Página 11 de 23 PrimerPrimer ... 78910111213141521 ... ÚltimoÚltimo
Resultados 101 al 110 de 224

Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #101
    1985-09-24-ERRÓNEAS BUENAS INTENCIONES

    ERRÓNEAS BUENAS INTENCIONES


    La Nación, 24 de setiembre de 1985.

    Actualmente se encuentra en trámite en la Asamblea Legislativa un proyecto denominado Ley de Garantía Sindical, el cual, entre otras cosas, busca que se reforme el actual Código de Trabajo, para que se aumente en dos meses más posteriores al parto, el período de descanso remunerado.

    Puede suponerse que hay la buena intención del legislador de ayudar a la madre embarazada a sobrellevar su nueva situación; sin embargo, la pregunta que lógicamente debemos formularnos es, ¿cuáles podrían ser las consecuencias de estas propuestas? Repito, no tengo interés en cuestionar las motivaciones de los proponentes de esta nueva legislación, la que, al menos en apariencia, se puede considerar que satisface el requisito que se impone a la hermandad entre los hombres.

    ¿Será suficiente con tener buenas intenciones? Por supuesto que con este artículo corro el riesgo de satisfacer al que desea mostrar que Jorge Corrales es un insensible a la miseria ajena, lo cual es de esperarse de un trasnochado creyente en la ley de la selva; o bien, para estar de moda con los apetitos de los politiquillos de turno, que así es como piensa un liberal. Sin embargo, lo que trato es de señalar mi preferencia por una mente fría, al servicio de un corazón ardiente, la cual contrasta con una mente ardiente al servicio de un corazón ardiente, que caracteriza a los bien intencionados de siempre.

    ¿De qué nos puede servir el análisis económico en este caso? Qué el resultado más probable, por el cual se eleva el pago por el trabajo de la mujer lactante –y, en general, de todas las mujeres potencialmente madres– sea el de provocar un descenso en el empleo de estas mujeres. Esto es, que la buena intención de ayudar a las madres embarazadas por medio de la legislación propuesta se transforma en un desempleo de aquéllas que se pretendió ayudar.

    Simplemente, a la hora de contratar trabajo, el patrono toma en cuenta el costo que para su empresa significa el embarazo de una mujer y, en condiciones de igualdad, preferirá darles empleo a mujeres de mayor edad o bien a hombres. Es más, con el embarazo se pierde continuidad en el trabajo e incluso puede ocurrir que, en cierto momento, la mujer decida quedarse en su hogar y no proseguir en el empleo remunerado. Esto tiene como consecuencia que aquella enorme experiencia laboral adquirida en la empresa, se pierda. Ante esta circunstancia –todo lo demás igual– se preferirá dar empleo a quienes no presentan este problema.

    Esto lo señaló muy bien Benjamín Rogge, quien explicó que “Nuestro mayor enemigo es aquel quien (ya sea por buena intención o por maldad) es totalmente desconsiderado al hecho de que hay un proceso en marcha en los asuntos económicos del ser humano, de que los efectos están relacionados con las causas, y que en este proceso es un gran dato de experiencia humana”. Evidentemente – y que se pregunte esto el bien intencionado legislador– ¿de qué le sirve a una madre lactante que se le reconozcan más meses de incapacidad, si ello tiene consecuencia de que se le dificulte encontrar empleo? De la respuesta que se brinde el legislador –y también todos nosotros– depende que podamos asegurar empleo, ingresos, bienestar y salud a la familia de una madre lactante, lo cual, supongo, es lo que todos deseamos obtener. Tiene que ser que el infierno esté pavimentado de buenas intenciones.

  2. #102
    1985-10-08-ANUNCIO A LOS COOPERATIVISTAS

    ANUNCIO A LOS COOPERATIVISTAS


    La Nación, 08 de octubre de 1985.

