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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #111
    1986-01-27-EL ESTADO INTERVENCIONISTA

    EL ESTADO INTERVENCIONISTA


    La Nación, 27 de enero de 1986. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 115-116.

    Sin duda alguna, ciertos sectores políticos de nuestro país continúan creyendo, dogmáticamente, en las virtudes del intervencionismo estatal. Claramente lo mostró recientemente don Thelmo Vargas, en un artículo en esta misma página, basado en los escritos de un borrador de programa de cierta agrupación política. Se continúa, en este boceto que no vio la luz, insistiendo en la intervención del Estado como una herramienta capaz de resolver los fracasos del mercado.

    El dogma socialista intervencionista radica en que creen irreflexivamente en que la intervención estatal, per se, es capaz de mejorar los resultados que pueden ser imperfectos de una economía del mercado. Esto es, que la acción del burócrata, por sí misma, es capaz de lograr el óptimo pleno que no es factible obtener en un imperfecto sistema de mercado. El economista acepta que, si se presentan distorsiones en el mercado, existe un argumento para la intervención estatal, pero ello está muy lejos de ser un argumento de que esa intervención estatal sea más eficiente que la alternativa, además de indicarnos ello, como todo en la vida, que la intervención del Estado tiene un costo.

    Recientes acontecimientos, en muy diversos órdenes económicos, parecen indicar un hecho muy significativo: el creciente abandono del sistema de planificación central y la evolución hacia órdenes económicos en que más decisiones son efectuadas por entes descentralizados; esto es, individuos y empresas, en contraste con un ministerio de la planificación. Tal como lo señaló el distinguido economista Miguel Ángel Rodríguez, el problema con la economía de la decisión central radica en que “carece de un medio racional de cálculo que le permita asignar en forma óptima los recursos de que dispone, a fin de satisfacer al máximo las necesidades de la comunidad”. (Tomado de El Mito de la Racionalidad del Socialismo, p.29).

    Sin embargo, ciertos grupos continúan creyendo que la autoridad central es omnisciente; que todo lo sabe; que calcula mejor y que es también omnipotente –para que pueda llevar a cabo sus deseos, aunque sea lo contrario de lo que otras personas desean hacer– a la vez que benévolo; o sea, que busca el bien del pueblo y no del Estado en sí.
    Tal vez una de las expresiones más lapidarias sobre este tema fue la formulada por el economista Deepak Lal, quien indicó que “Por la experiencia de gran número de países en desarrollo en el período de posguerra, sería un justo criterio profesional decir que la mayor parte de las distorsiones graves no se deben a imperfecciones inherentes del mecanismo del mercado, sino a las intervenciones irracionales del gobierno…” (Tomado de Finanzas y Desarrollo, junio de 1985, p.13).

    La lección que podemos derivar los costarricenses del consejo del economista Lal radica en que no debemos caer en el mito de la intervención estatal como solución a los problemas que pueden surgir de las ineficiencias del mercado y tener presente, en especial nuestros gobernantes, tanto los actuales, como los que pronto elegiremos, que la actuación del Estado tiene un costo. Además, que muchas veces es la propia acción del Estado la que nos impide tener un mayor bienestar social y privado.

    El tema es de profunda trascendencia, pues si se tiene claro el papel que debe cumplir el Estado en nuestro orden económico, se debe tener cuidado de que, los que de una forma u otra activamente participan en la acción gubernamental, tengan igualmente límpidas esta concepciones y así nos evitaremos costosos errores que tendremos todos que pagar, tarde o temprano.

  2. #112
    1986-01-31-EL EPÍTOME DE LA DECADENCIA

    EL EPÍTOME DE LA DECADENCIA


    La Nación, 31 de enero de 1986.

    Don Manuel Felipe Calvo publicó recientemente un artículo en este periódico sobre el programa económico del Partido Unidad. ¡Cómo me alegra que el sueño maléfico de José Figueres de pegarle fuego a La Nación no se haya trocado en realidad y es así como un seguidor del partido que preside el moderno Eróstrato, acude a la libre expresión de ideas en ese periódico, aunque, en verdad, lo que menos presenta don Felipe, son ideas!

    Comprendo la preocupación de don Felipe Calvo debido a la ausencia de un programa por parte del Partido Liberación Nacional. Simplemente debe recordarse cuántas veces se nos aseveró que tal folleto vería pronto la luz, que estaba en la imprenta y que en poco tiempo el país podría nutrirse del sabio conocimiento de los presuntos grupos de estudio de Liberación Nacional. Pero ya en el atardecer de esta campaña no aparecen los sabios y astros luminarios, quienes siempre, se nos dijo, alimentarían al país con nuevas ideas.

