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Tema: Artículos publicados en Diario La Nación 1980-1989

  1. #81
    1985-03-02-EDUCACIÓN Y AUTORIDAD

    EDUCACIÓN Y AUTORIDAD

    La Nación, 02 de marzo de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 261-263.

    “No puede existir ley, en el sentido de reglas de conducta universales, que no determine límites a los dominios de la libertad, al dictar reglas que permiten a cada uno determinar donde él es libre para actuar.”

    Friedrich A. Hayek, Ley, Legislación y Libertad, Vol. I: Reglas y Orden
    A pesar de cierto reino de le mediocracia, en nuestro país no puede pasar inadvertido el interesante ensayo de don Fernando Volio Jiménez, publicado en esta misma sección el 29 de enero de 1985, y cuyo título me he permitido usar en este comentario.

    Es valioso, en estos momentos cruciales en que redefinimos rumbos políticos en nuestro país, que don Fernando exponga la necesidad de “reconciliar la libertad con la autoridad”. Sin duda alguna, este apasionante tema debe provocar la reacción intelectual de los denominados liberales, pues, aparte de la trascendencia que de por sí tiene en nuestro mundo de ideas, don Fernando nos trae las que al respecto mantuvo don Rodrigo Facio allá por 1941, para poner “de relieve los principales errores del liberalismo”.
    Muy posiblemente un ensayo sobre la exposición de don Fernando no sea suficiente para analizar tan jugoso comentario, por lo que en esta oportunidad deseo referirme tan sólo a uno de los que don Rodrigo Facio consideró errores del liberalismo; concretamente, que el orden liberal se centraba en “el estudio apologético del orden existente”.

    En mi libro De la Pobreza a la Abundancia en Costa Rica señalé que “es el Estado intervencionista, el paternalista y el protector, el que no vacilará en acudir a infinidad de mecanismos que, de una u otra forma, inhiben el ajuste necesario. El Estado paternalista buscará prevenir la competencia a fin de que se mantenga el status quo, de manera tal que los rigores que implica el cambio no afecten lo establecido.” Muchas veces me he puesto a pensar en la importancia de la diferencia que hay entre el pensamiento conservador y la idea liberal. La esencia de dicha diferencia radica que el pensamiento liberal, en contraposición con el conservador, valora la experiencia, la tradición y la costumbre, pero no las convierte en determinantes de una acción inmovilizadora. Así, si bien es cierto que de la tradición conservadora se debe apreciar lo ya probado ̶ y ojalá por largo tiempo ̶ ello no requiere que bajo un orden liberal se efectúe la apología del orden existente. Al contrario, el pensamiento liberal “difiere del conservadurismo precisamente en este su modo franco y objetivo de enfrentarse con la ignorancia y reconocer lo poco que sabemos, rehuyendo todo argumento de autoridad y cualquier explicación de índole sobrenatural, cuando la razón se muestra incapaz de resolver determinada cuestión”, nos recuerda atinadamente Friedrich Hayek en su libro Los Fundamentos de la Libertad.

    En mi opinión, en nuestro medio me parece que, más bien, los apologetas del orden existente los encuentra uno en ciertas tendencias social-estatistas, en las cuales se busca el mantenimiento de los sistemas de privilegio resultantes de una acción dirigista y paternalista del Estado. Por ejemplo, han sido los pensadores liberales los que, desde hace bastante tiempo, han objetado las prácticas públicas de conceder un privilegio, por la ausencia deliberada de la competencia, originado en el proteccionismo arancelario. A la fecha se ve cómo vientos frescos, otrora promotores en gran escala y sin complejos de índole alguna de nuestro esquema proteccionista, ahora vuelven sus ojos hacia la introducción de las virtudes de la libre competencia internacional.

    Otro ejemplo que creo que será útil en mostrar la actitud que diferencia al liberal de los verdaderos apologetas del orden existente, quienes parecen encontrarse en tiendas en donde se adora a una presunta justicia social, consiste en la posición mostrada ante la intervención creciente del Estado en los aspectos de la educación. La necesidad de introducir en nuestra nación la competencia en la educación universitaria por medio de entidades privadas fue perfectamente entendida por el distinguido ex Ministro de Educación, don Fernando Volio, sin cuya ayuda difícilmente hubiera surgido la Universidad Autónoma de Centro América, ante el embate de las fuerzas conservadoras de nuestras universidades estatales tradicionales, las cuales no miraron con buena vista que surgiera una anhelada y refrescante competencia.

    En resumen, cabe meditar si en realidad no son los defensores del status quo, quienes propugnan el mantenimiento del privilegio, del dirigismo y de la acción controladora de la libertad individual, los que prosiguen fundándose en algunas de las ideas expresadas por don Rodrigo Facio, en tanto que otros, los inconformes liberales, son quienes ciertamente han buscado una ampliación en el rango de posibilidades para elegir libremente. Esto es, me parece que, más bien, los apologetas del orden existente los halla uno en las tiendas en donde se considera necesario que el Estado dirija, en vez de los que pregonamos que el Estado sea limitado en sus actos.