    Con este título contesta Mario Carvajal a las observaciones contenidas en una artículo mío en la página 15. Quiero referirme a su respuesta.
    1.- Reconozco que me equivoqué: Sobreestimé la capacidad y el don de gentes de Mario Carvajal. Por ello esperaba una respuesta a mi artículo y no el terrorismo intelectual que esgrime, el cual parece estar de moda.
    2.- No se preocupe Mario Carvajal porque yo vaya a ocupar un puesto público en un próximo gobierno. De su desliz de freudiana derrota, sólo puedo aseverar que es Mario Carvajal el que pretende una diputación; no es este servidor, quien está muy tranquilo.
    3.- Lo de “economista anarquista” surgió cuando Mario Carvajal conspiraba contra el interés del consumidor, al organizar un cartel de productores de cuero: CAVEAT EMPTOR.
    4.- Tal vez si Mario Carvajal cooperativizara la inteligencia se podría dar cuenta de que, aún en ese caso, siempre le conviene hacer máximas las ganancias y no desperdiciar sus escasos recursos en pobres intentos de respuesta a mis comentarios.
    R.I.P.

  3. #103
    1985-10-18-EL ENREDO DEL ARROZ

    EL ENREDO DEL ARROZ


    La Nación, 18 de octubre de 1985.

    Recientemente hubo una huelga de productores de arroz en las zonas de Parrita y de Quepos; igualmente, los productores arroceros del Atlántico acudieron al ya cansino cierre de las vías, a fin de presionar al gobierno para que les resolviera el problema de su producción. Y, me atrevo a vaticinar, en tanto prosiga la situación tal como actualmente se encuentra, proliferarán las protestas y las manifestaciones de los arroceros en todo el país.

    La razón de lo anterior es muy sencillo: es un vivo ejemplo de la arrogancia gubernamental de querer sustituir al precio económico por el precio político. Es la propia actuación del Estado la que provoca la situaciòn lamentable antes descrita, al inmiscuirse en la actividad productiva, con precios de sustentación en unos casos y máximos al consumidor, en otros.

    El Estado, por metiche, ahora no sabe qué hacer y las medidas que ahora toma para resolver estos problemas de su propia creación, tan sólo motivan hilaridad por la incongruencia e insapiencia de los funcionarios gubernamentales, quienes ahora se ven presos de las garras del monstruo de su propia creación.

    Hace poco, el Estado elevó el precio de sustentación o de garantía mínima al productor. Sin embargo, al mismo tiempo, decidió no aumentar el precio de venta del industrial al comerciante y, por ende, al consumidor. Para hacer el caso más divertido, el precio nuevo de sustentación es superior al precio de venta del industrial al comerciante.

    ¿Cómo funcionó la imaginación burocrática para resolver este nudo gordiano? La genialidad indicó que el precio más elevado al consumidor, acorde con el nuevo más alto de sustentación al productor, entraría, casualmente, en vigencia en febrero del año entrante, pues se disponía de excedentes al precio viejo. Y, mientras tanto, que el industrial le pagara al agricultor el precio nuevo de sustentación más alto y a aquél el gobierno le reconocería, por medio de una nueva invención llamada “comercializadora”, las pérdidas que habría que incurrir temporalmente, al verse el industrial del arroz obligado a vender más barato de lo que le pagó al agricultor.

    Por supuesto, no se requiere mucha imaginación para adivinar lo que habría de suceder, especialmente, tal como usted y yo lo sabemos, los participantes en el proceso económico no son tontos, como suele suponerlo el burócrata. Los industriales, ante la incertidumbre sobre la certeza de sus ingresos debido a la política gubernamental, estarán dispuestos tan sólo a pagar a los agricultores el viejo precio de sustentación y, tal vez, les ofrecerán un reconocimiento adicional cuando el Estado les entregue los fondos por medio de la comercializadora.

    Los agricultores no pueden retener el arroz: este es muy perecedero y la humedad les ocasiona graves daños. Como no lo pueden hacer en sake, tendrán que entregarlo a los industriales al viejo precio, por aquello de que “del ahogado, el sombrero”, esto es, aún con pérdidas.

