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Boletín ANFE

10-12 Pensamientos de liberales

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En ocasión de la presentación del libro “Ensayos en Honor a Cecilia Valverde Barrenechea” por parte de la Academia de Centro América, en esta ocasión reproducimos tres de las columnas que Cecilia escribió en el periódico La Nación cuando fungió como Directora Ejecutiva de ANFE. Su incorporación es nuestra forma de homenajear a Cecilia.

“El socialismo democrático, o social-democracia, tuvo origen en la premisa de que la libertad de las personas en sociedad puede ser dividida en por lo menos lo político y lo económico. Y una vez trazados, con esa base, los fundamentos de la posición ideológica de llegar al socialismo (todos los medios de producción en manos del Estado) mediante la democracia, fue creado en Europa el correspondiente partido político. Específicamente en Alemania, y pronto se difundió.

Se fueron fundando partidos social-demócratas que luego crearon su organización federada que se llama Internacional Socialista.
Los partidos social-demócratas fueron agrandándose y fortaleciéndose a medida que lograron convencer a los pueblos de que dividir la libertad era posible para que el Estado conculcara el aspecto económico de ella como una meta de justicia social.

Se dedicaron a combatir el liberalismo porque éste defiende el valor de la libertad como un todo indivisible y porque sostiene que en ello está la esencia del progreso, ya que la iniciativa creadora y la eficiencia necesitan la libertad de actuar.

Y se abrió todo un prospecto de lucha político-demagógica porque esto último es factor –parece que inevitable– de toda campaña electoral.

Combatir el individualismo liberal, calificándolo con el “efectivo” término de egoísmo, no fue difícil; tampoco el proclamar la justicia social como adscrita a un intervencionismo creciente del Estado. Es explicable, porque el hombre común por lo general está dispuesto a rechazar el individualismo en general (solo acepta el suyo) en la misma forma que le parece muy conveniente sustituir su esfuerzo y su riesgo por las “seguridades” que le promete el Estado; y con mucho más motivo si a esta acción del poder político se le llama “justicia social”.

Los programas de los partidos social-demócratas comenzaron a operar, y de paso, en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, se encontraron con una fuerte ayuda que venía de otro lado: John Maynard Keynes, y sobre todo sus discípulos que lo reinterpretaron, contribuyeron a reforzar, desde un punto de vista puramente económico y desligado de la meta política de la social-democracia, la acción del Estado que ésta promovía.

Lo que se llamó en los años treinta “nueva economía” fue un auxiliar muy útil a los propósitos políticos de los socialdemócratas.
Lo uno y lo otro se unieron para dar una realidad producida en los años que siguieron, cuyas consecuencias enfrentamos hoy.” (10 de febrero de 1985).

“Los poderes discrecionales de los gobernantes, generalmente son usados por ellos con muy poca discreción debido a que les producen mucho gozo.

Cuanta más discrecionalidad haya, mayor es el poder y por eso mayor es la satisfacción de quienes gobiernan.

Por lo contrario, cuanto menor fuera la discrecionalidad posible de usar, menor sería la capacidad de decidir personalmente qué es lo que ha de hacerse y mayor sería la obligación de atenerse a lo que previamente dispone la ley.

En otros términos, entre más discrecionalidad tengan los gobernantes, mayor es la subjetividad con la que gobiernan y menor la objetividad de las decisiones.

Este es principio directamente relacionado con el principio de igualdad ante la ley.

Uno de esos principios fundamentales que casi nunca son plenamente reales, pero que deberían constituir, por lo menos una meta hacia la que se camine tan directa y ágilmente como sea posible.

Pero tal discrecionalidad es, precisamente, un camino opuesto a esa meta.” (6 de diciembre de 1986).

“Es un hecho comprobado, histórica y psicológicamente, que detrás de los conflictos de la convivencia humana –conflictos sociales– está siempre, directa o indirectamente, el ansia de poder.

Los hombres, por lo general, ambicionan ser poderosos en el sentido de que desean imponerse a los demás.

Y si la historia del progreso es la historia de la conquista constante y nunca terminada de la libertad, la historia del antiprogreso y de todos los horrores que la humanidad ha vivido, es la historia de la imposición de unos en su ansia de esclavizar a otros.
Esta parte negativa, la del poder sobresaliente, es la que imperó hasta el siglo XVIII.

La otra parte, la positiva, es la que buscaron las personas más racionales, sensibles y progresistas, para llegar a sistemas de convivencia que permitieran la libertad de todos frente al poder político, que se impone sin alternativa ni apelación cuando es absoluto.

El siglo XVIII dio a luz, casi simultáneamente en Francia y en Inglaterra, un sistema político y un sistema económico que abrieron para los pueblos el camino de la libertad, condenando los signos de servidumbre que hasta entonces habían vivido.

Nacieron el liberalismo y las concepciones pro libertad de las personas para hacer posible la eliminación de sometimientos y esclavitudes. Para hacer posible la justicia y el progreso.

Se idearon los sistemas republicano y parlamentario para el control del poder político a cargo de los ciudadanos. Y a la vez nació la economía como ciencia, basada en leyes naturales de comportamiento humano que buscan la acción libre y la competencia como medios de progreso.

La base del sistema político de libertad fue que la soberanía reside en la nación y que el poder de los gobernantes es delegado y sujeto a un marco jurídico que lo limita.

La base del sistema económico de la libertad es que la soberanía reside en los consumidores, o sea en todas las personas mediante su libertad de escoger.

El mercado libre es para lo económico algo que corresponde a la democracia en lo político. Ambos son medios complementarios de libertad para las personas.

Y eso es la esencia del liberalismo, que desde luego no gusta a quienes continúan prefiriendo los sistemas en los cuales unos hombres se imponen a otros para planificarles su vida o para someterlos a su voluntad.” (22 de marzo de 1988).

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