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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #201
    1989-06-16-LAS MATAS EN EL AEROPUERTO

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    LAS MATAS EN EL AEROPUERTO


    La Nación, 16 de junio de 1989.

    En reuniones recientes tenidas con exportadores de plantas y de flores, se ha patentizado la queja acerca de lo inadecuadas que están las instalaciones físicas para el manejo de vegetales perecederos en el aeropuerto Juan Santamaría.

    Lo increíble del caso es que parece que durante muchos años han insistido ante las autoridades correspondientes –creo que con las del Consejo de Aviación Civil– para poder disponer allá de cámaras frías y, como era de esperar de los organismos burocráticos, aún están realizando estudios y más estudios para ver como solucionan este problema.
    Señalan los empresarios que da tristeza ver cómo, por un par de horas, a mediodía, bajo un sol que calcina se dejan las flores y frutas a la intemperie por falta de una cámara de refrigeración, en la cual se podrían almacenar temporalmente, puesto que se deben enviar al exterior bajo ciertas condiciones de temperatura. Por supuesto que el burócrata no pierde con el daño que se causa; quien sí lo sufre es el empresario, el cual lógicamente ha pedido a las autoridades que sean ellas las que resuelvan el desaguisado, puesto que el aeropuerto no es privado sino un ente público bajo la administración del Consejo de Aviación Civil.

    Existe una solución posible para sacar de la tragedia Kafkiana a mucho costarricense exportador: que Aviación Civil designe un pedazo de terreno, cercano y cómodo al lugar de despacho, y que lo alquile, por una suma anual a negociar, a alguna asociación de exportadores o a un empresario quien responda con sus fondos propios, para que construyen allí las instalaciones requeridas.

    Con esto, el exportador pagaría gustoso el buen trato a sus productos, al tiempo que el Gobierno percibiría ingresos y, al ser privadas las instalaciones, se les daría el mantenimiento y la disposición apropiadas para prestar un buen servicio. ¿Quién se va a oponer a esto? Alguien tienen que serlo, porque tan sencilla solución desde hace tiempo debería de haberse puesto en práctica ante la inopia estatal. De manera que, quien probablemente se opone, sea el político que perdería poder al no disponer ya de “sus” instalaciones en el aeropuerto.

  2. #202
    1989-06-26-LAS DEUDAS DEL BANCO CENTRAL

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    LAS DEUDAS DEL BANCO CENTRAL


    La Nación, 26 de junio de 1989

    El reciente artículo del Lic. Félix Delgado “El déficit del Banco Central” (La Nación, 1 de junio de 1989, p.16 A) debe ser analizado por los interesados en los asuntos bancarios. La tesis central del subgerente del Banco es que las sustanciales pérdidas en que éste incurre, al absorber la deuda externa del sector público, impiden la flexibilidad necesaria en la conducción de su política monetaria, por lo que se hacen necesarias medidas fiscales (en esencia, elevar los impuestos), para subsanar el déficit del Banco y que así pueda cumplir con su función básica.

    Me interesa en esta ocasión, referirme a la afirmación del Lic. Delgado de que “El banco terminó asumiendo deudas considerables, originadas en operaciones que no son típicas de la banca central”, puesto que mucho del problema tiene su origen en la concepción que durante mucho tiempo se ha mantenido sobre nuestro Banco Central. En un estudio que realicé hace un par de años sobre la Ley Orgánica del Banco Central, en una parte señalé que “El Banco necesita coordinar sus políticas con aquellas económicas de corto plazo que le incumben al Gobierno… Pero, para llevar a cabo una verdadera coordinación se requiere que el banco mantenga su independencia vital en cuanto a la conducción de la política monetaria. De lo contrario, a lo que su ausencia daría lugar es, más bien, a una subordinación indeseable y poco garante de la estabilidad que se requiere en la provisión en medios de pago para la economía. La misma presencia de ministros de gobierno en su junta, promueve que la conducción de la política monetaria se acerque más a las consideraciones del Consejo de Gobierno, que a las propias decisiones de la junta en sí, presuntamente asesorada por los funcionarios y técnicos del banco.”

