1984-01-20-LA AYUDA EXTERNA DE DON HENRY

LA AYUDA EXTERNA DE DON HENRY


La Nación, 20 de enero de 1984.

Después de leer el Informe de la Comisión Kissinger para Centroamérica, el cual, en términos generales, me produjo una gran satisfacción, hubo un aspecto que vino a reforzar mis dudas acerca de la bondad de la ayuda económica, así porque sí, para un país como Costa Rica.

Tal vez una muy breve descripción de cómo ciertos hogares, afectados por el vicio o enfermedad del alcoholismo, deciden resolver el problema, al menos en parte, nos dé una idea de por qué, tal vez, la ayuda extranjera a Costa Rica, más que una cura a la economía enferma, ocasiona una lenta y dolorosa agonía. Así, en algunos casos, con tal que el borrachito de la casa no se aleje durante mucho tiempo y haga sus “tortas” lejos del hogar, mejor se le mantiene “encerrado”, pero, eso sí, con su botellita de guaro a la par. Así se logra que el alcohólico no se vaya de la casa, pero tampoco, que se cure el vicioso o el enfermo.

En cuanto a Costa Rica, si ciertos países amigos continúan dándole ayuda sin ninguna condición que tienda a mejorar nuestra condición económica, nos pasará la del borracho: contento y en la casa, pero borracho.

Desde hace más de cuatro años, casi desde 1978, muchos organismos internacionales capacitados, así como muchas personas de este país, y también capacitadas, han venido señalando una serie de problemas de nuestra economía cuya existencia es una gran parte causa de males económicos. Es más, muchos estatistas del pasado, son ahora connotados enemigos del monstruo en que creyeron: o, al menos, por sus declaraciones quién sabe qué tan francas así lo parecen ser.

Por ello, a cada rato escucha uno cómo nuestros gobernantes –algunos de ellos–dicen que hay que frenar el gasto estatal, reducir los impuestos, estimular la producción, promover las exportaciones, reducir el paternalismo, revisar el proteccionismo arancelario, eliminar subsidios, reducir la burocracia, quitar la viajadera de los funcionarios, eliminar los déficits del sector público, disminuir la emisión monetaria, estimular al individuo, en contraste con el Estado y, la verdad, poco si algo se ha hecho para lograr esto. Por ejemplo, recientes declaraciones del Ministro de Exportaciones son testimonio de la permanencia de los obstáculos para exportar, y así podríamos brindar otros ejemplos.

Pero regresemos a la propuesta de ayuda de don Henry. Mal sería que se nos dieran recursos para continuar con este estatismo gigantesco, en que nuestros políticos, especialmente los del actual partido político gobernante entre otros social-estatistas, nos han sumido. Es muy posible que la voracidad fiscal de nuestro Estado no llegue a un límite si se le suelta plata desde afuera. (Es muy factible que Costa Rica sea el país que grava más fuertemente la renta de las empresas, a pesar de que se anda de la Ceca a la Meca atrayendo inversiones).

Si la ayuda externa del señor Kissinger sólo va a permitir la gastadera y el crecimiento estatal, casi es preferible que “no me ayudes, compadre”.