LA BRECHOLOGÍA Y LA BRECHA SOCIAL EN COSTA RICA

La Nación, 26 de julio de 1974.

Uno de los conceptos de nuevo cuño empleado algunas veces por políticos estudiosos y algunas otras por políticos menos estudiosos, por tratadistas sumamente serios de la economía y también utilizado en documentos como el Plan Nacional de Desarrollo, es la llamada brecha social.

Mi búsqueda en el Plan Nacional de Desarrollo de una definición operativa de la llamada brecha social, terminó en un fracaso rotundo, pero sirvió de estímulo para realizar una incursión académica en la “brechología” o estudio de las brechas. Mi preocupación creció al darme cuenta de que, como ejemplo en el Plan Nacional de Desarrollo, se habla ya no sólo de la existencia de una brecha social, sino del aumento de ella, lo cual es un concepto que, aunque relacionado, es totalmente distinto.

La idea de brecha social la fundamentan algunos autores en la diferencia de ingresos existente entre grupos sociales, ya sea en un momento dado o a lo largo del tiempo.

Este punto de partida es importante porque, después de todo, la división que se hace entre ricos y pobres no deja de ser arbitraria y, además, muchos de los ricos actuales pueden perfectamente haber sido pobres en épocas pasadas o viceversa. De esto se deduce que se presenta un grave problema para definir la dimensión de la llamada brecha social. Por ello, diría yo, el concepto de desigualdad que se suele utilizar implícitamente en los estudios de la brecha social, debería más correctamente ser enfocados en términos de diferencias de ingresos, lo que constituye un concepto éticamente neutral, tal como lo requiere la metodología de la ciencia económica.

Dejo de lado estos problemas de definición del concepto de brecha social popularizado recientemente en Costa Rica y me refiero a la utilización que de éste hace el Plan Nacional de Desarrollo. Para este análisis, el Plan se fundamenta en el valioso estudio de la distribución del ingreso de Costa Rica realizado por el profesor Víctor Hugo Céspedes, el cual constituye una muestra de la seriedad científica con que debe realizarse una investigación económica. El trabajo del profesor Céspedes se refiere al año 1971, pero, infortunadamente, no es analizado en forma apropiada en el documento de OFIPLAN, pues se le compara indebidamente con otra distribución del ingreso realizada en 1961, que tiene una dudosa calidad científica (ver OFIPLAN, Diagnóstico del Plan Nacional de Desarrollo, p.p. 75-76). El profesor Céspedes hace una comparación de ambas distribuciones de ingresos, pero, como científico serio que es, no habla de que pueda alegarse que exista algo así como la llamada brecha social; al contrario, son otros quienes han utilizado su estudio para derivar conclusiones erróneas dentro del marco de la brechología.

Por lo tanto, no es necesariamente válida la comparación que aparece en el Plan Nacional de Desarrollo de las distribuciones de ingresos de 1961 y 1971, puesto que sus bases metodológicas son muy distintas, dudándose de la calidad del primer estudio en 1961. Pero, aún cuando este problema de comparación no existiera, ¿es válido hablar de brecha social? Los economistas saben que existen muchos productos y servicios que son consumidos por las mismas familias que los producen y que no son objeto de medición en el mercado, lo cual implica un grave problema en la valoración de los ingresos reales, También los economistas saben que algunos bienes o servicios que se toman como ingresos, realmente constituyen costos de producción y que, como tales, deberían de excluirse de los cálculos de ingresos. Además, los economistas reconocen que las actitudes respecto al ocio varían entre grupos diferentes, por lo cual las medidas del ingreso pueden tener un margen de error elevado. Y, para terminar, los estadísticos acentúan la importancia de tomar en cuenta la composición por edades de los distintos grupos, puesto que, de no hacerlo así, las comparaciones de ingresos pierden sentido.

El problema más grave, aunque todo lo que he dicho no fuera importante o relevante, es que el concepto de brecha social nunca ha sido aclarado acerca de si se refiere a las diferencias de ingreso absolutas o relativas. Es muy posible que, por ejemplo, hace 10 años los grupos o familias tenían 500 y 1.000 unidades de ingresos respectivamente, y que ahora esos mismos tengan 9.000 y 10.000 unidades de ingresos.

Puede decirse que la brecha absoluta de ingresos se ha duplicado, pero, al mismo tiempo, se ha dado una reducción en la diferencia relativa de ingresos, puesto que hace 10 años los grupos o familias pobres tenían un ingreso igual al 50 por ciento de aquél de los grupos o familias ricas, en tanto que ahora los grupos o familias pobres un ingreso igual al 90 por ciento de los grupos o familias ricas; es decir, se ha dado una reducción porcentual o relativa de la brecha de un 40 por ciento (antes la diferencia era de un 50%, ahora es de sólo un 10%; la brecha se redujo en términos relativos en un 40%),

Por ello, si bien la posibilidad de que en Costa Rica la diferencia absoluta entre los ingresos más elevados y los menos elevados pueda haber aumentado, la diferencia proporcional o relativa puede haberse reducido. Por ello, es factible que la llamada brecha social incremente nuestra mitología política.
Es más, al hablar de la existencia de una brecha social basadas únicamente en las magnitudes de los ingresos familiares, se ignora que los indicadores deberían de referirse a estado sicológico y que una simple reducción a un número, tal como el ingreso per cápita o familiar, constituye un grave error de orden conceptual.

Economistas distinguidos como los profesores Frankel, Bauer, Berenson y otros resaltan la existencia de este problema cuando se hacen comparaciones de grupos con modos de vida distintos y con satisfacciones sicológicas disímiles.
Cabe, por tanto, pedir a los “brechólogos” que definan el concepto de brecha social para, de esta manera, saber no sólo cuándo es que tal brecha existe, sino su magnitud, para con ello establecer si esta brecha aumenta o disminuye a través de los años, además de que se pueda señalar con propiedad acerca de entre cuáles grupos es lícito hablar de la existencia de una brecha. Me parece que el idioma de los “brechólogos” es únicamente una herramienta más al servicio de políticos quienes desean, sin preocuparse por la coherencia, utilizar un nuevo medio intervencionista del Estado, ante la decadencia de los viejos clisés que han probado carecer de bases razonables.