    Estos párrafos sintetizan el meollo del asunto que señala el Lic. Delgado: la falta de independencia de la Junta Directiva del Banco Central ante las decisiones del Gobierno de la República. Precisamente mucha de la buena labor de la actual presidencia ejecutiva del Banco, cuyos beneficios a la economía se palpan evidentes conforme pasa el tiempo, se debe a que ha hecho gala de cierta independencia en la formulación de su política monetaria. Lamentablemente, en el pasado, fue alguna junta directiva del Banco Central la que decidió asumir las deudas externas del Gobierno y ahora, como dicen don Jaime Solera, don Eduardo Lizano y don Félix Delgado, en cuestiones monetarias, “la jarana siempre sale a la cara”. Lo que se requiere hacer para empezar, es despolitizar la Junta Directiva del Banco Central.

  3. #203
    1989-06-28-A 200 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

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    A 200 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


    La Nación, 28 de junio de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 272-273.

    A mi gusto, la celebración de los 200 años de la Revolución Francesa debe centrarse en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Sin duda es el tema más meritorio de ese episodio humano, porque se sustenta en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que, de alguna forma, muchos apreciamos y también porque nos permite alejar recuerdos no muy placenteros de la violencia a que dio lugar la Revolución Francesa.

    Más que todo, la Declaración es un excelente intento de presentar por escrito lo que la costumbre había hecho en Inglaterra y esto en sí debe ser apreciado. Tal vez esta opinión surge por mi afecto a Hayek, pero ciertamente, más que todo, por el consejo que brinda un ilustre francés, quien señaló que “es muy peligroso para un pueblo desear crear por medio de la razón sentimientos que son contrarios a aquellos fijados por la naturaleza en su alma. Este tipo de error pesa fuertemente sobre nosotros desde la Revolución. Engendró el desarrollo de un socialismo que pretende ser capaz de cambiar el curso natural de las cosas y rehacer el alma de una nación…” (Gustave le Bon, Les Opinions et les Croyances, 1911). Con el paso del tiempo, moderadas las opiniones apasionadas a que son tan efectos los intelectuales franceses, la Revolución se analiza desde luces distintas a las de la tradición histórica marxista. Recientes trabajos, entre otros, de Simon Schama, Citizens: A Chronicle of the French Revolution y de François Furet, La Révolution, cuestionan la forma simplista de lucha de clases con que se había valorando el fenómeno.

    Pero, más que todo, como señala Gottfried Dietze, en la introducción al libro de Jacob Burckhardt, Reflections on History, “La ley estable más antigua que había probado su mérito fue reemplazada por legislación en un verdadero furor por hacer leyes que siguió a la Revolución Francesa… Dadas las tendencias igualitarias que le siguieron… y al hecho de que las diferentes habilidades naturales y méritos de los hombres siempre restauran las desigualdades, todos los días se requerirán inevitablemente nuevas medidas por el amor a la igualdad. Esto significaba que la igualdad estaría en una conquista perpetua de la libertad, aunque el slogan revolucionario de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” había puesto a la libertad de primero que a la igualdad”. Así es como yo aprecio al lema de la Revolución Francesa: precisamente en ese orden.

  4. #204
    1989-07-04-LA PRODUCTIVIDAD MÁS ALTA

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    LA PRODUCTIVIDAD MÁS ALTA


    La Nación, 04 de julio de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 164-166.

    Es frecuente, en especial en los últimos días, cuando ciertos brotes proteccionistas pretenden, como los abejones de mayo, hacer su agosto, escuchar a muy distinguidas personas, generalmente ligadas a algunos grupos políticos y a gremios empresariales o a ambos, aseverar que nuestro país no debe importar cierto tipo de producto porque “tenemos una muy alta productividad” o porque, gracias a los planes de tal o cual Ministerio, alcanzaremos una muy elevada productividad, con lo cual ya podríamos “autoabastecernos” y, por lo tanto, no importarlos o dejar de importarlos.