    La verdad es que el gobierno creó su propio problema el elevar el precio de sustentación al agricultor y no hacerlo para el consumidor. Y aquí está el meollo del asunto: ¿Se imaginan ustedes por qué este gobierno no eleva ahora el precio al consumidor y asevera que lo hará en febrero de 1986? No se requiere ser un genio para darse cuenta que se trata de evitar el aumento antes de las elecciones de principios de febrero, con el presunto objetivo de evitar una pérdida mayor de votos al partido de sus querencias. En dos palabras, parece que lo que importa es una campaña y lo demás vale un bledo. Estos políticos creen que los consumidores somos tontitos, como para no darnos cuenta de la jugada politiquera entre manos, cuya irresponsabilidad se verá premiada con situaciones indeseables para todos los costarricenses. ¡Hasta cuando cesará el Estado y sus rémoras polítícas de querer sustituir el precio económico por el precio político!

  4. #104
    1985-10-31-CON GUSTO RECOJO EL GUANTE

    CON GUSTO RECOJO EL GUANTE


    La Nación, 31 de octubre de 1985.

    Normalmente la primera lección que reciben los alumnos de Elementos de Economía de la Universidad de Costa Rica, versa acerca del concepto del “homo economicus” y del papel analítico de la maximización de utilidades en el comportamiento del consumidor y, por extensión, de la empresa.

    En este caso, será esta la segunda lección pues una primera ya la recibió don Mario Carvajal. Es interesante, sin duda alguna, poner en evidencia errores elementales, pero lo es más aún sacar claridad de la oscuridad de polemistas. En este caso existe un enredo pavoroso en la mente de don Mario Carvajal, entre el papel analítico de la hipótesis de la maximización de utilidades y la creencia que él atribuye a los liberales de que el enriquecimiento es el único fin del hombre.

    Lo que sucede en esta ciencia, que de paso se incluye en la categoría de los premios Nobel, es que se formulan hipótesis orientadas a explicar una realidad muy compleja. El concepto de maximización de utilidades es empleado por innumerables economistas liberales, no liberales, conservadores, estatistas y hasta socializantes. Son simples herramientas que el economista emplea para explicar un fenómeno observado; ya sea, por ejemplo, en empresas de capital, en cooperativas, en asociaciones y en muchas otras más.

    Por supuesto que en la mente del ser humano existen actitudes muy diferentes y variadas de las del “homo economicus” a que nos hemos referido, pero lo importante es que lo que la economía no busca predecir es una forma específica de comportamiento humano, sino, más bien, describir un proceso de explicación científicamente estructurado de las diferentes formas en las cuales se integran y reconcilian los varios y divergentes planos de comportamiento de las personas. Lo que mi interlocutor no comprende es que habrá una mayor eficiencia social si los intereses divergentes de los participantes en el proceso económico –intereses propios o personales– pueden dirigirse hacia objetivos mutuamente benéficos, tal como claramente lo explicó aquel economista llamado Adam Smith.

    Pero, hay más, la creencia de don Mario de que, según los liberales, lo único que interesa al hombre es su enriquecimiento, indica una enorme ignorancia: el individuo debe actuar dentro de un marco legal en que se respeta la propiedad y los derechos de terceros o bien puede incluir dentro de sus objetivos la mejora del bienestar de los demás, entre muchas otras cosas. ¿Cómo puede ignorar mi oponente los estudios de aquel economista de Chicago –que para Carvajal ya es un pecado– Gary Becker, en los que utiliza en su análisis variables tales como la estructura de la familia, el bienestar de la comunidad, el de los hijos, etcétera, todo dentro de modelos de análisis económico de maximización de la utilidad del consumidor?

    El concepto de utilidad no es estrictamente monetario, como lo supone don Mario, sino que trata de todo tipo de beneficios, ya sean pecuniarios o no. Veamos un ejemplo de ello: Yo considero que existe un beneficio en el hecho de que don Mario Carvajal escriba lo que escribe, pues de la muestra de sus errores –y de los nuestros– es como puede avanzar la ciencia y progresar el hombre. Este es un típico beneficio o forma de lucro, según la concepción de don Mario, que él no toma en consideración al referirse al análisis económico.

    Este enredo del señor Carvajal lo conduce a generalizar el instrumental del economista al pensamiento liberal como un todo. Como yo incorporo a la caridad dentro de mi función de utilidad, nada más haré una breve referencia al embrollo “carvajaliano”: los que estamos a favor de la libertad económica no lo es tan sólo por su gran eficiencia en la organización de recursos escasos, ni por sus enormes éxitos en asegurar progreso económico a las naciones, sino porque es consistente con principios morales que a mí me parecen fundamentales en la vida civilizada. Tal es el caso de la libertad individual; esto es, que no haya coerción a unas personas por parte de otras, de la necesidad de que la persona sea responsable de sus actos, así como que el ser humano es imperfecto y, por lo tanto, que es limitado.

