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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #181
    1988-09-13-EL DIPUTADO POPULAR

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    EL DIPUTADO POPULAR


    La Nación, 13 de setiembre de 1988.

    En la época de Franco, en España, el peregrinaje obligado de sus correligionarios era el Valle de los Caídos; los musulmanes se supone que alguna vez en su vida habrán de dirigirse como romeros a La Meca; la tumba de Lenin es una visita sine quae non de toda la nomenklatura comunista en la nueva Rusia marxista. En este asuntito de tener algún sitio de peregrinación, los costarricenses nos estamos quedando atrasados: no disponemos aún de algún lugar de visita obligada ̶ de imperativo moral que se debe cumplir alguna vez en nuestra vida ̶ en el cual expresar nuestra fe, nuestra convicción, nuestro partidismo o nuestra expiación por todos los pecados incurridos en esta tierra de mortales.
    Propongo seria y formalmente que se declare Monumento Nacional al parqueo de los diputados que honran a nuestra actual Asamblea Legislativa (y también a muchas anteriores). Allí, en las instalaciones del antiguo Colegio de Sión, los costarricenses podremos digerir hasta la saciedad cómo es que se logra un buen resultado del uso de todos los recursos políticos, encarnados en el anhelo de todo maicero y citadino nacional aspirante de llegar a la nueva legislatura, ante la promesa de oficio del hábil político de siempre: la diputación es un camino para obtener un vehículo de lujo, al cual el resto de los mortales conciudadanos habrá de mirar con envidia, semejante al refocileo codicioso de la turba ante los nuevos dioses del Olimpo.

    La opulencia abunda en nuestro Monumento, por supuesto que no la relativamente comedida, sino la verdaderamente ostentosa, la faraónica; no se trata del lujo de los Toyotiyas o el de los Fiats o de los 120 Yes, sino que, al contrario, se podrá admirar el boato de los Volvos, que casi no caben en el campito que algún planificador del estacionamiento diseñó o bien el visitante atento podrá extasiarse al contemplar la abolladura provocada por una herética maceta caída sobre el Mercedes Benz de cierto diputado; pero si busca el éxtasis de la perfección, el tico de pies en tierra podrá, embobado, cuya saliva se cae por comisuras de labios mortecinos de envidia y admiración, lograrla con sólo ojear la admirable colección de BMWs, Alfa Romeos, Range Rovers, entre otros, expuesta por nuestros humildes representantes.
    Para estar a la moda de los grandes sitios de exposición y de exhibición, si se aprieta un botoncito en el Monumento se podrá escuchar la voz de algún padre de la patria, quien dirá, con la típica “r” resbalada de los connacionales, y agregándole, como debe serlo, el “tico” de los diminutivos, cómo él, antes de dirigirse a la visita de rigor a las “bases populares” y a las barridas donde debe hablar de ”justicia social” y a los tugurios en que hará mención de su vocación por la “democratización de la economía” y su “compromiso innegable con las grandes mayorías”, pide que algún empleado le limpie su Volvo o su Mercedes de treinta millones de colones, el que nos recuerda una limosina de Al Capone, por lo obscura, pero más que todo por lo lúgubre y tenebrosa.

    Finalmente, dentro del “tour” programado en el Monumento del Parqueo de los Diputados, se podrá ver a un yipsillo deteriorado, de color blanquecino, no por la envidia, sino por una caduca probidad (sin duda heredada de otro viejo yip Toyota de don Guillermo Malavassi o del vehículo de don Álvaro Torres Vincenzi, quienes resistieron incólumes los arrebatos seductores de la concesión graciosa en otras legislaturas). Ese yipsillo viejo es del diputado don José Miguel Corrales. Quien lo observe con desprecio, aunque sea de reojo, deberá tener presente que se trata de un simple punto de comparación entre la sencillez y la fastuosidad; entre la humildad y el derroche; entre la simplicidad y la pompa; entre el recato y la ostentación; entre la virtud y la vanagloria, la fanfarria, el alarde, la petulancia.

    Si algún joven, movido por la aparatosidad diputadil que contrasta evidente con la del yipsillo blancuzco, pretende dar solución al “problema” de la movilidad del padre de la patria, puede pensar en una sencillita, que le impedirá al legislador quejarse de que si no tiene ese privilegio vehicular ̶ horror de los horrores ̶ quedaría en inferioridad ante los otros miembros de eso que llaman los Supremos Poderes. La solución radica en mirar la propia escena del diputado como representante popular: al diputado popular, al representante popular, que se le dé un vehículo popular al igual que como ellos lo limitan en la vida de los restantes costarricenses.

  2. #182
    1988-09-29-LOS PRECANDIDATOS Y EL AJUSTE ESTRUCTURAL

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    LOS PRECANDIDATOS Y EL AJUSTE ESTRUCTURAL


    La Nación, 29 de setiembre de 1988.

    Recientemente la Cámara de Industrias de Costa Rica tuvo la buena iniciativa de invitar a los precandidatos a la Presidencia de la República, para que se les expusieran sus ideas acerca del tema del ajuste estructural que se requiere llevar a cabo en la economía costarricense.

    Uno tras otro expuso sobre el tema y, con la excepción de uno de ellos, poco trascendente por cierto, todos se manifestaron de acuerdo con que era vital que nuestra economía se abocara de inmediato a un proceso de cambio de su estructura productiva. Como soy de los que creo que no es con palabras, con gestos o con muecas, como se resuelven los graves problemas que gravitan sobre nuestra economía, considero indispensable que, en nuestro medio, y especialmente para quienes dicen profesar su vocación en favor del ajuste estructural, se vaya comprendiendo en toda su magnitud lo que tal redefinición de nuestra producción conlleva.

    Y, como también me gusta decir las cosas bien claras, aunque algunos les molesta mi independencia de pensamiento, ese día don Miguel Ángel Rodríguez, en especial, así como don Carlos Manuel Castillo, sí expusieron su criterio en concordancia con lo que efectivamente se requiere hacer, según el convenio de ajuste estructural acordado entre nuestro gobierno y el Banco Mundial. Los otros dos participantes, don Rolando Araya y don Rafael Ángel Calderón, soslayaron el asunto, con una especie de “estoy de acuerdo con el ajuste estructural” para salir del paso, sin definir con exactitud en qué es en lo que realmente están de acuerdo.