    Este planteamiento está equivocado. Se basa en una lamentable confusión entre la eficiencia técnica en la producción y la eficiencia económica. Por medio de un ejemplo, muestro a continuación lo absurdo que resulta considerar sólo el primer concepto divorciado del segundo, como justificación para fomentar en el país la producción de bienes y evitar así las importaciones.
    Así, podríamos convertirnos en los mayores productores de trigo por hectárea sembrada. Para lograr este “milagro” se podría, por ejemplo, utilizar las planicies del Atlántico, cuyas tierras, en caso de que no sean naturalmente muy productivas para la siembra de ese grano, se podrían abonar con suficiente potasio, que se supone es muy bueno para ese propósito. También, como esas tierras posiblemente sean muy húmedas para la siembra, se podrá drenar la enorme cantidad de ríos, riachuelos, quebradas, “criques” y similares, para disminuir la mojazón. Por supuesto, si esa medida no fuera suficiente, esas ahora fertilizadas llanuras se podrían cubrir de plástico “seram”, para que la lluvia no estropee el máximo de producción por hectárea que se desea lograr.

    Por otra parte, como el trigo también requiere agua, todas las llanuras ahora tapadas tendrían que disponer de sistemas de riego por goteo o de cierto tipo de flujo dirigido de las aguas, para que así puedan crecer óptimamente nuestras plantitas. Solo basta con así contratarlo.
    Por supuesto que si nuestro problema con la siembra de trigo es que no hay suficiente luminosidad, pues habría varias alternativas técnicas para resolver la situación. ¡Alguien podría proponer un decreto ordenando al sol que se detenga un poco más al pasar por nuestro equinoccio!, posiblemente los ukases gubernamentales serían ignorados por el astro rey, pero esto no debe amilanarnos: siempre se podría colocar sistemas de luminosidad artificial, pues tan sólo basta que lo construyan algunas empresas especializadas en el ramo, por supuesto que pagándolo.

    Para administrar nuestras parcelas trigueras se podría contratar a algunas familias enteras de colonos provenientes de los Urales o de Illinois, quienes tienen suma experiencia con el manejo del grano. También se podría comprar la maquinaria más moderna para su cultivo y hasta pensar en contratar a algunos ingenieros para que desarrollen una maquinaria adaptada a nuestras condiciones de siembra bajo techo.

    Estoy seguro de que con éstas, entre muchas otras medidas de similar naturaleza, podríamos exceder la producción que hoy día tienen los Estados Unidos, que debe de andar por ahí de 25 hectolitros por hectárea. Pero, nosotros, con todo lo sugerido, estoy seguro de que podríamos producir mucho más, con lo que, tal y como hoy día se asevera para muchas otras cosas, podríamos dejar de importar el grano desde los Estados Unidos, sembrándolo en el país, en medio de los cánticos acerca de la guaria morada y bajo un coro de yigüirros (para que no digan que no se es patriota), alabando la “autosuficiencia”.
    Sin embargo, este absurdo se cae por los suelos con sólo que usted formule una preguntita muy sencilla: ¿cuánto sale costando cada hectolitro de trigo sembrado en Costa Rica bajo las condiciones expuestas? La respuesta a tan incomodo cuestionamiento nos obliga a señalar que no basta únicamente con que se logre alcanzar eficiencia técnica: el precio de venta y su costo de producción son de fundamental importancia. Esto último es lo que importa: después de todo, en nuestro país se podría producir casi cualquier cosa, pero muy posiblemente muchas de ellas a un costo enorme. Por tal razón es que el fundamento del comercio internacional radica en las ventajas comparativas, sustentadas en los costos relativos de producir bienes en distintos países y no en la capacidad técnica en la producción que se pueda llegar a tener.

    Sobre este tema de las ventajas comparativas nos referiremos en un próximo artículo, pero no deseo terminar éste sin un consejo para el amigo lector: cuando alguien asevere que en Costa Rica se produce tal o cual producto con una enorme eficiencia y que, por lo tanto, debemos ser autosuficientes y no importarlo desde el exterior, pues, hagámosle la preguntita: ¿a qué costo? Y no habrá, posiblemente, una buena respuesta.

  5. #205
    1989-07-21-ESPECIALIZACIÓN Y VENTAJAS COMPARATIVAS

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    ESPECIALIZACIÓN Y VENTAJAS COMPARATIVAS


    La Nación, 21 de julio de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 108-110.