    Tal vez toda la confusión de don Mario surge por el hecho de que él no es economista. Esto no quiere decir que para opinar sobre estos temas se requiera haber pasado cursos de Economía en una universidad: una gran parte del avance científico se debe a la intuición de verdaderos sabios. En este caso, desafortunadamente para el país y para la ciencia, no creo que don Mario haya sido dotado por la naturaleza para tal empresa, lo cual soy el primero en lamentar.

  5. #105
    1985-11-01-UN JUEGO POLÍTICO
    UN JUEGO POLÍTICO


    La Nación, 01 de noviembre de 1985.

    Yo puedo aceptar que sea tonto, pero se me hace cuesta arriba que don Mario no entienda que también él puede ser paradigma de tan distinguido gremio. Don Mario Carvajal, en su ensayo de cálculo electorero, pretende que Jorge Corrales le diga que hay que poner impuestos a las cooperativas y a otros tipos de empresas. Pero me rehúso a jugar su juego. En primer lugar, en mi artículo original nunca hice referencia a temas tributarios y, en segundo lugar, lo que mi oponente busca es poder decir: “Ven, Jorge Corrales dijo esto y lo otro; como Jorge Corrales es miembro de un partido político, luego ese partido hará lo que dice Corrales”.

    Falaz; falaz en todo momento. Primeramente, con gusto indicaré mis preferencias personales acerca de parte de nuestro sistema tributario, pero, en segundo lugar, y considero que es lo más importante, es tan sólo mi opinión y nada más. No es la de ningún partido político y espero tan sólo que sean algunos de los neo-Chicago Boy’s, que incómodamente nadan en el maremágnum ideológico de Liberación Nacional, quienes tomen en cuenta mis humildes ̶ y tal vez erradas ̶ opiniones sobre tributación de las empresas en Costa Rica.

    Considero que las exageradamente altas tasas de tributación de la renta a nuestras empresas, que en mucho se deben a la solución social-estatista de Liberación Nacional de aumentar los impuestos, en vez de de reducir el gasto público, son un factor decididamente negativo para la reactivación económica de nuestro país. Aquí le falló el propósito electorero a don Mario Carvajal: yo no creo que se le deba poner arbitrariamente un impuesto sobre la renta a las cooperativas. Así respondo a su “desinteresada preocupación” de que ciertos economistas liberales propongamos nuevos impuestos.

    Lo anterior debe ser claramente definido: estoy a favor de que las empresas ̶ de todo tipo, de toda naturaleza, cualquiera que sea la herramienta que el ser humano ha escogido libremente para llevar a cabo sus negocios ̶ no paguen el impuesto sobre la renta. Considero deseable que nuestro sistema tributario vaya evolucionando hacia uno en que no se penalice al ser humano por lo que agrega a la producción del país, sino más bien que se promueva el ahorro y la frugalidad, gravando a las personas por lo que retiran de la economía. Esto los economistas lo conocemos como impuesto al gasto, que, de paso, la versión moderna la propuso hace más de treinta años, no un Chicago Boy, lo cual horrorizaría a mi interlocutor, sino el profesor inglés Nicholas Kaldor, quien por mucho tiempo fue afecto al partido Laborista de Inglaterra, hermano putativo del social-estatista Liberación Nacional.

    Por otra parte, manifiesto mi aprecio por una norma elemental en lo que se refiere al análisis tributario: aquella de la equidad horizontal o del tratamiento igual de los iguales o de tratamiento uniforme a personas similarmente situadas. Si a esta concepción ̶ la cual creo que muchos costarricenses comparten ̶ unimos la seria preocupación por la existencia de un Estado creciente y profundamente gastador, creo que el llamado camino del futuro es diáfanamente claro: ¿por qué, en vez de propugnar por más recursos por medio de impuestos para ese Estado dispendioso, que parece se acerca más a la filosofía social-estatista de mi interlocutor, no buscamos cómo reducir el Leviatán y disminuir los impuestos, entre ellos los gravámenes sobre cualquier tipo de empresas, cualesquiera sea su forma de propiedad y composición de su patrimonio?