  2. #82
    1985-03-10-LOS COSTOS DE NUESTRO PETRÓLEO

    LOS COSTOS DE NUESTRO PETRÓLEO


    La Nación, 10 de marzo de 1985.

    Me tocó una vez observar cómo un ex Presidente de la República temblaba de preocupación al darse un incremento pavoroso en el precio internacional del petróleo. En realidad, las administraciones de los señores Figueres, Oduber y Carazo fueron violentamente sacudidas por el fuerte incremento sufrido en los mercados internacionales del petróleo y sus derivados. Por supuesto, el costo incrementado del petróleo nos fue trasladado a los costarricenses de diversas formas. En la administración Figueres, fundamentalmente por un mucho mayor incremento en los precios de los derivados y, en las dos subsecuentes, tanto por violentas inflaciones como por aumentos en los precios de los productos petroleros.

    La administración del Presidente Monge ha sido afortunada ̶ supuestamente afortunada ̶ en que el petróleo, en vez de subir, más bien ha experimentado una tendencia al descenso. En realidad, economistas como, por ejemplo, Milton Friedman habían predicho que, tarde o temprano, el cartel de los productores de petróleo terminaría por resquebrajarse, lo que produciría una reducción en los precios de ese bien.

    Cuando el precio del petróleo ascendió vertiginosamente, envió dos señales al mercado: por una parte, que el consumidor debía reducir su consumo y, principalmente, buscar otros sustitutos energéticos, en tanto que, por otra parte, se debía acelerar la exploración de nuevos yacimientos petrolíferos.

    A la fecha, los resultados del sistema de precios son irresistiblemente reveladores: en primer lugar, las reservas mundiales de petróleo, como porcentaje de la producción, han aumentado sustancialmente en los últimos dos años. Tan sólo en los países no comunistas, en 1979 se conocía de reservas de 30 años con respecto a la producción, en tanto que, a la fecha, es un tercio mayor; o sea, 40 años de reservas en relación con la producción.

    En segundo lugar, los consumidores racionales se propusieron y lograron economías en el uso del petróleo más caro y así la demanda en el período de 1971-1983 se redujo en un 13 por ciento.

    Estos dos elementos combinados han provocado un descenso en los precios internacionales del petróleo, el cual se espera que continúe disminuyendo en los próximos meses. Una vez que pase el fuerte invierno en el Hemisferio Norte, se estima que el precio del petróleo se habrá reducido de $29 que ha fijado el cartel de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), hasta $25. En los Estados Unidos, por ejemplo, ya se vende, generalmente, la gasolina a precios muy inferiores a un dólar el galón y la competencia cada vez más provoca tendencias a la baja en dicho precio.

    Si a la abundancia de oferta, con respecto a la demanda de petróleo, unimos la grave situación económica de algunas de las naciones productoras y exportadoras de petróleo, las cuales enfrentan serios problemas de déficit en sus balanzas comerciales, así como enormes deudas externas que deben amortizar, tal reducción en el precio del petróleo parece inevitable.

    Mientras tanto en nuestro país RECOPE nos mantiene, como era de esperarse en toda situación monopólica, con la soga en nuestros cuellos. Así, no sería nada raro que continuaremos pagando la gasolina a casi dos dólares el galón, que sigamos sujetos al acuerdo petrolero con México y Venezuela, el cual podría estar quedando desfasado en lo que a la baja de los precios mundiales se refiere, pero no habrá de sorprendernos que, más bien, el Gobierno que ha sido cobijado con la baja en el precio mundial de los hidrocarburos, nos los vaya a aumentar bien pronto. Paciencia es lo que debemos tener: algún día Recope tendrá competencia.

  3. #83
    1985-03-23-MESURA EN LA DEMANDA DE CRÉDITO

    MESURA EN LA DEMANDA DE CRÉDITO

    La Nación, 23 de marzo de 1985.

    En las últimas semanas, en distintas formas, se ha pedido públicamente a las autoridades del Banco Central que incrementen el crédito destinado a las actividades productivas, Se ha manifestado que, de no ser así, nuestro país sufrirá una espantosa escasez de bienes y servicios, con el consiguiente empobrecimiento del ciudadano.
    Creo que muchas de estas demandas surgen por desconocer el efecto negativo que un exceso de crédito puede ocasionar en la economía, aunque si bien otras peticiones pueden deberse al enorme negocio que surge al pedir prestado a un interés relativamente bajo, que incluso en algunos casos ni siquiera cubre el grado de inflación en el país. Sin embargo, cualesquiera que sea el objetivo final de los petentes, es bueno hacer un recordatorio de los males que un exceso de crédito puede tener sobre el exiguo equilibrio económico de nuestro país.

