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11-05 Columna libre: Ingobernabilidad

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Mayo del 2010

11-05 COLUMNA LIBRE: INGOBERNABILIDAD

Por Carlos Federico Smith


Con el paso del tiempo, al pensar acerca de todos estos movimientos en favor de la libertad que hoy se dan en el llamado Medio Oriente, derivo, en primera instancia, una lección muy dura: Cada pueblo debe ganar su libertad por sí mismo, con sus acciones.

No debe esperar inevitables avalanchas de apoyos físicos, aunque se les diga que se solidarizan con ellos. Si se me permite el símil, su sangre deberá abonar los campos fértiles de sus naciones, para que así pueda llegar a florecer la libertad. De aquí mi enorme admiración por los luchadores sirios, libios, egipcios, yemenitas, iraníes, que ya lo están haciendo, incluso tratan de lograrla una vez más.


Resulta, por otra parte, impactante la adherencia al poder de tanto tiranuelo que vive de la opresión de sus ciudadanos. Una vez entronizados, no pueden concebir un mundo a su alrededor que no gire en torno a sus apetencias y deseos, aunque proclame que lo hace en nombre de su pueblo, al cual somete. Como el poder corrompe, nos lo decía Lord Acton, se hacen rodear de aduladores profesionales y de copartícipes de la represión, obviamente atraídos tanto por el poder como por el real –moneda de plata que se les paga por traicionar los ideales de sus pueblos.

Esos enquistados en el poder no suelen ser capaces de concebirlo sin que ellos lo tengan. En una especie de divinización de su carácter, dicen nunca equivocarse y cuando se ven obligados a reconocerlos, por alguna circunstancia posiblemente tan sólo táctica, nunca los corrigen y más bien fingen hacerlo en tanto pasa la tormenta de ira de sus pueblos. Muchas veces toleran algún grado de disidencia, pero sólo dentro de ciertos límites. Ello porque siempre suele primar un ánimo fascista: todo dentro del estado, nada fuera del estado. Las pocas luces de independencia que toleran es porque con ellas logran algún grado de legitimidad gubernamental, tanto fuera como dentro de sus naciones. Sin embargo, los dientes del omni-poderoso están siempre listos para rasgar el gañote de quien se atreva a salirse de la raya por aquél establecida. Quien participa de ese juego de “disfrute” del poder sabe que, si se brinca esa raya, pues está acabado. Que las palmadas y el premio se dan siempre y cuando sirvan, en última instancia, al bien mayor, cual es preservar el poder de quien lo tiene. Si se portan bien, reciben los premios. Si no, tal vez debería haber tomado en cuenta que le iba costar mucho, pero mucho.

Los pueblos temen a la anarquía –por más que la idealicen algunos muy pocos amigos anarquistas; por ello, nos enseñó Hobbes, acuden a un Leviatán que les depare el orden que requieren para vivir pacíficamente. Tal vez así uno puede entender cómo es que muchos, buscando ese Leviatán que les permita vivir en paz, caen en la tentación de creer en la buena fe del proto-totalitario, de que es necesario ir gradualmente reprimiendo a quienes viven en libertad precisamente para asegurar esa libertad. El proto-totalitario apenas tiene la oportunidad evoluciona hacia el totalitarismo. Gran y doloroso error: Cuando se nos amenaza con una malquerida ingobernabilidad, de parte de quienes no son capaces de conservar libremente el poder al momento detentado, lo hacen tan sólo para asustarnos de los muchos males que podrían surgir si faltara un gobierno. Sin un gobierno el orden de libertad no sería posible, pero se tiene en mente un gobierno limitado, restringido, de respeto a la propiedad privada, de libre contratación, un gobierno frenado por la división de poderes, muy lejos de estados feudales, de señores y de siervos, sino de individuos iguales ante la ley.


Por eso quienes están en el poder siempre tratarán de conservarlo, de mil maneras, a como hay lugar. Desde la represión sangrienta hasta el engaño, la maledicencia, la matrafula y la bajada de piso, todo lo que pueda servir a la conservación de ese poder intocable podrá ser utilizado. Se trata de ver cómo se le corta la cabeza a cualquiera que pueda sobresalir y disputar ese poder, para lo cual se vale hacer lo necesario, lo que se requiera. Lo peor que les puede suceder a esos dueños del poder es que no puedan acabar del todo con el competidor potencial, pero, por lo menos, lo apagan por un rato, en tanto recuperan fuerzas que les pueda permitir seguir conservando el poder. Recuerden quienes se acercan al poder para lograr favores: mientras estén de ese lado, se les permite y facilita la existencia vital, pero si luchan contra el poder, si lo traicionan o no le son enteramente fieles o tan sólo discrepan seriamente, deben estar dispuestos a sufrir cualquier daño. Incluso enfrentar una Justicia, sobre la cual una vez dijo

Perón: “Para mis amigos toda, para mis enemigos, ni ella”.


Quienes tienen el poder sólo podrán ser sacados de él por los votos o por la fuerza. Por los votos, en una democracia, en la cual una minoría puede llegar a ser mayoría. En las tiranías, sólo se les quita por la fuerza.


Me interesa señalar que en esas últimas extracciones no estará ausente el dolor y el llanto. Al irlo perdiendo, lloran y gritan clamando por la vigencia de las cosas más nobles propias de los seres humanos. Pero no pasan de ser berridos, como los que hacen los chanchos cuando los llevan al matadero. Si creen que ese destete es placentero, pues lo es aún más al darnos cuenta de que los gritos que escuchamos se deben a que pierden el poder. Pero tratarán de aferrarse a él, como si estuvieran pegados con goma loca. Dejarán uñas, carne y sangre en esa intentona para impedir que se les despegue.


Sabemos que lograrlo no es nada fácil. Para ver si lo pueden impedir alegarán de todo: que el país sin sus amos será ingobernable; que la patria no puede retrasarse, pues no se sabe que es lo que esos ciudadanos quieren ahora; que después de todo vendrán otros ladrones iguales que ellos, y que el costo de cambiarlos luego será muy alto, pues serán ávidos; que la incertidumbre no nos garantiza nada. Todo eso lo podrán decir y más, pero nunca podrán luchar contra los hombres y mujeres libres que buscan igualdad ante la ley, un estado limitado y refrenado, que buscan la posibilidad de lograr vivir mejor, en donde si no se tiene la marca en la frente, usted puede tener oportunidades para lograrlos, sin la existencia de partidos únicos y con frenos y contrapesos en los distintos poderes del estado.


Vean que no estoy escribiendo sobre Costa Rica -¡Dios me libre!-, sino de las naciones de Medio Oriente.

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