VA A HABER MUCHO GRITO

La Nación 16 de noviembre de 1974. Fue reproducido en La Nación del 28 de noviembre de 1974.

Don Daniel Oduber, en declaraciones publicadas por el periódico La Nación el 5 de noviembre, dijo que antes del 15 de noviembre habrá limitaciones a importaciones necesarias, que “son para frenar la importación de artículos de lujo. Va a haber mucho grito, muchos comerciantes se van a enojar, algunos industriales se van a molestar”. Dicho y hecho, el Banco Central ya salió con una de aquellas listas famosas que ya son una tradición en el país, por las que se ponen más obstáculos al bienestar del pueblo.

El señor Presidente de la República olvida un elemento muy importante de la comunidad, la cual también va a pegar su grito: se trata ni más ni menos que de los consumidores del país. ¿Qué significado tienen para el pueblo consumidor estas medidas del Banco Central? Que ahora va a pagar precios más altos por sus artículos porque, simple y llanamente, al hacerse más elevada la prima de ciertos bienes, tendrá que transferir su gasto hacia otros que tienen una prima más baja.

Antes de las regulaciones, el consumidor decidía cuál artículo le convenía más a sus intereses entre uno importado o uno nacional. Por cada colón que gastaba, el consumidor evaluaba cuál de los dos artículos le producía más rendimientos y compraba aquel que por colón gastado le brindaba mayor satisfacción. Ahora, evidentemente, como para comprar ciertos artículos tiene que pagarlos de contado y a plazos menores, el consumidor ve alteradas sus preferencias, puesto que el rendimiento por cada colón que gasta se ve reducido. Y esto significa una pérdida en el bienestar del consumidor, cosa que él sentirá y pegará el grito que menciona don Daniel.

Es más, ¿a quiénes perjudica fundamentalmente esta medida? A los consumidores de ingresos relativamente más bajos: a los consumidores más pobres. Debido a que ahora hay que pagar una prima más elevada (100 por ciento en muchos casos), será sólo el rico quien pueda pagarlo “de un solo tiro”. Antes, el consumidor de recursos más bajos pagaba una prima y después iba cancelando la deuda, según pudiera él ajustarla a sus ingresos futuros. El pueblo consumidor se da cuenta de que, si bien no puede pagar de contado porque no tiene suficientes ingresos en ese momento, sí puede hacerlo o través del tiempo, según lo permitan sus ingresos futuros. Pero ahora, con la prima más alta y con menos meses para pagar la deuda, el consumidor pobre se ve imposibilitado de ajustar su consumo ante los ingresos que va a percibir.
Un grupo especialmente perjudicado con estas medidas es el formado por matrimonios jóvenes. Es usual que sean estos los que tengan que adquirir artículos nuevos al formar su hogar. Y es natural que los jóvenes empiecen ganando poco y que, con el paso del tiempo, aumenten sus ingresos. Así, este grupo de matrimonios jóvenes adquiere artículos caseros para pagarlos a plazo, con lo cual ajustan su gasto actual a sus ingresos futuros esperados, pero ahora, vaya Navidad, les llega un “regalo” del Banco Central que les impide realizar las compras que ellos consideran convenientes.

A nivel nacional, me permito reproducir las declaraciones del presidente ejecutivo del Banco Central, licenciado Bernal Jiménez, según lo publicó el periódico La Nación el 4 de octubre de 1974, quien comentaba sobre la situación económica del país: “No veo la cosa sólo como la vimos en el año 51 o en el 67 en que comprimimos las importaciones de lujo. Este renglón es un porcentaje muy chiquito ahora. Antes era un tercio y en este momento ya no es ni un diez por ciento. El país ha cambiado su estructura económica”.

Sin embargo, ahora lo primero que se hace es afectar al mal llamado “consumo superfluo”; especialmente, las importaciones de lujo. Por algo tan “chiquito ahora”, como dice don Bernal, se castiga una vez más al consumidor.

Creo que ya es hora de que pongamos los pies sobre la tierra; que los consumidores nos demos cuenta de que somos quienes estamos pagando las cuentas de un montón de errores del Estado en los últimos años; que sistemáticamente se coarta la libertad del consumidor y productor costarricense; al consumidor, con la demagogia de supuestas leyes que lo protegen y que más bien le perjudican, como son las medidas tomadas por el Banco Central, y al productor amedrentándolo constantemente, basándose el Estado en la estrategia de que algunos empresarios bajan la cabeza cuando no los tocan directamente: la vieja táctica de “divide y vencerás”.

Creo que es hora de que, como dice la canción patria, sepamos ser libres, no siervos menguados. Realmente, deberíamos saber ser libres, no siervos domesticados.