1989-06-16-LAS MATAS EN EL AEROPUERTO

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LAS MATAS EN EL AEROPUERTO


La Nación, 16 de junio de 1989.

En reuniones recientes tenidas con exportadores de plantas y de flores, se ha patentizado la queja acerca de lo inadecuadas que están las instalaciones físicas para el manejo de vegetales perecederos en el aeropuerto Juan Santamaría.

Lo increíble del caso es que parece que durante muchos años han insistido ante las autoridades correspondientes –creo que con las del Consejo de Aviación Civil– para poder disponer allá de cámaras frías y, como era de esperar de los organismos burocráticos, aún están realizando estudios y más estudios para ver como solucionan este problema.
Señalan los empresarios que da tristeza ver cómo, por un par de horas, a mediodía, bajo un sol que calcina se dejan las flores y frutas a la intemperie por falta de una cámara de refrigeración, en la cual se podrían almacenar temporalmente, puesto que se deben enviar al exterior bajo ciertas condiciones de temperatura. Por supuesto que el burócrata no pierde con el daño que se causa; quien sí lo sufre es el empresario, el cual lógicamente ha pedido a las autoridades que sean ellas las que resuelvan el desaguisado, puesto que el aeropuerto no es privado sino un ente público bajo la administración del Consejo de Aviación Civil.

Existe una solución posible para sacar de la tragedia Kafkiana a mucho costarricense exportador: que Aviación Civil designe un pedazo de terreno, cercano y cómodo al lugar de despacho, y que lo alquile, por una suma anual a negociar, a alguna asociación de exportadores o a un empresario quien responda con sus fondos propios, para que construyen allí las instalaciones requeridas.

Con esto, el exportador pagaría gustoso el buen trato a sus productos, al tiempo que el Gobierno percibiría ingresos y, al ser privadas las instalaciones, se les daría el mantenimiento y la disposición apropiadas para prestar un buen servicio. ¿Quién se va a oponer a esto? Alguien tienen que serlo, porque tan sencilla solución desde hace tiempo debería de haberse puesto en práctica ante la inopia estatal. De manera que, quien probablemente se opone, sea el político que perdería poder al no disponer ya de “sus” instalaciones en el aeropuerto.