    El fondo del asunto es que el programa de cambio estructural –mejor conocido como SAL II– el cual conjuntamente el Gobierno de Costa Rica y el Banco Mundial intentan llevar a cabo, contiene posiciones básicas de tipo económico, sobre algunos de los cuales los dos precandidatos en mención no están de acuerdo, lo cual lanza fuertes dudas de que su aceptación del ajuste estructural sea verdaderamente cierta.
    Por ejemplo, uno de los problemas más graves que enfrenta el Banco Central –y por ende, el país– para controlar adecuadamente la emisión del dinero es la obligación legal que tiene de financiar los déficit en que incurre el Consejo Nacional de Producción, por su política de precios y subsidios. Como parte de esos acuerdos para el cambio estructural de nuestra economía, se requiere que tales déficit sean cubiertos por el presupuesto nacional y no por la vía de la emisión de dinero. Así los costarricenses podremos saber a ciencia cierta cuánto es lo que realmente nos cuestan esos programas de subsidios que practica el CNP. Sin embargo, la indefinición en un caso y la oposición en el otro, han sido las posturas características de estos dos precandidatos, los cuales con ello minan el proceso de ajuste estructural de nuestra economía.
    Otro ejemplo de desconocimiento y de no querer hablarle claramente a los costarricenses, es la posición que han asumido, tanto Araya como Calderón, frente a la necesidad de lograr o no la autosuficiencia en la producción nacional: ambos han señalado que a esa meta debe llegarse; lo cual además de sonar muy bonito, se supone que les acarrea votos. Por ejemplo, buscarla en la producción de trigo significa que el precio del pan se tenga que elevar a magnitudes estratosféricas con el fin de pagar los costos altos de nuestros productores. La autosuficiencia per se es onerosa: ella empobrece a las naciones y mantener dicha tesis resulta totalmente contraria a cualquier postulado de cambio estructural, que algún país, ansioso como el nuestro por mejorar sus condiciones de vida, ha decidido proseguir.

    Se pueden dar más ejemplos de esquineos por parte de estos dos precandidatos –Araya y Calderón– sobre el tema del ajuste estructural de nuestra economía: recuérdese la posición del segundo sobre el control de precios y de ambos sobre el grado de reducción de proteccionismo. Pero lo que interesa es enfatizar que cuando se afirma que se está a favor del cambio estructural, lo primero que se debe hacer es definir qué es lo que ese precandidato entiende por ajuste estructural, para que quienes les escuchamos sepamos a qué atenernos cuando ellos nos aseveran que están a favor de dicho cambio.

    Como creo que el público en general, y muy en especial los precandidatos Araya y Calderón, deberán conocer qué es lo que está en juego bajo el concepto de ajuste estructural, una buena fuente de conocimiento lo es la lectura de cuatro artículos: uno de ellos se titula “Cambio Estructural, Secuencia y Magnitud”, conferencia pronunciada ante el grupo COUNSEL, en agosto de 1985; el segundo se llama “Cambio Estructural: Reforma Fiscal”, escrito en la Revista Ciencias Económicas en marzo de 1982; un tercero se titula “El Sector Industrial ante el Cambio Estructural”, conferencia presentada en la Cámara de Industrias en agosto de 1987 y, finalmente, “ El Cambio Estructural y los Procesos de Privatización”, exposición dada ante el Frente de Empresarios Social Cristianos en noviembre de 1987.

    Estos cuatro artículos son del Dr. Miguel Ángel Rodríguez y están recopilados en su último libro De las Ideas a la Acción, publicado hace pocos días, en el cual expresa de forma clara y convincente la importancia y ramificaciones que para nuestro bienestar tiene el ajuste estructural; estas son opiniones que los otros precandidatos deberían formular con conocimiento si lo consideran meritorio, para así hacer saber su verdadera opinión sobre el tema a sus conciudadanos, quienes cada día nos damos cuenta de la gran importancia que tiene que nuestros aspirantes a gobernantes nos digan las verdades y nos expresen sus ideas, puesto que simples gesticulaciones ya no nos satisfacen…

  3. #183
    1988-11-01-NECESITAMOS SABER

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    NECESITAMOS SABER


    La Nación, 01 de noviembre de 1988.

    La mejor presentación al tema puede serlo una aseveración de David Hume contenida en sus Ensayos Políticos: “Y a medida que ha ido aumentando la experiencia de la humanidad se ha descubierto que el pueblo no está constituido por monstruos tan peligrosos como se ha dicho, y que, por todos conceptos, es mejor guiarlo como una criatura racionar, que dirigirlo o empujarlo como una bestia”. (David Hume, Ensayos Políticos, San José, Costa Rica: Universidad Autónoma de Centro América, 1986, p. 27).
    A mí me parece que es muy importante, que todos los costarricenses tengamos una oportunidad de conocer cómo es que piensan los diferentes candidatos a la Presidencia de la República, acerca de diversos temas de interés nacional y personal. Los medios modernos de información nos permiten, con relativa facilidad, valorar si lo que nos ofrecen quienes solicitan nuestros votos es, realmente, palabrería vacía o ideas, cuya puesta en práctica puede permitir satisfacer mejor nuestras necesidades de una vida en gregario.
    Un elector informado es crucial en la forja de una Costa Rica democrática. Se ha aseverado, muchas veces, que los costarricenses hemos dejado de lado la masificación de nuestro voto, para convertirnos en buenos discriminadores en cuanto a nuestras decisiones acerca de a quién otorgarle el mandato político. Esto es, que no somos hombres-masa sino hombres-individuos. O, para tomar una expresión recientemente expuesta por Mario Vargas Llosa en su visita a Costa rica, nos consideramos individuos soberanos en contraste con rebaños.

    Con base en esta concepción de quiénes o cómo somos los costarricenses electores, se hace vital que en nuestro medio los políticos avancen más allá de un simple “esto hay que terminarlo” ̶ ultimar algo supuestamente dañino ̶ para decirnos cómo es que piensan, en un debate, en un encuentro ante nosotros, lograr acabar inteligentemente con tanta infamia, tanto dolor, tanta angustia y postración.

