de dicha propuesta en un plano de análisis muy distinto al que se quiso mimetizar.

  8. #218
    1989-11-07-SOBRE EL INGRESO AL GATT

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    SOBRE EL INGRESO AL GATT


    La Nación, 07 de noviembre de 1989.

    El pasado 3 de noviembre, el licenciado Carlos Herrera A., responde a mi artículo “Antes de entrar al GATT” del 19 de octubre. Mi queja principal es que, antes de ingresar al GATT, todos los costarricenses debemos saber a ciencia cierta en qué forma nos estamos metiendo. Siempre he creído que Costa Rica, la cual cerró su economía por el pensamiento social-estatista, debería de abrirse a la competencia internacional, siendo su participación en el GATT un estímulo para mayor librecambio.

    Pero de esa idea a creer que Costa Rica tiene que entrar porque sí al GATT, hay mucha distancia. Las autoridades gubernamentales deben dar a conocer al país cuáles son los términos exactos de su participación en ese organismo. Así, en el artículo de don Carlos se señala la suscripción de los Códigos sobre Licencias de Importación, “Anti-dumping” y de Valoración Aduanera, así como que no lo haremos con los demás, en especial uno muy importante, cual es el de los Subsidios. Vale la pena, por lo tanto, saber por qué unos sí, en tanto que otros no.

    Don Carlos señala que el ingreso al GATT se “ha forjado a través de un extenso y representativo proceso de discusión”, en que ha participado el sector público y “representantes de todos aquellos sectores privados interesados en ello”. No es que me quiero meter en lo ajeno, pero sí en lo que me es pertinente: ¿cuándo se invitó a participar al consumidor en las deliberaciones?, ¿en qué términos se le protegerá de leyes “anti-dumping” que podrían, por medidas arancelarias, entre otras, impedirle beneficiarse del libre comercio?, ¿por qué, por ejemplo ̶ y que viva Nueva Zelandia ̶ se nos prohibiría comprar leche más barata como nos propone ese país, en vez de continuar protegiendo a algunos?

    Finalmente, en La Nación de ese mismo día, el Ministro Burgués señala que “lo más importante… será que el GATT no implicara ningún cambio en el sistema de incentivos a la exportación, incluidos los CATs”. Obviamente, esto explica por qué no se suscribe el Código de Subsidios del GATT. Lo sorprendente del anuncio de Burgués es que o estamos en presencia de un arreglo que va a abrir brecha, pues otros nos seguirán, al incorporarse un país al GATT pudiendo subsidiar directamente sus exportaciones y que podrá enviarlas, por ejemplo, a los Estados Unidos, sin que tenga problemas con ese subsidio, o es que, más bien, se trata de una ilusión. Por este tipo de razones, es que estamos ansiosos de saber ¿en qué términos vamos a ingresar al GATT? Ojalá nos lo digan con toda la claridad.

  9. #219
    1989-11-15-LA APERTURA COREANA

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    LA APERTURA COREANA


    La Nación, 15 de noviembre de 1989.

    Un economista escritor en estas páginas, ha señalado que la intervención gubernamental en Corea del Sur, al contrario de lo preconizado por los liberales de dentro y fuera del gobierno, ha sido indispensable para garantizar el éxito de su modelo de desarrollo y que, lo que deberíamos hacer en nuestro país, es practicar ese tipo de “buena intervención del Estado”.

    Lo que no nos dice el comentarista, es que el éxito de Corea surge porque precisamente abrieron su economía al comercio internacional, al contrario de lo sugerido por los intervencionistas de viejo (y nuevo) cuño; también porque se moderó la decisión estatal de intervenir en la economía precisamente por ese propósito de apertura y porque, en general, no se pretendió sustituir al mecanismo de los precios, como fundamento del sistema de señales que determinaba la asignación de recursos.

