1984-10-04-EGOÍSMO Y CAPITALISMO DEMOCRÁTICO

EGOÍSMO Y CAPITALISMO DEMOCRÁTICO


La Nación, 04 de octubre de 1984.

Es muy posible que los economistas de profesión hayamos contribuido a la impresión de que el capitalismo tiene como fundamento la existencia de un hombre egoísta. El análisis del consumidor, en la moderna teoría económica, se basa en la presunta existencia de un individuo que hace máxima su utilidad, en tanto que está sujeto a un ingreso o presupuesto dado. El caso es que el consumidor estará en equilibrio cuando la utilidad marginal por colón gastado sea igual para todos los bienes. La maximización de la utilidad individual es el objetivo del modelo analítico del economista. Pues bien, los críticos del sistema capitalista afirman, algunos basados en el análisis suscintamente descrito, la naturaleza esencialmente egoísta del sistema, al cual se oponen con fundamentos usualmente de naturaleza ética. De aquí que, considero que es necesario expandir más en lo que puede ser la función utilidad de los agentes económicos involucrados en un sistema capitalista.

Creo que la mejor descripción del problema se presenta en el excelente libro de Michael Novak. El Espíritu del Capitalismo Democrático, el cual nos dice lo siguiente. “Según la teoría (liberal), la motivación económica del individuo procede de su interés racional. Sin embargo, la misma teoría sostiene que ese interés propio va mucho allá de un mero solipsismo de absorción y consideración por uno mismo. Es enteramente congruente con el temor del pensamiento de Adam Smith, reconocer que si la mayoría de los carniceros y panaderos soportan la sangre y el calor de sus trabajos cotidianos, no lo hacen por sí mismos solamente, sino en beneficio de sus familias. El “amor a sí mismo” que menciona Smith debe tomarse en un sentido amplio y no en sentido estrecho, de modo que incluya ciertas formas de benevolencia natural, de obligación hacia los demás y de ambiciones centradas en otras personas y no solamente en uno”.

Según lo anterior, los críticos del sistema capitalista, por la santificación que supuestamente efectúa del egoísmo, deben recalificar sus análisis, a fin de tomar en cuenta la naturaleza esencialmente comunitaria del individuo en las sociedades abiertas, al igual que nos permite intentar una respuesta a la preocupación de Wilhelm Röpke, quien nos inducía a la reflexión en su obra Economía de la Sociedad Libre, al mencionar que “la gran pregunta de nuestro tiempo es si hemos sido tan descuidados y pródigos en el uso de nuestras reservas morales, que ya no es posible renovar esos impulsos vitales de nuestro sistema económico y si aún es posible descubrir nuevas fuentes de fuerza moral”.