    Para lograr esta comunicación esencial, umbilical, con el elector costarricense, los pretendientes a gobernantes tienen una buena oportunidad, si es que creen, como Hume, que el pueblo no es un monstruo peligroso, sino, por el contrario, un conjunto de personas pensantes y que, por lo tanto, necesitan saber qué es lo que esos precandidatos poseen en sus intelectos, para hacernos saber así que es lo que esos políticos realmente piensan. No pueden pretender que la masificación convencional de la “adherencia” o de las “bases” sustituya al libre e inteligente discurrir de ideas, de lo cual, a veces, nos vemos muy ayunos.

    En vez de palabrería vacía, de frases huecas, de poses caracterizadas por falsos rictus de angustia, los precandidatos deben empeñarse en comunicarle a los costarricenses cuáles son las soluciones que efectivamente tienen para resolver los problemas que nos quejan; por supuesto, que sean soluciones racionales e inteligentes, no aquellas que sólo sirven de manjar a quienes consideran sus vasallos domesticados o palabrejas que funcionan como placebos para los enfermizos políticos, quienes consideran que una divisa política es, en sí y por sí, una señal de solución a nuestras dificultades. Para el hombre-rebaño, esto último; para el individuo soberano, la información inteligente y educada.

    Es urgente que los precandidatos, ante el pueblo costarricense al cual dicen deberle todo, expongan en debate, a plenitud, cuáles son sus ideas, cuáles son sus concepciones, cuáles sus sentimientos, cuáles sus capacidades morales y físicas, cuáles sus esfuerzos y labores, que nos permitan valorar la trascendencia de la decisiones que pronto hemos de tomar. Nada ha de quedar oculto: la vida privada de un precandidato puede expresar mucho de lo que hará como gobernante. Su vida pública también es un patrón de lo que habrá de hacer, si es que el pueblo soberano le favorece con el voto.

    Atrás deben quedar las meras aficiones sensibleras, las concepciones simplonas por las que el grito que se lanza se cree sea una solución inteligente; las poses teatrales, al apagarse las luces del escenario, regresan a la nada de donde vinieron. Es hora de que se respete al elector y que no se le mire como al monstruo al que se veda de conocer; que no se le considere como una masa que no piensa; que no se le valore como una “base” que está allí sólo para saciar las necesidades angustiantes de un poder sin fin ambicionado. El pueblo, como nos dice Hume, no debe ser empujado como una bestia, sino guiado como una criatura racional. Quien en esto crea, merece nuestro voto; para quien lo soslaye, nuestro desprecio.

  4. #184
    1988-11-11-SOBERANÍA EN VENTA

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    ¿SOBERANÍA EN VENTA?


    La Nación, 11 de noviembre de 1988.

    Si usted le pregunta al costarricense si está de acuerdo con el diálogo, generalmente se puede esperar como respuesta un rotundo sí. Sin embargo, si usted le pregunta si está de acuerdo con una unión política con el resto de los países de Centro América, la respuesta esperada es también un sonoro no.
    Por supuesto que el proyecto del parlamento centroamericano que está en discusión en nuestra Asamblea Legislativa listo para ser votado pronto, no dice claramente que con él se da una unión de los países centroamericanos. Sin embargo, posee ciertas características que el ciudadano atento debe tener presente, con el fin de valorar si es conveniente o no que los costarricenses participemos del tal parlamento centroamericano.



    Si el proyecto tan sólo contemplara que habrá una reunión de representantes de los diversos países del área para que dialoguen acerca de cosas de interés común, tal vez así nos resultaría aceptable, pero dicho proyecto de tratado, por ejemplo, señala obligaciones que trascienden de ese simple diálogo. Así, para todos los organismos centroamericanos el parlamento que se propone deberá nombrar sus cabezas; esto es, lo que actualmente es potestad soberana de nuestro país ̶ el Poder Ejecutivo decide por quién votar y así lo hace actualmente ̶ es ahora cedida a los nuevos parlamentarios. Esto es, hay una cesión de la voluntad soberana de la nación.
    También con el proyecto de ley en mención se crean organismos formales, como por ejemplo la Asamblea de Vicepresidentes del área, lo cual perfectamente puede evolucionar, según está constituida, hacia entes formales decisorios, a los cuales los costarricenses tal vez no deseamos darles potestad alguna sobre nuestros asuntos internos.
    Adicionalmente, la cuenta del parlamento centroamericano la vamos a pagar los costarricenses ̶ aún no se dice en qué forma ni en qué monto ̶ al menos en parte. Sin embargo, los fondos que se asignen, ¿seguirán el proceso legislativo constitucionalmente establecido para la aprobación de gastos?

    Todos estos temas, a mi parecer, aunque no el de prominentes abogados, a algunos de los cuales nuestra Asamblea Legislativa ̶ como sabios que se presumen algunos de sus integrantes ̶ rechazó pedirles opinión, resultan secundarios cuando se contempla la posibilidad política de que los costarricenses terminemos embaucados en una unión centroamericana, la que se está tratando de introducir subrepticiamente en nuestra organización socio-política. Cuando el presidente Arias se comprometió a que Costa Rica firmaría el acuerdo del parlamento centroamericano, era evidentemente una posición personal, puesto que no podía comprometer la voluntad soberana de nuestra Asamblea Legislativa de aprobar o rechazar los tratados internacionales. Aún hay más, para su aceptación posiblemente se requiere de una votación calificada que oscila entre dos tercios y tres cuartas partes de los diputados, según interpretaciones formuladas por estudiosos conocedores de estos temas, como, por ejemplo, don Fernando Volio.
    De manera que, si se pretende alegar que Costa Rica es el único país que se opone a tal parlamento centroamericano, con lo cual se nos convierte en delincuentes del acuerdo de Esquipulas II, pues creo que, si el rechazo al parlamento va en beneficio del país, lo es en buena hora, si con ello se ha sido sabio en no aceptarlo, pues, después, de todo, los otros cuatro de Centro América, y muy especialmente Nicaragua, no se han constituido precisamente en fieles cumplidores del acuerdo de Esquipulas II.