    Don José Figueres una vez escribió lo siguiente en su libro La Pobreza de las Naciones: “Ambas emisiones (de dinero) estimulan la demanda de mercaderías y servicios, pero:
    a) El primer género simplemente aumenta el poder de compra del público, sin poner más gente a trabajar y, por lo tanto, sin incrementar la producción. En consecuencia, esta emisión tiende a elevar los precios.

    b) El segundo género se usa para ocupar más trabajadores, empresarios y materiales. Al haber más gente recibiendo ingresos, la demanda total aumenta. Pero, puesto que un hombre que trabaja produce más de lo que come, la producción total aumenta más que la demanda total. Por lo tanto esta emisión tiende a moderar el alza de los precios. (Pág. 209)

    En mi libro Inflación y Control de Precios señalé que “Doctrinas tales como la enunciada por don José Figueres, fueron una de las razones fundamentales por las que las autoridades monetarias alemanas emitieron dinero, provocando la hiperinflación (en los años 1919-1923. En este último, la inflación fue de aproximadamente un 300.000 por ciento anual)… El argumento de que no existe un exceso de dinero emitido en la economía, en tanto se efectúe para financiar actividades productivas, es esencialmente falaz, pues confunde la producción real (es decir, la cantidad) con el precio. Esto es el dinero no distingue entre lo que es el componente real de la producción… de lo que es el precio de esa producción… Así, al emitirse nuevo dinero en la economía, éste compite por la adquisición de los bienes y servicios ya producidos y ejerce tan sólo un aumento en los precios.” (Pág. 98).

    En esta oportunidad, el argumento que antes expuso el señor Figueres (argumento, de paso, sumamente viejo y gastado) es ahora manifestado por grupos de productores del país. Tal vez contribuya a moderar sus peticiones, recordarles la experiencia sufrida en nuestro país durante la inflación de los años 1974-1984, período en que se distorsionó el concepto de valor en nuestro país, con la consiguiente pérdida de producción y de bienestar de la ciudadanía.

    La alternativa que tiene el Banco Central es clara: o emite el dinero que se requiere para satisfacer esas ”demandas de crédito”, con la consecuente inflación que ello ocasiona, o bien procede a moderar el crecimiento del crédito (cantidad de dinero en la economía), asegurándose la estabilidad del país a mediano y largo plazo, aunque, en el corto, provoque una liquidez restringida en la economía” Los enemigos de la inflación preferimos el segundo curso y, casi estoy seguro, comprendido esto por muchos de los grupos petentes, ellos también endosarán la primera opción.

    Sin embargo, existe una alternativa por la cual pueden optar los grupos de productores, a fin de que la escasez de crédito sea menos restrictiva para sus actividades; lamentablemente, aún en períodos recientes, el Banco Central (el Sistema Bancario Nacional) ha sido una fuente importante de crédito para el gobierno (incluso en cierto momento hasta se distorsionó el plan de intenciones con el Fondo Monetario, al jugar en dos períodos crediticios con el enorme financiamiento al fisco). Si se elimina el crédito del Banco Central al gasto público, estos recursos podrían dedicarse a las actividades productivas del sector privado sin que se provoque un proceso inflacionario en la economía nacional, mucho mayor del ya de por sí elevado que tenemos.

    Espero que estas ideas sean útiles para evitar un enorme daño al país. Al desatarse los viento políticos en Costa Rica, ya los oportunistas ofrecen crédito de la Ceca a la Meca, con aquella irresponsabilidad rayana en locura que caracterizó nuestro pasado reciente. Esos políticos siempre piensan que, después de todo, será el próximo gobierno (pero el mismo país) quien cargará con el muerto del jolgorio crediticio.

    Ya el Presidente Monge anunció que había divergencias de criterio acerca del crédito entre el Banco Central y el gobierno y que en la próxima semana se tiene que llegar a un acuerdo. Indicó que “… con todo respeto para la autonomía del Banco Central… (pero) no hemos renunciado a la posibilidad de flexibilizar la política y atender, en alguna medida, las demandas de crédito que están planteando…”. Ojalá le recuerden al Presidente Monge lo cruel que puede ser un proceso inflacionario y, entonces, estoy seguro, primará la mesura antes que la politiquería.

  4. #84
    1985-04-02-UN EJEMPLO DE LA CONSPIRACIÓN LIBERAL

    UN EJEMPLO DE LA CONSPIRACIÓN LIBERAL


    La Nación, 02 de abril de 1985.

    Como se que más de un pueblerino de inmediato va a decir que una propuesta de Jorge Corrales a los dos principales candidatos a la presidencia de la República (en orden alfabético) don Oscar Arias y don Rafael Ángel Calderón, es un buen ejemplo de la “conspiración liberal” para infiltrarse en nuestras instituciones partidistas democráticas. En realidad, ello me importa un bledo, por lo que procedo a invitar a ambos caballeros para que se pongan de acuerdo, tan sólo, en dos cositas simples y sencillas, con el compromiso de que, quienquiera que sea el vencedor, recibirá el apoyo de ambos partidos políticos en estos dos temas.

    Me refiero a la necesidad de crear un servicio exterior o cuerpo diplomático profesional, así como evitar la sustitución de nuestros cuerpos diplomáticos y de seguridad interna, cada cuatro años con los cambios normales de gobierno a los que los costarricenses estamos tan acostumbrados.