  6. #106
    1985-11-06-LA INTENCIÓN NO ES LO QUE VALE

    LA INTENCIÓN NO ES LO QUE VALE


    La Nación, 06 de noviembre de 1985.

    Un caso que presencié recientemente en una empresa me motiva a escribir este artículo, el cual, espero, ha de contribuir en algo para resaltar el divorcio que se presenta entre la realidad económica de un mercado y los deseos supuestamente bien intencionados de los políticos de alterar las relaciones libremente contratadas en esos mercados.
    Existe una legislación que señala que los trabajadores entre 15 y 18 años no pueden trabajar más de 42 horas a la semana. Normalmente la jornada laboral en el país es de 48 horas por semana y así ajustan las empresas, generalmente, su plan de producción.

    Pues bien, hace poco una empresa del país recibió la visita de un funcionario de un ministerio, quien señaló que en ella laboraban ilegalmente 48 horas a la semana, aproximadamente un 20 por ciento de sus trabajadores, quienes tenían entre 15 y 18 años de edad. Estos trabajadores laboraban en esa empresa debido, principalmente, a su parentesco y amistad con empleados de mayor edad, quienes les habían ayudado a conseguir empleo en esa empresa.

    Por supuesto, la compañía había invertido un gran esfuerzo en entrenar a estos jóvenes en las diversas tareas que allí realizaban. Estos habían superado la etapa de simple mano de obra bruta y en ellos se había incorporado, por así decirlo, un enorme capital humano expresado en conocimientos y una elevada productividad en sus trabajos. Eran ya lo que comúnmente se les llama trabajadores calificados.

    Al patrono se le señaló que, si quería que esa fuerza laboral continuara trabajando allí, debería reducir su jornada a 42 horas por semana, aún cuando libremente esos trabajadores deseaban continuar haciéndolo por 48 horas a la semana (el ingreso es preferido por ellos al ocio o al hambre). Como la línea de producción es continua y se requiere de la labor coordinada de todo el personal, además de que sus compromisos de producción le exigen una tarea de 48 horas semanales, al patrono se le hacía imposible cumplir con el pedido del funcionario gubernamental y el burócrata le señaló que, entonces, se vería obligado a despedir al 20 por ciento de su mano de obra. La respuesta que yo esperé del funcionario ante lo que le decía el dueño de la empresa fue la que efectivamente dio: “Esto a mí no me importa; eso no es problema mío”.

    Por supuesto que no era “ese” un problema del empleado gubernamental: así está en la legislación. Ahora bien, esa legislación, posiblemente muy bien intencionada, demuestra claramente cómo el deseo de “proteger” a los trabajadores, muy posiblemente termina por causar más daño a quienes intentó proteger. Estos trabajadores ̶ generalmente mujeres ̶ tienen ahora muy pocas opciones de encontrar un trabajo equivalente al que tenían: unas de ellas me manifestaron que la alternativa sería ahora quedarse en la casa haciendo oficio ̶ sin remuneración ̶ o buscar otra cosa, aunque fuera más mal pagada. ¡Imagínese el lector cuáles serán algunas de las alternativas que tendrán ante sí estas jovencitas, condenadas a esas circunstancias por unas leyes diseñadas para “protegerlas”!

    La intención no es lo que vale: estas jóvenes no sólo han de perder su trabajo, su ingreso familiar ̶ indispensable para comer en muchos casos ̶ su dignidad personal, su conocimiento adquirido a mucho costo, el cual se puede “herrumbrar” durante esos años en que no pueden trabajar en lo aprendido, sino que también se sentirán menguadas en su libertad de escoger y de elegir algo distinto de la miseria y la pobreza que ocasiona el desempleo. La pobreza no se elimina con leyes. La miseria no desaparece con buenas intenciones. Estas jóvenes desocupadas por la ley que pretende protegerlas, ya saben que la intención no es lo que vale. Me parece que estos bien intencionados legisladores han de caber en el séptimo círculo del infierno de Dante, por aquello de la grave violencia que ejercen contra el prójimo.

