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11-10 Meditación acerca de lo mismo

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11-10 MEDITACIÓN ACERCA DE LO MISMO

Por Jorge Corrales Quesada*

La reciente decisión por la cual se forjó el pacto privado Chinchilla-Solís tiene un claro propósito: pasar a como haya lugar un nuevo paquete de impuestos. Lo más importante de esa negociación sin duda alguna es la oferta de Ottón Solís, rápidamente aceptada por la señora Chinchilla, para poner a todos “sus” diputados, creyendo que son siervos obedientes, pero no parecen serlo, para que aprueben rápidamente los numerosos y complejos impuestos propuestos, que incluso exceden las pretensiones iniciales hechas por el propio partido de gobierno. La aplicación de la llamada vía rápida es una argucia para evitar la discusión necesaria acerca de nuevos y más profundos impuestos. Cualquier persona medianamente informada sabe que esos gravámenes son de suma complejidad, profundidad y difíciles de poner en práctica, además de que, como dicen los abogados, se trata de materia odiosa, como se suele definir al tema de los tributos que forzadamente se aplican sobre la ciudadanía.
Nuestros legisladores en su momento desplegaron gran sabiduría al definir que los impuestos no se podían pasar a ritmo de samba, sino que siempre era necesaria una cuidadosa discusión de las implicaciones que tienen las pretensiones del Poder Ejecutivo. Así ha sucedido siempre en la ya aburridora carrera de paquetes tributarios aprobados a lo largo de los tiempos, siempre con el fin de terminar, de una vez por todas, con el déficit. Pero una vez recibidos los mayores recursos, velozmente se impulsa el gasto estatal para terminar cayendo, de nuevo, en otro déficit gubernamental. Saben que no miento, esa es la verdad de la cosas en materia tributaria y de gasto público sucedida en nuestro país desde hace ya mucho tiempo. Pero la Asamblea Legislativa siempre ha respetado que haya una discusión sumamente amplia, detallada, delicada, hasta incómoda, de cualquier propuesta del gobierno para aumentar las alcabalas que debemos pagar los ciudadanos… materia odiosa.
A sabiendas de las dificultades que estaba teniendo para la aprobación legislativa del nuevo paquetazo de impuestos, la presidenta Chinchilla hizo un gran esfuerzo –lo reconozco- que, si bien era insuficiente, contribuía a sanear en algo el déficit gubernamental. Estaba apretando a las instituciones descentralizadas del gobierno para que redujeran sus exacerbados gastos. La reacción de dichas entidades no se hizo esperar: no se podía reducir el gasto fue la respuesta casi generalizada y, cuando alguna de ellas decidía hacerlo, se trataba de apenas una porción de lo que el Ministerio de Hacienda les había solicitado.
No crean que doña Laura presionó a esas instituciones descentralizadas porque tiene un aprecio y convencimiento de la necesidad de reducir un gasto público exagerado. Era porque lo vislumbraba como la única posibilidad de lograr que le fuera aprobado algún impuesto. La gente sólo le daría un visto bueno a los mayores tributos si observaba una clara y definida acción del gobierno para reducir el excesivo gasto público. De otra manera, difícilmente doña Laura podría contar con la aprobación de mayores gravámenes si no ponía en cintura y con firmeza al gasto gubernamental.
Ottón le cayó –bajó- del cielo desde muy diversas y oportunas nubes políticas. Si por medio de la vía rápida, sin casi discusión alguna en la Asamblea Legislativa, se le aprobaban los nuevos impuestos, ya doña Laura dispondría de los recursos suficientes para aplacar la inquietud en su gobierno descentralizado, en cuanto a la necesidad de reducir sus gastos. Esto es, ya no se iba a hacer necesario el “sacrificio” en la gastadera gubernamental. Con su apoyo decidido e imperturbable Ottón Solís le levantó el enorme peso que doña Laura tenía ante sí. Que ella debe estar requete agradecida con el presunto líder de la oposición y no sólo el columnista oficial de La Nación, es un hecho. Para eso es la política, se nos dirá.
Revisando mis viejos escritos, voy a transcribir un pedazo de uno de ellos que escribí el 15 de marzo de 1986 bajo el título “Los Diputados Dioses”, que para ser justo con los actuales, ahora lo refiero al otro Dios, al verdadero, y no al que toma una curul por aquél concedido. La parte que deseo que vuelva a aparecer es la que dice:
“No en vano Tácito señaló que “Entre más corrupta es la República, más son las leyes.” Este es precisamente el caso que sucede con la introducción de normas que nada tienen que ver con los presupuestos de la República, en dicha legislación. La corrupción consiste en que diputados son capaces de legislar sin que se sigan procedimientos socialmente aceptados ̶ e incorporados en procedimientos y leyes ̶ para definir nuevas reglas legales. Muy posiblemente los procedimientos para legislar en nuestro país se han establecido para proteger a las personas del abuso. Si se desea vivir libremente bajo las leyes, debe limitarse su creación. Perfectamente se puede eliminar la libertad bajo un sistema de leyes; esto es, se está dejando de proteger a las personas del abuso.
No sólo debe restringirse el rango sobre el cual los humanos personificados en diputados pueden legislar (ley no hace justicia), sino que también se deben establecer métodos para hacer leyes (esto es, casi diría que descubrirlas). El parlamento (Asamblea Legislativa) precisamente es la institución en la cual se formulan leyes, pero sujeto a frenos y contrapesos. En el parlamento se supone que el proceso de generar leyes sufre un profundo escrutinio para asegurar al ciudadano de la bondad de la ley. Sin embargo, los diputados, dioses olímpicos, eliminan los procesos esperados por los gobernados e imponen sus férreas (y muy posiblemente equivocadas) voluntades a un pueblo domado.
Rousseau, en su Discurso sobre la Desigualdad, ya había enfatizado cómo los atenienses perdieron su democracia debido a que las leyes surgieron para complacer las vanidades diputadiles o de grupos de personas deseosas de coaccionar a los demás ciudadanos. Se olvidó así algo elemental: la virtud de una Ley reside en su edad, en su permanencia, en su fundamentalismo; aquellos principios pétreos casi inmutables, nos dan la Ley, no la voluntad pasajera del hijo de vecino convertido en Dios diputado.”
Por ello espero que nuestra Sala Constitucional resguarde nuestro derecho ciudadano de que, en materia de impuestos, al igual que como, por ejemplo, se prohíbe consultar su aprobación en un referendo, se debe discutir en el seño legislativo lo más ampliamente posible, sin rapidez, el afán de satisfacer la ambición de tomar nuestros recursos que siempre tiene el fisco. Es nuestro mínimo derecho ciudadano.

*Jorge Corrales Q. es ex Presidente de ANFE. Este comentario fue originalmente publicado en el sitio de ASOJOD el día martes 20 de setiembre del 2011.

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