    Este artículo tiene dos propósitos: primero, explicar el principio por el cual un país se especializa en producir aquello en lo que tiene ventaja comparativa, pues es lo que resulta más beneficioso y, segundo, señalar por qué la autosuficiencia es un concepto que, de ser aplicado, conduciría al empobrecimiento de las naciones.
    Antes que nada, es necesario explicar la diferencia que hay entre ventaja absoluta y ventaja comparativa, a fin de entender qué es lo que mueve el comercio entre los individuos y, para nuestro caso, entre las naciones. Para este fin vamos a suponer que tenemos dos países, Costa Rica y El Otro, en los cuales se producen dos productos: café y trigo. Claro que el mundo es más complicado que dos países y dos productos, pero todo esto, entre otras cosas, se supone para explicar con mayor sencillez la razón de ser del comercio internacional.

    Suponga que Costa Rica, si dedica todos sus recursos a la producción de trigo, obtiene 5 toneladas; en tanto que, si dedica todos ellos a producir café, logra 10 toneladas. (Puede, también, producir una combinación proporcional de ambos productos). Por su parte, suponga que, si El Otro dedica todos sus factores productivos a trigo, obtiene un máximo de 10 toneladas y, si los dedica sólo a café, obtiene un máximo de 15 toneladas.

    Se dice que El Otro tiene ventaja absoluta en la producción de ambos bienes, pues logra 15 toneladas de café que es mayor que las 10 toneladas que Costa Rica puede producir como máximo y, similarmente, obtiene 10 toneladas de trigo, lo cual excede al máximo de 5 que Costa Rica puede producir.
    Debemos deducir de estos datos que, como Costa Rica no tiene ventaja absoluta en la producción de ninguno de los dos bienes, entonces, ¿no le resulta conveniente participar en el comercio internacional? O, lo que es lo mismo, ¿es cierta la afirmación de algunos de que, por ejemplo, hasta Brasil produce más café que Costa Rica, por lo que nuestro país no es eficiente en la producción de ningún bien y, por lo tanto, no es de su conveniencia participar en el comercio internacional? Ciertamente la respuesta a ambas preguntas es negativa: a Costa Rica le conviene especializarse en lo que tiene ventaja comparativa (que no necesariamente es en lo que posee ventaja absoluta) y participar plenamente en el comercio internacional.

    Veamos lo que significa el concepto de ventaja comparativa. Para ello, evaluemos lo que le cuesta a cada país producir una unidad de cada bien en términos del otro bien. Así, para Costa Rica el costo para producir una unidad de trigo es lo que internamente sacrifica de producción de café y el costo de producir una unidad de café, es lo que sacrifica de producción interna de trigo. Algo similar se podría hacer para El Otro, todo lo cual se muestra resumidamente en el cuadro siguiente:

  6. #206
    1989-07-31-EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

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    EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO


    La Nación, 31 de julio de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 69-70.

    Recientemente un colega economista, alto funcionario del gobierno, respondió ante mi comentario sobre un asunto económico que “ahora todos pensamos igual”. La aseveración me complació, pero al mismo tiempo me motivó a exponer ciertos hechos, con el afán de que, al escribirse sobre el cambio de nuestro pensamiento económico, se evalúe correctamente lo sucedido.

    A principios de los setentas, algunos economistas ya señalaron los problemas a que daría lugar el proceso de sustitución de importaciones y de industrialización forzosa en que se había involucrado al país a partir de los años sesentas. Los principales economistas promotores de la sustitución de importaciones fueron Raúl Hess, Bernal Jiménez, José Manuel Salazar, Porfirio Morera, Carlos Manuel Castillo, Rodolfo Solano, Genaro Valverde, entre otros, quienes fueron muy influenciados por el pensamiento de la CEPAL y la corriente intervencionista en la economía, que en América Latina encontró su maestro en Raúl Prebisch y, en nuestro país, su seno en el partido social-demócrata.

    Economistas como Claudio González, Alberto Di Mare, Álvaro Hernández, Miguel Ángel Rodríguez, Luis Carlos Peralta y este servidor, entre otros, enfatizamos la necesidad de que nuestro país reorientara su modelo de desarrollo hacia uno de apertura, en el que la especialización en lo que se tenía ventajas comparativas, con un régimen de aranceles bajo y uniforme y en una economía sin distorsiones, determinara su crecimiento.