    Pero aún hay más. Para que vean que la zarzuela nos entretiene mucho, cabe preguntarse: “¿Dónde estarán nuestros mozos que a la cita no quieren venir?”. En la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica, la asociación estudiantil AIESEC trató de organizar un debate acerca de los programas económicos del partido Unidad Social Cristiana y del partido Liberación Nacional. Se trataba con ello que los estudiantes pudieran comparar planteamientos serios de naturaleza económica y que manifestaran sus inquietudes intelectuales. Por parte de los social-cristianos aceptó participar el Dr. Miguel Ángel Rodríguez y por los social-demócratas, el Dr. Fernando Zumbado. Como moderador accedió concurrir un respetado y reconocido director de un noticiero de la televisión. ¡Cuál no sería la sorpresa cuando el debate no se pudo realizar, porque el partido Liberación desautorizó al señor Zumbado para que participara! Simplemente el partido de los social-demócratas no tenía ni ideas ni programas que llevar a cabo en un remoto gobierno suyo.

    Claramente, no podían debatir, puesto que la vaciedad de planteamientos les impedía el libro juego de ideas.

    Todos esto se corrobora con el hecho de que Liberación, dicen que ahora jefeado por alguien superdotado, por primera vez en su historia política se presenta ante el elector sin un programa de gobierno… Reina el silencio, don Manuel Felipe…

    Para que vean la elevación intelectual del artículo del señor Calvo, me permito transcribir lo dicho por él “…el concepto de la “nueva economía” es una gran incógnita, y esas ideas con gran facilidad podrían ser catalogadas de caducas”. Si algo es “incógnito”, es que es desconocido y, si así lo fuere, ¿cómo lo desconocido puede ser catalogado de caduco? Por ejemplo, es desconocido el Programa del Partido Liberación Nacional. Por ejemplo, las pretendidas ideas que aquí expresa don Manuel Felipe son caducas; esto es, chochean, se arruinan o acaban por antiguas y gastadas, como dice el diccionario de la Real Academia.

  3. #113
    1986-02-19-AYUDA EXTERNA Y CAMBIO ESTRUCTURAL

    AYUDA EXTERNA Y CAMBIO ESTRUCTURAL


    La Nación, 19 de febrero de 1986.

    Uno de los temas económicos de mayor trascendencia que habrá de enfrentar el país es el denominado cambio estructural. Por él se entiende, fundamentalmente, al proceso por el cual la economía costarricense variaría su esquema productivo de uno de sustitución de importaciones, con base en un arancel proteccionista, hacia otro orientado hacia el comercio internacional.

    Dentro de las medidas que se deberían de tomar está la reducción del actual arancel, cuyas altas tasas de imposición inducen a que en la economía se produzca hacia el mercado interno, en vez de dirigir la producción hacia aquellas actividades en que el país puede tener ventaja comparativa.

    El actual esquema proteccionista está siendo objeto de revisión y de hecho la nueva legislación sobre el tema se orienta hacia una reducción de tales impuestos sobre la importación. Se supone que esta reducción de gravámenes arancelarios inducirá a nuevas actividades productivas a dirigirse hacia el mercado externo, en vez de hacerlo, tal como sucede actualmente, hacia el mercado interno.

    Sin embargo, la pregunta que cabe formularse es ¿si tal reducción arancelaria sería suficiente para que las nuevas empresas se dirijan hacia el mercado externo? Tal vez uno de los defectos más grandes de la actual reforma arancelaria está en que continúa siendo altamente proteccionista, además de que no se indica el proceso de reducción arancelaria de manera tal que, clara y definidamente, indique al potencial inversionista o bien a aquel interesado en readaptar el sentido de producción de su actual empresa, si desaparecerá el sesgo o incentivo de producir hacia adentro, en vez de hacia el mercado internacional.

    El error de la actual reducción arancelaria es que puede dar la impresión de que se trata de una acción “de una sola vez por todas” y si la nueva protección es suficientemente elevada para mantener el actual sistema productivo, jamás se revertirá el sesgo antiexportador que actualmente caracteriza a nuestro esquema productivo.

    Dado lo anterior, la reforma conveniente debe de orientarse hacia una definición del proceso gradual de desgravación arancelaria, que indique claramente el comportamiento esperado en cuanto al sentido de la inversión. De otra manera se continuaría en el “nadadito de perro”, que ha caracterizado nuestra “reforma” arancelaria, que a lo más ha servido para indicar el exagerado grado de protección en ciertos sectores de nuestra economía, más no a que señale un camino claro de reasignación de nuestros recursos productivos.