    Francamente a mí, como están las cosas en Centro América, a la par de un gobierno expansionista, marxista-leninista, heredero e imitador de feroces dictaduras, no me complace mucho la idea de que nos metamos al tal parlamento centroamericano. Me gustaría, como parte del pueblo, como lo es usted y todos los demás ciudadanos en quienes reside la soberanía del país, votar si consideramos conveniente o no que nos metamos al germen de una unión centroamericana, que no cumple con principios democráticos y de libertad.
    Recientemente al presidente Arias un ciudadano le preguntó en un programa de televisión que ¿cuál era su opinión acerca de que se hiciera un “referéndum” para que los costarricenses votáramos a favor o en contra de dicho parlamento? Don Oscar Arias respondió que ya los costarricenses habíamos votado al elegirlo a él como su presidente y a los diputados para que ellos decidieran por nosotros si era conveniente o no incorporarnos a ese foro. Piense el ciudadano costarricense si ¿habría votado por los diputados y por el señor Arias si, en el momento de las elecciones, nos hubieran dicho que entre lo que ellos harían estaba la incorporación de Costa Rica al tal parlamento centroamericano?

    Yo tengo mis dudillas al respecto: posiblemente conservamos muy dentro de nosotros aquella aversión de nuestros abuelos a la “enosis” centroamericana y preferimos seguir siendo mucho de los montagnards que nos ha caracterizado ̶ libremente ̶ por lo que habríamos rechazado las pretensiones de los diputados y del Presidente de incorporarnos a dicho parlamento. Si la voz del pueblo es la voz de Dios, pues que se nos deje expresar nuestra voluntad.

    Los costarricenses debemos pronunciarnos si nos conviene o no ese parlamento. Si es que existe un compromiso del presidente Arias, es el suyo, pero deben seguirse las reglas constitucionales al respecto. Si en el otro bando, el social-cristiano, al menos en parte de él, existe un compromiso para aprobar el parlamento por aquello de que Vinicio Cerezo ̶ su promotor ̶ es social-cristiano en Guatemala, ello no hace que los de aquí, en manada, debamos seguirlo en su inspiración, pues somos soberanos.

    El pueblo tiene la última palabra: que el silencio de los sepulcros no sea la respuesta nacional al apuro de los políticos y a los deseos de los Capitanes Generales. Usted como costarricense debe exponer sus sentimientos al respecto; sólo así, quienes creen que pueden dispone fácilmente de la soberanía nacional, pueden escuchar el clamor de los hombres libres y tal vez con ello enmendar sus acciones.

  5. #185
    1988-12-12-PACHEQUITO

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    PACHEQUITO


    La Nación, 12 de diciembre de 1988.

    En el medio universitario, cuando se hace mención de “Pachequito”, casi todos sabemos que se habla del Dr. Francisco Antonio Pacheco, Ministro de Educación, aquél de pequeña estatura pero de gran capacidad e inteligencia.

    Tal vez pocos costarricenses han comprendido que dos decisiones trascendentales, puestas en marcha bajo su gestión, sean las que a largo plazo nos permitirán vivir como ciudadanos libres en una comunidad civilizada y, más aún, en un medio inteligente, en que ciertamente se valoren las virtudes ciudadanas sustentadas en el esfuerzo, en la libertad y en la capacidad de los individuos.

    Encabezado el movimiento por don Fernando Volio, con el beneplácito de muchos costarricenses, no sólo distinguidos por sus méritos intelectuales sino además por sus grandes atributos morales, se dio la voz de alarma en nuestra civilidad por el daño que estaba causando a nuestros jóvenes la ausencia de cursos de Cívica en los colegios de segunda enseñanza. Dichas lecciones al perecer habían sido eliminadas en la gestión del difunto Ismael Antonio Vargas y no es sino muchos años después, con “Pachequito”, cuando en nuestros colegios de nuevo se resaltan las virtudes de la democracia y de la libertad, a la usanza de los viejos textos de don Rafael Obregón Loría, en contraste con la concepción totalitaria inicua derivada de la ignorancia y de la obscuridad.

    Me acuerdo de hace muchos, pero muchos años, cuando me tocó hacer los exámenes de bachillerato. Para aprobarlo los compañeros nos juntábamos a estudiar, conscientes del reto que significaban tales pruebas, para así ampliar nuestros conocimientos, al aprender de otros alumnos más sabios o estudiosos lo que en particular se nos dificultaba saber. Con ello no sólo fortalecimos muchas amistades, sino también nuestro aprendizaje y, más que todo, dimos mayor vigor a la disciplina en el estudio, que los profesores de aquel entonces siempre nos inculcaban.

    Mas la desgracia no se hizo esperar. La demagogia de la democratización de la educación, contenida en ciertos programas de enseñanza pseudo-revolucionarios, encontró su epítome con la eliminación hace quince años, de las pruebas del bachillerato. Predominó el “pobrecito” ante la excelencia académica; se hizo prístina la vida fácil y populachera, en vez de la disciplina y el esfuerzo permanente en el estudio cotidiano; se siguió la línea del mínimo esfuerzo, en lugar de escogerse el rigor y la acuciosidad que se demanda del buen estudiante.

    Gracias a Pachequito, estos aires de diciembre refrescan a los espíritus, pues, ante la mediocracia del corto plazo, se puede ahora pensar que los jóvenes mejor formados han de adquirir aquellos buenos rasgos que caracterizan la labor del hombre de bien: esfuerzo, disciplina, dedicación, estudio, todo lo cual se fundamenta en respetar lo que ciertamente vale y no lo que se proclama valer, aunque la vacuidad sea lo que más se asoma en ciertos trasluces.

    En momentos en que las personas que aprecian el bien y la verdad se ven deprimidas por el poder de la masa ignorante y manipulada, la cual se lanza en pos del logro de algo sin que el esfuerzo y el trabajo sea lo que les permita su disfrute, debe uno dar las gracias al ministro Pacheco, pues con su labor al menos nuestros hijos tienen la esperanza de vivir en una sociedad de hombres libres, sin las cadenas de la ignorancia que surgen del presunto saber, cuyas ataduras las forjan quienes se aprovechan de ese mismo desconocimiento para aherrojarles sus espíritus con la recompensa azarosa, la cual surge sólo de estar en el momento en que caen las migajas de los poderosos.

    Esa labor de Pachequito, tan sólo esa, es suficiente para que los costarricenses le agradezcamos su tenacidad en la lucha por hacer de nuestros estudiantes mejores ciudadanos. Esas gracias, en especial, se las darán sus hijos o los nuestros, quienes con ello apreciarán a un buen y excepcional ciudadano sumido en la cosa pública.