  7. #107
    1985-11-15-NO AL ODIO

    NO AL ODIO


    La Nación, 15 de noviembre de 1985.

    Lo más posible es que todos sepan de quien estoy hablando. Voy a razonar en abstracto qué es lo que podemos hacer los costarricenses ante quienes deliberadamente, con bastardos fines político-electoreros, buscan renacer odios del pasado.

    Una de las mayores virtudes de nuestro pueblo, la cual se vive sin haber sido creada por nadie como un proyecto deliberado de ingeniería social, es que en estos últimos cuarenta años ha logrado desterrar el odio que naturalmente surgió de la lucha fratricida de entonces.

    Tal vez esa habilidad histórica de nuestra nación es lo que más le ha permitido progresar en relativa paz y en relativa libertad. Casi dos generaciones han pasado desde la lucha violenta entre hermanos y hoy orgullosos podemos mostrar si somos inmunes al virus del odio, que hoy alguien pretende reinstalar en nuestras almas.

    Son muchas las familias en las que un padre pertenece a un grupo político y el otro es miembro de su oponente. Estos padres, los dos, sabrán decirle “no al odio”.
    Son muchas las familias en las que, en tanto que en un hijo milita en unas huestes políticas, el padre mantiene su afecto por otras tiendas. Padres e hijos, cubiertos del amor filial que nutre a la familia costarricense sabrán al unísono decirle “no al odio”.

    En nuestra vida, son demasiados los compañeros con quienes participamos en el quehacer diario en las más diversas formas, quienes no comparten nuestra opinión política, en tanto que otros son afectos a nuestra posición electoral.

    Ese amor fraternal, de compañeros en la fecunda labor, es el antídoto que le facultará decir “no al odio”.


    En nuestras actividades empresariales encontramos socios que son partícipes de alguna actitud ideológica, en tanto que otros piensan de manera distinta. Ese espíritu de solidaridad entre socios es la savia que les permitirá decir “no al odio”.

    Veamos a nuestro alrededor, miremos a nuestros parientes, esposos, hijos, padres; observemos a nuestros compañeros, a nuestros vecinos, a nuestros socios, a quienes laboran en tantas actividades lado a lado con todos nosotros. ¿Verdad que no es con odio como les vemos, simplemente porque tienen otra posición electoral? ¿Verdad que no es el odio el que nutre nuestras almas al pensar distinto de algunos de ellos?

    Si respondemos sí a los dos últimas preguntas, estaremos seguros de que el odio que algunos pregonan no hará mella en nuestra fibra social, en nuestros hogares, en nuestras iglesias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestra patria. Estaremos seguros que privará el “no al odio”.

    Ahora, más que nunca, debemos los costarricenses estar alertas ante las amenazas a nuestra institucionalidad. El engendro del odio entre connacionales, sólo serviría para dividir a nuestra colectividad y en río revuelto ganancia de pescadores. Nuestra fracturación interna, como resultado de la inyección del odio, sobre serviría al sandino-comunismo, que vería en Costa Rica una fruta madura, fácil de apropiársela. Al decir “no al odio”, los costarricenses le decimos “no al sandino-comunismo”.

  8. #108
    1985-11-22-RECIENTES CAMBIOS EN EL CNP

    RECIENTES CAMBIOS EN EL C. N. P.


    La Nación, 22 de noviembre de 1985.

    En verdad considero que la intempestiva salida del ingeniero Jorge Torres como Presidente Ejecutivo del Consejo Nacional de Producción, puede ser síntoma de una reversión de la política de esa institución, en lo que se refiere a un abandono paulatino del intervencionismo estatal en esa esfera.

    Un reciente seminario sobre temas agrícolas organizado por la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) permitió conocer una serie de decisiones llevada a cabo fundamentalmente por el ingeniero Torres, pero inspiradas en decisiones financieras del Banco Central conducentes a que nuestro sector agrícola de granos básicas fuera, progresivamente, objeto de los incentivos a la eficiencia que provoca la competencia internacional.