    Esta actitud de indefinición la he encontrado en ciertos círculos en los cuales se considera conveniente una reforma arancelaria, siempre y cuando no ocasione la desaparición de alguna actividad productiva nacional. Evidentemente, si ello no sucediera ¿de dónde habrían de surgir los recursos liberados para ser utilizados en las nuevas actividades productivas dedicadas a la exportación? Pensar de otra manera es no entender el concepto de reforma estructural o bien, si se entiende el concepto, entonces, se está en presencia del mantenimiento de privilegios indeseables que algunos pueden querer conservar o tal vez no se considera conveniente para el país que se lleve a cabo tal cambio estructural.

  4. #114
    1986-02-23-EL PAPEL DE LA AYUDA EXTERNA

    EL PAPEL DE LA AYUDA EXTERNA


    La Nación, 23 de febrero de 1986. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 215-217.

    En apariencia nuestras actuales, y es mi esperanza que las entrantes, autoridades gubernamentales están de acuerdo con la necesidad de llevar a cabo una reestructuración de nuestro aparato productivo, en especial conforme con algunos de los lineamientos expresados en mi anterior artículo sobre el tema. Los acuerdos de nuestro país con el Banco Mundial y, de refilón, con el Fondo Monetario Internacional y, supuestamente, con la Agencia Internacional de Desarrollo, están dirigidos a que nuestra nación lleve a cabo principalmente una reforma arancelaria, de manera tal que la reducción de los impuestos a las importaciones dirija nuestra producción hacia el mercado internacional, en vez de hacerlo hacia lo interno, como actualmente sucede.

    Sin embargo, en verdad es poco lo que nuestro país ̶ más bien, nuestras autoridades gubernamentales ̶ han hecho para llevar a cabo tal reforma.

    Esto puede deberse en parte ̶ y mi impresión es que hay mucho de ello ̶ a que ciertas autoridades encargadas de nuestra política económica no están convencidas de la bondad de que nuestro país efectúe la reforma estructural en mención. Esta preocupación puede ser intelectualmente honesta, pero lo que me pone a pensar es si esas autoridades gubernamentales, supuestamente encargadas, directa o indirectamente, del plan de reforma estructural, estén dispuestas a ponerlo en marcha.

    Creo que mucho de nuestro problema radica, entonces, en la falta de convencimiento de ciertas autoridades acerca de la bondad de los programas de redefinición arancelaria, lo cual puede ser un serio obstáculo para un gobierno que, supuestamente, desea tal cambio de nuestra estructura productiva.

    Pero me parece que gran parte del problema radica en el papel que puede estar jugando la ayuda externa a nuestro país, de manera tal que inhibe cualquier decisión que, de no haberla, tendrían que tomar nuestras autoridades de gobierno. De las primeras cosas que aprendí cuando joven estudiante fue valorar cuándo la ayuda externa era verdaderamente una ayuda y no una jáquima sobre cualquier esfuerzo de desarrollo nacional. Así, la ya por dicha desaparecida, pero aún muy publicitada, Alianza para el Progreso, fue uno de los obstáculos más serios al progreso de nuestras naciones, al insistir ̶ quién podía resistir el óleo de dólares ̶ en un papel sumamente activo e intervencionista del Estado en nuestras economías nacionales. Gran parte del progreso del Estado en nuestras naciones se debió a la alianza con otro gran Estado allende nuestras fronteras.

    De aquí que me atrevo a pensar si no es posible que la enorme ayuda recibida en los últimos años por nuestro gobierno haya provocado un seductor adormecimiento de nuestras autoridades en lo que se refiere a la necesidad ̶ si es que en verdad se desea progresar ̶ de llevar a cabo una reforma de nuestra estructura productiva. Es factible que las expresiones ̶ y firmas ̶ de nuestras autoridades hayan sido condición sine qua non el país obtiene recursos de organismos internacionales, pero que, en verdad, no hay un convencimiento de la bondad de las propuestas de reforma arancelaria.

    Tal vez el fenómeno descrito puede ser un buen ejemplo de lo que el economista Peter Bauer se atrevió a decir, que “la ayuda (externa) contribuye o aún permite que los gobiernos prosigan políticas que patentemente retardan el crecimiento y exacerban la pobreza… Permite a los gobiernos proseguir políticas extremadamente dañinas aún durante muchos años, debido a que la entrada de fondos oculta de la población, por lo menos temporalmente, lo peor de los efectos de sus políticas”. (Peter Bauer, Reality and Rethoric, p. 46 y p. p. 50-51).