    Sin demérito de honorables ciudadanos quienes han llenado de orgullo a la Patria por la forma en que la han representado en el extranjero, sabemos ̶ y no hay por qué negar con hipocresía lo de todos conocido ̶ que, en muchas ocasiones, al llegar al gobierno un nuevo grupo político distinto del anterior, se sustituye a los embajadores representantes del régimen derrotado, a fin de colocar a muchas personas afectas políticas del vencedor. Esto, que a muchos les puede parecer natural, ha provocado ̶ como una vez memorable lo analizó el amigo Julio Rodríguez ̶ que nuestra representación externa nos avergüence por la impericia, la osadía y la incultura de algunos palurdos quienes confunden diplomacia con el amaneramiento y la flexibilidad en el espinazo.

    Caso distinto al anterior, aunque similar en sus orígenes, es el despido masivo que se da en nuestra fuerza pública, al cambiar de partido político en el gobierno de la República. Es más, tan evidente es este fenómeno que, cada cuatro años, de rigor se presenta una manifestación de los policías destituidos ante el Ministerio de Hacienda para que ese ente, por lástima, incluya una partida en el presupuesto de la República que contenga recursos para el pago de sus prestaciones.
    Siempre que un partido político está en el gobierno, le oiremos clamando su extrema “preocupación” por la necesidad imposible de satisfacer de que se profesionalice nuestro servicio exterior y que se evite la sustitución masiva ̶ politiquera ̶ de los ya preparados policías.
    Por supuesto, esa preocupación es tan sólo cuando pueden asegurarse que sus copartidarios quedarán integrados en el próximo gobierno de sus opositores, pero la ansiedad es efímera, al convertirse ellos en el partido de la oposición y aspirantes “a volver”.

    La propuesta es muy concreta: como todavía no se sabe a ciencia cierta quién va a quedar como gobernante de Costa Rica en el período 1986-1192, ¿por qué no se ponen de acuerdo los dos únicos principales candidatos para apoyar la institución de un cuerpo diplomático profesionalizado y de una policía estable, ya sea que ganen o pierdan las elecciones? Espero que esta idea de un “liberal” sea acogida por (en orden alfabético estricto) don Oscar Arias y por don Rafael Ángel Caderón, a riesgo de que alguien crea que se trata de un hilo más de la trama de la gran “conspiración liberal”.

  5. #85
    1985-04-19-EL MERCADO Y EL CRISTIANO

    EL MERCADO Y EL CRISTIANO


    La Nación, 19 de abril de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 67-68.

    Tengo la impresión que mucho de la discusión acerca de las virtudes del mercado, en el contexto de un pensamiento cristiano, se debe a una ignorancia acerca de cuál es la función que desempeña la institución en el bienestar y en el progreso del hombre. Acudir a una cita de lo expresado por la desacreditada reunión de obispos de Puebla, nos refleja tres cosas:

    Primero, lo que significa descuidar y no actualizar el estudio de los hechos. Esto, en especial, porque la famosa reunión poblana, de una buena intención cristiana, se ha convertido en el caballo de Troya de la denominada Teología de la Liberación, mediante el dogma de criticar a un sistema por las fallas humanas, en vez de aprovechar un sistema que ofrece el máximo de libertades, ya sea para actual bien o mal. Así, tal como señaló el Cardenal Ratzinger, en Orígenes, del 13 de setiembre de 1984, “Las estructuras, ya sean buenas o malas, son el resultado de las acciones de los hombres y así son consecuencia más que causas. La raíz, del mal, entonces, yace en personas libres y responsables…”
    Lo anterior, sumamente claro y al grano, pone de manifiesto la necesidad de actualizar nuestros conocimientos acerca de la teología cristiana, a fin de no confundir el papel de un sistema de mercado, falible como todo lo humano, pero tal vez el más útil “para dar de comer y de beber”.
    Segundo, se desconoce la utilidad de un mercado dentro de la teología cristiana. “Un sistema de economía política imita las demandas de las caritas instando a los hombres a esforzarse, a crear, a inventar, a producir y distribuir, a elevar la base material del bien común. Se funda en el realismo. Respecto a los individuos como tales. Confiere a la vida comunal actividad o intensidad multiplicidad y empeño voluntario. El objetivo supremo de la economía política del capitalismo democrático es estar imbuido de caritas. Dentro de un sistema tal, se considera a cada persona como una fuente originadora de intelección y de acción, de acción y de amor; pero cada uno es también parte de todos los demás”. Michael Novak, El Espíritu del Capitalismo Democrático, p.p.382 y 383.