    En Corea el gobierno intervino compensando una serie de distorsiones que él mismo introducía, pero de manera que el sistema comercial resultante fuera “neutral”; esto es, que el sistema de incentivos les permitiera competir a los exportadores nacionales con empresas extranjeras, en los mercados internacionales, en igualdad de condiciones en lo que respecta a mercados y políticas sin distorsiones. Por supuesto, la pregunta que uno lógicamente se fórmula es si la alternativa más apropiada no resulta ser liberalizar totalmente la economía, en vez de, por una alambicada regulación, compensar las diversas distorsiones.

    Corea balanceó el grado de protección dada a la producción para el mercado doméstico, con un conjunto de subsidios a las exportaciones, al tiempo que procedía, al iniciar su despegue a principios de los sesentas, a reducir radicalmente su proteccionismo interno. Corea eliminó sus tipos de cambio múltiples, ajustó apropiadamente el precio de la divisa y, en consecuencia, redujo los subsidios a las exportaciones. Posteriormente, en 1967, eliminó cuotas a las importaciones y redujo el promedio y el grado de dispersión de sus aranceles. Fueron estas medidas de corte liberal el fundamento del enorme crecimiento de sus exportaciones a partir de 1960 y no la intervención que desatinadamente sugiere el columnista de referencia, recomendación que es muy posible que surja por un conocimiento sumamente parcial del proceso de apertura de la economía coreana.

  10. #220
    1989-11-17-BIENVENIDO EL SUBSIDIO

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    BIENVENIDO EL SUBSIDIO


    La Nación, 17 de noviembre de 1989.

    El ejemplo que utilicé en mis artículos del 21 de julio y del 17 de octubre, para mostrar cómo a nuestro país le convenía especializarse en lo que tenía ventaja comparativa y hacerse partícipe del comercio internacional, me sirve para analizar el caso de que El Otro decide subsidiar sus exportaciones, para ver si, bajo esta circunstancia, le conviene a Costa Rica cerrar sus fronteras y hacerse autosuficiente, como medio para defenderse de tal “dumping”.
    En el ejemplo si Costa Rica dedica todos sus recursos a producir café, logra 10 toneladas y, si los emplea sólo en producir trigo, el máximo que obtiene es de 5 toneladas. A su vez, El Otro obtiene un máximo de 10 toneladas, al dedicar todos sus factores de producción al trigo y, si sólo van al café, obtiene 15 como máximo. El Otro tiene ventaja absoluta en la producción de ambos bienes, pues logra 15 toneladas de café, que excede al máximo de 10 que produce Costa Rica y 10 toneladas de trigo, lo que supera el máximo de 5 que obtiene Costa Rica.
    Sin embargo, la ventaja comparativa, que resulta de comparar cuánto le va a costar a cada país producir una unidad de cada bien, en comparación con lo que cuesta el otro producto, es la que define el comercio internacional, lo cual se deduce del cuadro siguiente:
    EL COSTO DE PRODUCIR:
    1 tonelada
    de café 1 tonelada
    de trigo
    Costa Rica 0.50 ton. de trigo 2 tons. de café
    El Otro 0.67 tons. de trigo 1.5 tons. de café

    Costa Rica se especializa en lo que tiene ventaja comparativa y produce 10 toneladas de café (aquí, una tonelada de café cuesta ½ tonelada de trigo, en tanto que en El Otro por esta misma tonelada debe darse 0.67 de trigo). Si Costa Rica produce sólo trigo, lograría 5 toneladas, pero las podría importar desde El Otro, a cambio de café. Para obtenerlas tendría que dar a cambio 7.5 toneladas de café (por una regla de tres: en El Otro, 1 tonelada de café se intercambia por 0.67 toneladas de trigo; para obtener las 5 de trigo, se le tendría que entregar 7.5 de café).

    Costa Rica logra 5 toneladas de trigo a cambio de 7.5 de café y le sobran 2.5. Con una política de autosuficiencia, lo más que tendría son 5 toneladas de trigo y cero de café, pues esas son sus posibilidades internas de producción. Al país, el comercio internacional le significó una ganancia de 2.5 toneladas de café, además de obtener las mismas de trigo, que era lo mismo que podía obtener bajo autarquía.