    ¿Será retórica la posición de nuestras actuales autoridades gubernamentales en lo que se refiere al cambio estructural necesario en nuestro país? ¿Continuarán los flujos de ayuda externa, casi sin condición, de manera tal que nuestras autoridades de gobierno podrán continuar con apoyos verbales o escritos para no ser cumplidos, si fuera posible, sin tener que llevar a cabo supuestamente deseables reformas a nuestro actual proceso productivo?

    En apariencia (envidia ha de tener el ex Presidente Carazo) nuestro país se beneficiará de un alza en el precio del café y de una baja en el precio del petróleo (que aparentemente no nos beneficiará a los consumidores, pero sí al Estado). Tal vez la mejor oportunidad histórica que se le presenta al gobierno del señor Oscar Arias radica en que mucho del costo del ajuste puede ser paliado inteligentemente con esta cuasi-bonanza que ya nos anuncian ciertas autoridades gubernamentales. Tan sólo nos queda desear que el señor Arias aproveche esta oportunidad, pues nuestra nación se beneficiaría al poder llevar a cabo una forma más eficiente de producir. Ojalá que la ayuda externa, aunque difícil por la legislación Gramm-Rudman en los Estado Unidos, pero muy posiblemente todavía abundante por la situación nicaragüense, no nos impida salir de la pobreza hacia la abundancia.

  5. #115
    1986-03-14-UN ESTADO FUERA DE PROPORCIÓN

    UN ESTADO FUERA DE PROPORCIÓN

    La Nación, 14 de marzo de 1986.

    La reciente decisión del Consejo de Gobierno de mantener los altos precios de los combustibles en Costa Rica, a pesar de la violenta caída de los precios internacionales del petróleo, pone en evidencia, en notoria proporción, la arbitrariedad del estado monopólico.

    En verdad el monopolio no lo es de RECOPE. La empresa simplemente está sujeta a los ucases provenientes del ilustrado Consejo de Gobierno, el cual, en ejercicio de potestad imperial, dicta, urbi et orbi, que los costarricenses tendremos que pagar cierto precio por el producto que refina una de sus empresas subordinadas, la cual, administrativamente, ni pincha, ni corta.

    Ahora bien, lo importante es reclamar el derecho de los costarricenses ̶ productores y consumidores ̶ de beneficiarse del descenso internacional de los precios del petróleo. No se necesita languidecer en el ocaso de los últimos días, para emitir la reciente historia nacional de los precios de nuestros combustibles. Pocos días habían pasado del primer embargo de los árabes a los embarques del petróleo, enviando su precio a magnitudes entonces insospechadas, cuando ya nuestra expedita RECOPE ̶ o mejor dicho, su dueño, el Consejo de Gobierno ̶ nos había recetado la amarga medicina del incremento de la gasolina, del diesel y de otros derivados. Y si tan frágil memoria se tiene, recuerden los apuros del ex presidente Figueres para que los costarricenses pagáramos los nuevos precios de RECOPE.
    El desfile de desmadejados ex presidentes anunciando a los costarricenses los dolorosos aumentos en el precio de los combustibles, prosiguió con los licenciados Oduber y Carazo. Y a regañadientes, pero pacíficamente, el pueblo se rasgó sus bolsillos para pagar los costos del petróleo. ¡Tiene alguien la osadía de olvidar esos tiempos tan dolorosos!
    El precio del petróleo ha descendido en los últimos meses en aproximadamente un 60%. El colón costarricense se ha devaluado en lo que va de esta administración en algo más de un 35%. A simple vista, no se puede argüir que el precio de la gasolina deba mantenerse para compensar la devaluación del colón. La verdad es que, en colones, el precio de la gasolina y de otros derivados debe reducirse, como primera aproximación, en un 25%. No hay excusas para no hacerlo. Así como los costarricenses sufrimos un enorme impacto negativo en nuestros presupuestos cuando en el pasado se elevó el precio internacional del petróleo, con la misma base moral de entonces debería actualmente reducirse el precio de la gasolina y del diesel.
    De mantenerse la inmisericorde posición del Leviatán monopólico, explotando al máximo al pobre consumidor nacional de derivados de petróleo, surgirán, entre otras, las siguientes consecuencias:
    1.- El producto nacional perderá competitividad internacional, al resultar más costosos nuestros productos en comparación con los producidos en el exterior, en donde el petróleo sí se ha reducido en su precio.
    2.- El costo relativamente menor de los productos importados, debido al descenso en el precio del petróleo en sus países, hará que incrementemos la importación de estos, al mismo tiempo que reducimos el consumo de los bienes producidos internamente.
    3.- Los consumidores costarricenses, especialmente de grupos de ingreso medio que tanto utilizan sus pequeños vehículos para trasladarse ̶ y quienes tal vez no forman parte de la cohorte de funcionarios gubernamentales quienes disponen de vehículos y gasolina gratis para ellos, pero pagados por todos los costarricenses ̶ continuarán con un ingreso real menor que el que podrían tener; en dos palabras, se les obliga a seguir empobrecidos.
    4.- Los costarricenses tendremos muy presentes a los gobernantes, quienes si nos aumentaron el petróleo cuando éste subió en los mercados internacionales, causa de mucha angustia y dolor en los hogares, ahora, al bajar en esos mismos mercados internacionales, los gobernantes administradores del Estado monopolista, se niegan a darnos un respiro en esta vida dura y difícil, Ojala no los olvidemos.