    A partir de mediados de los ochentas se ha dado un cambio radical en el pensamiento económico reinante en las tiendas de la social-democracia local: Eduardo Lizano, caracterizado por presentar académicamente los pros y los contras de alternativas de política económica, llegó a una posición privilegiada en el Banco Central en la que tuvo que tomar importantes decisiones, definiéndose por un fuerte apoyo a la apertura de la economía. Fernando Naranjo, tal vez influido por su mentor en Pennsylvania, Lawrence Klein, había abrazado ideas intervencionistas, como lo muestran sus escritos de principios de los setentas. Pero, ahora, como Ministro de Hacienda se ha inclinado fuertemente, y para bien, en favor del mercado y de nuestra integración a la economía internacional. Estos dos importantes economistas de la social-democracia han contribuido en mucho al cambio observado, a pesar de que en esa agrupación persisten al acecho tendencias conservadoras.

  7. #207
    1989-08-11-APERTURA A PESAR DEL RESTO DEL MUNDO
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    APERTURA A PESAR DEL RESTO DEL MUNDO


    La Nación, 11 de agosto de 1989.

    Con frecuencia se escucha la pregunta de ¿para qué Costa Rica se ha de abrir al comercio internacional, si otras naciones tienen barreras arancelarias que nos impiden aumentar nuestras exportaciones a esos mercados?, o, alternativamente, ¿qué gana Costa Rica si abre sus mercados y los otros países no lo hacen? Casualmente, ese argumento se expresa en los Estados Unidos para limitar la entrada a importaciones provenientes del Japón, dado que de distintas formas este país impide las exportaciones estadounidenses.
    La respuesta al cuestionamiento se da con otra pregunta: ¿cuál sería el costo para Costa Rica si, en vez de proseguir un régimen de libre comercio internacional, decidiera aislarse del comercio? Según lo desarrollado en mi artículo anterior sobre las ventajas comparativas del comercio internacional, la autosuficiencia disminuye la disponibilidad de bienes y servicios, en comparación con la que se lograría gracias al intercambio internacional.

    Además, la alternativa que generalmente se presenta a los países no es entre libre comercio y el mantenimiento de un estado de cosas, sino entre el primero y un aumento de la protección. Así que, para quienes consideramos que la ventaja del intercambio radica en disponer de más bienes y servicios que satisfagan las necesidades de los consumidores, cualquier intento por reducir dicha disponibilidad debe ser visto como sospechoso.
    Para un país pequeño como el nuestro, el argumento a favor de la liberalización es sumamente fuerte, pues, por una parte, nos permite explotar rendimientos a escala en la producción, al tener acceso a un mercado más amplio que el interno tan reducido; asimismo, al especializarnos en lo que tenemos ventaja comparativa, nos permite hace un uso más eficiente de nuestros recursos escasos, lo que nos faculta disponer de más bienes y, en tercer lugar, la apertura de la economía favorece la competencia, la innovación y el cambio, con el consecuente beneficio a los consumidores, que es el fin último de la economía.

    También, como parece indicarlo la experiencia, tanto en el lapso que va de mediados del siglo pasado (siglo XIX) a principios del presente, así como a partir de la Segunda Guerra Mundial, se ha dado el mayor crecimiento de la economía mundial y ambos períodos estuvieron precedidos por cambios sustanciales de liberalización en el comercio internacional. Adicionalmente, casi se hace cansina la evidencia del enorme impacto sobre el crecimiento económico de ciertos países, como Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Taiwan, Singapur, como resultado de su apertura al comercio internacional.
    Por supuesto que, para gobiernos de países pequeños como el nuestro, es más fácil mostrar a la ciudadanía (porque a las fuerzas proteccionistas cuesta mucho convencerlas) la conveniencia de la apertura si la decisión reducir la protección no es unilateral, sino, por el contrario, multilateral, lo cual supone aumentaría el acceso de nuestros productos al mercado externo. Como señala Martin Wolf “para los países más pequeños, tanto desarrollados como en desarrollo, la liberalización puede ser justificada más o menos con independencia de lo que suceda en otras partes, pero la atracción sería aún mayor con una economía mundial abierta.” (Martin Wolf, “Why Trade liberalization is a good idea”, en J. Michael Finger y Andrzej Olechowski, The Uruguay Round: A Handbook for the Multilateral Trade Negotiations, A World Bank Publication: Washington D.C., 1987, p. 21).

