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10-12 Partidarios de la libertad

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Diciembre del 2010

10-12 PARTIDARIOS DE LA LIBERTAD


Por Jorge Corrales Quesada*

Hace doscientos años, en la Ciudad de Cádiz hubo una reunión de Las Cortes con el propósito de redactar una constitución que recogiera las ideas de libertad que empezaban a difundirse desenfrenadamente libres por el Imperio Español. De allí surgió la Constitución de Cádiz, aún hoy conocida -y más en aquella época- como “La Pepa”. Entre sus características únicas, dicha reunión fue la matriz de la palabra liberal, que se empleó por primera vez para designar a los partidarios de la libertad. Liberales fue el término usado para agrupar a los creyentes en limitar la coerción que algún estado podía ejercer sobre los individuos. La ausencia de coerción -o libertad- fue el principio vencedor en las Cortes de Cádiz.

En contraste con los partidarios de la libertad, sus oponentes en ese entonces reivindicaban el derecho real a someter a los súbditos a los imperios monárquicos, que ungidos, por la razón que fuera, divina o terrena, tenían un derecho natural a imponerse sobre las voluntados de los hombres libres, convirtiéndolos en simples receptores de las decisiones de algún soberano y no de actores de su propio destino. A estos partidarios de la monarquía se les llamó “serviles”, pues servían a los reyes gobernantes.

Afortunadamente, con el paso del tiempo la palabra libertad -al menos en Costa Rica y en muchas partes de Europa y de Oriente- ha conservado su esencia: “la independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero”. No ha sido lo mismo con la palabra servil, que de ser antes un simple servidor del rey, hoy más bien la asociamos de alguna manera con una conducta indigna. Por ejemplo, se oye hablar del “servilismo de un funcionario”, para dar a entender la entrega total de un funcionario segundón al poder de un burócrata superior, o la sumisión de algún individuo a la voluntad de algún otro aún cuando no se está de acuerdo con la bondad o conveniencia de sus ordenes. Pero ese sinónimo de bajeza aún va más allá; su cobertura se ha expandido de individuos a estados: así se dice de naciones serviles cuando renuncian a sus principios, de alguna manera definidos y aceptados, para aceptar sumisamente, y por las razones que fuere, las posiciones de naciones más poderosas, aunque estas vayan en contra de las propias. El silencio, el mutismo, la no-opinión, por el momento, característicamente suele ser su compañero.

Hace poco el Premio Nobel fue entregado en dos de sus versiones -a la literatura y a la paz- a dos grandes defensores de la libertad. Mario Vargas Llosa -Premio Nobel en Literatura 2010- es y ha sido un destacado promotor de ella. Manifestó, en su alegría al conocer la noticia, que su compromiso con el liberalismo se ve fortalecido con este reconocimiento. El chino Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz 2010, permanece en una prisión de su país, sin posibilidad actual de lograr ser un hombre físicamente libre, por el delito de pedir la libertad de su pueblo. El reconocimiento otorgado abrió una ventana para que los hombres y mujeres de los pueblos libres clamaran por la libertad física de aquel cuyo delito fue pregonar, desde los ecos de la Plaza Tien an Men, que era hora de que el ciudadano chino se emancipara del yugo opresor del dictador, que impone su voluntad sobre la de los ciudadanos. Tal afrenta lo mandó a prisión y por ella el gobierno chino lo convirtió en “un delincuente”.

Costa Rica siempre se ha sentido orgullosa de su tradición de defensa a ultranza de los derechos humanos. “No envidia las cortes de Europa ni las riquezas que en ella se encierran”, suele cantar refiriéndose, no a la moderna Europa libre, sino al Ancien Régime que yace en el basurero de la historia: el ciudadano costarricense no estaría dispuesto a que, por un plato de lentejas o un estadio florido -aunque el cínico recordaría que sólo bastaba con llegarle al precio adecuado- dejara de estar dispuesto a interceder respetuosamente y casi a manera de rogativa, por la libertad de Xiaobo. Dudo mucho que el costarricense libre escogería someterse servilmente, con un silencio cómplice, a la tiranía que quita la libertad a un individuo, que tan sólo desea que los ciudadanos de su país puedan escoger sin imposición.

Me parece que el pueblo costarricenses sigue creyendo en este principio, no así sus gobernantes, quienes, ante la petición de naciones civilizadas de Occidente para que las autoridades del estado chino liberaran al nuevo Premio Nobel de la Paz, optaron por guardar silencio, evidenciando que, “porque China nos ayudaba mucho, porque su gobierno aportó mucho en la crisis financiera para atender nuestra deuda y porque el estadio que se inaugurará pronto es una obra hermosa“, mejor el gobierno con oportunismo guardaba silencio. Y por supuesto, ya pronto se afinará un nuevo paquete de cooperación de China hacia Costa Rica: plata para terminar lo que falta de un estadio, que es el precio del silencio.

*Jorge Corrales Quesada es ex presidente de ANFE. Este ensayo fue publicado el 26 de octubre de 2010 en el sitio de ASOJOD. http://asojodcr.blogspot.com/

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Actualizado 28/07/2011 a las 14:26 por Boletín ANFE

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