  6. #116
    1986-03-15-LOS DIPUTADOS DIOSES

    LOS DIPUTADOS DIOSES


    La Nación, 15 de marzo de 1986.

    Tal vez haya sido una buena cosa que ciertos diputados, celosos omnipresentes en nuestras vidas, hayan decidido incorporar en el seno de su frenético cajón de pasiones, una prohibición para que el costarricense anuncie cigarrillos y licores. Ello ha permitido que muchos ciudadanos, posiblemente desinteresados en la potestad ejercida por los legisladores de introducir normas no presupuestarias en leyes destinadas a ese fin exclusivo, manifiesten, justamente airados, que esa práctica es violatoria de elementales procesos de legislación en nuestro país.

    Yo, como en lo particular me interesa poco el caso concreto antes referido, sí agradezco este intento de coerción diputadil para luchar por el principio ̶ que creo que más vale ̶ de la forma en que se debe legislar en nuestro país. No se trata de que tal o cual diputado sea más o menos sabio; tampoco de si un terrenalmente poderoso jefe de comisión de la Asamblea es capaz de analizar con sorprendente soltura acerca de los componentes del halo del cometa Halley o de las virtudes de una regulación de naturaleza económica o de los impactos ante los tratados internacionales que ocasionaría una ley de neutralidad perpetua, o lo que sea. Se trata de que es capaz de pontificar sobre cualquier cosa, puesto que se siente superior en su conocimiento a todos los ciudadanos cuya conducta legisla.

    No en vano Tácito señaló que “Entre más corrupta es la República, más son las leyes.” Este es precisamente el caso que sucede con la introducción en dicha legislación de normas que nada tienen que ver con los presupuestos de la República. La corrupción consiste en que diputados son capaces de legislar sin que se sigan procedimientos socialmente aceptados ̶ e incorporados en procedimientos y leyes ̶ para definir nuevas reglas legales. Muy posiblemente los procedimientos para legislar en nuestro país se han establecido para proteger a las personas del abuso. Si se desea vivir libremente bajo las leyes debe limitarse su creación. Perfectamente se puede eliminar la libertad bajo un sistema de leyes; esto es, se está dejando de proteger a las personas del abuso.

    No sólo debe restringirse el rango sobre el cual los humanos personificados en diputados pueden legislar (ley no hace justicia), sino que también se deben establecer métodos para hacer leyes (esto es, casi diría que descubrirlas). El parlamento (Asamblea Legislativa) precisamente es la institución en la cual se formulan leyes, pero sujeto a frenos y contrapesos. En el parlamento se supone que el proceso de generar leyes sufre un profundo escrutinio para asegurar al ciudadano de la bondad de la ley. Sin embargo, los diputados, dioses olímpicos, eliminan los procesos esperados por los gobernados e imponen sus férreas (y muy posiblemente equivocadas) voluntades a un pueblo domado.

    Rousseau, en su Discurso sobre la Desigualdad, ya había enfatizado cómo los atenienses perdieron su democracia debido a que las leyes surgieron para complacer las vanidades diputadiles o de grupos de personas deseosas de coaccionar a los demás ciudadanos. Se olvidó así algo elemental: la virtud de una Ley reside en su edad, en su permanencia, en su fundamentalismo; aquellos principios pétreos casi inmutables nos dan la Ley, no la voluntad pasajera del hijo de vecino convertido en Dios diputado.

  7. #117
    1986-03-19-UN ASPECTO DE LA AYUDA EXTERIOR

    UN ASPECTO DE LA AYUDA EXTERIOR


    La Nación, 19 de marzo de 1986.

    Una de las mejores pruebas de la interdependencia de las naciones se habrá de ver en el momento en que se redefinan algunas de las prácticas de la llamada banca multilateral de desarrollo. Pondrá en el candelero la visión de aldea o de finquita, porque, a como nos hemos ido acostumbrando los costarricenses, se mostrará la clara relación que existe entre la ayuda externa y el desarrollo posible de nuestras naciones.