    Tercero, se requiere, más que inteligencia, buena disposición para analizar los hechos. Así, recientemente un querido amigo criticó acremente el hecho de que ciertas empresas privadas utilizaron –creo que en Europa– tejidos fetales para elaborar cremas de belleza. Lamentablemente, hecho particularmente espernible y horroroso, le sirvió para generalizarlo como crítica al sistema del mercado. De nuevo, “El mercado es una institución social que expresa la naturaleza social de la humanidad. Respeta la libertad de cada participante, al mismo tiempo que liga a cada uno a través de una herramienta social… Para estar claros, en las sociedades libres, así como en las que no lo son, algunos complacerán los gustos más bajos de otros, tales como la pornografía, la prostitución u otras formas bajas de comercio. Pero el comercio es un sistema de servicio a otros. Es, tan abierto el abuso, como lo es la libertad, como a lo noble…” Comisión de Laicos acerca de la Enseñanza Católica Social y la Economía de los Estados Unidos, Hacia el Futuro: Pensamiento social católico y la economía de los Estados Unidos, una carta de los laicos, p. 42.

    En resumen, antes de condenar al sistema de mercado, como opuesto a la doctrina social de la Iglesia Católica, debe de empezarse por conocer la propia doctrina social de esa Iglesia; luego, conocer lo que es el mercado y, finalmente, entender por qué, después de todo, como señaló Walter Lippman en La Gran Sociedad, los humanos construimos un sistema que “por primera vez en la historia humana (logró) una manera de producir riqueza, en la cual la buena fortuna de otros multiplicó la nuestra propia y la regla de oro fue económicamente sólida.”

  6. #86
    1985-04-25-El RITMO DE LA LIBERALIZACIÓN

    EL RITMO DE LA LIBERALIZACIÓN


    La Nación, 25 de abril de 1985. Por error del periódico, esta es la segunda parte del artículo “La Liberalización de la Economía” publicado el 12 julio de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 100-101.

    En un seminario celebrado en la República Dominicana del 22 al 24 de marzo de este año, se plantearon, entre otros temas, el de la rapidez con que se debería de liberalizar el sector externo de la economía de un país “pequeño”. En concreto, el profesor Sebastián Edwards, de la Universidad de California en Los Angeles, presentó un trabajo titulado “El orden de la liberación del sector externo en los países en desarrollo” y él mismo, en conjunto con el economista del Banco Mundial, Sweder van Wijnbergen, produjo el trabajo que lleva por título “Los efectos sobre el bienestar de la liberalización de los mercados de bienes y de capitales: consecuencias de escenarios con diferentes secuencias”.

    Además de estos dos importantes artículos, en dicho seminario se presentaron otros que tratan de este tema tan significativo para nuestro futuro económico, pero vale la pena consignar los hallazgos del profesor Edwards. En su obra en conjunto con Van Wijnbergen, escriben que, basados en “recientes trabajos acerca de la relación entre tarifas temporales y el ahorro privado… para analizar la pregunta de si se debe proseguir el gradualismo versus el “shock” en la liberalización del comercio de bienes, para el caso en que el racionamiento externo recae desproporcionadamente sobre la inversión, (establecemos) sin ambigüedad que bajo esas circunstancias el gradualismo es la estrategia óptima. La mayor parte de los ejemplos de liberalización del comercio tomaron lugar bajo restricciones de la balanza de pagos; en la mayoría de los casos de restricción de la balanza externa, la inversión asume una participación desproporcionada de la carga del ajuste; por ello esta conclusión es de gran significación política. (P. 24).

    Un segundo tema de gran importancia, además de lo tratado sobre la velocidad del ajuste, es el referido al marco del proceso de liberalización. Esto es, ¿se debe proceder a liberalizar primeramente la cuenta de capital de la balanza de pagos y posteriormente la cuenta comercial? ¿Deberá procederse a la inversa; esto es, primero la parte comercial y después la de capitales?

    Sobre el tema existe alguna experiencia histórica, pues, por ejemplo, Chile abrió primeramente su cuenta corriente, en tanto que Argentina y Uruguay procedieron a hacerlo primero con sus cuentas de capitales. El profesor Edwards nos indica sus interesantes conclusiones: “…tanto la evidencia histórica como las consideraciones teóricas… sugieren que una estrategia más prudente se basaría en la liberalización de la cuenta corriente en primer lugar… la experiencia con flujos de capital desestabilizadores que siguen inmediatamente una liberalización de las cuentas de capital generalmente han sido negativas… y han puesto en peligro otros aspectos del paquete de reformas. Algunas de estas experiencias también sugieren que la cuenta de capital deberá abrirse lentamente… Tan sólo después de que se hayan tomado los pasos iniciales hacia la estabilización y el ajuste externo, y se haya abierto la cuenta comercial lentamente, se deberían liberalizar las restricciones a la cuenta de capital.”

    Por supuesto que aún nuestro conocimiento es muy limitado para poder definir un conjunto concreto de las reglas que se deben proseguir en un esquema de liberalización y, sí no queremos pecar de conservadores, debemos tener en mente el elevado costo que actualmente significa a nuestras naciones el esquema proteccionista. Tan sólo si queremos, como dice don Miguel Ángel Rodríguez en una respuesta a un editorial del 1º de abril del periódico La República, evitar que se trate el tema por ser un problema delicado “y enterrar la cabeza en la arena”, lo cual nos conduce a un conservadurismo estéril y complaciente ante la miseria y pobreza de las naciones, no debemos ignorar los consejos del profesor Edwards antes citados. Esto es, al no existir en Costa Rica un planteamiento lógico, congruente, alternativo al esquema de liberalización, que trata de eliminar los impedimentos para que funcione la eficiencia del sistema de precios, debemos tener presente la experiencia histórica y los fundamentos teóricos a que hacen referencia los trabajos citados, entre otros, del profesor Edwards.

