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Boletín ANFE

07-08 Columna libre: El hijo en común que los ata

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Agosto del 2007

07-08 COLUMNA LIBRE:EL HILO EN COMUN QUE LOS ATA

Desde hace buen rato he tratado de encontrar una explicación del porqué de la agrupación de tan diferentes participantes en el llamado No, por su oposición a la aprobación del TLC. No me quedaba claro cuál era el elemento que los unía en dicha antipatía, en especial porque conozco las diferentes procedencias ideológicas de algunos de ellos. Se me ha hecho cuesta arriba encontrar un rasero común que me faculte homogeneizar posiciones diversas y hasta antagónicas de sus integrantes. ¿Cómo amalgamar los alaridos de un párvulo de rostro tapado, creyendo que así puede liberarse de su salvajada, con los buenos modales de un caballero abogado, usual agente de empresas interesadas en que se les resuelva problemas comerciales y no en oponerse a un TLC? O, ¿qué hacer para poder emulsificar a un político obsoleto, quien cree que con aplicar términos científicos modernos a un viejo emplasto, recupera una respetabilidad intelectual que presuntamente tuvo en el pasado, con otro político lleno de caritas y gestos, que cree le podrán abrir el paso hacia un poder con el cual siempre ha soñado? ¿Será posible unir al vocablo grosero y ramplón de un líder sindical, ignorante de los principios básicos de convivencia pacífica, a aquella sencillez de una trabajadora que se opone porque considera que su negocio tiene poco futuro frente a una potencialmente avasalladora competencia internacional? Porque entre los partidarios más notorios del No hay amoríos y juntas inexplicables: por ejemplo, uno de ellos dijo, cerca de unos troskos, que él estaba a favor de una apertura unilateral al libre comercio y por ello se oponía al TLC, entre otras cosas. Por supuesto, los rojos extremistas no lo entendieron. Por ello a esos improvisados es que se les conoce como tontos útiles: siempre creen ser los más vivos, hasta que aquellos que juzga como los tontos llegan a tomar el poder… y lo primero que hacen es botarlos a un lado, con lo cual se dan cuenta de la realidad de las cosas.

Afortunadamente Friederich Hayek escribió en 1959 un Post-Scriptum a su libro clásico la Constitución de la Libertad, al cual le puso por título: ¿Por qué no soy un Conservador? Al releerlo encontré el hilo que une ese tejido tan dispar de pensamientos agrupados alrededor del llamado No al TLC y que hoy día ata a sus más connotados actores en una muy incómoda colcha parchada. Lo que los une es que son conservadores. Su interés básico para oponerse al TLC es mantener el estado de cosas, para lo cual acuden a esa forma de verlas caracterizada por no ofrecer alternativa alguna, excepto mantener, cualquiera que sea, la situación actual. Es el No al cambio, per se.

Está bien mantener algún grado de escepticismo, lo cual puede inclinarnos a pensar que no hay instrumento humano perfecto que venga a resolver todos nuestros problemas. Lo cierto es que la mayoría de los proponentes del Sí han sido enfáticos en que dicho tratado no es perfecto y que se caracteriza porque hay que dar cosas a cambio de otras. Pero la actitud de los conservadores del No radica en no ofrecer alternativa alguna a un simple tratado comercial, ni siquiera proponen alguna novedad. En su momento pensé que algunos camaradas que integran el movimiento por el No tal vez abogarían por un TLC con China Roja, tal como muy en sus entrañas sí lo hacen algunos europeizantes que, porque no les caen bien los “gringos imperialistas” se oponen a este TLC, pero saben que uno con Europa es inevitable, aunque no se atreven a decirlo. Lo más probable es que la negociación de un TLC con Europa vaya a ser más “difícil”; en otras palabras, que éste va a requerir más de lo que hemos tenido que ceder en el acuerdo con Estados Unidos.

Lo que permite la unión de grupos aparentemente tan diversos –comunistas, ex-comunistas, conservadores criollos, ecólogos in extremis, trotskistas, sindicalistas extremistas, social-demócratas estatistas, políticos que buscan la redención y el perdón por daños no olvidados, universitarios en sus cómodas cátedras, entre otros- es un temor acendrado al cambio. Prefieren oponerse a cualquier evolución y al progreso; muchos de ellos se dan cuenta de que el mundo ha ido cambiando y la globalización es un hecho al cual debemos adaptarnos adecuadamente, pero escogen el inmovilismo que da el temor ante esos cambios. Ni siquiera son capaces de reconocer que un país tan pequeño como Costa Rica hoy día exporta exitosamente, sin subsidios ni privilegio alguno y compitiendo con todo el mundo, más de 3.600 distintos productos a las más diversas naciones esparcidas por todo el mundo. Y lo hace con gran éxito, causando admiración y hasta envidia de otros que no han podido lograrlo. Costa Rica ha logrado vencer el temor a exportar y de integrarse al comercio mundial.

Los conservadores del No prefieren exhibirse como temerosos a la mutación, al cambio. Nos quieren asustar –intentan apelar a lo más profundo de nuestro cuerpo calloso- con cuanta amenaza pase por su febril imaginación: que nos van a devorar, que nos van a acabar, que nuestros cadáveres van a ser objeto de un comercio desenfrenado, que los ticos no pueden competir, cuando ya lo han hecho y, por el contrario, de no aprobarse el TLC lo que sí lograrán es impedir que los costarricenses podamos seguir haciéndolo exitosamente.

Nos han querido engañar diciéndonos que el extranjero nos va a dejar sin oportunidades, pero el obrero y el empresario, quienes hoy participan de la exportación, constituyen el mentís más firme al sueño autoritario de que sólo si hay alguna autoridad superior que supervise todo, será posible seguir progresando. Porque eso es lo que cree el conservador. Como ejemplo, quieren que sea el actual ICE el que continúe obligándonos a elegir lo que le da la gana que tengamos en el campo de la telefonía, en vez de que se nos abran las puertas de un progreso que cunde por todo el mundo en el campo de las telecomunicaciones, progreso que sólo la competencia del mercado nos puede brindar.

Ese temor que se nos quiere inculcar, de que el extranjero nos va a acabar, es falso. Ya hemos probado hasta la saciedad de que Sí podemos hacerlo, mostrando el error de la correlación entre el mensaje conservador en cuanto al No y una hostilidad al comercio internacional. Lo cierto es por más que de un nacional provenga tal idea anti-progreso, eso no la va a convertir en una idea inteligente: ninguna economía del mundo ha progresado aislándose del comercio internacional.

Es el espíritu conservador el hilo que ata a los partidarios del No: esclaviza su alma, pero no la nuestra, que siempre mira al futuro con optimismo, pues lo único que pretendemos es ver cómo podemos vivir mejor y no en mantener per se el estado de cosas.

Carlos Federico Smith
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