    Tal vez no sólo es oportuno que en estos días se celebre en nuestro país la reunión de accionistas de una institución bancaria de ayuda multilateral, el Banco Interamericano de Desarrollo, para observar un despliegue gubernamental en busca de más ayuda externa para Costa Rica, sino porque es muy seguro que el espíritu invisible pero omnipresente en esa reunión, sea el de la conveniencia de la ayuda multilateral, en la forma en que instituciones internacionales similares la otorgan a los denominados países subdesarrollados.

    No interesa en este momento cuestionarse si la ayuda extranjera a los países pobres más bien constituye un obstáculo para que esas naciones logren su desarrollo, sino plantear algunas de las reformas que se pueden considerar deseables en esas instituciones multilaterales de ayuda. En primer lugar, la ayuda de esas entidades se ha orientado hacia el fortalecimiento del aparato estatal de nuestros países, lo cual ha provocado, por una parte, la disminución de las posibilidades de crecimiento de nuestras naciones, sino que, por otra, ha causado que recursos internos luego tengan que destinarse al mantenimiento de ese armatoste estatal que la ayuda externa permitió crear. La solución, al menos parcial, deseable a este problema, es que las instituciones multilaterales de ayuda no la otorguen al Estado, sino a las personas o empresas; esto es, a las familias; al sector privado: que se destine a ampliar las posibilidades de elección de los ciudadanos de los países pobres y no que se fortalezca a quien más bien restringe esas opciones.

    En segundo lugar, la ayuda externa multilateral puede ser un catalizador de la defensa de los ciudadanos ante políticas dispendiosas ̶ no ya aquellas originadas en la propia ayuda externa ̶ de nuestros gobiernos. Abundan ejemplos en nuestro medio de los resultados de la demagogia estatista que ha dado lugar a la quiebra de las economías de nuestras naciones. Redefinir la ayuda multilateral para que nuestros países pongan en marcha planes de reforma económica ̶ generalmente traducidos a que el Estado salga de la economía en que se ha enquistado ̶ es a todas luces una buena ayuda a nuestras naciones.

    En tercer lugar, la ayuda externa ha dado lugar a una creciente politización de la vida en nuestros países. Como señala Jacques Ellul, “pensar que todo es político, esconder todo al usar esta palabra, poner todo en manos del Estado, acudir al Estado en todas las circunstancias, subordinar los problemas del individuo a aquellos del grupo, creer que los asuntos políticos están en el nivel de todo mundo y que todo mundo está calificado para tratar con ellos…”, sin duda alguna se ve estimulado ̶ savia nutriente ̶ por una ayuda externa que nos induce a creer que no puede haber desarrollo sin ella; por una ayuda externa que más bien nos empuja al mantenimiento del ocio y de prácticas conservadoras que impiden la aventura económica de los hombres libres; que patrocinan el mantenimiento de instituciones que obstaculizan las prácticas eficientes del mercado. El regalo nos hace conformistas. El obsequio blando, concesional, nos convierte en pordioseros profesionales. La ausencia de costos nos induce a pensar en el mundo de la cornucopia y en la ilimitada utópica e irrestricta abundancia ante nuestras necesidades y deseos. Tal vez, mejor no me ayudes, compadre.

  8. #118
    1986-04-07-EL HORROR A LA COMPETENCIA

    EL HORROR A LA COMPETENCIA

    La Nación, 07 de abril de 1986. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 251-252.

    En verdad nunca he podido comprender, en toda su extensión, la conducta de ciertas autoridades de nuestras universidades públicas, cuando se trata de introducir competencia a un campo tan importante en la formación del ciudadano costarricense, cual es el de la educación universitaria.

    Más incomprensible es aún la posición que, ante la competencia universitaria, asumen las autoridades de universidades estatales recién creadas –esto es, distintas a la casi cincuentona Universidad de Costa Rica– cuyo surgimiento a la Academia casi se vio frustrada por el afán monopolista de las autoridades de la Universidad de Costa Rica. Tal vez ahora, al sentirse ya partícipes de la distribución de oportunidades cautivas, con derechos presuntamente adquiridos, ya no creen en la competencia que estimularon en el pasado, como razón principal para promover la excelencia académica.

    La posibilidad de que nuestro país cuente con otra universidad más nos debe causar regocijo y orgullo a todas las personas que creemos, por una parte, en la virtud de la vida en libertad y consiguientemente, en la competencia que estimula al hombre a mejorarse constantemente.

    La denominada EARTH (Escuela Agrícola de la Región Tropical Húmeda) debe contar con el apoyo de la ciudadanía deseosa de que se amplíen las posibilidades de elección en nuestra sociedad y, en especial, de aquellos que, de una forma u otra, hemos estado ligados o relacionados con el quehacer universitario, para que tenga una fructífera existencia en nuestro país.