    Lo anterior quiere decir que los esfuerzos, además de dirigirlos a la apertura de nuestras economías, deberán integrarse a la lucha por lograrlo a nivel mundial, como parece ser el afán que llevamos a cabo aunque a medias, para que Costa Rica se incorpore al Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas (GATT), lo cual nos permitiría ser partícipes de los beneficios de una economía mundial más abierta.

    Otro argumento que de vez en cuando se escucha a favor de no abrir nuestra economía, es que debemos cerrarnos porque otros países del mundo subsidian sus exportaciones, las cuales nos llegan a precios de “dumping”, lo que afecta indebidamente nuestra producción; o sea, ¿qué debemos hacer frente a una oferta de bienes importados que son subsidiados? Este argumento también se escucha en los Estados Unidos, para favorecer la imposición de aranceles compensatorios a ciertos tipos de bienes importados con precios subsidiados, o, como sucede en el caso de la confección de ropa, los sujetan a acuerdos como el llamado de Multifibras, por el cual se fijan cuotas a las importaciones, impidiéndose el libre comercio a un costo muy alto.

    Un subsidio permanente en el precio internacional de un bien lo que de hecho indica es que tal es el precio de ese bien. Lo que sí obliga a meditar acerca de cuál debería ser la política económica correcta por aplicar, es cuando se presenta el llamado “dumping depredador”, por el cual se reduce el precio de un bien comercializado internacionalmente, para provocar la quiebra de la producción doméstica y, una vez desaparecida ésta, se vuelve a subir el precio del producto a un nivel superior al inicial, extrayendo con ello bienestar del consumidor nacional afectado.

    En caso de que se dé el “dumping depredador”, caso por cierto poco común dada la competencia internacional, lo sugerido es introducir aranceles que compensen el precio subsidiado. Pero esta política debe tomarse con sumo cuidado, pues podría convertirse en una puerta abierta en la parte trasera de la casa, por la cual penetren los intereses proteccionistas. Una de las virtudes de que Costa Rica suscriba los códigos del GATT es precisamente que, en el de “subsidios”, se pretende racionalizar cuándo aplicar medidas “antidumping” en un país, de forma tal que no sean un pretexto para esquilmar el bienestar del consumidor, por parte de algún productor doméstico, capaz de influenciar las decisiones de los gobernantes para aumentar la protección.

    Una regla de política económica útil en caso de “dumping” es que las medidas compensatorias no tomen en cuenta sólo el daño caudado a una actividad productiva concreta, sino que también se valore el interés del resto de la economía, que puede ser mayor que el daño provocado a aquella actividad, puesto que una política “antidumping” irreflexiva podría causar una reducción en el bienestar de la economía nacional como un todo.

    El comercio internacional, para terminar, tiene que ser valioso, pues no es resultado de una coerción planificadora, sino de la libre contratación de las partes, las cuales, para suscribirlo, debe ser porque se benefician mutuamente con él.

  8. #208
    1989-08-30-FUE UN 26 DE AGOSTO DE 1789...

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    FUE UN 26 DE AGOSTO DE 1789…


    La Nación, 30 de agosto de 1989. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 270-271.

    … Cuando los representantes del pueblo francés dieron a la humanidad la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La Asamblea Nacional los acogió bajo los auspicios del Ser Supremo, como acto de humildad frente al enorme paso que tomaba el ser humano, porque se consideró a esos derechos como “naturales, inalienables y sagrados”.

    Con esta declaración se aseguraba la libertad de sus ciudadanos, menospreciada en Francia por gobernantes totalitarios, desdeñosos del principio de que “Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común”.