    Es frecuente que se manifieste que al país no le conviene participar en el libre comercio internacional cuando otras naciones otorgan subsidios a sus exportaciones, pues iría en detrimento de los productores nacionales, por lo cual la conveniencia nacional está en la autarquía.
    En el ejemplo desarrollado, se puede analizar esta situación, para evaluar si nuestro país, ante un “dumping” desde e
    l exterior, aún debe participar en el comercio internacional y evitar la autosuficiencia. Para ello, suponga que El Otro da un subsidio del 10% a la exportación de trigo enviada a cambio de nuestro café.
    Si Costa Rica escoge el camino de la autosuficiencia, puede obtener 5 toneladas de trigo y cero de café, según el ejemplo. Pero, si se especializa en lo que tiene ventaja comparativa (café) y lo intercambia por trigo subsidiado, aún podrá disponer de más bienes, como se verá a continuación.

    Al especializarse Costa Rica en lo que tiene ventaja comparativa, produce 10 toneladas de café, mientras que debe importar 5 de trigo, que es lo máximo que podría obtener bajo autosuficiencia. Para eso, Costa Rica debe entregarle a El Otro 6.82 toneladas de café. Antes del subsidio a las exportaciones de trigo, en El Otro se entregaba una tonelada de café por 0.67 de trigo. Actualmente, con el subsidio del 10% a las exportaciones de trigo de El Otro, a cambio de una tonelada de café se pueden obtener 0.73 de trigo (esto es, 0.67 por 1.1). Por medio de una regla de tres, como en El Otro se requiere ahora 1 tonelada de café a cambio de 0.73 de trigo, para obtener las 5 de trigo deben darse tan sólo 6.82 de café. A Costa Rica, ahora, de las 10 toneladas de café que puede producir especializándose, le van a sobrar 3.18 toneladas para su consumo interno.

    Sin el subsidio a las exportaciones de trigo de El Otro, en condiciones de libre comercio a Costa Rica le sobraban 2.5 toneladas de café, además de lograr las 5 toneladas de trigo que podía tener bajo autosuficiencia. Ahora, con el subsidio del 10% al trigo extranjero, a Costa Rica le sobra aún más: 3.18 toneladas de café.
    En síntesis, a Costa Rica le saldría muy caro dedicarse a la autosuficiencia a causa de un subsidio al trigo extranjero. Lo que conviene es especializarnos en lo que se tiene ventaja comparativa y disfrutar del subsidio del exterior, pues nos permite tener más bienes que los que podríamos tener, tanto en comparación con el libre comercio, pero aún más que bajo autosuficiencia. El caso de “dumping” a que me refiero no es uno en el cual, como parte de una política extranjera de depredación, se subsidia al producto externo, pero una vez eliminada la posible competencia, se vuelven a subir los precios. Este caso tan especial podría requerir de aranceles compensatorios en el país importador.

    COROLARIO: autosuficiencia es sinónimo de empobrecimiento; aquélla es buscada por grupos monopólicos tratando de apropiarse del bienestar del consumidor. Esos grupos, usualmente pequeños, que obtienen enormes ganancias derivadas de la protección arancelaria, contrastan con el amplio grupo consumidor, el cual probablemente casi no notará el aumento en el precio debido al proteccionismo. Esto hace que los buscadores del privilegio se organicen, en tanto que los consumidores miran con algún desinterés a la protección arancelaria otorgada por el Estado. Los políticos, ansiosos de satisfacer los grupos activos de presión, les ofrecerán y concederán el proteccionismo que les solicitan, pues se dan cuenta que los consumidores, cada uno individualmente, pagan apenas un ”poquito” de los enormes costos impuestos a la sociedad como un todo, para beneficio de unos pocos protegidos.

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