1982-12-01-LA ECONOMÍA DEL PRESIDENTE REAGAN-GASTO E INGRESOS PÚBLICOS
LA ECONOMÍA DEL PRESIDENTE REAGAN: GASTO E INGRESOS PÚBLICOS


La Nación, 01 de diciembre de 1982. Reproducido en Jorge Corrales Quesada, “Al Bienestar por el Liberalismo”, 1994, p. p. 83-85.

La próxima visita del Presidente Ronald Reagan a Costa Rica justifica exponer algunas de las políticas económicas que el mandatario norteamericano ha puesto en marcha o que, al menos, ha pretendido implantar en su país., También permite analizar la naturaleza de otra decisiones que se ha propuesto llevar a cabo durante su actual administración y que, posiblemente, tal vez hasta requiera de un segunda oportunidad como jefe del gobierno de los Estados Unidos.

Primero que nada, es indispensable recalcar que el presidente Reagan es un liberal. Liberal en el sentido correcto de la palabra, tal como la entiendo el costarricense. En los Estados Unidos, en cambio, la expresión liberal más bien define al social-estatista, al dirigista, al creyente en que sea el Estado el que logre los objetivos que se consideran deseables para el individuo. El liberal, cree, al contrario, en la libre acción voluntaria, espontánea, no coercitiva, no planeada por el Estado, por la cual esas mismas personas determinan los arreglos necesarios para el logro de la felicidad humana. En los Estados Unidos, a los creyente en la libertad, en el extenso sentido del término, se les ha llamado conservadores (así se define al presidente Reagan), en tanto que allá los liberales son más bien los promotores de las restricciones a la libertad, pretendiendo sustituir la libre actuación individual por la concentración del poder en manos del Estado u otros organismos supraindividuales. El presidente Reagan es un liberal, tal como lo conoce el costarricense y, por lo tanto, no es un social-estatista, ni un social-demócrata, ni un dirigista, ni un intervencionista.

Una vez aclarado lo anterior, como paso siguiente procedo a exponer los fundamentos básicos de las políticas económicas del presidente Reagan, a la que algunos llaman “reaganomics”.

Existe en estos momentos una visión distinta en la Casa Blanca de lo que tradicionalmente han sido los papeles del gasto público y de los impuestos en la economía nacional. Es así como el actual presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Reagan, el economista Martin Feldstein, apropiadamente señala que “está en camino una importante revolución en el pensamiento económico: un retroceso de las ideas keynesianas que han dominado la política económica durante los últimos 35 años” (The Public Interest, No. 64, verano de 1 981).

El presidente Reagan, desde el inicio de su administración, tomó como caballo de batalla la reducción de los impuestos y del gasto público del gobierno federal de los Estados Unidos, como manera de estabilizar el serio problema inflacionario que aquejaba a su nación y cuya secuela inevitable, de desempleo constituye la dificultad mayor para el éxito de la posible política económico del señor Reagan.

La pregunta que inmediatamente surge es, ¿cómo, si el presidente Reagan siempre ha abogado por el equilibrio del presupuesto estatal, es posible, entonces, disminuir los impuestos, lo cual, se presume, reduce las entradas con el consecuente aumento del déficit presupuestario? Detrás de esta concepción tan opuesta al keynesianismo del establishment estatista, se encuentra no sólo la idea del economista Arthur Laffer de que la estructura tributaria de los Estados Unidos ya ha castigado tanto la producción, que una reducción de las tasas tributarias más bien la estimularía en un grado tal que los impuestos que recauda el Estado resultarían ser mucho mayores (unas tasas de impuestos menores aplicadas sobre bases mucho más amplias redundaría en recaudaciones más elevadas). También, existe simultáneamente una concepción acerca de la conducta del gasto del Estado, la cual se fundamenta en que éste gasta más, entre más ingresos percibe. De esta manera, resulta que la única forma de poder reducir el gasto del Estado lo es por una reducción de los ingresos que éste recibe.

Lo anteriormente expresado tiene una gran trascendencia para la apropiada comprensión de la actual política económica nacional, pues los proponentes de última hora a favor del presupuesto balanceado ̶ aquellos quienes en el pasado siempre gustaron de ser los grandes amigos del exagerado gasto público ̶ hoy día tratan, y así lo hacen, de cerrar la brecha entre los ingresos y los gastos aunque, de nuevo con espíritu estatista, sólo por el aumento de los tributos impositivos. De aquí que, aunque ahora prediquen el equilibrio del presupuesto estatal, el que sea por medio de un aumento de las recaudaciones de los impuestos, lo que va a provocar es que puedan disponer de más dinero para gastar, y esto no les va a forzar a reducir el gasto público, si desean hacer una realidad sus propuestas para equilibrar al fisco. El presidente Reagan, por éstas entre otras razones, ha endosado una sugerencia para que los Estados Unidos limiten constitucionalmente el crecimiento del gasto estatal. Sólo de tal manera podrá atarse al Leviatán. Quienes en Costa Rica hemos propuesto ideas como éstas, únicamente hemos encontrado el silencio de quienes definen la política económica actual, tal vez ello se deba a que en realidad no creen en un Estado limitado, sino que, al contario, confían tan sólo en un Estado que disponga de recursos casi ilimitados para poder gastarlos.