    ¿Qué enorme satisfacción y beneficio nos brinda a los maestros universitarios que existan mayores opciones para nuestros estudiantes? Y, si pensamos en nuestros intereses particulares, nos beneficiamos del pluralismo y de la competencia que surgiría si existieran más universidades en nuestro medio. Después de todo, es la competencia en la búsqueda de la verdad, aquello que Gottfried Dietze consideró como el “valor supremo de la universidad”, lo que nos estimula en nuestra labor de educadores, a fin de que, se supone, se traduzca en una ampliación de las perspectivas de las personas y en los medios con que valoran.

    Lamentablemente en nuestras universidades y particularmente en la de Costa Rica, a veces los profesores nos encontramos con pretensiones de los administradores de que la labor de enseñanza se refleje no en la calidad o la excelencia de ésta, sino en la satisfacción de criterios numéricos, tales como, por ejemplo que la “Escuela” no “deje” más allá del promedio de rechazados en otras escuelas, sin preguntarse si está satisfaciendo el objetivo principalísimo de la búsqueda de la verdad.

    La declinación de la excelencia en nuestras universidades, el posible retroceso en la calidad de la enseñanza, parece ser, en mi opinión, más importante en llamar la atención de los actuales administradores de las universidades estatales, que el deseo de otras personas de dedicarse, a su manera, a la búsqueda de la verdad, como también es la razón de la EARTH para surgir a la vida.

    La envidia, la promoción del monopolio u oligopolio, la castración de las iniciativas, el impedimento de la libre acción individual, la promoción del oscurantismo del presunto saber impoluto que surge de la ausencia del contraste de ideas, no son normas que enorgullezcan a la Academia universitaria o, al menos, a algunos y, notoriamente, los administradores del establishment: ¿por qué temerle a la competencia? ¿No es mejor que más bien la estimulemos?

  9. #119
    1986-04-11-UN ESTADO ARREVESADO

    UN ESTADO ARREVESADO


    La Nación, 11 de abril de 1986.

    Un pequeño incidente que me sucedió hace varias semanas, unido a recientes hechos de gran violencia y a declaraciones de uno de los más prominentes funcionarios encargados de la represión en el país, el director del OIJ, pusieron de manifiesto que, en lo que a funciones propias del Estado, aquí anda todo “patas p’arriba”.

    En mi caso particular, alertado por la presencia de supuestos ladrones, llamé por teléfono a quienes se suponen sirven en estos casos, las radio-patrullas. Resulta que, como respuesta a mi llamado, me dijo el encargado de guardia que las cercanías de San Pedro no se cubrían en su vigilancia: que esa tarea le correspondía a la Guardia Rural. En ese cuerpo policial se me comentó que la única patrulla de la que disponía se encontraba ̶ era Miércoles Santo ̶ en la tarea de cerrar las cantinas y que, si pasaba por la central, me la enviarían.
    Al rato se presentaron dos pintorescos policías en una escandalosa motocicleta, cuyo ruido alertaría, sin duda alguna, a cualquier delincuente. Logré saber que en muchas circunstancias son los propios policías quienes deben comprar la gasolina de la moto, amén de pagar las reparaciones del vehículo, por falta de recursos y de presupuestos.

    El ejemplo anterior, que por suerte no pasó a más, puso en toda su desnudez que algo anda mal, pero muy mal, en lo que se refiere a la seguridad de la ciudanía costarricense.

    Recuerdo muy bien lo que señala Adam Smith en su clásico, La Riqueza de las Naciones, acerca de cuáles eran las funciones básicas del Estado: “De acuerdo con el sistema de libertad natural, el soberano tiene tan sólo tres obligaciones por atender, es cierto que son tres deberes de gran importancia, pero sencillos e inteligibles al entendimiento humano común: primero, el deber de proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de otras sociedades independientes; segundo, el deber de proteger, tanto como sea posible, a cada miembro de la sociedad de la injusticia o la opresión de cada uno de los otros miembros de ella, o el deber de establecer una administración exacta de la justicia y, tercero, el deber de erigir y mantener ciertos trabajos públicos y ciertas instituciones públicas, que nunca serán del interés del individuo o de un pequeño número de individuos, de erigir o mantener.”
    La forma en que los costarricenses hemos decidido forjar nuestro Estado parece, estar, más bien, al revés.

