MÁS IMPUESTOS ABSURDOS

La Nación, 26 de marzo de 1975.

Parece que se está poniendo de moda el que, cuanto proyecto tiene en mente el Estado, deberá ser financiado a costa de impuestos que sufre el pueblo. Y lo más lamentable es que dichos impuestos no siempre son concebidos de la manera racional que determina la ciencia económica. Un caso típico de este fenómeno es el financiamiento para el Plan Nacional de Vivienda que propone el INVU, cuyo fin es procurarse recursos para realizar un aumento de la producción de casas baratas, que dicha institución hace llegar a familias de bajos ingresos.

El INVU propone, entre otras cosas, que los recibos de las casas de alquiler sean vendidos en dicha dependencia, por supuesto que a un precio mayor de lo que cuestan los talonarios simples en cualquier librería. Claro, dicho cobro más elevado constituye un impuesto a los alquileres, aún cuando no se le quiera adscribir dicho calificativo.

Ahora bien, ¿qué resultados ocasiona dicho impuesto sobre la inversión privada en vivienda y qué efecto tiene sobre las familias que actualmente alquilan su casa?

Si uno de los fines principales para los cuales fue creado el INVU es la resolución del problema de la insuficiencia habitacional en el país, entonces, con su propuesta de gravar los alquileres ha escogido un medio inadecuado para lograr ese fin. Al encarecerse los alquileres de las casas por un impuesto, es evidente que muchas personas no van a desear invertir en dicho sector, puesto que hay otros renglones de inversión que relativamente están menos gravados o bien exentos de impuestos; por lo tanto, existe un incentivo para no invertir en nuevas casas de alquiler, que es lo opuesto de lo deseable cuando hay escasez de vivienda. Por otra parte, las personas que actualmente tienen casas de alquiler no van a desear mejorarlas, repararlas o ampliarlas, puesto que, de hacerlo así, sus alquileres subirían y, como está diseñado el impuesto que propone el INVU, a mayores alquileres, mayor será la carga fiscal.

Una vez más se cae en la trampa malévola de muchos bienintencionados, quienes creen que basta con que la ley diga que cierta persona será quien pague el impuesto, para que así lo sea efectivamente. Se olvidan de que muchos impuestos tienen la particularidad de poder ser trasladados a terceros. Así, en el caso del impuesto a los alquileres, no es la persona dueña de la casa de alquiler quien va a pagar el gravamen, sino que éste será trasladado a las familias que alquilan las viviendas. Diversos estudios realizados acerca de en quién recaen los impuestos a la propiedad, y el propuesto por el INVU es uno de ellos, han demostrado que quienes terminan pagando esta carga tributaria son quienes alquilan vivienda.

Y lo más trágico es que las familias que viven en las casas alquiladas suelen generalmente ser de bajos ingresos y con poca riqueza o bien familias recién constituidas, las que alquilan en tanto aumentan sus ahorros para poder construir su propia casa.

Por esto, un impuesto como el que propone el INVU sufre de dos defectos fundamentales: en primer lugar, constituye un detrimento más para la formación de capital privado en el país, al originarse un descenso en la inversión privada, hecho no deseable a todas luces especialmente en estos momentos cruciales. En segundo lugar, constituye otra carga más sobre las familias relativamente más pobres y sobre los matrimonios jóvenes que apenas empiezan a surgir. Este impuesto nació renco, pero, como tantas cosas que han sucedido recientemente, es muy probable que ya tenga la bendición estatal, lo que le traería muletas al INVU aún cuando todos tengamos que pagarlas.