  6. #186
    1988-12-28 -MODERACIÓN GUBERNAMENTAL

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    MODERACIÓN GUBERNAMENTAL


    La Nación, 28 de diciembre de 1988.

    Según recientes acontecimientos, en apariencia las autoridades del gobierno han comprendido la importancia que tiene la moderación en el gasto público, para que el futuro económico de nuestro país se vislumbre mejor de lo que podría preverse hace unos cuantos días.

    Ante el aumento de la inflación en 1988, la cual superó las proyecciones más pesimistas formuladas a finales del año pasado –como, por ejemplo, la mía, en que esperaba para este año una inflación de un 16.5%– y que desbordó el planteamiento rosa de los gobernantes, quienes también a fines del año pasado –al igual que como lo dicen ahora– estimaron que la inflación oscilaría entre un 10 y un 12%, ahora sí parece que los gobernantes se han decidido, al fin, socar seriamente la faja al gasto del Estado.
    Si lo expuesto sirve de consuelo a alguna persona, excepto a quien presumo sea uno de esos desenfrenados populistas, esa medida es la que precisamente he venido pidiendo desde hace mucho tiempo: se debe disminuir el gasto público para estabilizar a la economía. Claro que cuando la formulé hace algún tiempo, la reacción del político no se hizo esperar y, por ejemplo, don Otton Solís me pidió que dijera yo en cuáles sectores se debería reducir el gasto, cuando realmente la opción estaba en manos de quienes gobernaban al país: la bola estaba en la cancha de don Ottón y, como lo vemos por los resultados que surgen ahora, no la pateó, ni la tocó y ni siquiera la vio.
    Las realidades económicas terminan imponiéndose –aunque hay algunos quienes creen que la solución a los problemas es uno de “voluntades” y no de buenas políticas– si se quiere lograr una restricción al crecimiento en los precios. Don Oscar Arias ha anunciado que en 1989 el gasto público se restringirá en ¢8.600 millones. Es más, no se esperó al año entrante para que ello se hiciera: se estima que la elevación en el precio del trigo le evitará pérdidas al Consejo Nacional de Producción por ¢ 600 millones y que el aumento en el precio de la electricidad ̶ que es mentira que no se había incrementado anteriormente, pues nos cobraron el factor térmico aún en los meses en que más llovía en el país– le significará ingresos al ICE por unos ¢4.000 millones adicionales.

    El resto lo tendrá que reducir el gobierno por algún lado y, según lo que he podido saber, las decisiones esta vez van en serio: tanto el Gobierno Central como las instituciones descentralizadas deberán reducir, cada uno, sus gastos, en unos ¢2.000 millones. ¿Cómo lo van a hacer? Ojalá se tuviera algún Alf que nos dijera que “ello no es problema”. Pero si, por ejemplo, se pretendiera tomar del presupuesto del Ministerio de Salud, en el cual, según se dijo públicamente, sólo el 7% se gastaba en algo distinto del pago de salarios, resulta evidente lo difícil de la decisión por tomar, especialmente a la luz de los recientes aumentos acordados en los salarios de los empleados públicos.
    De aquí que parece que ha llegado la hora de la verdad: la moderación en el gasto público va a exigir que los gobernantes tengan que escoger en dónde se han de reducir los gastos; pero, y que esto se tenga bien presente, si se reducen las inversiones en vez de de los gastos corrientes, lo que va a suceder es un decrecimiento futuro de la capacidad productiva del país y un empobrecimiento mayor de las generaciones venideras. El “viva la pepa” debe dar paso a la disciplina, a la frugalidad, al ahorro.
    Lamentablemente este horizonte se puede obscurecer aún más: 1989 es un año preelectoral y, como ya es sabido, en tales años los gastones en el sector público tienen mucho que decir y tristemente se les escucha en un grado similar. La tesis de los irresponsables del largo plazo es que, si se despilfarra en el segundo semestre del año previo a las elecciones, en la economía se da una especie de bonanza –un aguinaldo que dura todo un semestre– lo cual hará que los electores tiendan a votar a favor del partido de gobierno: la dispendiosidad contribuye a asegurar la reelección.

    En febrero de 1990, según los gastones, al circular más dinero se narcotiza al elector, quien no piensa en ese momento en las consecuencias de las malas políticas económicas. Así, el efecto sobre la inflación se presentará una vez ya instalado el nuevo gobernante, el cual es “del Partido”. Será sólo por allá de junio o julio del 90 cuando la inflación muestre todo su rigor: llegará la hora de pagar las cuentas, pero se ha conservado el poder; cualquier cosa se debía hacer menos renunciar a las mieles del gobierno.
    Afortunadamente, por el momento la tesis de los irresponsables parece no prevalecer en el gobierno y ello se debe, en apariencia, al buen análisis de algunos de los más respetados miembros del equipo económico de esta administración. Ellos se han dado cuenta que la gente no es tan tonta como para no darse cuenta que, si se emite dinero en exceso en el segundo semestre de 1989, ello causará una mayor inflación y que esta política más bien puede motivar que en la economía se anticipe el período en que tal dispendiosidad se refleja en los precios. Así, resulta factible que, en medio de las elecciones de febrero de 1990, si se gasta en exceso en el segundo semestre del 89 se presente una muy fuerte inflación y los votantes, ante ella, más bien castiguen al partido del gobierno, votando en su contra.

    La hipótesis anterior surge por el hecho de que la gente está sumamente quisquillosa por el problema de la inflación (a esto los economistas dicen que existen fuertes expectativas inflacionarias en la economía). Por ello, como la gente no es tonta, ante la dispendiosidad en el gasto público anticiparán los aumentos en los precios. Es decir, se acorta el período de gracia entre la gastadera y la inflación. Si, en efecto, el comportamiento de los múltiples agentes económicos frente al gasto público preelectoral es tal como se han indicado, posiblemente constituya una de las votaciones más fuertes a favor de la mesura en el gasto del Estado y en contra de la irresponsabilidad politiquera. Yo sólo espero que el gobierno escuche atentamente el mensaje que le envían los ciudadanos.

