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11-08 Ataques contra Diario Extra ( o los peligros de la censura previa)

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Agosto del 2011

11-08 ATAQUES CONTRA DIARIO EXTRA
(O LOS PELIGROS DE LA CENSURA PREVIA)

Por Jaime Ordóñez*


En una sociedad democrática no pueden existir censuras de ninguna índole. En una verdadera democracia todo el mundo debe tener el derecho de publicar sus opiniones, cualesquiera que éstas sean. Nos gusten o no. También a exponer cualquier material, gráfico, escrito, plástico, de absolutamente cualquier tipo o naturaleza, independientemente de consideraciones éticas, estética o morales. Podemos estar de acuerdo o no con esas ideas o esas expresiones gráficas. Podrán agradarnos o disgustarnos profundamente. Pero jamás, si somos verdaderamente demócratas, debemos impedir su libre circulación. De lo contrario, estaremos abriendo el resquicio de la puerta a la intolerancia, al control y a distintas gradaciones del autoritarismo.

La razón es muy simple. Nadie en democracia tiene el derecho ni la capacidad de erigirse en el censor o juzgador de otra persona.

Si aceptáramos que una Oficina de Censura o cualquiera otra entidad sea capaz de definir los criterios estéticos, éticos o morales del resto de los ciudadanos, le estaríamos confiriendo a estos juzgadores un estatus mayor, una condición moral o humana superior al resto de los seres humanos. Y ese es justamente el preludio de la dictadura y de la autocracia. En una democracia, el único juzgador y censor posible es el público, quien decide si es receptor o no de esa comunicación. El gran juez de sí mismo es cada persona, individualmente.

Si aceptamos restricciones en el ámbito artístico o moral, rápidamente tendremos que aceptarlas también en el plano político o ideológico. Los censores no admiten fronteras. Como sucedió en la antigua URSS y en el Chile Pinochet, en ambos lados del espectro ideológico. Como existió en la España de Franco, donde todas las publicaciones eran examinadas por el curato del régimen la noche anterior. Como está empezando a suceder ahora peligrosamente en Ecuador. No existe censura light. Siempre hay detrás una forma de autoritarismo. Sólo es cuestión de gradaciones. Si las expresiones o manifestaciones de alguien efectivamente lesionan derechos de otra persona, para dirimirlo están los tribunales ex-post. Allí está el ordenamiento jurídico y los juicios. Pero jamás en forma previa se puede conculcar la expresión de una persona o un medio de comunicación.

Es un lugar común tan grande como una catedral recordar a Voltaire cuando se habla de esto. Pero no hay otra salida; lo dijo mejor que nadie. Deberíamos literalmente jugarnos la vida y el pellejo porque tengan derecho a expresarse aquellas personas con las cuales podamos disentir frontalmente. Tenemos que defender a muerte, incluso, que nuestros enemigos tengan derecho a hablar. ¿Por qué? Porque en ello le va la vida a la libertad y a la democracia. Porque, caso contrario, la sociedad se nos volvería una cárcel.

La cárcel del pensamiento único y la intolerancia. De los santones y los ayatolas, de los autócratas y los dictadores. Andan ahora por allí muchos napoleoncitos y pequeños autócratas encubiertos —ya no con bayonetas— sino con fundamentalismos de libre mercado, o de estatismo resobado. O religiosos. El resultado es el mismo. Independientemente de su signo opuesto, todo fundamentalismo es una agresión a la democracia, a la tolerancia y al libre pensamiento. La libertad le da miedo a muchos.

Escribo lo anterior porque, desde hace varias semanas, algunas personas han empezado una virulenta campaña de ataques contra el Diario Extra, con motivo de las publicaciones de fotografías que, según su criterio, lesionan su sensibilidad ética y sus parámetros morales. Lo grave es que algunas de estas personas están solicitando a nuestros estrados judiciales la nefasta aplicación de la Ley No. 7440 y —en forma totalmente violatoria al inciso 3, artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos— la intervención de una tal Comisión de Calificación de Espectáculos Públicos. Esperemos que los tribunales costarricenses no le den aire a esto. Si lo que se pretende es algún tipo de intervención o censura previa sobre este periódico, estaremos ante un gravísimo precedente y ante una clara violación de los derechos fundamentales.

*Esta contribución del politólogo Jaime Ordóñez fue originalmente publicada en el diario La Extra del 14 de agosto del 2011.

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