    En un artículo ulterior, me referiré a la necesidad de la consistencia política de los esquemas de liberalización.

  7. #87
    1985-05-12-LA LIBERALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

    LA LIBERALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA


    La Nación, 12 de mayo de 1985. Por error del periódico, esta es la primera parte del artículo “El Ritmo de la Liberalización” publicado el 25 abril de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 95-96.

    Parece ser que un hecho que los principales grupos políticos nacionales se van comprometiendo por un proceso de liberalización de la economía nacional, pues aparentemente vislumbran que esa es la única alternativa de que disponen, si desean que se dé un incremento en la producción y bienestar nacional. Por supuesto, en los dos partidos políticos más importantes –Unidad Social Cristiana y Liberación Nacional– algunos connotados, y otros menos notorios personajes, se han opuesto a la definición de liberalizar las relaciones económicas. Igualmente, aunque supuestamente no miembro de algún grupo político importante, el editorialista económico del periódico La República también considera que la posición liberalizadora impondrá un costo social sumamente elevado a los costarricenses.

    No interesa, en realidad, analizar los argumentos –o, más bien, la ausencia de estos ̶ para oponerse al establecimiento de programas liberalizadores, por lo cual este análisis se orienta al establecimiento de campos de acción comunes en tales programas, de manera que puedan ser realizados oportuna y eficientemente.

    Puede definirse al proceso de liberalización como la eliminación de aspectos que impidan el libre (y eficiente) operar del mercado. Esto es, que se incremente el papel del mercado en la organización económica y que se reduzcan barreras que impidan el libre comercio internacional, así como los movimientos de capitales. Se puede pensar que ambos partidos políticos están, en mayor o menor grado, interesados en lograr un mayor papel del mercado en la definición de qué, cómo y para quién producir la multiplicidad de bienes y servicios, lo cual, por ejemplo, les ha conducido a proponer una reducción arancelaria, privatización de actividades, venta de las empresas de CODESA, introducción de cierta competencia –aún muy limitada– a la banca estatizada y, en general, a tratar de mantener alejado al Estado de nuevas actividades que pueden ser llevadas a cabo por el mercado privado. Qué tanto de esta nueva actitud en algunos lares, se debe a un convencimiento de que estrategias opuestas a la liberalización han provocado enormes costos sociales, y no a la necesidad de contar con la ayuda internacional a cambio de medidas liberalizadoras, es muy importante tenerlo en cuenta, en especial a la hora de contar con programas creíbles y consistentes para el logro del proceso de liberalización.

    En todo caso, si partimos de que, como aparenta ser, existe un deseo de que se proceda a una liberalización de nuestra economía, deben empezar a sentarse ciertas premisas acerca de la velocidad y la forma en que debe de llevarse a cabo dicho proceso.

    Primeramente, debe definirse claramente el grado de rapidez con que se efectúan los procesos de liberalización de la economía. Esto es, si debe introducirse el cambio gradualmente o en forma de “shock” (de un riendazo, como lo expresa un amigo).

    Este tema es de mucha trascendencia, pues no es por un capricho de un grupo gobernante de turno, o por los consejeros de éste, que debe definirse el grado, sino en función de criterios de naturaleza económica y política que brinden orientación al proceso.

    Hace varios años le pregunté a la distinguida economista Anne Krueger acerca de la intensidad con que debería llevarse a cabo el proceso liberalizador. Ella me contestó que, en ese momento, en 1981, no había suficiente conocimiento por parte de economistas y formuladores de política, para indicar cierto camino acerca de la velocidad con que debería llevarse a cabo tal proceso. Me afirmó que, sin duda alguna, éste era uno de los temas a los cuales deberían, en el cortísimo plazo, referirse los estudiosos.
    Ya tenemos, en 1885 algunos resultados interesantes, a los cuales me referiré en un próximo artículo.

  8. #88
    1985-05-21-CONSISTENCIA DE LA LIBERALIZACIÓN

    CONSISTENCIA DE LA LIBERALIZACIÓN

    La Nación, 21 de mayo de 1985. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 97-99.

    Uno de los problemas más importantes que encararán las autoridades encargadas de indicar el camino para el proceso de liberalización de nuestra economía, es la necesidad de que sus políticas sean consistentes. Nunca se me olvida la expresión “Usted puede engañar a toda la gente, durante algún tiempo; usted puede engañar a parte de la gente durante todo el tiempo; pero usted no puede engañar durante todo el tiempo.” Si tenemos presente el dictum de Lincoln, podemos entender la importancia de que los agentes económicos perciban consistencia en las políticas de liberalización que se propongan. De no existir dicha consistencia, puede darse el traste con un esquema de liberalización que, de otra forma, se consideraría deseable.