  7. #187
    1989-01-07-INEXACTITUDES SOBRE LA INFLACIÓN

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    INEXACTITUDES SOBRE LA INFLACIÓN


    La Nación, 07 de enero de 1989.

    En días recientes, en varios medios de comunicación, se han expresado algunas inexactitudes acerca de diversos procesos inflacionarios y considero que algunos comentarios al respecto podrían ser de interés, dado que el tema de la inflación, sin duda alguna, estará muy presente en los hogares de los costarricenses en los meses por venir.
    Como parte de esa apabullante propaganda que el gobierno trató de embutirnos a finales del año recién pasado, se afirmó que la inflación en Costs Rica en 1988 era de un 23 por ciento, la cual tan sólo resultó ser de, aproximadamente, un 10 por ciento de la que tuvo la totalidad de América Latina. Esto muy posiblemente es cierto, aunque dudo mucho de que, aún antes de terminar 1988, ya se dispusiera de la información exacta de la inflación que tenía cada uno de los países, pues se sabe que hay naciones que andan atrasadas hasta en nueve meses en la obtención de tales cifras, Sin embargo, aún si se acepta que son datos correctos, la aviesa intención del propagandista es otra distinta de la de informarnos: lo que quiere es que pensemos que “en la casa del ciego, el tuerto es rey”.

    Evidentemente debemos tener presente que el gobierno social-demócrata de Alan García pasará a la historia de América Latina como la ópera bufa de la década, pues su locuacidad se tradujo en un proceso inflacionario sin paralelo en esa nación (se estima en un 3.000 por ciento anual). Tampoco debe omitirse aquella otra plusmarca latinoamericana que ostenta la dictadura nicaragüense, la cual influye, sin duda, en el alto porcentaje de inflación en Latinoamérica. Asimismo, en Argentina las cosas siguen como siempre: una inflación casi incontrolada, aunque de nuevo se promete que en el año por venir se la va a dominar. Y no se debe olvidar a México, pues después de la muerte de don Rodrigo Gómez se dejó de lado la disciplina monetaria y con ello, el ejemplar país otrora estable, se convirtió en un caso más de las violentas inflaciones propias de los países sudamericanos.
    La intención de los propagandistas es que los ticos nos consolemos porque tenemos un poquito de inflación en comparación con el resto de América Latina. Y esto deprime, pues equivale, como ha sucedido otras veces, a que sea el culto de la mediocridad o la ineficiencia mayor de otros, lo que nos permite consentir nuestros propios vicios o defectos. Lo correcto sería mostrar por qué otros países tienen una inflación mucho menor que la nuestra. Me parece de mayor mérito y hasta cumple un fin educativo, no que se nos compare con los mediocres, sino más bien con los exitosos, a no ser que se pretenda, como parece por el mensaje que nos envían los propagandistas, que se debe hablar de una democratización de la inflación.

    También a fines del año pasado se dio una información, difundida con bombos y platillos, en pizarras, en entrevistas de televisión, en primeras páginas, en la que se consignó que Nicaragua tenía la mayor inflación en la historia de la humanidad. Lo lamentable de esto es que ciertamente los gobernantes sandinistas han utilizado a la inflación como un despiadado método de recaudar impuestos de la famélica población y ello no constituye virtud alguna. Pero, tampoco se debe falsear la información para presentar a los incapaces e ineptos comandantes nicas como los máximos inflacionistas, cuando otros ejemplos en la historia muestran lo contrario. Sin embargo, nadie cuestionó la información original.
    Se ha afirmado que la inflación en Nicaragua en 1988 andará entre 7.000 y 12.000 por ciento anual ̶ lo cual, por supuesto, no es una bagatela, sino un pandemónium ̶ y que, si se tomaba el comportamiento del cambio de los precios de los últimos meses de ese año, podría ascender a un 23.000 por ciento anual ̶ o sea, va de mal en peor. Pero, con todo y estas asombrosas cifras, no es la mayor inflación en la historia humana, aunque, sin duda alguna, los “muchachos” van por mal camino en su torpe conducción de la economía.

    En 1923, en la República social-demócrata del Weimar, en Alemania, la inflación llegó a ser de casi un 300.000 por ciento anual (ver Frank D. Graham, Exchange, Prices and Production in Hyperinflation: Germany 1920-1923, Princeton: Princeton University Press, 1930, p. 319 y s.s.) y no fue sino hasta que Hjalmar Schacht asumió la responsabilidad en la emisión de dinero, en vez del Banco Central, cuando la inflación se redujo sustancialmente. Según Constantino Bresciani-Turroni, el éxito en la política anti-inflacionaria devino del establecimiento de un límite máximo a la cantidad de Rentenmarks que se podía emitir. (Ver su libro The Economics of Inflation, New York: Barnes and Noble, Inc., 1937, p. p. 347-349).
    La Hungría posterior a la Primera Guerra Mundial es otro buen ejemplo de una hiperinflación mayor que la de Nicaragua. En aquel país los precios llegaron a crecer a una tasa superior al 20.000 por ciento mensual (ver Phillip Cagan, “The Monetary Dynamics of Hyperinflation”, en Milton Friedman, ed., Studies in the Quantity Theory of Money, Chicago. The University of Chicago Press, p. 26).

    Se pueden señalar otros ejemplos en la historia de países que han tenido una inflación mayor que la reciente de Nicaragua. Sin embargo, esto a nadie debe servirle de consuelo, pues resultaría igual que si nos alegráramos ̶ tal como lo quiere este gobierno ̶ por el hecho de que nuestra inflación es menor que el promedio de América Latina. Todo eso para lo que puede sernos útil es para meditar acerca de la naturaleza de la inflación y evitar ese mal que tanto daño le causa a las naciones.

  8. #188
    1989-01-11-NITROBENCENO

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    NITROBENCENO


    La Nación, 11 de enero del 1989.

    El pasado 8 de enero se reprodujo en La Nación un artículo del señor Ricardo Aguilar Lara, originalmente publicado en el semanario Universidad, bajo el título “El siniestro nitrobenceno”, en el cual se indica que “la industria jabonera nacional… en vez de higiene nos está recetando una sustancia prohibida por los organismos internacionales: el nitrobenceno”.

