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11-09 Prosigue el desorden fiscal

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Setiembre del 2011

11-09 PROSIGUE EL DESORDEN FISCAL


Por Jorge Corrales Quesada*


Una de las pocas reglas conducente a introducir cierta disciplina fiscal necesaria en el país era la de que los gastos corrientes del gobierno central; es decir, aquellos distintos de los de inversión, en tanto que aquellos incluyen principalmente las remuneraciones salariales y las pensiones, fueran cubiertos con ingresos corrientes; es decir, básicamente con los impuestos recaudados.

Esta es una política fiscal eminentemente sana, pues hace posible que aquellos gastos de inversión que realiza el estado, como, por ejemplo, caminos, carreteras, escuelas, hospitales, entre muchos otros, puedan ser financiados mediante el endeudamiento interno o externo. Esto es lógico desde varios punto de vista: exige valorar las inversiones propuestas que, para que puedan ser llevadas a cabo, deberán de dar un rendimiento mayor que el costo de ese financiamiento y, por otra parte, permite que, mediante un endeudamiento que deberá ser repagado, se disponga de los recursos necesario que muy posiblemente no pueden ser financiados en su totalidad en un año dado con los ingresos corrientes. Se supone que el rendimiento de esas inversiones y su efecto positivo sobre el crecimiento de la economía, será mayor que su costo de intereses que se deberán ir pagando con el paso del tiempo y, al final, al vencimiento, del propio préstamo recibido. Es decir, con dicha práctica fiscal hay la posibilidad de endeudarse y pagar dicho préstamos a largo plazo, sin que sean gastados en los llamados gastos corrientes, que por definición se espera que no den los resultados que tiene una inversión.

Si algo se puede haber aprendido de las crisis de naciones de Europa como Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia, y más cerca, la reciente de los Estados Unidos, es la falta de disciplina fiscal que ha caracterizado a sus gobiernos. La norma ha sido un exceso de gasto público por encima de los ingresos tributarios corrientes, lo cual ha significado que surjan cuantiosos déficit en las cuentas del gobierno, el cual, por el momento, ha acudido principalmente al endeudamiento interno y externo, en magnitudes cada vez mayores, a fin de poder paliar ese exceso de gasto sobre los impuestos. Enfatizo “por el momento”, porque aún dispone del mecanismo de rebajar el valor de sus monedas mediante una emisión monetario que cubra esos déficit, pero que ya sabemos que ello a lo único que conduce es a la inflación.

En Costa Rica nos hemos ido acercando peligrosamente a la situación conocida de las naciones europeas y de los Estados Unidos. El exceso de gasto gubernamental genera déficit cada vez mayores, que deben financiarse mediante la colocación de deuda interna o externa, hasta que la cosa termina por explotar cuando los mercados descuentan el elevado costo de estas prácticas, como lo ha reflejado la reciente reducción de la calificación de la deuda federal del gobierno de los Estados Unidos, así como también de las naciones europeas mencionadas.

La pregunta es, entonces, ¿qué hacen las autoridades para evitar estos problemas? A todas todas luces promueven la única y más fácil solución que los estatistas tienen entre manos: aumentar los impuestos.
De paso, dado que parece que don Ottón Solís no conoce del tema, aunque dedicó una página entera en La Nación para defender las llamadas políticas Keynesianas, me referiré a este asunto de la oportunidad de aplicar esas políticas para salir de la recesión . Lo cierto es que Keynes propuso que, ante una recesión en una economía industrial, existía conceptualmente tanto el remedio de introducir política monetaria como la fiscal, a fin de poder aumentar la demanda agregada, a cuya insuficiencia atribuía la causa de la recesión.