    Con ello se obligó a un replanteamiento de las instituciones francesas, lo cual precisamente no se hizo sin derramar gotas de sangre.
    Al otro lado del Canal, cien años antes, con la Revolución Gloriosa se aseguró a un pueblo sus derechos y su libertad, contrastando su paz con la violencia que sacudiría a Francia cien años después. La Revolución Gloriosa y la Declaración de los Derechos del Hombre confirmaron limitaciones del gobernante, establecieron la tolerancia, en particular la religiosa, exigieron responsabilidad a los gobernantes frente a los gobernados, con la posibilidad de pedirles cuentas de sus actos, pero, más que todo, garantizaron un régimen de libertad y de propiedad privada.

    La Declaración de los Derechos del Hombre tiene para mí una vigencia permanente. Por ejemplo, en su artículo 15 se lee: “La sociedad tiene derecho para pedir cuentas de su administración a todos los empleados públicos”. Esto me permite evaluar un caso reciente, cuando en una oficina del Banco Central se adujo que no se me daría cierta información, porque era prohibido hacerlo, sin pensarse en que el ciudadano debe saber lo que se hace en una entidad de gobierno (no era ningún secreto de Estado, más bien aparenta ser un simple secreto burocrático). Cuando leo el artículo 4º de la Declaración: “La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no daña a otro…”, pienso cuando se me obliga a amarrarme a un vehículo (voluntariamente lo haría). O al recordar a cierto financista filipino, quien acusado en cierto momento, solicitó venir a Costa Rica para que se le juzgara por dichas acusaciones, pero el Gobierno le denegó la entrada; entonces, leo el artículo 9º de la Declaración de los Derechos del Hombre, el cual reza así: “Debiendo todo hombre presumirse inocente mientras no sea declarado culpable, si se juzga indispensable arrestarlo, todo rigor innecesario para asegurarse de su persona debe ser severamente reprimido por la Ley.”

    Con todas estas cosas concluyo en que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano debería ser más leída por nosotros, quienes nos daríamos cuenta de qué tan útil puede sernos para garantizar nuestros derechos ante el Leviatán eternamente presente.

  9. #209
    1989-09-11-EL COLMO DEL DESCARO

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    EL COLMO DEL DESCARO



    La Nación, 11 de setiembre de 1989.

    En la búsqueda de recursos para financiar su preparación para el próximo campeonato mundial de fútbol, los interesados cayeron al fin al lugar indicado: la Asamblea Legislativa. Ello era de esperarse, pues, con la reputación rejuvenecida, ahora no hay político que no quiera aparecer como mecenas de los jugadores victoriosos: a nadie le gustan los perdedores, pero los políticos aman a los vencedores, a quienes se les arriman.
    Como consecuencia, diputados de varias fracciones se han comprometido a aprobar un nuevo impuesto del 0.5% a la cerveza y a los cigarrillos para financiar la preparación de los jugadores y que ello era “un premio del primer Poder de la Republica a los seleccionados”. (“Apoyan proyecto para financiar selecciones,” La Nación, 29 de julio de 1989, p. 31A).

    No gusto de los cigarrillos y poco consumo cerveza, y creo que parte del alto costo relativo a estos bienes se resolvería con la reducción de los enormes aranceles que pesan sobre su importación. Considero que el fumado es muy dañino y que la cerveza engorda, pero defiendo los derechos de los consumidores, a quienes se les obligará a pagar más impuestos.

    Primero, porque, con descaro, unos señores diputados consideran “premiar” a la selección, repartiendo platas ajenas que los consumidores pagarán con el nuevo impuesto. Lo que el legislador hace es sacar dinero del bolsillo de ciertos costarricenses para dárselo a otros y este jueguito atrevidamente lo señalan como un premio que ellos otorgan. Si tanto desean gratificar a los jugadores, ¿por qué no destinan parte de sus ingresos que perciben como diputados para regalársela a la selección?

    Segundo, porque puede ser que los consumidores de cerveza y cigarrillos no desean destinar sus impuestos al fútbol: algunos podrían preferir que se lo den a los atletas de la natación, otros a los del básquetbol, otros para el campeonato de pulsos; otra, a nadie. ¿Por qué, si es que se desea dar fondos de los costarricenses para preparar la selección, no se logran de quienes están más dispuestos a pagar por ello, como son quienes disfrutan viendo o asistiendo a los partidos de fútbol?

