1989-09-19-LA SALIDA DE DON FERNANDO

----------------------------------------------------------------------------------------------

LA SALIDA DE DON FERNANDO


La Nación, 19 de setiembre de 1989.

La renuncia de don Fernando Naranjo al Ministerio de Hacienda no debe interpretarse como una resolución más a un pequeño conflicto palaciego. Las razones que explican su renuncia indican un mar con un fondo mayor al inicialmente supuesto.

La labor de don Fernando, parte de la que, en su momento, critiqué acremente, en general ha resultado ser bastante buena. Sin embargo, al ocaso de su gestión se perciben obscuros nubarrones, pues el gasto total del gobierno central, de enero a junio de 1989, excedió en un 43% al equivalente de 1988 y el déficit en el mismo período de 1989 era un 810% superior al de 1988. ¡Más problemas en la gestión son difíciles de hallar!
Pero, más que todo, ciertos indicadores tras la renuncia de don Fernando, sirven de “pintas” para que los ticos empecemos a rezarle al santo de nuestra devoción, para que nos brinde su protección ante el embate que pronto sufriremos.

En primer lugar, resulta desastrosa para las finanzas públicas y para la asignación de recursos en la economía, la reciente decisión de aumentar la gasolina y dejar al diesel a su precio actual, como parte de una política de inflación reprimida. Si el problema está en que el Estado ha cargado de gravámenes al combustible y ahora aumentó su precio internacional, podría reducir los impuestos para mantener por un tiempo su precio interno, pero esto afecta los programas de gasto gubernamental; esto es, hay un problema financiero de un alto octanaje en las cuentas del fisco.

En segundo término, es deseable una reducción del impuesto al café (en un programa de ajuste estructural, tal medida era requerida); pero esto tiene un serio impacto sobre las finanzas del Estado, en especial si la propuesta típica del opositor que no gobierna, es la de devolver los ya presupuestados tributos. El Ministro de Hacienda no podía aceptar que se le hiciera tan tremendo hueco en sus cuentas actuales, aunque sí en las futuras.

En tercer lugar, el CAT se está convirtiendo en un peso enorme en las finanzas del fisco. Si bien sirve parcialmente para compensar el sesgo antiexportador en la economía, lo que se le requiere no es aumentarlo ni cosa por el estilo, sino reducir el proteccionismo arancelario y eliminar las distorsiones internas en los bienes no transados. De proseguirse con una política fácil del CAT, pronto todos los costarricenses estaremos pagando impuestos, casi sólo para subsidiar las exportaciones no tradicionales.
En cuarto término, se están dando presiones para aumentar el gasto en vísperas de las elecciones. Yo tenía la impresión de que, ante la casi inminente derrota del candidato oficial Castillo, el gobierno de Arias prefería ser considerado como serio en el gasto y, por lo tanto, mantendría la mesura en estos meses. Pero, tal vez, yo era algo más optimista acerca de la seriedad fiscal en el equipo económico del presidente Arias.

En resumen, la renuncia de Naranjo es indicadora de tiempos muy difíciles; las proyecciones sobre la inflación y el tipo de cambio tendrán que ser revisadas, pues parece que el fácil camino politiquero es el que se empieza a seguir, aunque todos los ticos –díganselo así a los políticos– seamos quienes pagaremos las consecuencias de esa irresponsabilidad fiscal.