    Debe tenerse presente, por parte de las autoridades y más generalmente por el público interesado, que los esquemas de liberalización no son ni sencillos ni exentos de costos en el corto plazo. De aquí que sea vital que cualquier programa contenga la consistencia necesaria, para evitar que agentes económicos racionales actúen y pongan en sería duda el éxito potencial del programa, al notar que, con una elevada probabilidad, las políticas económicas inicialmente propuestas serán eventualmente cambiadas e incluso revertidas.

    Tan importante es lo anterior, que estas concepciones que proponen la incorporación de agentes que formulan expectativas racionales ̶ recuerde la frase de Lincoln que citara al introducir este artículo ̶ forman parte del corazón del pensamiento moderno económico sobre política macroeconómica (por supuesto, siempre lo ha sido en la microeconomía).

    Ello significa que los planes económicos de un proceso de liberalización deben ser previamente conocidos, a fin de permitir actuar eficientemente a los agentes económicos. Si se quiere, se debe hablar de una especie de plan maestro, sin que se confunda este término con la ineficiente atrocidad de la planificación central, tan cara a los socialistas y estatizantes. No sólo dicho plan maestro debe contener los objetivos principales de un programa de liberalización, sino también la secuencia del mismo y, muy especialmente, la disposición de las autoridades de tomar las decisiones en el momento oportuno. Es evidente que, en un sistema democrático como el nuestro, esto requiere la colaboración definitiva entre los principales grupos políticos esencialmente liberales ̶ en el sentido más laxo de la palabra; esto es, alejando el término de connotaciones ideológicas; lo que una vez dijo Fernando Trejos Escalante: que el costarricense es esencialmente liberal ̶ de manera tal que los costos, que se presentan usualmente al inicio del programa, así como los que surgen provenientes del exterior al abrirse la economía previamente cerrada, puedan ser sobrellevados exitosamente.

    Un excelente trabajo de Mohsin S. Khan, del Fondo Monetario Internacional, en conjunto con Roberto Zahler de la CEPAL, titulado “Liberalización comercial y financiera en el contexto de choques externos y políticas económicas inconsistentes”, basado en la enorme experiencia obtenida con los programas de liberalización en el Cono Sur, nos indica que “las posibilidades de éxito en los experimentos de liberalización, fueron enormemente disminuidas una vez que empeoro el panorama internacional. Los problemas fueron ulteriormente exacerbados por la adopción de políticas domésticas que aparentemente trabajaron en contradicción con la política de liberalización. Hablando con toda amplitud, parece ser que una combinación juiciosa de financiamiento externo, en el uso de las reservas internacionales y en el ajuste doméstico, sería requerida a inicios del programa para compensar o minimizar los efectos de cualquier choque externo que puede ocurrir… una administración de la demanda por medio de restricción fiscal y monetaria, emparejada con una política más flexible sobre el tipo de cambio, parecen ser instrumentos obvios de ajuste en las circunstancias en que un grupo de países en desarrollo se encontró a sí mismo a finales de los setentas y principios de los ochentas”. (P. 39).

    La importancia de las propuestas de un pacto social, tal y como ha sido solicitado por ciertos grupos en el país, radica en que puede ofrecerse un marco supra partidista y por encima de circunstancias electorales, a fin de introducir un marco lógico y consistente para un programa de liberalización, el cual parece ser la única opción viable para nuestro país, sí se desea que se continúe en el camino del progreso económico y social para todos. A partir de la reconocidamente precaria estabilidad de nuestra economía, la alternativa es clara y única; de aquí que exista una enorme responsabilidad histórica en manos de los que forman nuestra política: deben escoger entre la pobreza o la abundancia.

  9. #89
    1985-06-03-FEMINISMO, POLITIQUERÍA Y DISCRIMINACIÓN

    FEMINISMO, POLITIQUERÍA Y DISCRIMINACIÓN


    La Nación, 03 de junio de 1985.

    Uno de los temas más traídos en la actual campaña electoral es el tratamiento de la mujer dentro de la política.

    A mí siempre me ha preocupado la acción deliberada del Estado de promover la justicia según ese mismo Estado la haya definido. Por ejemplo: alguien puede considerar como injusto que los gordos no lleguen a ganar carreras y, por lo tanto, se requiere que el Estado legisle que los gordos deben ser declarados, en cierta proporción, ganadores de ciertas carreras.

    Otro ejemplo, ya en el campo político, es que, ante la poca representación de digamos, ciegos, sordos, mudos, flacos, chinos o sonrientes, se decida, con base en esas condiciones, que deba elegirse a cierta cuota de ciudadanos que reúnan dichas características.