En cuanto a la política monetaria, Keynes enfatizó que no era muy viable en medio de una recesión, debido a la inelasticidad de la inversión frente a una reducción en la tasa de interés –esto es, que la inversión casi no aumentaba ante una baja en la tasa de interés ̶ por lo cual una política monetaria expansiva tenía serias limitaciones para lograr estimular la insuficiente demanda agregada. Además, como parte de las limitaciones de la política monetaria, Keynes señaló la posibilidad de que se estuviera en presencia de la llamada trampa de liquidez, por la cual el Banco Central no estaba en capacidad de reducir las tasas de interés, debido a que la demanda de dinero era infinita a cierta tasa –la trampa de liquidez; esto es, que la gente demandaba la totalidad del dinero que el Banco Central emitiera como instrumento para salir de la recesión, en vez de dirigirlo a aumentar la demanda de bonos, cuyos precios aumentarían, con la consiguiente baja en las tasas de interés, que a su vez se reflejaría en aumentos necesarios en la inversión y de la demanda agregada.

Esto dejaba como única posibilidad de política Keynesiana a la parte fiscal, ya fuera mediante la política tributaria o la de gasto público. En cuanto a la primera opción, Keynes indicó que la tasa marginal máxima del impuesto federal sobre la renta en esa época era de tan sólo un 25%, por lo cual existía una seria limitación para poder reducir la tasa y así bajar los impuestos, y con ello impulsar la demanda agregada en lo fura necesario. El gobierno de los Estados Unidos no hizo caso al consejo de Keynes de reducir los impuestos, sino que, por el contrario, aumentó la tasa marginal del impuesto sobre la renta a un 60% - hizo lo mismo que hoy pretende la administración Obama y que don Ottón no ha notado. Ante esto, la única posibilidad de política fiscal expansiva que quedaba, como la que proponía Keynes, era mediante una expansión del gasto gubernamental, y eso se hizo fuertemente en el episodio de la recesión de los años treinta. Sabemos que esta propuesta no tuvo éxito en aquella época, como tampoco actualmente parecen haberla tenido con las reducciones de impuestos que se hicieron y no reactivaron la demanda agregada ni la salida de la recesión que los Keynesianos anhelaban lograr con tales políticas tributarias.

Volviendo a Costa Rica, el gobierno, en lugar de proponer una reducción del gasto, más bien este año, en su presupuesto del 1012, propone un aumento del gasto de un 8%, que, si bien aprovecha para alegar que es una bienvenida reducción del crecimiento del 13.7% del año pasado, lo cierto es que lo aumenta en términos reales en, al menos, un 2%, en vez de reducirlo ante los serios problemas deficitarios. En efecto, no se vislumbra por ningún lado un plan concreto de limitación al gasto público, sino que toda la acción del gobierno tiende hacia lograr un aumento de los impuestos y, entre tanto, saturar los mercados mediante un endeudamiento que casi equivale al 45% del total de su presupuesto para este año y que, por mucho, excede a su obligación de usarlo para cubrir los gasto de inversión y no los gastos corrientes. Espero que la Contraloría, a quien la Asamblea le ha prestado oídos sordos, mantenga su posición en contra de esta forma de financiamiento, pues es conveniente, a todas luces, que el Congreso vuelva a poner orden en este desorden, pues está a punto de reventar una crisis sin paralelo en nuestra economía. De la opinión que al respecto puede tener la Sala Cuarta, casi prefiero no hablar, pero sí me atrevo a preguntar si no ¿será porque la obligación de cubrir los gastos corrientes mediante ingresos ordinarios le obliga a que tenga que buscar financiamiento corriente para sus propios gastos ordinarios? Puedo estar equivocado, pero es hora de que apoye los esfuerzos para poner algún grado de orden en lo fiscal, dado que el Poder Judicial y la Sala, en particular, son parte sustancial del gasto gubernamental que hoy está desfinanciado en tan alto grado.

Enfatizo que, antes de acudir a la emisión monetaria como una salida del apuro de gasto, lo que el gobierno propone es aumentar los impuestos, pero ello va en contra de todo lo que uno conoce como medidas fiscales en caso de una recesión, como la que actualmente viven la economía nacional y mundial, además de que el endeudamiento a que hoy tan fácilmente acude el gobierno, será descontado como impuestos futuros sobre todos los ciudadanos, además de que se puede esperar un alza en las tasas de interés y una menor disponibilidad de crédito para el sector privado. Esto mientras este mismo gobierno no se decida a soltar las amarras monetarias.

*Publicado en el sitio de ASOJOD el martes 16 de agosto del 2011.

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