    De química es nada lo que conozco y menos sé si es cierto lo que allí señala el señor Aguilar Lara, pero sí es muy importante que en Costa Rica vayamos teniendo conciencia del casi estado de precariedad en que nos encontramos los consumidores. El señor Aguilar expresa en su artículo que “por unos pesitos menos se aventure el daño al bien supremo, la salud, son otros treinta denarios. Producir riqueza, cual dios Plutus, sin interesarse por el bienestar ciudadano es insensato”. No hace mucho tiempo, creo que en el mismo semanario Universidad, se señaló que el uso de cierto tipo de, si mal no me acuerdo, hormonas de engorde, causaba daño a la salud ciudadana. Ciertamente, yo no sé qué de verdad hay en todos estos casos, pero sí me preocupa algo, cual es la poca claridad y diafanidad con que se tratan estos hechos en nuestro medio.

    Por una parte, existe un par de oficinas gubernamentales ̶ la Dirección de Normas y Medidas del Ministerio de Economía y otra especializada en Salud en el Ministerio del mismo nombre ̶ las cuales tienen la obligación de velar por la salud pública en casos como los arriba expuestos y deberían de constituirse en vigilantes permanentes ante la inescrupulosidad, si así lo fuera, de quienes ponen en peligro el bien de la colectividad, sustentados en que los consumidores desconocemos la naturaleza de los ingredientes incorporados en los productos que adquirimos, confiados en la buena fe de los vendedores.
    Adicionalmente, los productores y los distribuidores de jabones en nuestro país, ante las afirmaciones del señor Aguilar Lara, harían bien en aclarar tajantemente, con los dictámenes químicos y médicos apropiados, que no se está en presencia de tal abuso, porque, de no hacerlo así, mandarían un mensaje muy claro a los usuarios, cual es que lo señalado por el señor Aguilar Lara es cierto y, por lo tanto, obligaría a los consumidores y a las autoridades ̶ casi siempre adormiladas ̶ a actuar en lo pertinente.
    También con lo expuesto se presenta una razón para que actúe apropiadamente el Colegio de Químicos ̶ aparte de la usual de restringir la libertad y en esto creo que el Colegio de Químicos es de los que menos la afecta ̶ para que con toda prontitud, con toda la celeridad del caso, actuando en defensa de la ciudanía se pronuncie con respecto a las denuncias del señor Aguilar.

    Finalmente, ya va siendo hora de que se elimine la llamada Procuraduría del Consumidor: ésta casi no ha hecho nada por el bienestar de los usuarios; parece ser más bien una entidad instrumental de los intereses del gobernante, pues ̶ los costarricenses son mis mejore testigos ̶ casi nunca hace nada ante el abuso de que somos objeto los consumidores y si no, que se nos diga cuándo frenó las prácticas monopolísticas de RECOPE o cuándo impidió que se cobrara el factor térmico aún en épocas de lluvia y así se podría continuar con otros ejemplos. El hecho es que la Procuraduría del Consumidor ha servido para muy poco y los recursos que el pueblo gasta en ella muy posiblemente tengan otros usos mejores, incluso hasta el de no gastar la plata en cosas que no han servido.
    Lo conveniente para nosotros, los consumidores ̶ todos los costarricenses ̶ es que se nos informe apropiadamente. Hace varios años propuse q
    ue en nuestro país ̶ sugerí que ojalá apoyado por la Cámara de Comercio ̶ se creara un sistema de información por el cual los consumidores podrían presentar las quejas cuando no se cumplía con los contratos verbales por parte empresarios inescrupulosos, como en el caso de productos que no son lo buenos que se nos indicó, de fallas en las entregas, de ocultamiento de información, de engaños deliberados, etcétera, similar a lo que en Estados Unidos se conoce como el Better Business Bureau. Lamentablemente, esta idea no prosperó.

    De igual manera, sugerí que en algún medio de comunicación se les brindara a los consumidores alguna facilidad para plantear sus quejas, a las cuales se les daría un seguimiento por parte del medio, pues, con su autoridad moral, si se cometía una irregularidad contra los consumidores el país conocería la clase de participantes que había en el mercado y, de lo contrario, se enaltecería la figura del empresario buen servidor de los costarricenses. Lamentablemente, se me aseveró que este proyecto, el cual vi funcionar en el periódico Milwaukee Journal en mis épocas de estudiante, resultaba demasiado caro en el país.

    Hay sin embargo una pequeña esperanza para nosotros los consumidores, cual es un programa que, una vez a la semana aparece en Telenoticias del Canal Siete. Allí las comunidades plantean sus quejas ̶ generalmente de naturaleza política, sobre la inacción o deficiencia de las entidad estatales ̶ para que, por ese medio noticioso, se les brinde una explicación de los hechos. El programita ha resultado ser sumamente exitoso. Yo pregunto: ¿será posible que tanto bien social, que en este caso hace Telenoticias, pueda extenderse a las quejas que los consumidores formulan acerca de las relaciones que pueden tener con productores o intermediarios? Ojalá pueda ser así.
    Para que la competencia en el mercado funcione eficientemente, el consumidor requiere de la mayor información posible, pues debe tenerse presente que el mercado acomoda todo tipo de personas, cualesquiera sea su nivel de moralidad. La libertad y la responsabilidad van entremezcladas; la información se requiere para que el mercado conozca quiénes son los irresponsables y así los consumidores puedan evitar que se les engañe: caveat emptor.

  9. #189
    1989-02-25-INFLACIÓN, DEVALUACIÓN Y EXPORTACIONES

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    INFLACIÓN, DEVALUACIÓN Y EXPORTACIONES


    La Nación, 25 de febrero de 1989.


    En fechas recientes, empezando por ciertos políticos no necesariamente versados en temas económicos, se ha criticado a la política de minidevaluaciones, aduciendo que éstas son causa de la inflación. Dicha afirmación, tal como simplonamente se le ha presentado, es errónea, puesto que la inflación surge cuando se genera una cantidad mayor de dinero en la economía, en comparación con lo que crece su producción real.
    Tal como lo han afirmado otras personas, lo que sucede es que una devaluación de la moneda genera una mayor cantidad de medios de pago en la economía, en comparación con la situación previa. Esto es, por ejemplo, que si el tipo de cambio es de ¢70 por dólar, la entrada de una divisa que se monetiza (que se convierte en colones por medio del Banco Central) da lugar a que se generen 70 colones. Si se devalúa el tipo de cambio y pasa a ser de, por ejemplo, noventa colones por dólar, el mismo ingreso de divisas que antes ahora dará lugar a que los medios de pago aumenten en 20 colones adicionales.

