¿EJÉRCITO YA?

La Nación, 14 de octubre de 1974.

“Cuando alguno pretenda tu gloria manchar verás a tu pueblo violento y viril, la tosca herramienta en arma trocar”.
Se ha anunciado por distintos medios la unión en un sólo cuerpo de la Guardia Rural con la Guardia Civil.

Si recordamos un poco, la Guardia Rural tuvo su origen en la integración de las antiguas guardias de los pueblos con el recordado Resguardo Fiscal, constituyendo así el primer paso en la unificación de las fuerzas públicas de orden interno.

Existe un criterio bastante atinado que justifica este nuevo proceso integrado de nuestra policía. Es un criterio basado en la eficiencia económica que se obtendría al evitar duplicaciones innecesarias, que actualmente ocurren por la existencia de la Guardia Rural y de la Guardia Civil.
Podemos pensar en infinidad de casos en las cuales se lograría un ahorro de recursos que ahora se desperdician absurdamente. Sin embargo, la economía no es el único elemento determinante en circunstancias tales como lo aquí referidas respecto a la seguridad pública. En efecto, no debemos dejar de lado otras posibles implicaciones que se derivan de unificar las fuerzas armadas.

La más evidente, y muy delicada por cierto, es que la formación de un cuerpo policial único concentra las armas en un sólo grupo a las órdenes de un funcionario público; específicamente, el Ministro de Seguridad. Sin dudar por un momento del carácter eminentemente civilista de nuestro gobierno, no deja de metérsenos el gusanillo del miedo. Y es un miedo eminentemente subjetivo, porque objetivamente no parece existir ninguna causa que me incline a pensar que se perderá el carácter civilista de Costa Rica.

En efecto, recientemente han salido a la luz pública informaciones sobre las carreras armamentistas del huésped de Costa Rica, Sr. Robert Vesco, y de otros asociados nacionales, lo cual provoca la ira y del temor del ciudadano consciente de las bondades de las herramientas en vez de las armas.
La unión de las fuerzas policíacas es una concentración del poder y, como tal, aumenta la posibilidad de ejercer coerción. El riesgo de que los generales, coroneles, mayores, etcétera, determinen nuestra vida cotidiana se incrementa y no creo que por unos pesos más que nos ahorremos, podamos aceptar un riesgo mayor del espíritu castrense en Costa Rica. Desde hace mucho tiempo me he venido preguntando ¿por qué se ha dado un cambio en las jerarquías militares en Costa Rica, cuando hace varios años uno se asombraba de la elevada categoría de “un teniente” y hoy lo único que nos falta son generales, pues ya estamos llenos de coroneles, de mayores y de tenientes?

Esa es mi preocupación. Mantengamos el equilibrio de nuestras fuerzas de policía, sin que estén a la disposición de un solo ministro, de manera tal que el riesgo siempre se distribuya mejor. Así y sólo así, podremos tener un poco menos de aprensión sobre el futuro de la vida civil en Costa Rica.