CÓMO MEJORAR LOS PROGRAMAS DE TELEVISIÓN

La Nación, 11 de noviembre de 1974.

Hace algunos meses el Presidente de México, señor Luis Echeverría, dio declaraciones a la prensa internacional, en que comentó la eliminación de las transmisiones regulares de la televisión mexicana de ciertos programas considerados nocivos. La violencia, se aseveró, de ciertos programas, tales como COMBATE y KUNGFU, entre otros, es nociva para el pueblo mexicano. De esta forma se protegían las “buenas costumbres”, quedando la alternativa de ver aquellos programas decentes o no violentos, según lo determinara el Estado moralista.

Si bien dudo de la habilidad de criterio de las autoridades mexicanas para eliminar a un Kung Fu y dejarnos La Loba, La Perra, La Hiena y otra serie de animaladas para que el televidente disfrute de sus novelas mexicanas familiares, el problema ha sido mal orientado y, por tanto, las soluciones tomadas no son apropiadas.

En Costa Rica, muchas personas se quejan de lo molesto que resulta ver la televisión nacional cuando los programas regulares se interrumpen para presentar una cantidad tan grande de anuncios, cuyo tiempo total de transmisión casi excede al de los programas propiamente dichos. Esto es resultado de que las empresas de televisión necesitan de los anuncios para que sean negocios comercialmente rentables y, como no pueden cobrar al público directamente, tienen que hacerlo de forma indirecta por medio de los anuncios comerciales.
Dado este hecho, puesto que los programas han de ser “gratuitos”, se ha originado un fenómeno de decadencia y mediocridad en el espectáculo televisado. Y, desgraciadamente, puesto que el Estado es el que otorga los permisos a las televisoras, dicha mediocridad queda protegida en contra del consumidor, quien clama por mejores programas.

Para este problema existe una solución que nos brinda el sistema de mercado: que el público pague por lo que él desea ver; técnicamente el sistema es factible de llevar a cabo. En Estados Unidos existe la televisión por cable privado; también hay sistemas de televisión que operan con monedas, así como otros que utilizan cintas de “cassette”. En Alemania se ha utilizado este método por medio del cual los televidentes pagan por los programas, evitándose de esta manera que indirectamente tengan que hacerlo por una propaganda que tal vez no les agrada y que, al mismo tiempo, se ven forzados a escoger entre tres o cuatro programas a cual más de mediocre, barato y uniforme.

Si se dejara que las fuerzas del mercado funcionaran libremente, el público escogería sus programas preferidos, demanda que buscarían satisfacer las distintas empresas de televisión. Muy probablemente continuaría en existencia una programación basada totalmente en el financiamiento por medio de la publicidad, puesto que parte del público consumidor posiblemente así lo quiere, pero también existirían muchos programas financiados parcialmente por anuncios y, como complemento por los pagos de los televidentes. Finalmente, habría programas totalmente pagados por los beneficiarios directos; o sea, por los televidentes.
Creo que, como resultado general, se tendría un mejor repertorio de programas, adaptado al gusto de los clientes, los cuales podrán escoger aquellos de sus preferencias, sin tener que estar forzados a ver cada cosa que da grima. Incluso se evitarían medidas paternalistas, como la tomada en México, puesto que el televidente juzgaría libremente cuáles programas son de su satisfacción, que no necesariamente serían las mismas del Estado censor.