1986-05-12-FALSAS PROMESAS
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FALSAS PROMESAS


La Nación, 12 de mayo de 1986.

Es muy común que los políticos formulen promesas con el único propósito de ser incumplidas. ¿Quién sabe qué seria de muchos de nosotros, criticones aficionados, si ese espécimen del zoológico humano, el político engañador, siquiera el camino del dinosaurio y del dodo? Tal vez sería la mejor muestra de que el hombre puede construir su quimera paradisiaca en este mundo terreno.

La información brindada por ciertos amigos acerca de un hecho reciente, son una prueba palmaria más de esa actitud proclive de ciertos funcionarios o gobernantes, de decir una cosa para precisamente hacer todo lo contrario. Ciertamente no me refiero a los pactos suscritos entre el Gobierno de Costa Rica y el Banco Mundial acerca de reducir los aranceles, ni para detener una burocracia galopante que se hincha con cada gobierno que pasa, ni tampoco hablo de las eternas pérdidas del Consejo Nacional de Producción, pérdidas incurridas por todo un pueblo para promover a unos cuantos.

Estoy hablando de algo más sutil y que se ha mantenido bastante tapado en nuestro medio. Me imagino que la ciudadanía costarricense ha oído decir a las autoridades de este gobierno –escribo esto en la era de la cornucopia y de la abundancia futura– que privatizarían las empresas gubernamentales, pues no sólo eran contrarios –Anfistas conversos– al estado empresario sin ton ni son, sino que también esa decisión le permitió al gobierno del señor Monge percibir una hemorragia de dólares del gobierno de los Estados Unidos. Después de todo, el amable señor Reagan veía en la administración social-demócrata nacional un émulo en chiquito del viraje estatizante de los MItterand-europeos: el gobierno social-estatista se revirtió de la era socializante epitomizada en la ley Prieto, para convertirse en un supuesto ansioso vendedor de empresas estatales.
Aunque algún escéptico podría señalar que la administración Monge privatizó al blanco paquidermo de ALUNASA como caso único, pudiendo haberlo hecho con todas las demás del repertorio de CODESA, todo parecía indicar que ciertamente se trataba de un proceso impostergable y, en especial, de cumplimiento de un compromiso señalado ante los costarricenses y, sobre todo, con el estadounidense que nos ha transferido, vía impuestos, los frutos de sus esfuerzos para que los ticos nos quitáramos de encima las jáquimas que nos autoimpusimos.

Ahora bien, una de las formas ya conocida por las autoridades gubernamentales de deshacerse de sus empresas estatales o más bien de disminuir su inversión en tales empresas, consiste en que el Estado no participa cuando la empresa estatal aumenta su capital. De esta forma, dado el nuevo capital aumentado, la participación del Estado disminuye, lo cual es deseable, si efectivamente se desea que estas actividades vayan paulatinamente quedando en manos privadas.
CODESA era dueña del 40 por ciento del capital accionario de la Bolsa Nacional de Valores –esto es aparte de su total propiedad de un puesto que negocia en tal bolsa.

Recientemente se duplicó el capital de la Bolsa Nacional de Valores y se les ofreció a los accionistas existentes que aportaran el capital en su parte proporcional, de manera tal que su participación relativa no variara. Esto es, si CODESA no aportaba lo que le correspondía, su participación social se reduciría, conceptualmente, a un 20 por ciento del total.

Sin duda alguna, se estaba en presencia de una manera elegante de reducir la intervención del Estado en actividades empresariales típicamente de naturaleza privada.

Lo sorprendente de esto fue que CODESA, se me ha informado, aportó el capital necesario para mantener su proporción en la empresa Bolsa Nacional de Valores. La lección que podemos derivar de esto tantos creyentes en la voluntad estatal de proseguir con la privatización, es que nos encontramos en presencia de una prueba clara y concreta, de que tal promesa tan sólo era útil para que los “gringos” les soltaran más plata al gobierno de Costa Rica.
Vaya tomadura de pelo que nos dieron a tantos…