    Lamentablemente, una política tan bien intencionada estaba destinada al fracaso cuando autoridades políticas gubernamentales querían lograr lo imposible: un precio de sustentación más elevado para el productor, en tanto que no habría de aumentar el precio del grano procesado y, por ende, al consumidor. Por supuesto, esta ficción estatista se habría de trocar en una realidad tarde o temprano y ya pronto verá el costarricenses cómo el arroz tendrá que pagarlo más caro ̶ muy posiblemente recién pasadas las elecciones ̶ en gran parte debido al incremento decretado por el gobierno en los precios de sustentación.

    La tragicomedia ha ido evolucionando y era ya la hora del sacrificio: la salida del ingeniero Torres se debe a la voluntad de ciertos políticos de impedir el funcionamiento lógico del mercado, que aquél ya había logrado conocer. No era posible cubrir el sol con un dedo: no era posible elevar el precio de sustentación sin elevar el precio al consumidor.

    Todas estas circunstancias no sorprenden a quienes podemos señalar la experiencia fallida de 4.000 años de historia del control de precios. Por ahí del año 2.000 antes de Cristo, el faraón Henku intentó controlar el precio de los granos básicos: “Durante siglos el gobernante egipcio luchó por mantener el control de las cosechas de granos, al saber que el control de la alimentación es el control de las vidas. Utilizando el pretexto de prevenir la hambruna, el gobierno gradualmente reguló más y más la producción de granos; la regulación condujo a la dirección y finalmente a la misma propiedad; la tierra se convirtió en propiedad del monarca y le fue alquilada por la clase agrícola.” (R. L. Schuettinger y E. F. Butler, Forty Centuries of Wage and Price Controls, p. p. 9-10).

    Sin duda alguna, nosotros no tendremos que esperar muchos años para obtener las contorsiones estatales ante la fijación de precios; nada más nos ha requerido 4 años y 4 presidentes ejecutivos del Consejo Nacional de Producción intentando encontrar el rumbo en el océano del absurdo, que nos muestra el denominado programa de “Volvamos a la Tierra”.

  9. #109
    1985-12-28-TOMO PARTIDO

    TOMO PARTIDO


    La Nación, 28 de diciembre de 1985.

    Una expresión de algunos amigos periodistas, en el sentido de que en ciertos comentarios públicos este servidor tomaba partido, me ha motivado para, después de varias semanas de no hacerlo, abusar de la paciencia de los apreciados lectores de la página quince, para tal vez aburrirlos con mis pesares personales. En verdad, a mi me agrada tomar partido; es más, a veces hasta me parece muy importante que me defina en ciertos aspectos.

    Tal vez es que esos fraternos periodistas consideran que, como comentarista, gratuito en algunos casos, percibiendo honorarios en otros, debe ser uno un aséptico a las definiciones: una especie de gris blancuzco teñido de negro. Me parece que lo contrario más bien puede ser loable. Después de todo, las ideas tienen consecuencias.

    Lo que uno trata es que ellas sean buenas, en el sentido de ampliar las posibilidades de elección de las personas. Si uno considera que, bien o mal, contribuye a la extensión y ampliación del pensamiento, pues, entonces, ¿por qué no definirse ante ciertas ideas, ante ciertos hechos?

    Tal vez lo que mis bien intencionados consejeros tenían en mente es que este comentarista y dador de opiniones no se definiera en el momento electoral. Bueno, creo que ello es secundario y, posiblemente, más bien el virtuoso debate político, en esta aún mejorable democracia, permita o haga proclive una mayor definición en el ideario de las personas.
    Los que consideran que un comentarista debe permanecer impolutamente indefinido un partido político en un período electoral, simplemente expresan una opinión más –y quién sabe si hasta contradictoria con sus propias y humanas acciones– pero en eso queda; en ser una simple pretensión vacua.

    La campaña electoral ofrece una importante oportunidad al lector –después de todo se elige a los gobernantes de varios años, capaces de ejercitar la coacción del Estado– es por ello que considero que, más que nunca, es vital que sea un elector informado, que tenga la oportunidad de distinguir los matices y los pareceres diversos si lo fueran y, también, ¿por qué no?, que aprecie los rasgos del demagogo si los hubiera. De manera que, correcta o incorrectamente, quien escribe sus opiniones puede arrogarse su derecho, su libertad de definirse y de expresar lo que le parece, civilizadamente y si a bien lo tienen los dueños del medio de información. La virtud de la libertad de expresión es que, algún otro, si a bien lo tiene, puede expresar una opinión contraria y que muestre el error de quien difiere de pareceres.