    Entonces, se deduce del párrafo anterior, las devaluaciones darían lugar a una generación mayor de medios de pago en el país, la cual, si es en exceso del crecimiento de la producción nacional, sí originaría presiones inflacionarias. De aquí que, en otras ocasiones lo he señalado, las autoridades monetarias del país, al planificar el crecimiento de la oferta de dinero durante cierto período deben tomar en cuenta estos aspectos de monetización proveniente del exterior, tal como lo hacen con el aumento del crédito interno. Conceptualmente se puede pensar que no importa si el crecimiento de la oferta de dinero tiene un origen interno o bien externo, en cuanto a que la variación total sea de forma que no conduzca a presiones inflacionarias en la economía.
    Ante empujes electorales, el gobierno ahora ha decidido reducir el ritmo que traían las minidevaluaciones para, con ello, presuntamente lograr reducir la inflación. Sin embargo, existen muchas interrogantes en torno a la virtud de esta política, especialmente a la luz del esfuerzo exportador en que se encuentra involucrado el país.
    En primer lugar, conviene tener presente que el tipo de cambio es uno de los elementos vitales en los flujos y volúmenes del comercio internacional, de manera tal que una sobrevaluación en el tipo de cambio (esto es, que oficialmente se fije pagar menos colones por dólar que los que determina el mercado) conduce a una penalización de las exportaciones y, consecuentemente, a un incremento de las importaciones.

    En segundo lugar, tal como apropiadamente lo dice Bela Balassa: “para tener los efectos deseados, el esquema de incentivos a las exportaciones ̶ y el sistema de incentivos en general ̶ debería también tener las características de estabilidad y certeza. Cambios frecuentes en los incentivos tienden a reducir su efectividad. Y si bien no pueden dejarse de lado cambios en el sistema de incentivos, estos deberían ser llevados a cabo de acuerdo con un cronograma predeterminado”. (Bela Balassa, Export Incentives and Export Performance in Developing Countries: A Comparative Analysis, World Bank Reprint Series, 55, reimpreso de Weltwirtschaftliches Archiv, 114, 1978).

    Tan sólo por las dos consideraciones anteriores, es lícito preguntarse si ¿han tomado en cuenta las autoridades el efecto nocivo sobre las exportaciones de un aumento en la sobrevaluación del colón on respecto al dólar, a la luz de una disminución en la tasa de minidevaluaciones, que no refleja el comportamiento entre los precios en nuestro país y aquellos en naciones con las cuales comerciamos?

    Adicionalmente, el imprevisto cambio observado en la política de minidevaluaciones que ha venido llevando a cabo el gobierno; esto es, en que se varía de un acomodamiento en el tipo de cambio principalmente de acuerdo con la situación relativa sucedida con los precios internos respecto a los externos, entre otros factores, a una activa, en la cual dicha política se ajusta al objetivo de mantener una tasa de inflación según las preferencias de las autoridades gubernamentales, inflación presuntamente causada por las minidevaluaciones, ¿no constituye una alteración sustancial en las características de estabilidad y certeza de las reglas de juego que enmarcan la conducta del exportador, lo cual podría afectar negativamente el comportamiento esperado en las exportaciones?

    Debe tenerse presente que el dinamismo futuro de nuestra economía descansa enteramente en el éxito del programa de exportaciones: de eso es lo que en esencia se trata el programa de ajuste estructural, del cual tanto se ha venido hablando, por lo que estos asuntos de política deberían quedar muy claros ante los diversos agentes económicos.

  10. #190
    1989-03-01-EL IMPUESTO AL SALARIO

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    EL IMPUESTO AL SALARIO


    La Nación, 01 de marzo de 1989.

    Existe un serio problema en la negociación que actualmente lleva a cabo el Gobierno de Costa Rica con el Fondo Monetario, a fin de lograr un nuevo acuerdo con esa entidad, una vez que termine el vigente a finales de marzo y el cual es necesario para que el país pueda proseguir con la compra de su deuda externa.
    El meollo del problema parece estar en que las cifras del gasto total en la economía no calzan del todo, por lo que las autoridades del Fondo requieren que aquél se reduzca en, aproximadamente, unos 1.500 millones de colones, adicionales a los previamente acordados.
    Se considera que, de no reducirse el déficit del sector público en tal suma, será muy difícil lograr la estabilidad que el Fondo requiere para servir como garante internacional de la buena conducta económica de nuestro país ante la comunidad financiera, además de que difícilmente se cumple con el objetivo de un crecimiento económico aceptable de nuestro país

    Se ha hecho mención de que, entre propuestas para aumentar los ingresos fiscales para reducir su déficit, se eleve el impuesto al salario por un incremento en las cuotas de la Caja del Seguro Social. Esto aseguraría un saneamiento relativo en las finanzas de esa entidad, golpeadas por la decisión de las cortes por la cual se tuvo que pagar enormes sumas por privilegios de naturaleza sindical, además de que reduciría el gasto interno privado necesario para lograr la estabilidad macroeconómica
    Lamentablemente el impuesto al salario encarecería aún más el costo de nuestra mano de obra, recurso en el cual tenemos relativa abundancia. Con ello, el empresario preferiría, relativamente, emplear más bienes de capital que trabajo, afectando la ocupación. Esto perjudica en especial a los jóvenes recién ingresados al mercado de trabajo, así como a las mujeres, quienes no poseen la estabilidad laboral que tienen los hombres; promueve la discriminación, según las apetencias de patronos y, como lo reconoció hace un par de años el Ministro de Hacienda, don Fernando Naranjo, afecta las exportaciones de nuestro país, que se verían artificialmente encarecidas al aumentarse el costo de nuestra mano de obra, factor en el que supuestamente se posee una ventaja comparativa.

    Por estas, entre otras razones, el Gobierno no debe aumentar los impuestos al salario y, para cumplir con la disminución indispensable en el déficit gubernamental, lo que tiene que hacer es reducir aún más el gasto público.

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