    Tercero, al convertirse en benefactores de oportunidad para legislar impuestos a favor de la selección, los diputados refuerzan una funesta práctica de nuestra política tributaria: los impuestos se vuelven algo antojadizo, veleidoso, de ocasión. Este populismo introduce incertidumbre en los procesos de producción y en el consumo esperado de las personas. Lo cómico es que los diputados ni siquiera saben si, al poner otros nuevos impuestos –tal vez para bien de las personas, según mis juicios de valor– disminuyan mucho las ventas de cerveza y cigarrillos, con lo que las recaudaciones disminuirán, poniendo al fisco en mayores aprietos, lo cual en el futuro requerirá posiblemente nuevos impuestos.

  10. #210
    1989-09-19-LA SALIDA DE DON FERNANDO

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    LA SALIDA DE DON FERNANDO


    La Nación, 19 de setiembre de 1989.

    La renuncia de don Fernando Naranjo al Ministerio de Hacienda no debe interpretarse como una resolución más a un pequeño conflicto palaciego. Las razones que explican su renuncia indican un mar con un fondo mayor al inicialmente supuesto.

    La labor de don Fernando, parte de la que, en su momento, critiqué acremente, en general ha resultado ser bastante buena. Sin embargo, al ocaso de su gestión se perciben obscuros nubarrones, pues el gasto total del gobierno central, de enero a junio de 1989, excedió en un 43% al equivalente de 1988 y el déficit en el mismo período de 1989 era un 810% superior al de 1988. ¡Más problemas en la gestión son difíciles de hallar!
    Pero, más que todo, ciertos indicadores tras la renuncia de don Fernando, sirven de “pintas” para que los ticos empecemos a rezarle al santo de nuestra devoción, para que nos brinde su protección ante el embate que pronto sufriremos.

    En primer lugar, resulta desastrosa para las finanzas públicas y para la asignación de recursos en la economía, la reciente decisión de aumentar la gasolina y dejar al diesel a su precio actual, como parte de una política de inflación reprimida. Si el problema está en que el Estado ha cargado de gravámenes al combustible y ahora aumentó su precio internacional, podría reducir los impuestos para mantener por un tiempo su precio interno, pero esto afecta los programas de gasto gubernamental; esto es, hay un problema financiero de un alto octanaje en las cuentas del fisco.

    En segundo término, es deseable una reducción del impuesto al café (en un programa de ajuste estructural, tal medida era requerida); pero esto tiene un serio impacto sobre las finanzas del Estado, en especial si la propuesta típica del opositor que no gobierna, es la de devolver los ya presupuestados tributos. El Ministro de Hacienda no podía aceptar que se le hiciera tan tremendo hueco en sus cuentas actuales, aunque sí en las futuras.

    En tercer lugar, el CAT se está convirtiendo en un peso enorme en las finanzas del fisco. Si bien sirve parcialmente para compensar el sesgo antiexportador en la economía, lo que se le requiere no es aumentarlo ni cosa por el estilo, sino reducir el proteccionismo arancelario y eliminar las distorsiones internas en los bienes no transados. De proseguirse con una política fácil del CAT, pronto todos los costarricenses estaremos pagando impuestos, casi sólo para subsidiar las exportaciones no tradicionales.
    En cuarto término, se están dando presiones para aumentar el gasto en vísperas de las elecciones. Yo tenía la impresión de que, ante la casi inminente derrota del candidato oficial Castillo, el gobierno de Arias prefería ser considerado como serio en el gasto y, por lo tanto, mantendría la mesura en estos meses. Pero, tal vez, yo era algo más optimista acerca de la seriedad fiscal en el equipo económico del presidente Arias.

    En resumen, la renuncia de Naranjo es indicadora de tiempos muy difíciles; las proyecciones sobre la inflación y el tipo de cambio tendrán que ser revisadas, pues parece que el fácil camino politiquero es el que se empieza a seguir, aunque todos los ticos –díganselo así a los políticos– seamos quienes pagaremos las consecuencias de esa irresponsabilidad fiscal.

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