    El problema es muy serio para dejarlo a los vaivenes oportunistas de una campaña política. Esto porque, por una parte, puede ser reflejo de una manipulación de un sector de electores, quienes pueden ser atraídos, supuestamente, por la posibilidad de mejorar su posición económica y social ante la colectividad como un todo, por el simple hecho de tener una característica particular. Pero, por otra parte, porque la acción de considerar deseable que una persona, por esa característica particular, tenga el poder de decidir, oculta la verdadera naturaleza de la discriminación.

    Ambos reflejos –manipulación y ocultamiento– contribuyen, en mi opinión, a preservar males que se supone se desea eliminar o cambiar. Veámos un ejemplo de cómo una política de acción deliberada del Estado puede trastrocar un fin supuestamente deseable en una colectividad. En los Estados Unidos, en los años sesentas y posteriores, se decidió que los fondos de ayuda del gobierno federal a las universidades estarían condicionados en sus montos, a que las universidades eligieran entre los profesores a miembros de grupos “minoritarios”, supuestamente sujetos a discriminación. Tales grupos eran, entre otros, mujeres, chicanos; o sea, norteamericanos de origen mexicano, negros y orientales. Sobre esto se le preguntó al profesor Thomás Sowell, economista de la Universidad de Stanford –y negro– ¿cuál era la opinión? El negro profesor Sowell contestó que lo que más le dolía a él, como negro, era pensar que su nombramiento como profesor universitario se debía a su color y no por su capacidad o por sus méritos.

    La rebelión en el alma de ese ser humano –el negro profesor Sowell– me brinda la innegable oportunidad de pensar si la elección de una mujer en un puesto público, en esta oportunidad electorera, se debe más a su naturaleza y condición física, distinta geografía del macho, que a sus méritos intelectuales y morales. Ojalá que nadie proponga que los gordos y bigotudos tengamos que ser electos por ser gordos y bigotudos: ello ofende los méritos de gordos y bigotones… o de mujeres.

  10. #90
    1985-06-16-SOBRE LA DEMOCRACIA Y LA DEMOCRATIZACIÓN

    SOBRE LA DEMOCRACIA Y LA “DEMOCRATIZACIÓN”

    La Nación, 16 de junio de 1985.


    Gracias al sistema de información denominado Intercambio, llegó a mis manos el excelente artículo de Pierre Manent titulado “La democracia en América”, acerca del texto clásico sobre la libertad. En él se lee lo siguiente: “Lo que Tocqueville (famoso autor de la Democracia en América) temió fue que la obsesión por proteger sus derechos podría llevar al individuo a encerrarse en sí mismo y a oponerse a las transgresiones no sólo del estado o de su vecino, sino de la verdad, lo bueno y lo bello. Si se diera este caso, las democracias no sobrevivirán o morirán de la misma manera que murieron las viles religiones, filosofías y artes de eras pasadas. Lo que está pasando en muchas sociedades democráticas de Europa y en América del Norte, subraya esta ansiedad de Tocqueville. Por ejemplo, en la actualidad tenemos la erosión del criterio de excelencia en las universidades y en ciertas tendencias del movimiento feminista.”

    En Costa Rica uno de los temas más tratados es la denominada “democratización” de los partidos políticos, cuya significación se ve resaltada por la proximidad de nuestras elecciones. Los candidatos de los dos principales movimientos electorales proclaman su adhesión incondicional al proceso que ellos llaman “democratización”, por el cual se entiende, supongo, la apertura en igualdad de condiciones a los miembros de esos partidos para optar por figurar en un puesto de elección popular.

    La realidad parece ser muy distinta, lo cual indica, en cierta forma, que los candidatos buscan un equilibrio entre los resultados de una democratización, la que puede dar lugar a lo falso, lo malo y lo feo, y el mantenimiento de cierto criterio de excelencia que deben satisfacer nuestros candidatos a diputados. Llámese a esto último “meritocracia” o “sugerencia del candidato” o “dedo”, creo que lo que pretende es influir en los resultados de una simple consecución de una mayoría electoral ̶ llamada democratización ̶ que puede ser meramente el resultado de intereses siniestros.

    Ello nos lo recuerda Friedrich Hayek, cuando señala que “Democracia… se está convirtiendo cada vez más en el nombre para denominar el mismo proceso de la compra de votos, al aplacar y remunerar aquellos intereses especiales, que en épocas más inocentes denominaron ‘intereses siniestros’”. Es por ello que me pregunto, ¿si tal proceso de democratización, en el que se dicen empeñados los principales partidos políticos, no es sino un nombre conveniente para equilibrar intereses? Y lo peor, ¿no serán algunos de esos intereses, los de grupos que desean dar forma a la sociedad según sus deseos especiales?

    ¡Qué difícil es el equilibrio entre el “dedo” y el fetichismo que se llama “democratización”! Pero, al fin y al cabo, ¿no es falsa una democracia en la cual ni siquiera sabemos quién es la persona que nos representa en la Asamblea Legislativa, pues aún impera la concepción de manada, al tener el costarricense que votar por el grupo inseparable, infraccionado, indivisible, de candidatos a diputados que a bien nos presenta un partido político? Las democracia debe evolucionar y las fuerzas conservadoras nos pueden impedir la libertad para elegir.

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