UN PROGRAMA PARA LA UNIDAD

La Nación, 01 de octubre de 1975.

Varios ciudadanos, entre ellos el editorialista del periódico La Nación, han señalado la necesidad de que la unidad política opositora se forme con base en programas que puedan ofrecer una alternativa a las soluciones, si así se les puede llamar, que el oficialismo actualmente ensaya. Es así cómo, por ejemplo, el editorialista de La Nación del 16 de setiembre recomienda a los interesados en las gestiones de unidad, que “no es posible crear conciencia política sobre la base de una oposición que en lugar de ofrecer soluciones claras a muchos de los problemas que ha silenciado, no hace sino una propaganda negativa, circunscrita casi exclusivamente a imputaciones de todo género contra su adversario”.

Es necesario ubicar, si así se le puede llamar, al editorialista de La Nación en lo que es el sentimiento del pueblo, sentimiento arrollador, sin diletantismo, acerca de la unidad opositora. Es evidente que en las fuerzas de la unidad opositora existen personas cuyas tendencias ideológicas no coinciden plenamente. Ejemplos: la posición del ex presidente Trejos Fernández frente a Chile no es necesariamente compartida por todos o la posición que sobre reforma agraria pueda tener don Rodrigo Carazo muy posiblemente sea diferente de la de otros o bien, la declaración pública del ex presidente Echandi sobre la banca nacionalizada, creo que no es compartida totalmente pro el Dr. Trejos Escalante. Y así pueden citarse otros casos.

Por lo anterior, el editorialista de La Nación lo que hace es provocar problemas en la forja de la unidad de oposición, porque en los detalles muy posiblemente diverjan de opinión los diversos lideres que impulsan esa unidad. Pero qué belleza esas diferencias de opinión las que, después de todo, no hacen de la unidad una borregada. Hay un hecho, eso sí, que permite la cohesión de todas las fuerzas decentes del país, ese mágico pegalotodo que el editorialista ha olvidado, y que es la lucha contra la inmoralidad y la corrupción que estamos sufriendo. Y bien sabe el señor editorialista que esto no se dice por el deseo de hablar mal del gobierno, y que no es mera especulación, pues todos lo sentimos en el aire. Yo me he preguntado muchas veces: ¿y las pruebas? ¡Qué difícil es probar los “negocios” que se hacen! ¡Qué cosa tan imposible es ofrecer los libros, los hechos que permitan la acusación formal! Y eso tiene que saberlo el señor editorialista de La Nación, pues aún en los casos evidentes a la luz del sol, como SAOPIM y como la presencia de Vesco en Costa Rica, en que el prestigio y la reputación han quedado de segundo lado, el resultado es hoy patente y basta con abrir los ojos para ver lo que sucede. Se equivoca si cree que son chismes de viejas de patio lo que plaga la conciencia de los honestos. Es algo más, es la lucha contra un poder abusivo y debe recordarse que el poder tiende a corromper, que es lo que se evidencia en nuestra nación.

No pongamos obstáculos a aquellos que buscan la unidad de la decencia; no coloquemos piedras en los caminos de la unidad. Dejemos que hombres limpios de alguna forma nos den esa unidad que el pueblo ansia. Ayudémoslos, que la Patria necesita el esfuerzo amoroso de sus hijos.