1987-11-03-ACUERDO ACERCA DEL AJUSTE ESTRUCTURAL
----------------------------------------------------------------------------------------------
ACUERDO ACERCA DEL AJUSTE ESTRUCTURAL
La Nación, 03 de noviembre de 1987.
Me da la impresión de que es necesario que en nuestro país se dé un acuerdo entre los dos principales grupos políticos acerca del llamado cambio estructural de nuestra economía. Son varias las razones que me mueven a considerar que tal negociado se ha de dar y que, tal vez, lo sea en un plazo inferior al creído.
En primer lugar, parece que hay un convencimiento, al menos entre los economistas más destacados, de que el ajuste estructural en las líneas conocidas en nuestro medio parece ser la única forma de lograr un crecimiento sostenido de nuestra economía, amén de que la alternativa del statu quo en que vivimos, tan sólo parece asegurar un pantanoso futuro.
En segundo lugar, por más que se nos haya querido meter el cuento de que sin el paquete tributario no había acuerdo posible con el Fondo Monetario, el Banco Mundial y otra serie de agencias de semejante naturaleza, la verdad es que el primer préstamo de ajuste estructural que se le dio a Costa Rica fue incumplido en algunos casos y a medias en otros, y como esos funcionarios no son tan tonticos como algunos lo creen, ya se han dado cuenta de que en mucho se les rodó. Por lo tanto, parece que lo que sucede ahora es que esos organismos internacionales le hablan muy en serio a nuestro país; si quieren el apoyo financiero (la plata) para el ajuste estructural, pues que en verdad lo hagan y no que nada más se queden con esos fondos, como parece derivarse de la experiencia anterior.
En tercer lugar, ya ciertos altos funcionarios del gobierno han manifestado que el acuerdo de ajuste estructural en nuestra economía requiere del concurso del principal partido de oposición, si es que se desea llevar a cabo con cierto éxito de manera que, en la entente cordiale que ahora parece primar en nuestro medio político, tal paso sirve como el lógico siguiente.
Todo esto me provoca tres comentarios. Primero, que parece que el ajuste estructural en nuestra economía es evidentemente necesario e impostergable. Sobre esto creo que hay coincidencia entre los economistas del gobierno y los de la Unidad. Tal ajuste estructural va a requerir de una reducción de los aranceles proteccionistas, de la eliminación de la dispersión en las tasas de protección, de una revisión de los actuales esquemas de subsidios, de un ajuste apropiado en nuestro tipo de cambio, de una mejora sustancial a nuestro esquema financiero y, punto muy importante, de una disminución clara y notoria en el déficit del sector público.
En segundo lugar, el ajuste tiene, además de virtudes que por el momento omito, el problema de que temporalmente se provoca desempleo en aquellas actividades que anteriormente resultaban competitivas gracias al exceso de protección. La experiencia en otros países es que tal aumento temporal en la desocupación ha sido inferior a lo previsto, pero el hecho es que, y ello deriva de la propia naturaleza del reajuste estructural, éste será un serio problema que deberán enfrentan los gobernantes. (El otro es la lógica presión de los grupos que se ven afectados por las medidas que eliminan o restringen las rentas que el proteccionismo les ha brindado).
En tercer lugar –y he aquí el dilema– la diferencia fundamental entre ambos grupos de economistas parece estar en la forma de disminuir el déficit del sector público. Posiblemente por una tradición social-estatista (la cual parece pesar menos ahora), pero más que todo por un deseo de conservar un poder político derivado de la acción de los entes públicos, los economistas y, creo que principalmente, los políticos de Liberación están a favor de reducir el déficit por la vía del aumento de los impuestos; esto es, por el camino de la reducción del ingreso disponible de las familias del país, en tanto que los de la Unidad se inclinan por una disminución del gasto público, para poner en cintura al déficit gubernamental.
El tema de la negociación parece ser claro: la Unidad posiblemente brinde el apoyo al plan de reestructuración de la economía, lo cual le complace al gobierno, pero a cambio de ello exige no más impuestos y sí una reducción del gasto público. Liberación, por el contrario, empuja bajo su responsabilidad de gobernante el reajuste estructural, lo cual complace a la Unidad, pero busca usar más el mecanismo financiero de los impuestos para reducir el déficit fiscal. En síntesis; el ser o no ser radica en la forma en que se financiará el déficit gubernamental.
En todo caso, si la Unidad quiere mantener la impresión de que no es una versión diluida del social-estatismo y que la diferencia con Liberación es sustancial y no de mera palabrería abundantemente barata, deberá afianzarse en que no se aumenten los impuestos y que Liberación se vea forzada, a cambio del apoyo de la Unidad al plan de ajuste estructural, a reducir el gasto público. Parece que, en este caso, si Liberación accede y la Unidad lo quiere, se puede obtener un resultado beneficioso para el país.
Marcadores