    No sólo es notorio que, a la fecha, se cuenta aún con pocas garantías de defensa ante la violencia posible de otras sociedades hacia la nuestra, sino que, también y con semejante evidencia, nuestro Estado ha descuidado notoriamente su carácter represivo de la agresión de unos miembros de nuestra sociedad hacia otras personas de ésta. Si se descuidan las funciones propias del Estado, en tanto que se amplían hacia áreas propias de la libre acción del hombre, simplemente estaremos evolucionando hacia el Estado Hobessiano o tal vez hacia la anarquía de sociedades primitivas. Todos estos acontecimientos deben provocar profunda meditación a la ciudadanía costarricense, no sólo cuando suceden hechos de violencia excesiva que provocan furia en los corazones, sino cuando se puede razonar sobre el trastrueque de las funciones de nuestro Estado, a fin de que éste retorne a sus funciones esenciales desde el desperdigamiento omnicomprensivo en que se encuentra actualmente.

  10. #120
    1986-04-26-DE NUEVO SOBRE EL PETRÓLEO

    DE NUEVO SOBRE EL PETRÓLEO



    La Nación, 26 de abril de 1986.


    El domingo 10 de marzo de 1985 ̶ hace más de un año ̶ señalé en un artículo titulado “Los costos de nuestro petróleo”, en esta misma página 15, que era inevitable la baja internacional del petróleo, aún cuando lamentablemente los costarricenses no nos beneficiaríamos con ella debido a las políticas monopólicas de RECOPE. Mi respetado amigo, el Presidente Ejecutivo de esa empresa, don Roberto Dobles, me envió un informa bastante amplio en el cual él manifiesta sus dudas acerca de que, lo que en ese entonces se consideraba un disminución leve del petróleo, fuera a convertirse en algo más permanente y de mayor magnitud que la disminución observada en esa época.

    Para suerte ̶ aún no sé de quién ̶ el precio del petróleo disminuyó de $29 a $25 el barril en marzo de 1985 y, un año después, bajó a doce o trece dólares el barril.

    El problema serio que ahora tiene el Gobierno no es propiamente el de México, Venezuela o Libia, quienes ven disminuidos notoriamente los ingresos de divisas, sino propiamente qué hacer con los enormes excedentes que tendrá RECOPE ante la gigantesca reducción del precio del combustible importado, pero no trasladado a los usuarios nacionales.

    En síntesis, ya es un problema de Estado decidir qué se hará con el óleo, con el maná llovido del cielo. Las propuestas de los chupópteros oficiales de oficio no han sido escasas y, para verdades el tiempo, así veremos cómo proliferarán las sanguijuelas del erario, tratando de alimentar sus proyectos e intereses personales a costas del sacrificio de toda la colectividad. No nos sorprendan las peticiones para que RECOPE, o lo que queda de ella, financie el monumento a los herederos de Kaddafy o para la Universidad Palapas o para la carretera frente a la finca del gamonal de provincia o bien que se otorguen para estudiar los efectos del paso del cometa Halley y su incidencia sobre la paz social de Costa Rica. La plétora de sanguijuelas es tan sólo sobrepasada por su proclividad al gasto de lo ajeno.

    Hace varios años, los diplomáticos establecidos en Costa Rica, encabezados por su decano de entonces, creo que era el Nuncio Apostólico, ante el excesivo precio que RECOPE cobraba por la gasolina nacional, muy superior a los costos de entonces, solicitaron al gobierno de Costa Rica que se les disminuyera a ellos el precio de los combustibles, alegando que el sobreprecio era, clara y simplemente, un impuesto disfrazado y que, de acuerdo con los tratados diplomáticos no se deberían cobrar tales gravámenes. No recuerdo en qué terminó tal petición: si se les entregaron de los famosos “cupones” para uso gratuito o, en este caso, sin impuesto sobre la gasolina o que otra solución surgió en nuestra imaginación cartaga.

    Lo que sí fue evidente para los diplomáticos, y para algunos ticos siempre lo ha sido así, es que RECOPE, por medio de un subterfugio, cobraba impuestos sin que ellos hubieran sido aprobados por nuestra Asamblea Legislativa, tal como es lo aceptado por los costarricenses.

    Este impuesto ha ido creciendo cada vez más y más.

    La omnifagia del Estado no parece conocer límites. Lamentablemente, con nuestro silencio los costarricenses estimulamos el engrandecimiento del Leviatán. Tan notorio como el silencio de un personaje de nuestro folclor, llamado el Procurador del Consumidor, quien muy posiblemente esté muy ocupado en averiguar qué tanto afecta al presupuesto de la familia costarricense el sexo de las mariposas, pero no observa ̶ no hay peor ciego que el que no quiere ver ̶ el bárbaro abuso del Estado costarricense en lo que se refiere a los precios del petróleo, cobrado por intermedio de su exactor RECOPE.

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