    Por todo esto, yo me defino: me defino por los valores de la libertad y, en este caso particular, de la expresión, de manera que ruego que se me deje libre de definirme. Estoy en mi derecho a equivocarme: es por ello que creo en la libertad y no en la coacción, en el control y en la socialización de las conciencias.

  10. #110
    1986-01-15-PANEM ET CIRCENSES

    PANEM ET CIRCENSES


    La Nación, 15 de enero de 1986.

    Pan y circo. Así se refirió Juvenal a los romanos en decadencia, quienes sólo pedían trigo y espectáculos gratuitos en el foro de Roma.

    Por supuesto que el demagogo, ni lerdo ni perezoso, se aventuraba a satisfacer los apetitos de la masa plebeya y les ofrecía pan y circo. Después de todo, tal vez ese era un precio bajo para conservar un poder que parecía esfumarse.

    Me parece ver al emperador romano, rodeado de sus aduladores, levantar sus manos pulidas y refinadas y asentir a la petición de las masas para que se les diera pan y circo. El emperador, como no era un tonto, se dio cuenta de que era más fácil complacer de antemano las peticiones esperadas y empezó a ofrecer… ¡Era tan cómodo convertirse en demagogo!

    Si el lector decide algún día ser candidato a la jefatura del gobierno, puede pensar en lo sencillo que es: si hay un problema de escasez de vivienda, proclamar que en su administración no la va a haber más, sólo que sin decir cómo va a lograrlo. Que si hay un problema de empleo, anunciar a la muchedumbre que bajo su mandato se eliminará la desocupación, por supuesto que sin decir qué artes de taumaturgo empleará para eliminar el desempleo. Y si fuera necesario hablar ante los campesinos, pues les ofrece tierras para todos y si lo que sobra es tierra, pues se crearán más campesinos. Si les habla a los deportistas, les promete un “astrodome” o un coliseo deportivo, obviamente sin mostrar de dónde saldrán los recursos para lograrlo. Si hay que ir a conversar a una escuela, no basta con ofrecerle todo un juego de computadoras; se les promete a todas las escuelas sin importar de dónde vendrá la plata para ello. Y así… todo es tan fácil.

    Nada más falta el decorado del foro. ¿Cómo lograr que la masa venga a adorar al posible dios emperador y exaltar así su naturaleza omnipresente y omnipoderosa?
    El circo. El amigo lector, pretendiente al mandato divino, puede atraer a este humano ofreciéndole tal vez a Michael Jackson o a Madonna o a Rubén Blades o a Iris Chacón, desvelada. Quizás así el pueblo muerda el anzuelo y acuda a los mítines de glorificación. Tan sólo me permito brindar un consejo al amigo lector que pretende trocarse en emperador: no crea que la masa va allá porque le adoran; tal vez sea que van tan sólo porque les gusta el circo. A veces cuesta menospreciar la bondad de un pueblo, pues aunque se le considere plebeyo y de apetitos bajos a ser satisfechos, sus individuos piensan y reconocen el engaño del demagogo.

Información de Tema

Usuarios Viendo este Tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas Similares

  1. Artículos publicados en Diario La Nación 2000-2003
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 30
    Último Mensaje: 20/03/2012, 14:11
  2. Artículos publicados en Diario La Nación 1990-1999
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 166
    Último Mensaje: 20/03/2012, 12:18
  3. Artículos publicados en Diario La Nación 1970-1979
    Por Elisa en el foro Obra escrita de Jorge Corrales Quesada
    Respuestas: 85
    Último Mensaje: 13/03/2012, 14:32
  4. Letras de cambio - OPINIÓN - La Nación
    Por Elisa en el foro Foro de ANFE
    Respuestas: 0
    Último Mensaje: 24/10/2011, 20:09

Marcadores

Permisos de Publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •