EL ALZA EN EL COSTO DE LA VIDA Y LA POLÍTICA DEL GOBIERNO

La Nación, 22 de julio de 1973.

Consideramos indispensable comentar una reproducción solicitada por el señor Guillermo Villegas H., publicada en La Nación del 15 de julio de 1973, bajo el título “El alza en el costo de la vida: un fenómeno mundial”.

La primera afirmación del artículo mencionado muestra la lógica subyacente en la publicación. Dice: “Es innegable que el costo de la vida ha aumentado, pero la culpa no es del Gobierno. El aumento en el costo de la vida es un fenómeno mundial”.

Si bien podría afirmarse que el proceso inflacionario se presenta en todos los países de la tierra, este hecho no implica que la responsabilidad no recaiga sobre el Gobierno. Es muy fácil decir que nadie es culpable y se evita, de esta manera, la necesidad de señalar al causante del problema inflacionario en Costa Rica.
Lo que se pretende mostrarnos es que la inflación en Costa Rica no tiene un origen interno y que la causa del alza en los precios deberá encontrarse en factores externos a la política gubernamental.

Vamos a suponer, sin que implique aceptación, que la inflación en Costa Rica ha sido importada. En efecto, hay argumentos económicos sólidos que explican la posibilidad de tal fenómeno. Lo que no es aceptable y se quiere ignorar es el hecho de que el Gobierno posee diversos instrumentos que le permiten, si así lo desea, contrarrestar la inflación importada.

Un ejemplo nos podría aclarar la situación. Supongamos que por las fronteras nacionales penetra la bacteria de una enfermedad grave y conocida.

Supongamos que, como la enfermedad es importada, nuestras autoridades sanitarias no toman medida alguna para contrarrestar la enfermedad. Si seguimos la lógica de los autores de la publicación, debemos culpar a las fuerzas externas de nuestra mala fortuna y eximir a las autoridades médicas nacionales de su ineficiencia e indolencia en el tratamiento de la enfermedad. Es más, tal como deduce la publicación, debemos alabar a tales autoridades. ¿No es eso lo que se nos dice al afirmar que “debido a una política de gobierno bien dirigida, nuestro país está en mejores condiciones que esos países que mencionamos”? Jamás hemos visto un elogio a la incapacidad de las autoridades económicas como el que nos brinda el autor del artículo que comentamos. Parece que la mediocracia ha tenido su día.

El problema es sumamente grave, porque las autoridades han lanzado leña de guayabo a un fuego bien encendido, algo así como ayudar a que la nociva enfermedad se extienda. Todos conocemos las tasas de crecimiento tan elevadas de la oferta de dinero de Costa Rica en los últimos años y el gasto público en exceso de los ingresos del Estado. Y esos dos factores son los principales causantes de la inflación o, por lo menos, de la aceleración de la inflación. Por lo tanto, la política del Gobierno ha sido errada, desde el punto de vista económico, respecto al tratamiento del problema de la inflación. Dado lo anterior, hay una razón vital para que grupos interesados busquen una explicación de las actuaciones ineficientes de las autoridades monetarias y fiscales del país.

El paso siguiente consiste en proceder al análisis de las pruebas estadísticas que se ofrecen en defensa de la supuesta situación inflacionaria relativamente mejor de Costa Rica. A manera de introducción, la revista Vanidades, de la cual se tomaron los datos usados en el comentario del señor Villegas, debería dedicarse a sus publicaciones usuales de economía doméstica y no de economía política.

En dicha información se toma una serie de bienes seleccionados sin criterio alguno y se citan sus precios. Luego, se agregan los valores de tales bienes y se obtiene un concepto llamado “total de mercado”. El absurdo es evidente. Supongamos que decidimos seleccionar el producto siguiente: uvas. En muchas naciones, la uva es un producto tan común, como la naranja en Costa Rica. No esperaría nadie, apriorísticamente, que el precio de la uva sea menos barato en, digamos, Chile comparado con Costa Rica. De acuerdo con la lógica empleada en el análisis de las cifras presentadas en el trabajo, Costa Rica tendría una tasa de inflación mayor que la de Chile. Obviamente, hay algo conceptualmente erróneo en esas afirmaciones acerca de las estadísticas.

El índice de precios es un concepto altamente sofisticado de medición estadística. En su elaboración se le brinda la importancia debida a factores como la composición de la canasta en la que se basa el índice. Esto es, qué bienes deberían incluirse en los cálculos.

Otro factor importante es la proporción del gasto en cada artículo específico en el gasto total de la familia. Y nada de esto se utilizó en la preparación de las vanidosas cifras de Vanidades. El índice de precios es un concepto que, en ciertos casos, es difícil de comparar internacionalmente. Pero, al menos, no adolece de los defectos de cifras absolutas como las presentadas en el trabajo reproducido en la prensa.

Hay otro problema grave con los datos del trabajo que se comenta: nada existe que nos garantice que los artículos seleccionados no sufren de influencias externas al sistema de mercado, tales como fijaciones de precios mínimos, cuotas de importación y presencia de monopolios debido a concesiones gubernamentales, que ni siquiera nos permiten hacer una comparación entre los países analizados.

Los autores del artículo de Vanidades no tienen un conocimiento claro del proceso inflacionario. Lo importante en este tipo de estudios es el cambio en los precios de los bienes y servicios en un periodo dado y no los niveles absolutos de los precios. Es más, la reducción a una moneda común, en este caso dólares estadounidenses, deberá tomar en cuenta las situaciones cambiarias particulares de cada país, con el fin de realizar una comparación internacional de las cifras, (Por ejemplo, para Costa Rica, ¿se utilizó un tipo de cambio de ¢6.65 o de ¢8.60 por dólar? La diferencia en los precios es evidente).

El concepto de salario mínimo diario que, para destacar a nuestro país se rodea con un círculo, es sumamente defectuoso. Tales salarios pueden haber sido fijados arbitrariamente por el Estado, sin tomar en cuenta las relaciones de oferta y demanda de trabajo. Perfectamente tal precio podría, arbitrariamente, fijarse en ¢100.00 por hora y tal monto sería un indicador de un nivel de bienestar elevado, dejando de lado la desocupación que implica la fijación del precio por encima del determinado por el mercado. Una vez más, la visión parcializada y un análisis económico defectuoso son característicos del estudio.

El fenómeno de la inflación en Costa Rica y en resto del mundo es bastante serio como para prestarle oídos a los datos de Vanidades y, al mismo tiempo, tal como lo hacen los autores, tender una cortina de humo sobre la responsabilidad del Gobierno, el cual ha fracasado en su política monetaria y fiscal para contrarrestar las presiones inflacionarias. A no ser que el crecimiento de los precios haya sido objeto deliberado por parte de nuestras autoridades gubernamentales.